Carlos II de España (1661–1700): El último Habsburgo y la herencia de la consanguinidad

Carlos II de España (1661–1700): El último Habsburgo y la herencia de la consanguinidad

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Infancia y Primeros Años del Reinado

Carlos II de España nació el 6 de noviembre de 1661 en el antiguo Alcázar de Madrid, en un contexto político y familiar complicado. Era hijo de Felipe IV, rey de España, y de su sobrina Mariana de Austria, lo que sumió al futuro monarca en una compleja y delicada situación de consanguinidad, común entre los miembros de la familia real de los Habsburgo. En esta época, las casas reales europeas mantenían una práctica de matrimonios endogámicos que favorecían la consolidación de alianzas, pero también traían consigo los riesgos de enfermedades hereditarias y problemas genéticos. Desde su nacimiento, Carlos II estuvo marcado por la debilidad física y las complicaciones de salud que lo acompañaron a lo largo de toda su vida.

La relación entre Felipe IV y Mariana de Austria no fue solo la de esposos, sino también la de familiares cercanos. Mariana de Austria era sobrina de Felipe IV, un hecho que en el contexto de la monarquía española de los Austrias no era inusual, pero que trajo consecuencias desastrosas para la descendencia del matrimonio. La endogamia que caracterizó a la familia real de los Habsburgo, especialmente entre los miembros de la Casa de Austria, resultó ser un factor que favoreció la aparición de enfermedades genéticas y problemas físicos en sus descendientes.

Desde su nacimiento, Carlos II mostró signos de una salud precaria. Aunque los médicos de la época no podían identificar con certeza las causas de su debilidad, la historiografía moderna señala que la consanguinidad de sus padres pudo haber contribuido a su salud frágil. Las fuentes contemporáneas hablan de un niño enfermizo, débil y con dificultades para crecer. A pesar de los esfuerzos de su madre, Mariana de Austria, y de su aya, María Engracia de Toledo, para cuidarlo y protegerlo, Carlos II pasó su infancia rodeado de dolencias constantes. Los años iniciales de su vida estuvieron marcados por una serie de enfermedades, que incluso llegaron a poner en peligro su vida en varias ocasiones.

Este constante estado de salud delicada no solo afectó su desarrollo físico, sino también su capacidad intelectual. Carlos II no mostró grandes aptitudes mentales durante sus primeros años, lo que generó muchas preocupaciones entre los cortesanos y la nobleza. Felipe IV, quien fallecería prematuramente en 1665, dejó en su testamento a Mariana de Austria como regente del reino, debido a la corta edad de su hijo, que apenas tenía cuatro años cuando asumió el trono. Sin embargo, a pesar de ser el heredero del vasto Imperio español, Carlos II no estaba preparado para tomar las riendas del poder. Su incapacidad para aprender y desarrollarse rápidamente generó una creciente inquietud en la corte.

Durante su infancia, la educación del futuro rey fue desastrosa. La falta de interés de Mariana de Austria en los asuntos de Estado y su enfoque excesivo en la salud física de su hijo provocaron que la educación de Carlos II fuera negligente. El propio testimonio del nuncio pontificio Millini describe a Carlos II como un joven con una gran debilidad física y mental. Según su descripción, el rey era de complexión delgada, con una figura encorvada, de rostro alargado y con un aire de melancolía constante. La falta de inteligencia y la torpeza del joven rey eran evidentes, lo que acentuaba aún más la preocupación de los que rodeaban la corte.

La historia ha atribuido la débil condición de Carlos II a la consanguinidad entre sus padres, pero muchos historiadores coinciden en que la educación negligente que recibió también fue un factor determinante. Carlos II no aprendió a leer ni a escribir hasta los nueve años, lo que provocó un escándalo en la corte española. Los cortesanos, acostumbrados a una educación más rigurosa y a la importancia del conocimiento en los monarcas, se sintieron consternados por la falta de preparación de su rey. La figura de Carlos II comenzó a ser vista como una gran carga para el futuro de España, pues la incapacidad del monarca para gobernar era cada vez más evidente.

A pesar de las carencias en su educación, Carlos II se convirtió oficialmente en rey a la muerte de su padre, Felipe IV, en 1665. Sin embargo, la regencia de su madre Mariana de Austria fue prolongada debido a su evidente falta de preparación para gobernar. Durante este período, Mariana de Austria asumió el control del reino, pero su incapacidad para manejar los complejos asuntos políticos de España dejó al país sumido en una creciente inestabilidad. Fue entonces cuando la figura de Juan José de Austria, hermano bastardo de Felipe IV y personaje clave de la corte española, empezó a emerger como una figura importante en la política.

