Isabel II (1830–1904): Reina de un reinado tumultuoso marcado por crisis, intrigas y exilio

Isabel II (1830–1904): Reina de un reinado tumultuoso marcado por crisis, intrigas y exilio

El contexto histórico y los orígenes de Isabel II

Isabel II de Borbón nació el 10 de octubre de 1830 en Madrid, en el seno de la familia real española. Su nacimiento fue el resultado del tardío matrimonio entre la infanta María Cristina de Borbón, princesa de las Dos Sicilias, y el rey Fernando VII de España. La unión de sus padres, ya en sus últimos años, trajo consigo el destino de Isabel como heredera del trono español, gracias a la promulgación de la Pragmática Sanción de 1830, un decreto de Fernando VII que anulaba la Ley Sálica que impedía a las mujeres acceder al trono. Con la muerte de su padre, en 1833, Isabel fue proclamada reina a la tierna edad de tres años, lo que convirtió su figura en el centro de tensiones políticas y sociales que sacudirían a España durante gran parte del siglo XIX.

La Pragmática Sanción y la proclamación de Isabel II

El contexto histórico que rodeaba la llegada al trono de Isabel II era tumultuoso y complejo. Tras la muerte de Fernando VII, la sucesión al trono se convirtió en un tema controversial. La Pragmática Sanción había anulado la ley que impedía a las mujeres heredar el trono, pero esta decisión no fue bien recibida por todos los sectores de la nobleza y el ejército, quienes sostenían la Ley Sálica que favorecía a los varones. En este contexto, el hermano de Fernando VII, el infante Carlos María Isidro, se presentó como candidato al trono, lo que desencadenó la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Este conflicto bélico enfrentó a los liberales, que apoyaban los derechos de Isabel, con los carlistas, que defendían la monarquía absolutista de Carlos María Isidro.

La Guerra Carlista: La lucha por el futuro de la monarquía

La proclamación de Isabel II como reina fue un acto decisivo en la política española, pues significó el triunfo del liberalismo frente al absolutismo. Los liberales, que aspiraban a una monarquía constitucional, apoyaron fervientemente su ascenso, pues en su figura veían la oportunidad de implementar reformas políticas y sociales que modernizaran al país. En contraste, los carlistas, defensores de un régimen absolutista y de los derechos de Carlos María Isidro, se rebelaron en diversas regiones de España, dando lugar a una guerra cruenta y prolongada.

Este conflicto no solo tuvo implicaciones políticas, sino que también se convirtió en un símbolo de la lucha entre dos visiones de España. La guerra concluyó con el Acuerdo de Vergara en 1839, que selló la victoria de los liberales y consolidó a Isabel II en el trono. Sin embargo, la guerra dejó una huella profunda en la sociedad española, que continuó fragmentada por diferencias políticas y sociales.

La regencia de María Cristina y las primeras influencias sobre Isabel II

Al ser Isabel II una niña de solo tres años cuando subió al trono, su madre, María Cristina, asumió la regencia hasta que la joven reina alcanzara la mayoría de edad. Durante los primeros años de su vida, Isabel estuvo bajo la tutela de su madre, quien, a pesar de sus buenas intenciones, no pudo evitar que la reina fuera atrapada en las intrigas políticas de la corte. María Cristina, inicialmente aliada de los liberales, tuvo que enfrentarse a las presiones internas y externas de una España profundamente dividida.

Isabel II recibió una educación muy deficiente, que fue en gran medida influenciada por los intereses y las disputas políticas de la época. Su formación fue superficial y se centró en áreas como la religión, la música y las labores domésticas, mientras que disciplinas más profundas como las ciencias políticas o la historia quedaron relegadas. Esta falta de preparación intelectual tuvo un impacto importante en su posterior reinado, ya que Isabel II no estuvo nunca a la altura de los desafíos que le presentaba el país.

A pesar de la falta de formación académica de Isabel, se la consideraba hábil en las intrigas y conspiraciones de la corte, lo que fue un reflejo de la tensa atmósfera que caracterizó gran parte de su vida. Durante su niñez, se generaron numerosos conflictos entre los diferentes grupos políticos que influenciaban la corte. Estos enfrentamientos se manifestaban en las luchas de poder entre liberales y conservadores, lo que contribuyó a la inestabilidad que marcaría su reinado.

