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QuímicaBiografía

Foronda Cavallero, Valentín (1752-1822).

Erudito español, nacido en Vergara en 1752 y fallecido en 1822. Miembro de una familia noble y acaudalada, era hijo de Luis Antonio de Foronda, caballero de la Orden de Santiago, que había hecho fortuna en una juvenil emigración a Perú y consiguió el empleo de tesorero general de la Santa Cruzada en el Obispado de la Paz; su madre, Catalina de Echávarri, procedía igualmente de otra familia vitoriana de prestigio, pues era hija de un secretario del Consejo de S.M. y regidor perpetuo de Vitoria. La solvente posición de la familia, con importantes intereses en la propiedad de bienes raíces y compañías comerciales como la de Caracas, le permitió a Valentín una temprana toma de contacto con la vida económica y social de su ciudad natal, y le facilitó la participación en sus órganos de gobierno. En 1777 se le nombró juez de policía del Ayuntamiento de Vitoria, cargo desde el que desplegó una gran actividad para la constitución de una sociedad caritativa (actual Hospicio) que llevase a cabo el resguardo y posterior ocupación en la elaboración de manufacturas de paño de la mano de obra ociosa y desocupada. Publicó con tal motivo un Paralelo de la casa de Misericordia de Vitoria con la Sociedad Caritativa de San Sulpicio de París (las obras de Foronda sin referencia de edición fueron recopiladas por el autor en una Miscelánea que vio dos ediciones: Madrid, 1783 y 1793). No obstante, el conocimiento de las instituciones ilustradas extranjeras que ya se aprecia en estos primeros escritos y unos graves incidentes con la máxima autoridad de Vitoria, cuya dimisión exigió públicamente, debieron de estar en el origen de su creciente malestar y distanciamiento de los sectores más oligárquicos que controlaban la vida local. Sus intereses económicos fueron fortaleciéndose cada vez más en nuevas empresas, como el naciente Banco de San Carlos, fundado por su amigo Cabarrús, y la Compañía de Filipinas. Interpeló críticamente a los sectores nobiliarios que sofocaban a la agricultura con sus operaciones especulativas. Foronda creyó encontrar un marco cultural más propicio para sus planteamientos en el círculo vasco ilustrado por excelencia, la Real Sociedad Bascongada de Amigos del país, y fue, precisamente, a sus Juntas Generales a las que dirigió algunos de sus primeros trabajos: Lo honrosa que es la profesión del comercio, Utilidad de la Compañía de Filipinas y Descripción del Seminario de Vergara; pero también en ese ámbito institucional se sintió incómodo y, al no encontrar en la Sociedad la colaboración que esperaba para la edición de un compendio histórico, acabó por abandonarla. Con todo, siempre se mantuvo en contacto con sus miembros más influyentes, y en 1782 llegó a trasladar su residencia a una casa de Vergara, propiedad del fundador de la Bascongada, Conde de Peñaflorida, para seguir de cerca la vida del Seminario Patriótico y participar del ambiente ilustrado que irradiaba la obra cultural más importante que creó la Sociedad de Amigos del País. Los viajes al extranjero (Italia, Flandes, Gran Bretaña, Alemania) programados desde Vergara, sus conversaciones con los profesores del Seminario (los Elhuyar, Chabaneau, Proust) -algunos de los cuales le proporcionaban un acceso sencillo a la bibliografía extranjera- y las horas de gabinete que pudo dedicar al estudio, hicieron de él un erudito que tan pronto difundía breves artículos en la prensa periódica (el Diario de Madrid, el Semanario de Salamanca, el Diario de Zaragoza, etc.) como se mostraba capaz de escribir con amplitud sobre los temas más variados: química (Lecciones ligeras de química, puestas en diálogo, Madrid, 1791; Memorias leídas en la Real Academia de las Ciencias de París sobre la edificación de hospitales, Madrid, 1793), lógica (Lógica de Condillac, puesta en diálogo, Madrid, 1794), economía (Disertación sobre el descubrimiento de la platina, Proyecto sobre la supresión de billetes, Cartas sobre el banco de San Carlos), política (Disertación sobre la moderada libertad de escribir), etc. Buena prueba del reconocimiento social de estas actividades fue su participación en diversas instituciones culturales; fue miembro de las Sociedades económicas de Zaragoza y Valladolid, de la de Ciencias Naturales de Barcelona, de la Academia Real de Ciencias y Artes de Burdeos y, con posterioridad, de la prestigiosa American Philosophical Society de Filadelfia. El componente político y económico liberal de las obras de Foronda escritas con anterioridad a 1788-1789 es relativamente moderado. En ellas se van reflejando las ideas de Montesquieu, buena parte de la crítica de Coyer (que el mismo Foronda supera) y el espíritu humanista de Filangieri, Hume y Brissot de Warville; pero sus ideas económicas no avanzaron mucho más del punto a que habían llegado en las obras de Bielfeld (cuyas