Juan José de Austria, hijo natural de Felipe IV y la actriz María Calderón, conocida como «la Calderona», fue apartado del poder por el testamento de Felipe IV, que dejaba el gobierno del reino en manos de Mariana de Austria. Sin embargo, el descontento de Juan José de Austria con su exclusión del poder llevó a una serie de intrigas políticas. Juan José de Austria trató de apoderarse del gobierno a través de su poder militar, lo que desencadenó una lucha por la regencia. En 1669, Juan José de Austria marchó hacia Madrid, buscando tomar el control de la monarquía, pero se encontró con una feroz resistencia de la regente Mariana de Austria y sus aliados.

Durante este período, la figura de Carlos II seguía siendo débil e irrelevante en los asuntos de gobierno. La regencia de Mariana de Austria se consolidó gracias a su alianza con el confesor real, el jesuita Everardo Nithard, quien se convirtió en una figura clave en la política española. Nithard, de origen alemán, fue un hombre influyente en la corte, pero su ascendencia extranjera provocó el rechazo de muchos nobles españoles. Esta situación exacerbó aún más las tensiones internas, y la lucha por el poder continuó siendo un tema constante durante los primeros años del reinado de Carlos II.

A pesar de los esfuerzos por mantener el control, Carlos II continuaba siendo un joven incapaz de involucrarse plenamente en los asuntos del reino. Su madre y los cortesanos más cercanos a ella tomaban las decisiones importantes, mientras él permanecía bajo su sombra, sin mostrar señales claras de que pudiera asumir el gobierno. La constante lucha por el poder, las tensiones internas en la corte y los problemas económicos que enfrentaba España sumían al país en una crisis de gobierno que afectó profundamente al reinado de Carlos II.

En resumen, los primeros años de Carlos II estuvieron marcados por una salud frágil, una educación deficiente y una regencia incierta. Aunque se le reconoció como rey a una edad temprana, su incapacidad para gobernar, junto con los conflictos internos y externos que España enfrentaba, hizo que su reinado estuviera rodeado de incertidumbre y dificultades. La figura de Carlos II comenzó a tomar forma como un monarca débil, cuya incapacidad para manejar los asuntos de Estado dejó una huella indeleble en la historia de España.

La Regencia de Mariana de Austria y los Conflictos Internos

Cuando Carlos II ascendió al trono en 1665, tras la muerte de su padre, Felipe IV, España se encontraba en una situación delicada tanto interna como externamente. El joven rey, que apenas contaba con cuatro años, no estaba preparado para gobernar un imperio vasto y en declive, y la responsabilidad de dirigir el reino recayó en su madre, Mariana de Austria, quien asumió la regencia. Sin embargo, su falta de experiencia política y su escaso interés en los asuntos del Estado contribuyeron a una creciente inestabilidad, marcada por luchas de poder y confrontaciones entre diversas facciones cortesanas.

El Ascenso de Everardo Nithard y la Resistencia de la Nobleza

Uno de los primeros actos de Mariana de Austria como regente fue rodearse de consejeros y figuras influyentes que ayudaran a dirigir el reino. Entre estos, destacó la figura de Everardo Nithard, un jesuita de origen alemán que, gracias a la protección de la regente, alcanzó una enorme influencia en la corte española. Nithard fue nombrado confesor real y, rápidamente, se convirtió en una figura clave dentro del gobierno de Carlos II. En 1666, fue designado Inquisidor General y miembro de la Junta de Gobierno, lo que consolidó aún más su poder.

Sin embargo, el ascenso de un extranjero como Nithard en un cargo tan importante no fue bien recibido por muchos miembros de la nobleza española. Juan José de Austria, el hermano bastardo de Felipe IV, fue uno de los principales detractores de Nithard y un firme opositor a la regencia de Mariana de Austria. A pesar de haber sido apartado del poder por el testamento de su padre, Juan José de Austria no estaba dispuesto a aceptar la exclusión y, con el apoyo de sectores de la nobleza, comenzó a forjar una serie de alianzas que lo situaron como un rival peligroso para la regencia.

