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Felipe V, Rey de España (1683-1746)

Felipe V, Rey de España. Rigaud.

Rey de España, nacido el 19 de diciembre de 1683, en el Palacio de Versalles (París), y muerto en Madrid, el 9 de julio de 1746. Su reinado tuvo dos períodos bien marcados: de 1700 a 1724, y de 1724 a 1746.

Con este monarca se instauró en España la dinastía francesa de los Borbones, además de representar el reinado más largo. Felipe era hijo de Luis, gran delfín y heredero al trono francés, y de María Cristina Victoria de Baviera. Sus abuelos paternos eran Luis XIV de Francia y María Teresa de Austria, hermana ésta de Carlos II de España, por lo que también era bisnieto de Felipe IV de España. Esta alianza familiar le permitió a Felipe ser nombrado duque de Anjou y heredero a la Corona española por el moribundo rey español, Carlos II, el 2 de octubre de 1700. Los últimos años del difunto rey español transcurrieron bajo la apremiante necesidad de conseguir un heredero al trono. Sus dos matrimonios fracasaron en ese aspecto, lo que precipitó aún más el final del ya agonizante monarca. La corte española se convirtió en un nido de intrigas y negociaciones de todo tipo por parte de los embajadores de las monarquías más importantes, las cuales querían un trozo de las todavía ricas posesiones territoriales españolas, sobre todo el territorio americano. Felipe aceptó finalmente el trono, el 16 de noviembre de 1700, renunciando a sus derechos al trono de Francia, ya que esta cláusula impuesta por el rey español Felipe IV, era condición imprescindible para poder acceder al trono español. Parece ser que Felipe IV, padre de Carlos II, ya preveía los futuros problemas sucesorios que iban a sobrevenirle al demente de su hijo.

Felipe V casó en primeras nupcias con María Luisa Gabriela de Saboya, en noviembre de 1701, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos varones: Luis (1707-1724), sucesor en 1724 del trono y muerto repentinamente ese mismo año; Felipe (1709), muerto al poco de nacer; Felipe Pedro (1712-1719); y finalmente Fernando, quien reinaría a la muerte de su padre con el nombre de Fernando VI. La reina murió muy joven, de tuberculosis pulmonar, el 14 de febrero de 1714, coincidiendo con los estertores dela Guerra de Sucesión Española. El 16 de septiembre del mismo año, Felipe V se volvió a casar con Isabel de Farnesio. Este matrimonio fue ratificado en Guadalajara, el 24 de diciembre del mismo año. La nueva reina era una mujer de carácter decidido, hasta el punto de que nada más llegar a la corte expulsó, sin miramiento alguno, a la princesa de los Ursinos, mujer de 70 años de edad y que siempre dominó al monarca. Esta unión matrimonial vendría a significar la pérdida definitiva de la influencia francesa en la corte, y una cada vez mayor preponderancia de los italianos, encabezados por el abate y primer ministro Julio Alberoni. Isabel de Farnesio le dio a Felipe V un buen número de hijos, a los que intentó asegurarles ducados y reinos italianos, puesto que la sucesión a la Corona correspondía en primer lugar a los hijos tenidos en el primer matrimonio. La reina, con bastantes ambiciones políticas, lograría sus objetivos uno a uno con un buen cálculo de futuro: su primer hijo y favorito, Carlos (1716-1788) sería con el tiempo rey de Nápoles y de las Dos Sicilias, y posteriormente rey de España; Luis Antonio (1727-1785) fue nombrado cardenal y arzobispo de la sede primada de Toledo; María Teresa (1726-1746) fue dada en matrimonio al delfín de Francia; María Victoria (1718-1781) casó con el rey de Portugal; Felipe (1720-1765) fue nombrado duque de Parma.

En el año 1746, un ataque de apoplejía terminó repentinamente con la vida del monarca que residía en el Palacio del Buen Retiro. Murió en brazos de su mujer y sin asistencia espiritual. Sus restos fueron llevados, por disposición testamentaria, al real sitio de San Ildefonso, palacio que mandó construir a imitación del de Versalles.