La proclamación de Isabel II como reina

El momento crucial de su vida se dio en octubre de 1833, cuando Isabel II fue proclamada oficialmente reina de España a la muerte de su padre, Fernando VII, con apenas tres años. Aunque Isabel II era la legítima heredera del trono, el ascenso de una monarca tan joven generó un vacío de poder, que fue rápidamente ocupado por la regencia de María Cristina.

El régimen liberal que apoyó la ascensión de Isabel al trono tenía la esperanza de que la joven reina serviría como la cabeza de un sistema constitucional, capaz de llevar a cabo las reformas necesarias para modernizar España. Sin embargo, la Primera Guerra Carlista, que enfrentó a los liberales con los absolutistas, mostró que la política española estaba lejos de ser un proceso lineal, y que el destino de Isabel II estaría marcado por la lucha entre diferentes facciones, cada una con una visión diferente de la monarquía y el futuro de España.

Los primeros años del reinado y las tensiones políticas

La proclamación de Isabel II como reina de España, a tan temprana edad, marcó el inicio de un período de gran agitación política y social en el país. Durante sus primeros años en el trono, la reina estuvo bajo la influencia de varios regentes y figuras políticas que trataron de estabilizar el reino, mientras se desarrollaba una inestabilidad interna provocada por luchas de poder, intrigas palaciegas y crisis constantes en el gobierno. A pesar de su edad, Isabel II fue testigo de los cambios profundos en la política española, que, lejos de fortalecer su autoridad, la debilitaron y la sumieron en un mar de tensiones.

La regencia de María Cristina: El inicio del reinado

Durante la regencia de María Cristina (1833-1840), la reina madre desempeñó un papel fundamental en la política española. Con Isabel II aún demasiado joven para gobernar, fue María Cristina quien tuvo que enfrentar las amenazas internas y externas al trono. Durante este período, el país se vio sumido en el caos de la Primera Guerra Carlista, que no solo fue un conflicto militar, sino también una batalla ideológica entre los liberales, que apoyaban la monarquía constitucional, y los absolutistas, que defendían los derechos de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, como legítimo heredero al trono.

Aunque la guerra concluyó con la victoria liberal en 1839, el reinado de Isabel II no estuvo exento de dificultades. La regencia de María Cristina estuvo marcada por una lucha constante por mantener el poder y garantizar la supervivencia de la joven reina en un contexto político muy convulso. Durante este tiempo, se sucedieron varios gobiernos de corte liberal, y se aprobaron reformas clave, como la Constitución de 1837 que establecía una monarquía constitucional, así como la desamortización de los bienes del clero en 1836, bajo la dirección de Juan Álvarez Mendizábal, que buscaba aumentar los ingresos del Estado y modernizar la economía española.

Sin embargo, a medida que la guerra carlista llegaba a su fin y el país intentaba recuperar la estabilidad, María Cristina fue objeto de constantes críticas por su falta de liderazgo y su dependencia de figuras externas como el general Espartero, quien asumió el gobierno de España en 1840. Esta etapa de regencia culminó con la abdicación de María Cristina, quien se exilió tras un enfrentamiento político con los liberales, lo que dejó a Isabel II en una posición aún más vulnerable.

Isabel II: De reina adolescente a monarca en pleno ejercicio

Tras la abdicación de María Cristina en 1840, el poder pasó a manos del general Espartero, quien asumió la regencia hasta 1843. Durante este tiempo, España vivió una serie de reformas políticas y sociales. El Estatuto Real de 1834 y la Constitución de 1837 fueron parte de los esfuerzos por establecer una monarquía constitucional, pero la continua inestabilidad política y las luchas entre facciones moderadas y progresistas generaron un ambiente de incertidumbre. En 1843, debido a la presión política y a la necesidad de legitimación del trono, las Cortes Generales declararon a Isabel II mayor de edad a los 13 años, lo que permitió que asumiera formalmente el gobierno.

Este primer paso hacia la madurez política de Isabel II estuvo marcado por una serie de conflictos internos. Su educación había sido deficiente, y su formación política era prácticamente inexistente, lo que la dejaba vulnerable a las influencias de las facciones políticas dominantes. Desde el principio de su reinado personal, Isabel II no pudo evitar verse atrapada en las luchas de poder que definieron la política española durante su reinado.