La situación se tensó aún más cuando, en 1669, Juan José de Austria marchó hacia Madrid con la intención de tomar el control del gobierno. La regente, temerosa de que el poder de Juan José pudiera desestabilizar aún más la monarquía, se apoyó en su confesor, Nithard, quien, con el respaldo de los cortesanos que le eran leales, consiguió mantener a Juan José de Austria fuera de la capital. La lucha por el poder se intensificó, y la nobleza, que se dividió en facciones enfrentadas, comenzaba a poner en peligro la estabilidad del reino. A pesar de la presión, Mariana de Austria logró mantener a Juan José apartado de la corte, lo que consolidó su influencia, aunque no sin controversia.

La Caída de Nithard y el Ascenso de Valenzuela

En 1669, los desastres de la política exterior y los problemas económicos que afectaban a España comenzaron a erosionar la figura de Everardo Nithard. La Paz de Aquisgrán, impuesta por Francia tras la guerra con Bélgica (la llamada Guerra de Devolución), había dejado a España en una situación política precaria. La presión interna, sumada a la creciente oposición de la nobleza, llevó a que Nithard fuera finalmente destituido en 1669, tras una serie de intrigas cortesanas. La caída de Nithard marcó un punto de inflexión en la regencia de Mariana de Austria, pues permitió que Juan José de Austria pudiera intentar tomar el control de la corte, aunque aún de forma indirecta.

A pesar de sus esfuerzos, Juan José de Austria nunca logró hacerse con el poder absoluto, y la regente continuó contando con la influencia de nuevos personajes políticos. En este contexto, Fernando de Valenzuela, un miembro de la nobleza española, se convirtió en el nuevo favorito de la reina madre. A medida que Valenzuela ganaba poder, la situación política se volvía más compleja. El joven rey Carlos II, aunque débil en todos los aspectos, comenzaba a desempeñar un papel más activo en los asuntos de Estado, pero su figura seguía siendo solo un instrumento en las manos de su madre y de su entorno cortesano.

Valenzuela, al igual que Nithard, despertó las animosidades de la nobleza española, que lo consideraba un advenedizo y un usurpador. A pesar de la oposición, Valenzuela se mantuvo en el poder, pero las tensiones aumentaron aún más en la corte, con varios faccionistas luchando por ganar el favor de la regente. En 1675, Carlos II alcanzó la mayoría de edad, pero la regencia de su madre aún se extendió debido a su evidente incapacidad para gobernar por sí mismo.

El Conflicto con Francia y la Guerra con los Países Bajos

Mientras España se sumergía en luchas internas por el control de la corte, la situación externa también se volvía cada vez más grave. Desde 1673, España se encontraba en guerra con Francia, lo que agravó aún más la crisis económica y política que atravesaba el reino. En 1678, bajo la administración de Juan José de Austria, se firmó la Paz de Nimega. Este tratado terminó la guerra con Francia, pero resultó en una serie de pérdidas territoriales para España. Aunque España recuperó algunas plazas catalanas y la ciudad de Mesina, también cedió importantes territorios en los Países Bajos y el Franco Condado a los franceses. La paz fue un respiro temporal, pero no resolvió los problemas internos de España ni la creciente debilidad de la monarquía.

Tras la muerte de Juan José de Austria en 1679, el reino se sumió en un período de profunda inestabilidad. Carlos II asumió formalmente el poder, pero su incapacidad para gobernar por sí mismo permitió que diversos ministros tomaran las riendas del país, sometiéndolo a las luchas internas de la corte. Mariana de Austria, que seguía siendo una figura importante en la vida política de su hijo, continuó influyendo en la toma de decisiones, aunque su poder se veía cuestionado por las facciones enfrentadas.

La Frágil Autoridad de Carlos II y el Ascenso de Medinaceli

Después de la muerte de Juan José de Austria, Carlos II comenzó a ejercer su autoridad de manera más activa, pero su debilidad física y mental continuaban siendo un obstáculo para un gobierno efectivo. En 1677, el duque de Medinaceli, un hombre poderoso, fue nombrado primer ministro, pero su incapacidad para resolver los problemas financieros del reino y su falta de apoyo en la corte lo convirtieron en un blanco fácil de las críticas. Los problemas económicos y la creciente presión de las facciones cortesanas continuaron exacerbando la situación política.