El problema sucesorio: la Guerra de Sucesión

La situación de España a la llegada de Felipe V era de una total ruina en la Hacienda, con un ejército roto, mal preparado y desorganizado, con un nivel de corrupción e inmovilismo en la administración alarmante, y sobre todo, un desprestigio en el exterior que iba en aumento. Durante el reinado de Carlos II, España pasó de ser la primera potencia europea a ocupar un puesto secundario o de mera comparsa en la política exterior: se estaba consumando el hundimiento del poderío español que ya había comenzado a comienzos del siglo XVII. Esa pérdida de poder político fue debida, en gran parte, a la presión que ejerció Francia, como nueva potencia líder, sobre las posesiones de España en el continente. Luis XIV, al casarse con María Teresa de Austria, albergaba el deseo de crear una alianza borbónica en Europa, e incluso aglutinar en una sola cabeza los dos países: Francia y España. El testamento hecho por Carlos II en favor del duque de Anjou favorecía inicialmente estos proyectos del monarca francés. No obstante, debido a la cláusula impuesta mucho antes por Felipe IV que obligaba al pretendiente a la Corona española a renunciar a sus anteriores títulos, Felipe tuvo que renunciar a sus posibles derechos al trono francés. Aunque el emperador de Austria no aceptó la disposición testamentaria favorable al Borbón, alegando los derechos de su hijo el archiduque Carlos de Austria, tanto Inglaterra como Holanda apoyaron la decisión del rey moribundo. Sin embargo, la situación pronto cambió de signo a causa de las pretensiones amenazadoras y expansionistas que mostró Luis XIV. La princesa de los Ursinos, al servicio directo de Luis XIV, influyó decisivamente en el débil Felipe V, de forma tal que éste siguió una política en exceso beneficiosa para Francia. Las potencias no querían una Francia demasiado fuerte y poderosa que pudiera romper el frágil equilibrio político del continente. Ante semejante hecho, las potencias reaccionaron uniéndose en torno al pretendiente de la casa de Austria.

La oposición a los Borbones, tanto franceses como españoles, estaba integrada por Austria, Inglaterra y Holanda, con la firma de la Gran Alianza de La Haya, rubricada el 7 de septiembre de 1701, a la que posteriormente se unirían Portugal y Saboya. Las potencias europeas reconocieron como rey de España a Carlos de Austria, el 12 de septiembre de 1703: la guerra está servida.

La disputa por la hegemonía europea se convirtió en España en una especie de guerra civil, donde se estaban dirimiendo dos concepciones diferentes de entender el gobierno de un país: la pactista de los Austria, o el modelo centralizado que en Francia había impuesto Luis XIV. La Corona de Aragón apostó por la causa del archiduque, mientras que la mayor parte de Castilla simpatizó con la causa felipista. El primer período de la guerra abarcó los años 1701 a 1706. Fue totalmente desfavorable para la causa de Felipe V, quien tenía como principal objetivo defender las posesiones españolas en Italia, donde fue herido en la batalla de Luzzara. Aun así, los austriacos no lograron apoderarse del Milanesado. Los descalabros militares en Europa se fueron sucediendo, uno tras otro: el inglés Malborough proporcionó a los aliados el dominio del bajo Rhin y del Mosa. En la campaña del año 1704, el ejército de Felipe V fue aniquilado cerca del río Danubio. Hasta el año 1704, el conflicto no penetró en terreno peninsular. Felipe V dirigió personalmente la ofensiva contra Portugal, y logró impedir que los aliados entraran a España por esa zona, pero no pudo evitar la toma de Gibraltar por los ingleses, en agosto de 1704. Inglaterra intentó hacerse con la plaza de Ceuta, con el fin de controlar la entrada y salida al Mediterráneo, pero la acción fracasó. En su recorrido por la costa levantina, los aliados consiguieron hacerse con la ciudad de Denia, donde proclamaron al archiduque Carlos como rey de España, el 8 de agosto de 1705.