La Década Moderada (1844-1854): Ascenso de los moderados

El primer gobierno bajo la dirección de Isabel II estuvo marcado por la Década Moderada, un período en el que los moderados tomaron el control del gobierno. Esta etapa estuvo dominada por la figura de Ramón María Narváez, quien lideró varios de los gobiernos más importantes de la década. Los moderados promovieron una visión conservadora del poder, buscando limitar las reformas y mantener una estructura social jerárquica que favoreciera a la nobleza y la Iglesia.

Uno de los logros más importantes de este período fue la promulgación de la Constitución de 1845, que estableció una monarquía constitucional, pero con fuertes restricciones sobre las libertades políticas y la soberanía de las Cortes. Esta constitución, aprobada por Isabel II, consolidó la figura del monarca como un poder moderador entre las facciones del país, aunque Isabel, debido a su falta de experiencia y formación, se dejó llevar por las decisiones de sus consejeros y ministros.

Durante este tiempo, Isabel II intentó consolidar su poder y asegurarse el apoyo de los sectores más influyentes del país. No obstante, las tensiones entre los progresistas y los moderados continuaron siendo una característica constante del reinado. La corte estaba plagada de intrigas, con diversas facciones luchando por el control del poder. La reina se encontró atrapada en este mar de maniobras políticas, sin una dirección clara que le permitiera actuar de manera decidida en favor de una reforma sustancial.

Los atentados contra Isabel II: Un símbolo de la inestabilidad

Durante la Década Moderada, Isabel II fue objeto de varios atentados. En 1847, el periodista y abogado Ángel de la Riva intentó asesinarla en la calle Alcalá de Madrid. A pesar de que sobrevivió al ataque, el hecho reflejaba el profundo descontento popular hacia su figura y el creciente malestar con la monarquía. En 1852, la reina fue nuevamente víctima de un atentado, esta vez por parte del sacerdote Martín Merino, quien la atacó con un cuchillo. Aunque el intento de asesinato fue fallido, este tipo de incidentes subrayaban la creciente animosidad hacia la reina y su incapacidad para consolidar la estabilidad política.

Conclusión de la Década Moderada

El reinado de Isabel II durante la Década Moderada estuvo marcado por un equilibrio inestable entre las reformas políticas y las resistencias conservadoras. Si bien se avanzó en la estructuración de un sistema político constitucional, las tensiones internas entre liberales, moderados y absolutistas no se resolvieron, lo que culminó en la eventual crisis política que estallaría más tarde en su reinado.

Crisis y conflictos durante el reinado de Isabel II

Los primeros años del reinado personal de Isabel II fueron seguidos por una serie de desafíos tanto políticos como personales que marcarían profundamente su mandato. A medida que avanzaba la década de 1850, España vivió un período de agitación política, económica y social que afectó directamente la estabilidad de la monarquía isabelina. Además de las luchas internas entre facciones, la reina se vio envuelta en una serie de crisis que alteraron su autoridad y aumentaron el descontento popular. El contexto político, unido a la vida personal y los escándalos de la corte, contribuyó a crear un ambiente de inestabilidad en el que la figura de Isabel II pasó a ser cada vez más cuestionada.

El matrimonio de Isabel II: Intrigas y conflictos personales

Uno de los elementos más influyentes y polémicos de la vida de Isabel II fue su matrimonio con Francisco de Asís de Borbón, duque de Cádiz y primo hermano de la reina. El matrimonio, que tuvo lugar en 1846, fue el resultado de acuerdos diplomáticos internacionales que buscaban consolidar las relaciones con Francia e Inglaterra. Sin embargo, la elección de Francisco de Asís como consorte fue impuesta por las presiones extranjeras, que temían que la reina se casara con un extranjero que pudiera alterar el equilibrio de poder en Europa.

Desde el principio, la relación entre Isabel II y su esposo estuvo marcada por la infelicidad y la falta de armonía. Francisco de Asís, homosexual, y Isabel II, conocida por su afición a los hombres, no compartieron ninguna afinidad personal. A lo largo de su matrimonio, la reina pasó por una serie de romances y aventuras amorosas, que fueron objeto de escándalo y chismes en la corte. Entre sus favoritos se encontraban figuras como el general Francisco Serrano, conocido como «el general bonito», y otros personajes de la alta sociedad, como los cantantes de ópera Mirall y Obregón.