En el ámbito internacional, Luis XIV, el monarca francés, continuaba presionando a España, aprovechando las debilidades internas y externas para expandir su influencia en Europa. La política exterior española se desmoronaba bajo el liderazgo de ministros ineficaces, y la monarquía se encontraba cada vez más aislada en el continente europeo. La guerra con Francia se reanudó en 1683, cuando Luis XIV comenzó a invadir nuevamente el territorio español en los Países Bajos. Las derrotas sufridas por las tropas españolas, sumadas a la crisis económica interna, ponían de manifiesto la fragilidad de la monarquía de Carlos II.

El Gobierno de Carlos II y la Influencia de los Facciosos

Cuando Carlos II alcanzó la mayoría de edad en 1675, la regencia de su madre Mariana de Austria finalmente llegó a su fin. Sin embargo, a pesar de que el joven rey asumió oficialmente el gobierno, las complejidades políticas y las presiones de los facciosos cortesanos que lo rodeaban impedían que realmente pudiera tomar las riendas del reino. Carlos II nunca logró ejercer un poder decisivo o consistente. A lo largo de su reinado, la política española estuvo marcada por las luchas internas y las inestabilidad, que, sumadas a las presiones externas, resultaron en una situación insostenible para la monarquía.

El Ascenso de Don Juan José de Austria y la Regencia Interrumpida

Uno de los momentos clave de la historia del reinado de Carlos II se dio en 1677, cuando Juan José de Austria, hermano bastardo de Felipe IV, regresó a Madrid tras la muerte de su madre, Mariana de Austria, quien había sido regente. Juan José había sido apartado de la corte y privado del poder durante años, pero la falta de capacidad de Carlos II para gobernar lo colocó en una posición estratégica. Juan José de Austria deseaba el control absoluto de la corona, y sus aspiraciones se veían reflejadas en las divisiones cortesanas. Aunque Carlos II era oficialmente el rey, las diversas facciones que competían por el poder en la corte le restaban toda capacidad de decisión real.

A pesar de las luchas entre los facciosos, Juan José de Austria se erigió como uno de los principales contendientes para tomar las riendas del gobierno, sobre todo porque contaba con el apoyo de una gran parte de la nobleza española, que no confiaba en los ministros de Carlos II. La llegada de Juan José a Madrid representaba la posibilidad de un cambio en la dirección política del reino. Aun cuando su hermano, Carlos II, todavía era un joven débil e incapaz de resistir la presión, su madre Mariana de Austria, aunque ausente de la corte, seguía ejerciendo una influencia significativa, lo que dificultaba el ascenso definitivo de Juan José de Austria al trono. Sin embargo, a medida que Carlos II se acercaba a la adultez, se hizo evidente que su reino no podría depender de un rey sin capacidad de decisión.

El Gobierno de Medinaceli: Crisis Internas y Exteriores

Tras la muerte de Juan José de Austria en 1679, las luchas por el control del gobierno no cesaron. En los siguientes años, Carlos II se vio sometido a una creciente presión por parte de diversas facciones dentro de la corte. En este contexto, Carlos II nombró al duque de Medinaceli, quien asumió el cargo de primer ministro, con la esperanza de estabilizar la situación política. Sin embargo, el duque de Medinaceli resultó ser un líder ineficaz. Su mandato fue marcado por un exceso de ambición personal y por una política que no fue capaz de resolver los graves problemas que aquejaban a España.

Las dificultades económicas del reino aumentaron de forma significativa durante estos años. Medinaceli intentó llevar a cabo reformas fiscales, pero los problemas estructurales de la economía española, como la mala administración de los recursos y la corrupción generalizada en la corte, hicieron que sus esfuerzos fueran infructuosos. La situación económica empeoró debido a las malas cosechas y las pestes que golpearon al país, lo que empeoró las condiciones de vida de la población. La deuda externa y las constantes guerras consumían los recursos del imperio, mientras que la falta de reformas efectivas mantenía a España atrapada en un ciclo de crisis.

Además, Medinaceli tuvo que enfrentar los efectos devastadores de la política exterior. España se encontraba en guerra con Francia desde 1673, lo que resultó en la pérdida de varias importantes plazas en los Países Bajos y la firma de la Paz de Nimega en 1678. Aunque esta paz permitió la recuperación de algunos territorios, los intereses franceses en los dominios de España nunca se detuvieron. Luis XIV, rey de Francia, continuó buscando expandir su influencia en Europa, lo que agravó aún más la situación de Carlos II y su gobierno.