Con la victoria hispanofrancesa en la batalla de Almansa, el 25 de abril de 1707, la suerte de la guerra empezó a inclinarse a favor de Felipe V. En este enfrentamiento, el duque de Barwick capturó 9.000 aliados, con lo que dio un tremendo golpe de efecto al archiduque Carlos, que estaba en su cuartel general de Barcelona. Almansa inició un rápido proceso de conquista de buena parte de la vieja Corona aragonesa por parte de las tropas de Felipe V.

Francia atravesaba una difícil situación económica y política, con la quiebra técnica de su Hacienda y por las constantes victorias aliadas en Europa, por lo que disminuyó la ayuda militar a la causa felipista. Esta circunstancia la aprovecharon los aliados conquistando Zaragoza y entrando en Madrid, en el año 1710. pero éstos fueron los últimos coletazos austracistas. El 10 de diciembre de 1710, las tropas de Felipe V derrotaron en las decisivas batallas de Brihuega y Villaviciosa a los aliados, rompiendo el cordón que unía a las tropas del archiduque en Cataluña con el resto de la Península. Únicamente resistieron el empuje de las tropas de Felipe V Cataluña y Baleares; el resto cayó en manos del pretendiente borbón con suma facilidad.

En esta tesitura, dos hechos importantes vinieron a acelerar el establecimiento de conversaciones de paz y a favorecer el definitivo establecimiento de la dinastía borbónica en España. En Inglaterra triunfó un nuevo gobierno conservador que no tenía interés por continuar la guerra. El segundo elemento, mucho más importante que el anterior, fue la muerte del emperador austriaco, José I, en 1711. El heredero al trono fue el archiduque Carlos. Este acontecimiento obligó a las potencias aliadas a variar su posición, puesto que en adelante el peligro de romper el equilibrio no venía ya de Francia, sino de Carlos. Si éste lograba ceñir las dos coronas: la española y la austriaca se volvería a la misma situación que se dio a comienzos del siglo XVI, con la figura de Carlos I de España y V de Alemania. Un Estado tan poderoso rompería por todos los lados el equilibrio político de Europa. Francia e Inglaterra comenzaron, ese mismo año, a entablar conversaciones secretas de paz que culminaron con los tratados de Utrecht, en el año 1713, y Rastadt, en el año 1714. Por el primero de ellos, Felipe V renunciaba a la Corona francesa, era reconocido como rey de España y se consagraba la pérdida de Gibraltar y Menorca (ésta posteriormente recuperada) en favor de Inglaterra.

Las consecuencias de la guerra fueron considerables. En el plano internacional, los tratados firmados supusieron la consolidación de un nuevo mapa político y el triunfo de una política de equilibrio continental entre Francia y Austria, con Inglaterra en el papel de vigilante o árbitro. En España la guerra aún se prolongó unos pocos años por la negativa de Cataluña a aceptar la victoria de Felipe V. Pese a su heroica resistencia, Cataluña fue derrotada por las tropas reales, tras la caída sucesiva de sus principales plazas: Barcelona (11 de septiembre de 1714), Cardona (18 septiembre de 1714) y Palma (3 de julio de 1715). La consecuencia para la antigua Corona de Aragón por su obstinada “rebeldía” contra el rey fue la implantación de los llamados Decretos de Nueva Planta, promulgados en 1716, por los que bajo el pretexto de “delito de rebelión” derogaban la antigua organización autónoma de los países que integraban la corona catalano-aragonesa. De este modo, todos los reinos quedaron reducidos a las leyes de Castilla, tanto jurídica como administrativamente. Esta nueva reorganización centralista respondía totalmente a los deseos expresados por el nuevo monarca.

El reinado de Felipe V.