Instituciones políticas tradujo, Burdeos, 1781) o en la importante obra de Nicolás de Arriquíbar; la Recreación política, cuya edición se debe precisamente a Foronda. En 1788 dio comienzo a una serie de cartas que fueron publicadas por El Espíritu de los Mejores Diarios entre 1788 y 1789, y marcan el gran salto de Foronda hacia la aceptación de los principios económicos liberales de una forma extraordinariamente radical. El autor las reeditó en Madrid (1789-1794) y Pamplona (1821) bajo el título de Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la economía política (reimpresas en Vitoria, Gobierno Vasco, 1994), y tuvieron una gran aceptación entre todos aquellos a quienes se les hacía difícil vivir bajo las políticas ilustradas dirigidas, las víctimas de la represión del despotismo, los débiles grupos burgueses que veían en la plena libertad económica una vía para promocionar y expansionar sus mercados y cuantos apreciaban la necesidad de controlar dentro de las leyes el poder ejecutivo y, en particular, las oscuras prácticas de los tribunales y funcionarios a su servicio. No es fácil encontrar una obra económica con este talante liberal en todo la literatura española que le precede. El intervencionismo administrativo en los mercados, las compañías de comercio privilegiadas, los monopolios, el despilfarro del sector público, la preocupación "mercantilista" por obtener un saldo de la balanza de comercio permanentemente positiva, etc., son los objetivos centrales a los que dirige su crítica; por el contrario, la absoluta libertad individual, el afianzamiento de los derechos de propiedad y seguridad y la libre concurrencia para la contratación de trabajo y creación de empresas constituyen el núcleo de su alegato en favor de un nuevo sistema económico. Para resumir sus principios económico-políticos, basta con citar una sentencia que se repite con frecuencia en los pasajes más diversos: "los derechos de propiedad, libertad y seguridad son los tres manantiales de la felicidad de los estados". El mismo Foronda ofrece al lector algunas pistas acerca de la filiación intelectual de sus ideas (Davenant, Locke, Smith, Accarias de Serionne, Nicolás Donato, Forbonnais, Graslin, Herbert, Necker, Plumard de Dangeul, la Encyclopédie Méthodique, etc.); Pero existen razones suficientes para pensar que las aportaciones de estos autores a su pensamiento no dejaron de ser muy puntuales. La propia enunciación de los principios que han de regir la vida económica y social (propiedad, libertad y seguridad) muestra la influencia procedente de la escuela fisiocrática francesa dirigida por Quesnay, y las consecuencias conseguidas de sus planteamientos iusnaturalistas son también comunes con las de la fisiocracia: "evidencia" de los principios del orden natural, íntima conexión entre la moral y la economía (entre lo normativo y lo positivo), consideración del libre mercado y de la competencia como organización natural de la economía, importancia de la educación como instrumento de cohesión social y transmisión de valores, etc. Y, en realidad, estas afinidades con el mundo cultural y económico francés no sorprenden demasiado. Foronda había estado desde su juventud muy relacionado con los movimientos intelectuales de Burdeos, como ya ha sido mencionado y lo corrobora la temprana publicación en dicha capital de dos de sus obras: las Instituciones políticas...por el barón de Bielfeld, 1781, y las Cartas escritas por Mr. de Fer, 1783, en las que oculta su personalidad bajo un seudónimo; es muy posible que allí tuviera conocimiento de Guillaume Grivel, abogado afincado en Burdeos, fisiócrata tardío y redactor de la Encyclopédie Méthodique, cuya interpretación de la fisiocracia guarda un parecido sorprendente con la que hace nuestro autor. Pero, pese a este trasfondo intelectual común, Valentín de Foronda se separa de la tradición fisiocrática en puntos de indudable importancia. Por una parte, rechaza la descripción del orden social físico de la escuela y, con ella, las categorías de análisis económico de que se había servido en el estudio del Tableau économique (producto neto agrícola exclusivo, esterilidad industrial, etc.), y, consecuentemente, se niega a aceptar varias de las políticas económicas que la fisiocracia deducía de sus principios analíticos, como el impuesto único sobre la tierra y el gran cultivo (su renuncia a hacer de la agricultura el pivote del desarrollo económico se pondrá, igualmente, de manifiesto en sus proyectos de constitución de compañías mercantiles con fondos procedentes de la enajenación de bienes mayorazgales, redactando un plan concreto para las provincias Vascongadas y Navarra); en segundo lugar, la interpretación que hace el autor del principio de seguridad está más próxima a la de Grivel y, sobre todo, a la de Holbach que a la de los fisiócratas más ortodoxos de la primera generación, visión peculiar que le permite criticar el