La Inestabilidad Política y la Influencia de las Facciones

El gobierno de Carlos II estuvo marcado por la constante inestabilidad política. La incapacidad del rey para gobernar por sí mismo permitió que los facciosos tomaran el control de las decisiones clave, y la corte se convirtió en un campo de batalla entre las diversas facciones que se disputaban el poder. Carlos II, a pesar de ser el monarca, se encontraba prisionero de su propio entorno, dominado por intereses de grupos cortesanos.

Las facciones más relevantes durante este período fueron las lideradas por figuras como el conde de Oropesa y el duque de Medinaceli, quienes fueron los principales contendientes en el juego político. Mientras tanto, Carlos II seguía siendo un monarca débil, que apenas podía tomar decisiones por sí mismo. Esta situación fue la que permitió que la nobleza y los ministros impusieran su voluntad en los asuntos del Estado. En medio de esta lucha por el poder, Carlos II no pudo evitar ser utilizado como una pieza más en un tablero de ajedrez político.

La Guerra con Francia y el Costo Internacional

A nivel internacional, la situación de España se volvió aún más compleja. Luis XIV, el rey de Francia, estaba determinado a expandir su influencia y sus dominios, especialmente en los territorios de los Países Bajos y las regiones cercanas a España. La guerra con Francia tuvo un alto costo para España, tanto en términos de vidas humanas como de recursos. Las derrotas en el frente bélico, especialmente en los Países Bajos, fueron una muestra del agotamiento de los recursos de la monarquía española.

Además de las derrotas militares, España enfrentó una crisis diplomática en Europa. La falta de cohesión interna y la incapacidad para reaccionar adecuadamente ante las amenazas extranjeras hicieron que Carlos II y su gobierno fueran cada vez más débiles ante las potencias europeas. Mientras Francia seguía avanzando en su expansión territorial, las grandes potencias como el Imperio Habsburgo y Inglaterra también intentaban sacar ventaja de la debilidad de España.

El Matrimonio y la Sucesión: La Búsqueda de un Heredero

El problema de la sucesión fue uno de los temas más cruciales durante el reinado de Carlos II. En primer lugar, la fragilidad física del rey y su incapacidad para generar un heredero directo preocupaban tanto a la corte española como a las casas reales europeas. Las tensiones sobre la sucesión se agudizaron después de la muerte de la primera esposa de Carlos II, María Luisa de Orleáns, quien no pudo proporcionarle un heredero.

A medida que pasaron los años, la cuestión de la sucesión se convirtió en un asunto cada vez más urgente. Carlos II se casó nuevamente, esta vez con María Ana de Neoburgo, hija de Leopoldo I de Austria, pero el matrimonio tampoco produjo un heredero. En medio de la creciente incertidumbre sobre el futuro de la dinastía, los rumores sobre la salud de Carlos II comenzaron a circular, y la presión internacional aumentó debido a la incertidumbre sobre la sucesión.

La Crisis del Reinado y la Revalorización de Carlos II

A medida que el reinado de Carlos II avanzaba, la situación interna de España se volvía cada vez más grave. La inestabilidad política, la incapacidad para gobernar de manera efectiva y la constante lucha entre facciones cortesanas marcaron los últimos años de su reinado. La falta de un heredero directo y los desastres de la política exterior acentuaron la crisis en la que el rey se encontraba atrapado. Sin embargo, en este período de creciente debilidad y desesperación, la figura de Carlos II pasó a ser vista de manera diferente por diversos sectores. Mientras que algunos lo consideraban un monarca incapaz y debilitado, otros comenzaron a ver en él una víctima de circunstancias más allá de su control, y su figura empezó a ser revalorizada, particularmente en algunos círculos historiográficos.

La Larga Larga Espera de la Sucesión y la Muerte de los Candidatos

La principal preocupación que pesaba sobre el reinado de Carlos II en sus últimos años era, sin duda, la cuestión de la sucesión. Desde su llegada al trono, la debilidad física y mental del rey, junto con la falta de descendencia, habían sido temas recurrentes en la corte. La incapacidad de Carlos II para generar un heredero directo complicaba la estabilidad del reino. En 1689, cuando la esposa de Carlos II, María Ana de Neoburgo, no había logrado quedar embarazada, la tensión sobre la sucesión alcanzó su punto máximo.