El nuevo Estado borbónico: política exterior

Con Isabel de Farnesio como reina, cambió el rumbo de la política exterior española. Ahora los intereses del reino se dirigieron hacia Italia, con la clara intención de recuperar lo perdido en los diferentes tratados firmados tras la paz. Para ello, se nombró como primer ministro a Julio Alberoni. Ante esta nueva reacción revisionista y belicosa de España, Inglaterra, Holanda y Francia formaron la Triple Alianza bajo el deseo de mantener lo firmado en los tratados. Alberoni siguió adelante con su presión militar, para lo que mandó un ejército en el año 1717 que logró apoderarse de la isla de Cerdeña y Sicilia. La Triple Alianza se vio aumentada con el ingreso de Austria, que se encontraba especialmente amenazada por esa política agresiva de España en Italia. Las cuatro potencias declararon oficialmente la guerra a España en el año 1718. La Armada española fue derrotada en ese mismo año, frente a Pésaro, por los ingleses. Tras este primer fracaso militar, Alberoni intentó jugar una baza diplomática con claro tinte de espionaje y sabotaje, intentando derribar al regente de Francia, el duque de Orleans. La trama fue descubierta y Francia declaró la guerra unilateralmente a España, la cual se encontró de repente sola y enfrentada a las grandes potencias, sin apoyo alguno. En un último intento por salir airoso de la difícil situación, la corona española apoyó abiertamente la causa de Jacobo III al trono inglés, pero la flota mandada a Escocia, en el año 1719, fue dispersada por el mal tiempo. El poco ejército que llegó a Inglaterra fue aplastado sin miramientos. Ante semejantes fracasos, Felipe V destituyó a Alberoni y acabó por unirse a la Alianza, en el año 1721. Felipe V buscó un nuevo acercamiento a Francia, por lo que estableció un nuevo matrimonio entre el heredero a la Corona española, Luis de Borbón, y María Luisa de Orleans. Gracias al congreso de Cambray, del año 1723, Austria reconoció el derecho de sucesión de los infantes españoles a los ducados de Parma, Toscana y Plasencia, lo cual satisfizo, especialmente, las aspiraciones de la reina Isabel de Farnesio, que colocó a sus hijos en dichas posesiones.

Felipe V comenzó a mostrar síntomas acusados de perturbación mental a partir de 1724. En ese mismo año abdicó en favor de su hijo Luis I, el 10 de enero, alegando su deseo de recluirse en el palacio de San Ildefonso, para según él, meditar acerca de la salvación eterna y vivir como un asceta. Es muy probable que utilizara ese pretexto para poder hacerse con la Corona francesa. Muerto el duque de Orleans y a punto de fallecer, sin descendencia, el joven Luis XV, el acceso al trono francés parecía un proyecto fácil y posible. Pero quien murió repentinamente fue su hijo Luis de una viruela mal curada, el 27 de agosto del mismo año, por lo que, en contra de su deseo, tuvo que volver a ceñir la Corona española.

Segundo reinado de Felipe V.

La segunda parte de su reinado fue detentada realmente por su esposa y sus sucesivos ministros, dado que el monarca padecía frecuentes períodos depresivos y de locura, que lo alejaban de todos los asuntos del gobierno. Isabel de Farnesio creyó conveniente iniciar un acercamiento con Austria. Para ello firmó con el emperador, en el año 1725, un tratado de alianza secreto, a la vez que se concertó el matrimonio de Carlos y Fernando con dos archiduquesas austriacas. La alianza tenía varias finalidades: recuperar para la Corona española Gibraltar y Menorca; la obtención para Austria de grandes beneficios comerciales en las colonias americanas de España; desmembrar Francia en lo posible y repartirse sus dominios; ceder Bélgica y diversas posesiones italianas para el emperador a la vez que se debilitaría al imperio marítimo inglés. El ambicioso tratado fue firmado por inspiración del nuevo primer ministro español, el holandés Juan Guillermo Ripperdá. El tratado se hizo público con la consiguiente reacción de las demás potencias europeas que se apresuraron a formar la Alianza de Hannover, en el año 1725. Esta unión englobó a prácticamente toda Europa contra España y Austria, por lo que la Corona española tuvo que rectificar y ceder a la presión aliada. Este mutis político le costó el puesto al primer ministro Ripperdá, en el año 1726.

