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HistoriaPolíticaBiografía

Fernández de la Cueva, Francisco. Duque de Alburquerque (ca. 1619-1676).

Administrador colonial español nacido en Barcelona, probablemente en 1619, y muerto en Madrid en 1676. Era duque de Alburquerque, marqués de Cuéllar, conde de Ledesma y de Huelma, grande de España y vigésimo segundo virrey de Nueva España (1653-1660).

Militar de familia aristocrática, de muy joven participó en las acciones militares de los tercios de Flandes y, ya como general de caballería, prestó importantes servicios en las guerras de Francia y los Países Bajos. En 1650 tuvo una destacada intervención en la defensa de Tortosa y en el sitio de Barcelona, por lo que obtuvo el grado de maestre de Campo en la infantería española.

Tras ser nombrado el 9 de marzo de 1653 virrey de Nueva España por Felipe IV, llegó a Veracruz a primeros de julio, desde donde se dirigió a la capital para, según el ceremonial establecido, entrevistarse en San Cristóbal Ecatepec con su antecesor, el conde de Alba de Liste, que había sido promovido a virrey del Perú. Tras recibir el bastón de mando, el duque entró en Chapultepec el 5 de agosto, con la intención de descansar en este lugar hasta el día 15, fecha de su entrada solemne en la capital. La ciudad de México contaba por entonces con más de 125.000 habitantes, de los que alrededor de 50.000 eran blancos. Le acompañaban su esposa Juana Francisca Díez de Aux, hija única del marqués de Cadereita, virrey de Nueva España de 1635 a 1640, con la que había casado en Madrid el 12 de enero de 1645 en el propio Palacio Real, ya que Juana Francisca era dama de la reina Isabel de Borbón.

Su llegada coincidió con el recrudecimiento de la hostilidad británica, cuya marina ejercía insistente presión sobre los territorios americanos y dificultaba la navegación y el comercio con la Península. En consecuencia, el duque decidió reforzar las obras de defensa y aumentar la construcción de ingenios militares en Veracruz, San Juan de Ulúa y Campeche, temeroso de posibles desembarcos o intentos de invasión. Al mismo tiempo, trató de apoyar con algunos recursos a La Habana y la isla de Jamaica, con el envío de refuerzos de tropas y material de guerra.

En 1654 el inglés Oliver Cromwell había ordenado equipar dos escuadras destinadas a la guerra contra España en aguas de América, una mandada por Blake y otra a las órdenes del almirante Penn, que persiguieron y destruyeron a las naves españolas. Penn fue derrotado al tratar de desembarcar en La Española en 1655, pero tras cambiar de objetivo logró apoderarse de Jamaica al año siguiente y obligar a escapar a los pocos españoles e indios allí residentes. Blake, por su parte, capturó ese mismo año parte de la flota de Tierra Firme y la de Nueva España. La captura de Jamaica y las acciones de Blake colocaron en situación desesperada al comercio y la navegación por el golfo de México y las comunicaciones con la metrópoli.

Como parte de su política de defensa y contención de las sublevaciones de los indios del norte, el duque se distinguió como un gran poblador de nuevos territorios, al enviar a más de 100 familias españolas que se instalaron en Nuevo México, donde se fundó en su honor una villa llamada Alburquerque.

De él se dijo que era “de buena condición, afable y amigo de las ciencias y de las artes, que protegió como pudo a los hombres distinguidos de la colonia y se hizo amar generalmente de sus súbditos”. Era conocida su devoción y entrega a las prácticas religiosas. Fomentó el comercio con Filipinas por medio de la llamada “nao de Manila”, que hacía el recorrido del Pacífico a partir de Acapulco, y transportaba mercaderías de todo tipo. Produjo monedas de oro con el prestigiado cuño mexicano, recaudó con asiduidad y éxito las rentas reales, especialmente la plata, que tenía obligación de remitir a la corona y se distinguió por la protección con que honró a los literatos y hombres de ciencia de Nueva España y hacer del palacio virreinal un modelo de elegancia y buen gusto.

Fernández de la Cueva apoyó las obras de construcción de la Catedral Metropolitana, proyecto de largo aliento que no permitió que decayera; desarrolló los trabajos de contención de las frecuentes inundaciones de la ciudad, practicando obras de desagüe y canalización; actuó con toda energía y determinación para tratar de limpiar los caminos y campos de salteadores; restableció la seguridad en las comunicaciones y favoreció la agricultura y el comercio en general.

Después de mucho tiempo sin celebrarse ninguno, en noviembre de 1659 se llevó a cabo un auto de fe en la plaza Mayor, con el fin de ajusticiar a dos decenas de reos encontrados culpables de diversos delitos. Uno de ellos, Guillermo Lampart, de origen irlandés, pretendía hacer campaña en favor de la separación del virreinato. Al acto asistieron el duque, los tribunales, las corporaciones y las personas influyentes, “compungidos y devotos”, según las crónicas de la época.

En 12 de marzo de 1660 el duque estuvo a punto de ser asesinado mientras rezaba en la catedral de México, cuando realizaba una de sus frecuentes visitas de inspección a las obras del templo. Resultó agredido por Manuel de Ledesma y Robles, natural de Aranjuez y soldado de su guardia, quien apresado de inmediato, juzgado y ejecutado sin la menor dilación.

Al término de su mandato, cuando Felipe IV aceptó la renuncia que había solicitado en varias ocasiones, el 11 de agosto de 1660 abandonó palacio, se despidió de los oidores de la Real Audiencia y abandonó la ciudad el 5 de septiembre, para salir al encuentro de su sucesor, el conde de Baños, a quien entregó el bastón de mando el día 16. Aún permaneció en México durante varios meses, hasta que el 26 de marzo de 1661 salió definitivamente camino de Veracruz, para embarcar de regreso a España.

Constantemente favorecido por el rey, fue nombrado teniente general de la marina y en 1666 se le designó embajador extraordinario en Alemania, al encomendarle la misión de llevar a Viena a la infanta Margarita, hija de Felipe IV, prometida con el príncipe y más tarde emperador Leopoldo I. En 1668 fue nombrado virrey de Sicilia, donde vivió dos años. Carlos II lo hizo gentilhombre de su Cámara, mayordomo mayor y miembro de los consejos de Estado y de Guerra. Falleció en Madrid, mientras prestaba servicio en palacio, de un ataque al corazón, el 27 de marzo de 1676.

Bibliografía

  • OROZCO y BERRA, M. Historia de la dominación española en México. México, 1938.

  • RIVA PALACIO, V. El Virreinato. Tomo II de México a través de los siglos. México, Compañía General de Ediciones, 1961.

  • RUBIO MAÑÉ, I. Introducción al estudio de los virreyes de Nueva España. México, Ediciones Selectas, 1959 y México, UNAM, 1961.

Manuel Ortuño

Autor

  • 0109 Manuel Ortuño