despotismo y defender los derechos políticos del ciudadano y la primacía de la soberanía popular frente a la real. Aunque su formación cultural y profundos convencimientos político-económicos radicales hicieron de Foronda un individuo incómodo en la sociedad en que vivió, no se limitó a escribir para el reducido círculo de intelectuales que podían oírle, sino que intentó por todos los medios participar e influir en la vida política para conseguir los cambios que proclamaba en sus obras. Casado en 1769 con María Fermina de Vidarte Solchaga y Álava, se mantuvo siempre en íntima conexión con el clan pamplonés de comerciantes y políticos liberales formado en torno a la familia de su esposa; sus miembros, vinculados desde antiguo al comercio de la lana y poseedores de ricos mayorazgos, ocuparon una y otra vez puestos de responsabilidad en el gobierno municipal y en las Cortes de Navarra, y la historia del grupo entre mediados del siglo XVIII y XIX conecta continuamente con los grandes problemas que tuvo que resolver el Reino en materia aduanera y en sus relaciones con el gobierno central. Constituían, por otro lado, uno de los núcleos liberales más consistentes en la Navarra de finales de siglo, y no es extraño que Foronda aprovechara su relación familiar para intentar la reforma institucional; en otro lado, hemos intentado probar que fue él el autor de un importante Proyecto de Traslación de Aduanas, presentado en las Cortes de Navarra en 1781, en el que defiende la trasformación inmediata del sistema de "tablas" interiores en aduanas al pie del Pirineo con el objeto de ampliar los mercados de producción, y aunque el parlamento navarro desechó la proposición, planteó en toda su crudeza la problemática del sistema económico del Reino, constituyendo un precedente de las posteriores discusiones de Cortes sobre el mismo tema que se prolongarían durante más de medio siglo. Mientras mantuvo su residencia en Vergara, siguió ganándose enemigos de todo tipo. En un determinado momento llegó a ser multado y obligado a abandonar la ciudad con su hijo Fausto por practicar en él los nuevos adelantos médicos y haberle "inoculado con viruela"; pero iban a tener más trascendencia sus incidentes con el Tribunal de la Inquisición, ante el cual fue denunciado por leer libros prohibidos, y, sobre todo, las graves acusaciones del comisario inquisitorial en Vergara, Juan Francisco Torrano, quien le consideraba adherido a la nación francesa y responsable, junto con el marqués de Narros, de la "pérdida y ocupación por los franceses de la mayor parte de Guipúzcoa" durante la guerra de la Convención. Quizás estos episodios y la conciencia de Foronda de la represión política y cultural de Floridablanca sean la causa de su silencio económico-político a partir de 1789 y de su aparente desaparición histórica durante el período 1795-97. A partir de estas fechas se esforzó por lograr un empleo público, y con tal motivo dio a la luz diversos trabajos sobre la organización y tareas de los Intendentes, así como una de las escasas obras españolas del período sobre "ciencia de la policía". Con sus Cartas sobre la policía (Madrid, 1801), inspiradas en Bielfield, De la Mare, Duchesne y los tomos dedicados a Jurisprudencia en la Encyclopédie méthodique, se convirtió en uno de los primeros introductores en España de esta disciplina y, fiel a su espíritu liberal, la redujo a temas relacionados con el bienestar público, ignorando otros, ya clásicos, en el tratamiento tradicional de la "policía": la moral y el orden público. Como fruto de estos esfuerzos consiguió, por fin, el cargo de Cónsul General en Filadelfia a finales de 1801. Se embarcó, seguidamente, hacia Estados Unidos, en donde desarrolló una labor administrativa eficaz. En 1807 asumió también el puesto de encargado de Negocios en Estados Unidos a causa del obligado retorno a España del embajador. Tampoco le faltaron problemas en su nuevo destino: su interés en frenar el creciente expansionismo norteamericano y defender las posiciones españolas en las Floridas, los continuos incidentes comerciales y militares en puertos y fronteras, y, en fin, su denuncia y consiguiente enfrentamiento con el embajador, marqués de Casa de Irujo, y la camarilla especuladora que le rodeaba, le llevaron a solicitar repetidamente su retorno a España, que obtuvo en 1809. Pero, a pesar de todo esto, no cejó en su labor publicista, como lo prueban sus Observaciones sobre algunos puntos de la obra de Don Quijote (Filadelfia, 1807), Cartas presentadas a la Sociedad Filosófica de Philadelphia (Filadelfia, 1807) y un importante panfleto anónimo en el que sostiene la conveniencia de abandonar el entonces vigente sistema colonial español (Carta sobre lo que debe hacer un príncipe que tenga colonias a gran distancia, Filadelfia, 1803). Sin embargo, su cansancio no parecía ser el único motivo de su regreso. Tras la invasión francesa y unos primeros