A lo largo de los años, la corte española se encontraba dividida en torno a la cuestión de quién debía suceder a Carlos II. Entre las opciones que se barajaron estaba el candidato de la Casa de Austria, el archiduque Carlos de Austria, y el candidato de la Casa de Borbón, Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. La disputa por la sucesión se convirtió en el centro de la política interna española, y las tensiones en la corte se hicieron más evidentes a medida que Carlos II se encontraba atrapado entre las presiones de las facciones que luchaban por el control de su reino.

En 1698, cuando Carlos II estaba ya gravemente enfermo, tomó una decisión que cambiaría el futuro de España y de Europa. En ese año, designó a José Fernando de Baviera como su sucesor, un candidato que representaba la Casa de Austria. Sin embargo, la muerte prematura de José Fernando en 1699 dejó la cuestión sucesoria abierta nuevamente, y la rivalidad entre los partidarios de los dos grandes candidatos, Carlos de Austria y Felipe de Anjou, se intensificó.

El Declive de la Salud de Carlos II y la Precariedad del Gobierno

La salud de Carlos II fue una constante preocupación durante todo su reinado. Las enfermedades crónicas y la debilidad física, combinadas con los trastornos mentales que parecían acompañarlo, dejaron al monarca en una posición vulnerable. La falta de un heredero directo y la situación de crisis interna que España atravesaba aumentaron el sentimiento de desesperación en la corte.

A pesar de su falta de capacidad para gobernar, Carlos II era consciente de las dificultades que atravesaba el reino. En sus últimos años, su figura comenzó a ser vista como un rey que había sido víctima de las circunstancias. Aunque muchos lo consideraban una figura débil e incapaz, había quienes veían en él a un monarca atrapado en una red de intereses ajenos a su voluntad. En este sentido, el juicio histórico sobre Carlos II comenzó a cambiar a medida que se revisaba la historia del Imperio español en el siglo XVII.

Por otro lado, los ministros y la nobleza, que habían mantenido un poder casi absoluto durante el reinado de Carlos II, también comenzaron a sentir los efectos de la decadencia de la monarquía. La corrupción, la falta de reformas políticas y la creciente ineficacia de los administradores llevaron a que el gobierno de Carlos II fuera cada vez más incapaz de hacer frente a los problemas que aquejaban al reino. La guerra con Francia, las tensiones internas y la crisis económica se sumaron a la decadencia de un monarca que no podía ofrecer soluciones a la compleja situación de España.

La Intriga Política y la Manipulación por las Facciones

Mientras la salud de Carlos II se deterioraba, la corte española se sumergió en una lucha por el control del gobierno. Las facciones que competían por la sucesión no solo luchaban por el favor del rey, sino que también trataban de influir en su salud y decisiones. Uno de los episodios más conocidos de esta manipulación ocurrió cuando el cardenal Luis Fernández de Portocarrero, miembro destacado de la facción de la Casa de Austria, jugó un papel crucial en el proceso que llevó a Carlos II a designar a José Fernando de Baviera como su sucesor. Sin embargo, tras la muerte prematura de José Fernando, la intriga continuó, y las facciones pro-francesas y pro-austríacas se enfrentaron en una guerra diplomática por el control del trono.

La influencia de las facciones se profundizó en la corte. Los ministros, que actuaban como representantes de los intereses de las casas reales europeas, se convirtieron en figuras poderosas, capaces de manipular las decisiones de Carlos II. La política exterior, que había sido una de las principales preocupaciones del reinado de Carlos II, estuvo marcada por la lucha de facciones que buscaban satisfacer los intereses de Francia y Austria. Esta situación fue especialmente dramática, pues, mientras las potencias extranjeras presionaban por sus propios objetivos, Carlos II se encontraba cada vez más aislado y débil.

La Superstición y el «Hechizo» de Carlos II

Uno de los episodios más extraños y emblemáticos de los últimos años de Carlos II fue la creencia en que el rey estaba hechizado. La superstición, un fenómeno cultural de la época, afectó profundamente a la corte española. En 1698, tras una enfermedad grave de Carlos II, circuló el rumor de que el rey estaba bajo el hechizo de fuerzas oscuras, lo que llevó a la corte a buscar explicaciones sobrenaturales para su enfermedad.