Precisamente, a partir del año 1726 comenzaría el gobierno de los ministros españoles. José Patiño se hizo cargo, en el año 1726, de las Secretarias de Marina, Indias y Hacienda, y desde 1733, de las relaciones exteriores, lo que le hizo ser el hombre fuerte del nuevo gobierno. A él se debieron la reorganización de la Armada española, del ejército y de la Hacienda. También impulsó la política, creando una compañía que canalizara el comercio con América. José Patiño propugnó una política exterior de corte realista y pragmática, buscando siempre el apoyo del más fuerte en ese momento, y aceptando el espíritu de equilibrio continental que tanto querían Francia como Inglaterra. Por mediación del Tratado de Sevilla, del año 1729, se obtuvo el reconocimiento de los ducados de Parma y Plasencia para el futuro rey Carlos III. A su vez, Patiño volvió a resucitar la política expansionista española en el norte de África, reconquistando la plaza de Orán en el año 1732, plaza que se había perdido en 1708.

Patiño, en un principio, se inclinó por un acercamiento con Inglaterra, pero, dándose cuenta de su excesivo poder naval y de que era el mayor enemigo para los intereses españoles en el comercio con la colonias, precisamente por ese poderío marítimo, cambió de rumbo, y en el año 1734 firmó en El Escorial el primer Pacto de Familia con Francia. Mediante este pacto, España se comprometía a ayudar a Francia para imponer en el trono de Polonia al cuñado de Luis XV, Estanislao Leczynski. Como contrapartida, los franceses secundarían la política española en Italia y ocuparían Gibraltar en caso de intervención inglesa. La eficacia de Patiño como ministro de guerra quedó demostrada en la organización del ejercito que partió hacia Italia. En el año 1734 cayeron Nápoles y Sicilia. Francia perdió la posibilidad de ver a su candidato en el trono polaco por lo que negoció la paz por separado con Viena, en el año 1735. España se encontró nuevamente aislada y sola, cuando sobrevino el enfrentamiento con Inglaterra, en la llamada Guerra de la Oreja de Jenkins, a raíz de las constantes ambiciones inglesas en el comercio americano. La escuadra española salió airosa del enfrentamiento, logró con ello el reconocimiento de la Corona de Nápoles y Sicilia en favor del infante don Carlos.
(Véase Pacto de Familia).

En el año 1740 murió el emperador Carlos VI, quien había nombrado heredera a su hija María Teresa, provocando con ello una nueva guerra por la sucesión de Austria. Tanto Francia como España apoyaron al candidato Carlos de Baviera, mientras que María Teresa fue apoyada por Inglaterra. En el año 1743 se firmó el llamado Segundo Pacto de Familia, en Fontainebleau. En esta alianza, España apoyaba a Francia en la guerra de sucesión austriaca, obligando a Luis XV a ayudar a España en la reconquista del Milanesado, de Gibraltar y de Menorca. Los ejércitos francoespañoles fueron nuevamente derrotados, en el año 1746, por Carlos Manuel de Saboya, obligándoles a abandonar la zona. Cuando murió Felipe V, la guerra de sucesión austriaca aún se mantenía en pleno auge, así como lo firmado en el Segundo Pacto de Familia. El nuevo monarca, Fernando VI, heredó las consecuencias.

Política interior

Política dinástica de Isabel de Farnesio.

Las reformas administrativas durante el reinado de Felipe V se inspiraron en la política centralista de los Borbones franceses, además significaron una clara intromisión e intervención francesa en la política española. Esto se hizo patente desde el primer momento. El propio Luis XIV propuso a su nieto las personas adecuadas para los puestos más significativos: Jean Orry como secretario de Hacienda; la princesa de los Ursinos como confidente del monarca francés y mentora de Felipe V. Siguiendo esa misma línea, se reforzó el sistema centralista que, instaurado por Felipe V, llevó a la monarquía española del siglo XVIII a un régimen de puro absolutismo monárquico, con la caída en desuso de las Cortes y los concejos; solamente se reafirmó la preponderancia del Consejo de Castilla.

