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Munibe e Idiáquez, Javier María de. Conde de Peñaflorida (1729-1785).

Conde de Peñaflorida, escritor, músico y erudito español, nacido en Azcoitia (Guipúzcoa) en octubre de 1729, y muerto en 1785. Fue hijo de Francisco de Munibe y María Ignacia de Idiáquez. Es probable que pasara su infancia en la villa natal, y que iniciara su educación en el colegio de los jesuitas, donde aprendería las primeras letras, gramática y unas nociones básicas de latín. Terminada la primera etapa de su aprendizaje, hacia 1742, y siguiendo una costumbre existente entre las clases acomodadas del País Vasco, marchó al extranjero, concretamente a la ciudad francesa de Toulouse, para completar sus conocimientos, muy probablemente también en el colegio de los jesuitas. Allí adquirió gran afición por la física experimental y por la música.

El fallecimiento de su padre en 1746 le obligó a regresar al domicilio familiar en Azcoitia. Había vuelto del país vecino con la idea de imitar en España las academias y sociedades de tipo intelectual que tenían tanto éxito en el extranjero. Poco después, en 1747, y con sólo dieciocho años, contrajo matrimonio en Oñate (Guipúzcoa) con la joven María Josefa de Aréizaga, de familia noble. Se instaló con su esposa en la casa de su madre, condesa viuda de Peñaflorida y, a la muerte de ésta en 1749, ocupó indistintamente la casa familiar y el palacio de Insausti, próximo a ella.

Entre los años 1747 y 1761 desempeñó algunos cargos públicos como los de alcalde de su villa natal de Azcoitia, diputado general de Guipúzcoa y diputado en Cortes. Conoció así la situación política, social, económica y cultural de sus conciudadanos e intentó poner remedio a la incultura popular y facilitar el acceso a puestos de trabajo. En 1753, aconsejado por los jesuitas de Toulouse, antiguos maestros suyos, organizó en su casa una tertulia semejante a las que existían en el extranjero, en la que se trataban temas relacionados con las matemáticas, física, historia y asuntos de actualidad. Acudieron a ella personajes de la nobleza, clérigos e intelectuales. Destacaron en ella de forma especial don Manuel Ignacio de Altuna, don Joaquín de Eguía y Aguirre (luego marqués de Narros) y el propio anfitrión, a quienes se llamó con ironía “El triunvirato de Azcoitia”. Tenían reglamentada la actividad del día, que era la siguiente: los lunes se hablaba de matemáticas, los martes de física, los miércoles se leían obras de historia y traducciones hechas por los “académicos”, los jueves y domingos había concierto, los viernes geografía y los sábados se discutía sobre los temas de actualidad. Estas reuniones fueron enjuiciadas por sus coetáneos de forma muy diversa, pero sin duda tienen el mérito de ser el origen de lo que sería más tarde la primera Sociedad Económica de nuestro país.

Presentó en 1763 un proyecto a las Juntas Generales de la provincia de Guipúzcoa, reunidas en Villafranca de Ordicia, que se titulaba Plan de una Sociedad de Economía o Academia de agricultura, ciencias y artes y útiles y comercio, adaptada a la economía y circunstancias particulares de la M.N. y M.L. provincia de Guipúzcoa. Constaba de un Memorial, un Discurso preliminar y el texto general dividido en cuatro títulos. Tras varias reuniones, el Plan fue aceptado, y así se constituyó en diciembre de 1764 y se confirmó en 1765 la Sociedad Económica Vascongada de los Amigos del País. Peñaflorida fue su director durante muchos años. Fundó poco después el Seminario de Vergara, destinado a la educación de los jóvenes, y trabajó en él con gran intensidad, organizando clases, exámenes, buscando profesores, enriqueciendo la biblioteca... Se dedicó a esta tarea incansablemente hasta su muerte en 1785. Su fallecimiento causó entre sus próximos un gran dolor y fue motivo de diversos homenajes.

En la vida de Peñaflorida se da una conjunción perfecta entre la afición científica y el cultivo de las Bellas Artes en un sentido amplio, pero manifestado sobre todo en la literatura y en la música. Ambas actividades son reflejo de idéntico espíritu: encarnación de las ideas de la Ilustración. Su primera obra, y quizá la más famosa, fue Los aldeanos críticos, escrita en 1758. Parece que fue hecha en colaboración con sus amigos el marqués de Narros y Altuna, aunque las ideas expuestas responden en su mayor parte a la erudición del Conde. Los tres se escondieron bajo el seudónimo de Roque Antonio de Cogollor. El título es alusivo a la cuestión que se va a debatir: todos ellos son de pueblo (aldeanos), pero con una actitud crítica (críticos) ante los conocimientos, lejos del servilismo de las teorías abstractas tradicionales. La polémica se centra en torno a la oposición, que fue típica en el período ilustrado, entre los seguidores de la filosofía antigua y los nuevos filósofos experimentales. La obra fue la respuesta y defensa de los principios ilustrados que con gran fuerza habían arraigado en el País Vasco hasta hacerse modelo y ejemplo para el resto de España. Pertenece al género epistolar: son cinco cartas de desigual extensión, fechadas en Valladolid en los meses de marzo, abril y mayo de 1758. Suponen la primera crítica al Fray Gerundio del P. Isla. El tono es comedido pero tenso.