El confesor de Carlos II, Fray Froilán Díaz, fue quien alimentó estos rumores. De acuerdo con los relatos de la época, Carlos II solicitó la intervención de la Inquisición para averiguar si su mal estado físico y mental era causado por un hechizo. En un episodio singular, un exorcista asturiano, Fray Antonio Álvarez Argüelles, fue llamado a la corte para realizar un exorcismo en el que, supuestamente, los demonios le dijeron que Carlos II estaba efectivamente hechizado. Este episodio de «hechizo» se convirtió en un escándalo público, no solo en España, sino también en toda Europa, siendo una señal más del aislamiento y la desesperación en que se encontraba el reinado de Carlos II.

El Último Acto de Carlos II: La Designación de Felipe de Anjou

Finalmente, en octubre de 1700, Carlos II, gravemente enfermo y con la salud irremediablemente deteriorada, tomó una decisión crucial que sellaría el destino de España y de Europa: designó a Felipe de Anjou, el nieto de Luis XIV de Francia, como su sucesor. Esta decisión fue vista como un intento de resolver la cuestión de la sucesión, pero también como un intento de dar un último giro a su reinado, asegurando la continuación de la dinastía Borbón en España. A pesar de las advertencias internacionales y las disputas que esto provocó, Felipe de Anjou fue proclamado rey de España, lo que desató la Guerra de Sucesión Española.

Tres semanas después, el 1 de noviembre de 1700, Carlos II murió en el Palacio Real de Madrid, a la edad de 39 años. Su muerte marcó el fin de la dinastía de los Austrias en España y el inicio de una nueva era, con la llegada de los Borbones al trono.

La Muerte de Carlos II y la Sucesión Borbónica

El reinado de Carlos II, el último de los Austrias en España, concluyó el 1 de noviembre de 1700, a los 39 años, tras una larga y dolorosa enfermedad que marcó su vida desde la infancia. Carlos II no solo dejó un país devastado por la guerra, la inestabilidad interna y la decadencia económica, sino que también provocó uno de los eventos más decisivos de la historia europea: la Guerra de Sucesión Española. La designación de su sucesor, Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, fue el último acto de un monarca que, en su incapacidad, cambió el rumbo de España y de toda Europa.

El Último Testamento y la Elección de Felipe de Anjou

El 11 de octubre de 1700, apenas tres semanas antes de su muerte, Carlos II, ya sumido en una grave enfermedad, dictó su último testamento. En este documento, que cambiaría el curso de la historia, Carlos II designó como su heredero a Felipe de Anjou, un joven de apenas 16 años, nieto de Luis XIV, rey de Francia. Este testamento fue una decisión de última hora que reflejaba la angustia y la desesperación del monarca, quien no solo temía por el futuro de su país, sino que también enfrentaba la presión de una sucesión complicada.

La elección de Felipe de Anjou fue un golpe para aquellos que habían apoyado la candidatura del archiduque Carlos de Austria, el hijo de Leopoldo I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. En este contexto, la decisión de Carlos II fue vista no solo como un acto de desesperación, sino también como una solución a los problemas dinásticos de la corona española, que había quedado vacante por la falta de un heredero directo. Sin embargo, la designación de Felipe de Anjou tenía consecuencias de largo alcance que no solo afectarían a España, sino a toda Europa.

La decisión de Carlos II de nombrar a un Borbón como sucesor resultó en una serie de tensiones diplomáticas que culminaron en la Guerra de Sucesión Española, una guerra que enfrentó a los aliados de Felipe de Anjou, encabezados por Francia, contra una coalición europea que apoyaba al archiduque Carlos de Austria. Este conflicto, que duraría más de una década, cambiaría para siempre el mapa político de Europa.

La Muerte de Carlos II y el Inicio de la Guerra de Sucesión

En los días previos a su muerte, Carlos II continuó con la agonía de un monarca debilitado por años de enfermedades crónicas y físicos. La corte española estaba plagada de rumores y temores, ya que el monarca, siempre influenciado por las facciones cortesanas, había dejado claro que su salud se estaba deteriorando rápidamente. En el momento de su muerte, España estaba sumida en una grave crisis interna, tanto económica como política. Carlos II nunca pudo garantizar la estabilidad que su reino necesitaba, y su muerte dejó a un imperio al borde de la disolución.