Este comportamiento de la reina, sumado a las intrigas cortesanas y a la falta de apoyo moral y político de su esposo, contribuyó al deterioro de la imagen de la monarquía. Francisco de Asís, aunque siempre fue una figura marginal en el ámbito político, ejerció una influencia oculta, sobre todo a través de su cercanía con ciertos clérigos y personajes oscuros que desempeñaron un papel destacado en las intrigas de la corte.

El Bienio Progresista y la restauración de los moderados

A mediados de la década de 1850, la situación política en España comenzó a cambiar nuevamente, y la monarquía se vio arrastrada por las tensiones entre moderados y progresistas. Tras el final del gobierno moderado, el Bienio Progresista (1854-1856) trajo consigo una serie de reformas liberales que buscaban modernizar el país. Espartero, quien había sido regente durante la niñez de Isabel, regresó al poder en 1854, bajo un régimen que intentaba, entre otras cosas, avanzar en la desamortización y la secularización de los bienes eclesiásticos.

Sin embargo, este intento de modernización se topó con la resistencia de los sectores conservadores, que pronto se reagrupaban bajo el control de Narváez y los moderados. La reina Isabel II, atrapada entre las distintas facciones, fue incapaz de mantener una postura clara y firme, lo que condujo al regreso de los moderados al poder en 1856. Aunque Isabel II había permitido que los progresistas formaran gobierno, se desilusionó rápidamente con los avances de la reforma y optó por dar paso nuevamente a los moderados, quienes mantuvieron el control de la política española durante gran parte de la década siguiente.

La influencia del ejército en el reinado de Isabel II

A lo largo de la década de 1850 y hasta mediados de la siguiente, la militarización de la política española fue un factor determinante. Isabel II, consciente de la inestabilidad política y del papel crucial que desempeñaban los militares en la política, trató de ganarse su apoyo, pero a menudo no logró evitar que el ejército influyera excesivamente en los asuntos del gobierno.

A medida que avanzaba el siglo, el papel de los militares en la política española se fue intensificando, con O’Donnell y otros generales jugando un papel decisivo en los gobiernos del período. Estos jefes militares no solo se encargaban de los asuntos bélicos, sino que se involucraban activamente en la política nacional, influyendo en el nombramiento de ministros y en las decisiones clave de la monarquía.

La Revolución de 1868: El fin del reinado de Isabel II

El entorno político comenzó a desmoronarse a finales de la década de 1860, cuando los republicanos, progresistas y liberales, junto con algunos militares descontentos, formaron una coalición que cuestionaba abiertamente la legitimidad de la monarquía isabelina. En 1868, la Revolución de Septiembre estalló como una respuesta a las crecientes tensiones sociales y la percepción de que la reina Isabel II era incapaz de liderar el país hacia la modernización.

La revolución fue impulsada por figuras clave como Juan Prim, quien, junto con Francisco Serrano, lideró la insurrección militar. La caída de Isabel II fue rápida y sin precedentes. El 13 de septiembre de 1868, la reina huyó a Francia, mientras los rebeldes proclamaban la I República Española. Su huida marcó el fin de un reinado que, si bien estuvo marcado por importantes avances, también estuvo plagado de crisis internas, escándalos personales y una creciente pérdida de confianza en la monarquía.

El exilio y el final del reinado de Isabel II

Después de la Revolución de 1868, Isabel II fue desterrada de España y pasó el resto de su vida en el exilio, primero en Pau, Francia, y más tarde en París. Su caída del poder fue el colofón de un reinado marcado por la inestabilidad política, la corrupción cortesana y la falta de una dirección clara en el gobierno. A lo largo de su exilio, Isabel II continuó siendo una figura controvertida, tanto en España como en el resto de Europa, ya que, aunque había sido destronada, su figura seguía siendo un símbolo de la dinastía borbónica, y hubo intentos de restaurarla en el trono.

La Revolución de 1868 y la abdicación de Isabel II

La Revolución de 1868, que marcó el fin del reinado de Isabel II, fue el resultado de una combinación de factores: la inestabilidad política, la creciente impopularidad de la reina y la constante lucha entre facciones políticas. La Revolución fue impulsada principalmente por progresistas y militares, que se unieron con el objetivo de derribar la monarquía de Isabel y acabar con un régimen que, a su juicio, ya no representaba los intereses de la nación.