Los cambios en la administración territorial producidos por la promulgación de los Decretos de Nueva Planta impuestos en Valencia, Aragón, Cataluña y las Islas Baleares (territorios que pertenecieron al antiguo reino de Aragón), unificándolos con Castilla, no afectaron al País Vasco y Navarra, donde fueron respetados sus fueros y privilegios antiguos por la fidelidad mostrada al monarca en la Guerra de sucesión.

Los ministros españoles dieron un paso más en la reforma y recuperación del país. El fomento de la Marina comenzó con Alberoni y se continuó bajo la dirección de José Patiño, y posteriormente con Campillo, lo mismo que sucedió con el ejército, reorganizado bajo el modelo francés. Se protegió la industria y sobre todo el comercio con las colonias americanas, las cuales seguían siendo la principal fuente de ingresos para la Hacienda.

El reinado de Felipe V se vio envuelto en un esplendor cultural más oficial que real, que culminó con la creación de numerosas academias, a imitación del movimiento ilustrado de Francia. En el año 1713 se fundó la Real Academia Española, así como la Biblioteca Real. En el año 1713 Felipe V promulgó la Ley Sálica (de claro origen francés), por la que se prohibía a las mujeres heredar el trono de España en caso de que hubiera algún varón disponible por línea directa. Debido a que no tuvo todos los requisitos legales cumplidos en su promulgación, esta ley causaría posteriormente graves perjuicios al país durante el siglo siguiente, al suceder a Fernando VIIsu hija Isabel II, desencadenando la Guerra Carlista, llamada así por el pretendiente Carlos María Isidro, hermano del rey.
(Véase Guerras Carlistas).

Felipe V fue un rey siempre hábilmente manejado e influido por las mujeres que le rodearon, y en especial por su segunda mujer, la reina Isabel de Farnesio. Al comenzar su segundo reinado, sus síntomas psicóticos se agudizaron, lo que hizo que, junto con una gran abulia y desinterés, delegara las directrices del gobierno en manos de su ambiciosa esposa y en José Patiño, político de gran talla y visión. A pesar de esa desidia, Felipe V permitió que se realizaran casi todas las iniciativas que le propusieron en beneficio de sus reinos; de esa manera se inició un proceso de recuperación después de la postración a que llegó el reino tras el nefasto reinado del último de los austrias: Carlos II el Hechizado. En política exterior se consumó definitivamente la liquidación del imperio español en Europa, mediante una serie de tratados que hicieron que España pasara de ser un actor principal en el juego político a ser mera comparsa.

Para finalizar, hay que resaltar el hecho de que a partir de la tercera década de su reinado, y hasta su muerte, Felipe V mostró una extravagancia y un empeoramiento mental alarmante: dormía de día y atendía los asuntos de gobierno por la noche; organizaba cacerías a las dos de la madrugada; pretendía montar los caballos pintados en los cuadros o bordados en los tapices del palacio; o bien se dejaba llevar por una frenética actividad sexual para luego acabar refugiándose en un puritanismo y celibato religioso extremo y delirante. Por suerte para el reino, los destinos políticos estaban en manos de la reina y de los sucesivos ministros.

Juramento y homenaje de fidelidad a Felipe V.

Bibliografía

  • AGUILAR PIÑAL, F: Introducción al siglo XVIII. Madrid, 1991.

  • SÁNCHEZ AGESTA, L: El pensamiento político del Despotismo Ilustrado. Sevilla, 1974.

  • VIDAL SALES, J. A: Felipe V. Barcelona, 1997.

  • VOLTES BOU, P: Felipe V: fundador de la España contemporánea. Madrid, 1991.

  • DEROZIER, A. Centralismo, Ilustración y agonía del Antiguo Régimen. Madrid, 1980.

Autor

  • Carlos Herráiz García