De 1762 es un folleto publicado en la Casa de la Misericordia de Azcoitia con el título de Gavon-Sariac, que aparece firmado por Luisa de la Misericordia. Tras el seudónimo se esconde, según L. Michelena, el conde de Peñaflorida, aunque no todos los críticos están de acuerdo con esta autoría. Son una serie de villancicos en euskera destinados a los actos religiosos de la Navidad de aquel año.

Su producción dramática está un poco olvidada. Peñaflorida tuvo una gran preocupación por las formas en que el teatro se unía a la música. En 1764, con motivo de la celebración de las fiestas de san Martín de Aguirre, compuso una ópera cómica con el título de El borracho burlado. Es una pieza sencilla, sin valores literarios especiales. El autor cuidó especialmente la confección de esta obra por el motivo de su puesta en escena, en la que intervinieron como actores los tertulianos de Vergara, incluido el poeta Samaniego, y porque en su estreno iba a reunir a la aristocracia vascongada, a la que intentaba interesar en la fundación de la Sociedad de Amigos del País. Se trata de una ópera bufa, cuya publicación corrió a cargo de Ayuntamiento de Vergara. El tema es muy sencillo: escarmentar a un borracho crónico e incorregible. Responde, pues, al espíritu didáctico del siglo XVIII y a la especial forma de entenderlo de los Amigos del País. Consta de un solo acto, dividido arbitrariamente, cuando sale o entra algún personaje a las tablas, en treinta y cinco escenas. No cumple con total exactitud las reglas neoclásicas, ya que se desarrolla en dos escenarios. El bilingüismo parece ser uno de sus principales éxitos. El vasco se utiliza preferentemente para las partes cantadas, aunque alguna vez en las recitadas. Mezcla verso y prosa. La música también es obra del conde de Peñaflorida. Fue un consumado músico, y además de estos textos dramáticos compuso tonadas religiosas y populares.

Menos conocida es la obra titulada El Carnaval. Es un sainete lírico, género que estuvo en boga en la segunda mitad del siglo XVIII. La parte musical es más breve, y se reduce a la seguidilla inicial, repetida más adelante, y a dos trozos que proceden de El borracho burlado. Lo más interesante de la obra es su estructura. Sigue la técnica de teatro dentro del teatro. Existe un marco externo, el de los actores, que van a representar el sainete. A este nivel pertenecen la escena inicial y la final. Pero el sainete fracasa porque parte de los cómicos quiere gastar una broma a los protagonistas: la presencia de éstos será el nuevo nivel teatral introducido. La actuación de los personajes se basa en un equívoco muy ingenuo: los disfrazados creen no ser reconocidos, pero los antiguos protagonistas les reconocen. Predomina la prosa sobre el verso, y la forma métrica más utilizada es el romance.

En el marco de su afición por lo francés, que analiza el profesor Areta, tradujo una ópera cómica del francés Quetant, bajo el título de El mariscal en su fragua, publicada en el año de 1764.

Poeta ocasional, el conde de Peñaflorida es autor de numerosos Discursos leídos con motivo de las reuniones de la Sociedad Vascongada y recogidos en los Extractos de las Juntas Generales. Versan sobre temas típicamente ilustrados: fomento de la economía, las ciencias, la industria, las económicas... El mismo espíritu reformista muestra su abundantísima correspondencia con miembros de la Sociedad, pero también con intelectuales nacionales y extranjeros. Sólo en parte está publicada. Escribió también una sucinta historia de la Vascongada.

Bibliografía

  • AA. VV.: Peñaflorida y la Ilustración, San Sebastián, Universidad de Deusto, 1986.

  • ARETA ARMENTIA, L. M.: Obra literaria de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País, Vitoria, 1976.

  • MUNIBE E IDIÁQUEZ, J. M. de: La ilustración vasca. Cartas de Xabier de Munibe, conde de Peñaflorida, a Pedro Jacinto de Álava, ed. de I. Tellechea Idígoras, Vitoria, Parlamento Vasco, 1987.

  • PALACIOS FERNÁNDEZ, E.: “Actividad literaria del Conde de Peñaflorida. El Carnaval”, Boletín de la Institución Sancho el Sabio, XVIII (1974), pp. 507-552.

  • SARRAILH, J.: La España Ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1974.

  • SILVÁN, L.: “Peñaflorida y la europeización de nuestra cultura”, en AA. VV., I Seminario de Historia de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, San Sebastián, 1986.

Autor

  • EMILIO PALACIOS FERNÁNDEZ / Carlos Herraiz García