El levantamiento se inició en la ciudad de Cádiz, donde la escuadra de la armada se rebeló contra el gobierno isabelino. La rebelión fue apoyada por figuras clave como Juan Prim y Francisco Serrano, quienes, tras el colapso del gobierno de Isabel II, tomaron el control de la situación. La reina, al verse impotente frente al avance de los rebeldes, abandonó el país y se refugió en Francia el 13 de septiembre de 1868. El 26 de septiembre de ese mismo año, la I República Española fue proclamada, sellando así el fin de la monarquía isabelina.

Isabel II, tras su abdicación, se retiró a vivir en el exilio, en un contexto de creciente crisis política en España, que veía cómo las ideologías republicanas, carlistas y liberales se enfrentaban, sin un consenso claro sobre el futuro del país.

El exilio: Una vida en la sombra de la dinastía borbónica

Tras su partida de España, Isabel II se trasladó a Pau, en el sur de Francia, donde residió en el Palacio de Enrique, una mansión que le fue proporcionada por su sobrino, el duque de Montpensier. Sin embargo, la reina no estuvo tranquila en su exilio. En cuanto se estableció en Francia, Isabel continuó con su lucha por recuperar el trono español. A lo largo de su vida en el exilio, la reina buscó constantemente apoyo para regresar a España y restaurar la monarquía, pero sus esfuerzos fueron infructuosos. Su posición era débil y la dinastía borbónica ya se encontraba dividida entre diferentes facciones.

Isabel II, aunque mantenía una relación distante con los asuntos políticos españoles, siguió participando en diversos proyectos para recuperar su poder. Sin embargo, la falta de apoyo real y la llegada al poder de nuevos actores políticos, como Antonio Cánovas, quien encabezó el proceso de restauración de la monarquía borbónica con Alfonso XII, hicieron que cualquier intento de regresar al trono fuera imposible.

A pesar de sus esfuerzos por influir en los asuntos españoles, Isabel II vivió sus últimos años en una relativa obscuridad. Se aisló en París, donde residió en una mansión llamada palacio de Basilewsky. Isabel continuó recibiendo visitas de figuras políticas que deseaban restaurarla, y financió varios proyectos, incluidos los de la facción carlista y de los montpensieristas, pero sin éxito. La restauración de la monarquía borbónica finalmente se llevó a cabo con la proclamación de Alfonso XII, hijo de Isabel II, quien fue coronado rey en 1874.

El legado y la percepción histórica de Isabel II

Isabel II murió el 9 de abril de 1904 en París, a los 73 años. Durante su vida, fue una figura profundamente polarizante. Aunque su reinado estuvo marcado por la inestabilidad política, el escándalo cortesano y las crisis militares, también se produjeron ciertos avances, como la construcción de una infraestructura de transporte moderna y los esfuerzos por implementar una educación pública. Sin embargo, muchos de estos avances fueron empañados por la corrupción y la incapacidad de la monarquía para gobernar de manera efectiva.

El legado de Isabel II ha sido objeto de debate durante más de un siglo. Para muchos, su reinado representa el colapso de la monarquía absolutista en España y el ascenso de un nuevo orden político que finalmente desembocó en la Restauración borbónica bajo el liderazgo de su hijo, Alfonso XII. La figura de Isabel II ha sido vista como la personificación de una monarquía débil y corrupta, incapaz de adaptarse a los cambios sociales y políticos del momento.

No obstante, algunos historiadores y políticos han intentado ver su reinado desde una perspectiva más matizada, reconociendo las dificultades inherentes a gobernar en un contexto tan caótico, con un país dividido y con diversas facciones luchando por el poder. Para ellos, Isabel II fue una víctima de su época y de las intrigas que rodeaban a la corte, y no tanto una monarca fallida por sus propias decisiones.

Conclusión

El reinado de Isabel II de España fue uno de los más turbulentos de la historia de la monarquía española. A pesar de su difícil comienzo, la reina intentó mantener la estabilidad política y defender la monarquía, pero la creciente inestabilidad social, los conflictos políticos y las crisis internas de su reinado llevaron finalmente a su abdicación. A pesar de su exilio y de la restauración de la monarquía borbónica con su hijo Alfonso XII, la figura de Isabel II sigue siendo objeto de una compleja evaluación histórica, pues su vida y su reinado reflejan los profundos cambios y las tensiones de la España del siglo XIX.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Isabel II (1830–1904): Reina de un reinado tumultuoso marcado por crisis, intrigas y exilio". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/isabel-ii-reina-de-espanna [consulta: 3 de octubre de 2025].