momentos de indecisión (durante los que llovieron sobre él las acusaciones de "jacobino") en los que dudó sobre la oportunidad de apoyar a José I, estimó que había llegado la hora de su participación en el nuevo proceso político español, y en vísperas de su llegada a Cádiz publicó en Filadelfia unos Apuntes ligeros sobre la Nueva Constitución, proyectada por la Majestad de la Junta Suprema de España, y reformas que intenta hacer en las leyes, que merecieron los elogios de Jefferson y en los que defendía un gobierno constitucional con separación de poderes, la soberanía popular y las libertades individuales frente al despotismo. Entre 1809 y 1811 prosiguió escribiendo diversos panfletos sobre temas constitucionales (Cartas sobre varias materias políticas, Santiago, 1811, que son probablemente las tituladas después Apuntamientos sobre la Constitución, Cádiz, 1811, Ligeras observaciones sobre el proyecto de Nueva Constitución, La Coruña, 1811, Carta sobre el modelo que tal vez convendría a las Cortes seguir en el examen de los objetos que conducen a su fin, y dictamen sobre ellos, Cádiz, 1811 -carta fechada en Lisboa el 29 de julio de 1810-, etc.) y reaparece en ellos con fuerza su talante crítico, patente en su denuncia de una constitución que, a su juicio, no especificaba claramente los derechos individuales, otorgaba excesivos poderes al rey y no separaba suficientemente los espacios político y religioso. Lo que en aquella última fecha sólo parecía una residencia pasajera en Galicia llegó a convertirse en un período de más de cuatro años en La Coruña, ciudad que escogió como centro de operaciones para lanzar una ardiente campaña propagandística contra los restos del absolutismo y del Antiguo Régimen. El Patriota Constitucional, El Ciudadano por la Constitución y la Gaceta Marcial y Política son los periódicos gallegos que más artículos de Foronda publicaron, y en ellos combatía con energía la utilización de la tortura, la ausencia de garantías en los procesos judiciales, las prácticas de la Inquisición, los abusos del clero gallego, etc., contraponiéndoles la auténtica soberanía popular, el humanismo de Beccaria, los derechos individuales de la fisiocracia y el igualitarismo de Rousseau. En este último sentido, llevó a cabo una traducción-adaptación crítica del ginebrino bajo el título de Cartas sobre la obra de Rousseau titulada: Contrato social (La Coruña, 1814). Los conflictos de Foronda con buena parte del clero gallego (que llegó a acusarle desde los púlpitos), con el propio alcalde coruñés y con otros sectores conservadores se tradujeron en una abundante bibliografía panfletaria en la que sus enemigos perdieron más de una vez la compostura y el buen tono. Pero la repercusión de este enfrentamiento fue aún más grave en 1814, al desencadenarse la persecución de liberales por parte del absolutismo de Fernando VII; apresado en un viaje realizado a Madrid, fue conducido a La Coruña, donde sufrió todos los sinsabores y vejaciones que había denunciado a lo largo de su vida. Acusado de "jefe de los sectarios de las nuevas instituciones" y por mantener que "la soberanía reside en el Pueblo y no en el rey", fue, finalmente, condenado a diez años de confinamiento en Pamplona. En esta última ciudad, en el entorno de los Vidarte, transcurrieron los últimos años de su vida, y los datos disponibles permiten afirmar que no cejó en su empeño de impulsar las reformas económicas y políticas. Las Cortes de Navarra de 1817-1818 (en las que llegaron a participar tres miembros de la familia Vidarte, y que legislaron desde principios liberales en materia económica: mano de obra, mayorazgos, comercio, gremios, etc.) contaron con la asesoría de Valentín de Foronda, extremo que es reconocido por el presidente de la Junta de Agricultura navarra y que reafirma nuestra consideración de aquél como uno de los puntales del liberalismo en momentos críticos de la historia del Reino. Con su rehabilitación política en el trienio liberal, intentó infructuosamente conseguir el Consulado general de Francia. Logró, en cambio, que las Cortes reconocieran "las luces y talentos de este ciudadano benemérito, sus grandes trabajos en obsequio de la literatura y honor de la nación, su infatigable celo por ilustrarla y los riesgos que en todo tiempo ha corrido por esta causa", así como su nombramiento de ministro del Tribunal especial de Guerra y Marina. Su relato del juicio político a que se le había sometido (Defensa de los dieciséis cargos hechos por D. José de Valdenebro, Pamplona, 1820), las reediciones de algunas de sus obras y la publicación de nuevos artículos en El liberal guipuzcoano en 1821 parecen indicar que Valentín de Foronda se encontraba aún con fuerzas suficientes para luchar por el liberalismo en una nueva etapa, pero falleció la víspera de Navidad de este último año en la ciudad de Pamplona.

Autor

  • E.P. Piñero / Gil Novales / Eugenio PORTELA MARCO.