El 1 de noviembre de 1700, Carlos II falleció en el Palacio Real de Madrid, dejando a Felipe de Anjou como su sucesor. La noticia de su muerte corrió rápidamente por toda España y Europa, y la incertidumbre sobre el futuro del imperio español alcanzó su punto más alto. El testamento de Carlos II fue leído públicamente, y aunque no fue una sorpresa total, ya que muchos sabían de la relación cercana entre Felipe de Anjou y el rey francés Luis XIV, la decisión fue recibida con desconfianza tanto en las cortes europeas como en los sectores españoles que favorecían la candidatura del archiduque Carlos.

Poco después de la muerte de Carlos II, Felipe de Anjou fue proclamado rey de España bajo el nombre de Felipe V. Sin embargo, esta proclamación no estuvo exenta de controversia. Los reinos europeos, especialmente aquellos que se oponían al creciente poder de Francia, se alarmaron al ver cómo un Borbón tomaba el trono español, lo que podría significar la unión de las coronas de Francia y España, alterando el equilibrio de poder en Europa.

Las Repercusiones Internacionales: La Guerra de Sucesión Española

La designación de Felipe de Anjou como rey de España desató la Guerra de Sucesión Española (1701-1714), un conflicto que no solo enfrentó a las fuerzas españolas en lucha interna, sino que también involucró a potencias extranjeras como Inglaterra, Austria, Países Bajos y Portugal, quienes temían que la unión de las coronas de España y Francia creara una superpotencia en Europa que desbordara el equilibrio de poder.

El conflicto se libró en varios frentes: en España, donde las facciones pro-Borbónicas lucharon contra las fuerzas que apoyaban al archiduque Carlos; en los Países Bajos, donde los ejércitos franceses se enfrentaron a las fuerzas de la coalición aliada; y en Italia, donde también se libraron combates por el control de territorios estratégicos. La guerra fue larga y costosa, y resultó en numerosas derrotas y victorias de ambos bandos. Las campañas militares fueron dramáticas y, al final, Felipe V logró consolidarse como el rey de España tras la firma del Tratado de Utrecht en 1713.

El tratado de paz que puso fin a la guerra no solo reconoció a Felipe V como rey de España, sino que también resultó en importantes concesiones territoriales que afectaron a España de manera considerable. España perdió gran parte de sus posesiones europeas, incluyendo los Países Bajos, Cerdeña, Nápoles, y Gibraltar, que pasó a ser controlado por los británicos. Aunque Felipe V logró mantener el trono español, el imperio español nunca volvió a ser lo que fue bajo los primeros Austrias.

El Legado de Carlos II: Un Reinado de Decadencia y la Transición Borbónica

El reinado de Carlos II es considerado por muchos historiadores como el último episodio de la decadencia del Imperio español. Durante su gobierno, España vivió una profunda crisis económica, política y social. La monarquía de los Austrias había sido incapaz de adaptarse a los cambios de la Europa moderna, y el reinado de Carlos II fue la culminación de un largo período de declive que comenzó con los primeros signos de agotamiento dinástico de los Austrias.

Sin embargo, Carlos II también ha sido revalorizado en tiempos recientes. Mientras que en el pasado se le ha visto como un monarca débil e incapaz, hoy en día algunos historiadores sostienen que fue víctima de una serie de circunstancias y decisiones ajenas a su voluntad. La endogamia de la familia real, los conflictos internos y las presiones externas dejaron a Carlos II sin las herramientas necesarias para gobernar de manera eficaz. A pesar de ello, el destino del imperio español fue sellado por su muerte, que dio paso a la dinastía Borbónica.

La Transición Borbónica: Felipe V y la Nueva España

Con la llegada de Felipe V al trono, España experimentó una transición crucial. El nuevo rey, que representaba a la dinastía Borbónica, implementó reformas que cambiaron el rumbo de la monarquía española. El centralismo político y la modernización de las instituciones marcaron la primera etapa de la dinastía Borbónica, aunque el precio de esta transición fue la guerra y las pérdidas territoriales que afectaron al reino.

El reinado de Felipe V representó el comienzo de una nueva era para España, pero también la finalización del ciclo de los Austrias. El legado de Carlos II no puede entenderse sin tener en cuenta esta transición dolorosa, que cerró el capítulo de una dinastía y abrió otro lleno de incertidumbres y retos para la nación.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Carlos II de España (1661–1700): El último Habsburgo y la herencia de la consanguinidad". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/carlos-ii-rey-de-espanna [consulta: 2 de octubre de 2025].