A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
LiteraturaPeriodismoFilologíaBiografía

Wilcock, Juan Rodolfo (1919-1978).

Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, traductor y crítico literario argentino nacido en Buenos Aires en 1919 y fallecido en Lubiano di Bagno Regio (en Viterbo, Italia) en 1978. Autor de una interesante producción literaria que progresa con soltura y brillantez por los géneros más variados, fue uno de los principales colaboradores de la revista Sur, que animó el panorama cultural argentino a mediados del siglo XX.

Unigénito del matrimonio formado por un poeta, narrador y crítico inglés de escasa relevancia y una mujer argentina de origen italiano, pasó buena parte de su infancia y adolescencia en Suiza, donde tenían su residencia sus abuelos maternos. Cursó allí estudios superiores de Ingeniería y, tras la muerte de su padre, acaecida en 1943, regresó a su Argentina natal y comenzó a trabajar como ingeniero civil vinculado al ferrocarril en Mendoza, actividad que pronto abandonó para consagrarse de lleno a su auténtica vocación: el cultivo de la creación literaria. Se dio a conocer como escritor, en la década de los años cuarenta, por medio de la publicación de algunos poemarios tan celebrados por la crítica especializada como Libro de poemas y canciones (1943) y Los hermosos días (1946), a los que pronto se sumaron otros títulos tan notables como Persecución de las musas menores, Paseo sentimental y Sexto (1953). Consagrado como una de las grandes revelaciones de la poesía argentina de mediados de siglo, sorprendió por su lirismo intimista neorromántico y por su recuperación de versos y moldes estróficos de la tradición clásica española (como el endecasílabo y el soneto), así como por una temática no menos tradicional en la que abundaba la nostalgia, la angustia existencial, el ansia de felicidad y belleza y desprecio de las cosas efímeras. El crítico Federico Peltzer escribió, a propósito de esta deslumbrante producción poética, estas reveladoras palabras que sitúan a Wilcock en la esfera de la mejor poesía clásica en lengua castellana: "Romántica por exaltada índole [...], dolorida por el contraste entre lo deseado y lo ofrecido, la poesía de Wilcock se caracteriza por su mesura formal y su rigor en el ritmo; por las imágenes reveladoras pero no insólitas; por el ajuste entre el sentimiento que desborda y la expresión que lo sujeta; rasgos comunes con lo que llamamos clásico".

Plenamente integrado, merced a su brillante quehacer poético, en los principales foros y cenáculos literarios bonaerenses, entabló amistad con algunas de las figuras cimeras de las Letras argentinas del momento, como Jorge Luis Borges (1899-1986), Adolfo Bioy Casares (1914-1999) -quien le tuvo por uno de los grandes escritores australes de todos los tiempos- y Silvina Ocampo (1903-1993), con la que redactó a medias la obra de teatro en verso titulada Los traidores (publicada en 1956). Por aquel tiempo, colaboró asiduamente en la citada revista Sur, donde alcanzó gran notoriedad por su mordaz cultivo de la crítica literaria, y editó y dirigió otras publicaciones literarias. Al mismo tiempo, amparado en su excelente dominio de la lengua inglesa, tradujo para la editorial Emecé varias obras capitales escritas en el idioma de Shakespeare; y destacó también por su labor de ensayista, plasmada en el volumen titulado Ensayos de poesía lírica (1945).

En 1953, Juan Rodolfo Wilcock se instaló en Londres para trabajar allí como traductor y comentarista de la cadena televisiva BBC. Tras un regreso fugaz a la Argentina, en 1954 abandonó de nuevo su país de origen rumbo a Italia, en donde se exilió definitivamente en 1957. Decidido a romper con todos los lazos que le unían con su patria, adoptó como propia la lengua italiana y, a partir de entonces, continuó escribiendo narrativa, teatro, ensayo y poesía en dicho idioma, con especial dedicación al género novelístico, al que aportó algunos títulos tan originales como Il caos (El caos), Lo stereoscopio dei solitari (El estereoscopio de los solitarios) y L'ingeniere (El ingeniero). Tal vez su novela más celebrada actualmente por la crítica y los lectores sea la titulada Los dos indios alegres, escrita también en lengua italiana, en la que la parodia de géneros y estilos es llevada a su máximo extremo de tensión. Narra las vicisitudes de un escritor menesteroso que envía una novela por entregas a una revista no menos pobre que él; pero la historia se interrumpe infinitamente, y se bifurca por los cauces argumentales más inesperados al mismo tiempo que varían abruptamente las maneras de narrar, en un amplio abanico de registros expresivos que comprende desde el aprovechamiento literario de informes médicos, científicos o antropológicos hasta las estilizaciones de la novela rosa, pornográfica o policial, pasando por los modelos clásicos del género epistolar e, incluso, por el plagio voluntariamente declarado.

Juan Rodolfo Wilcock fue, además, un consumado maestro en el cultivo del relato, como dejó bien patente en sus recopilaciones tituladas La sinagoga degli iconoclasti (La sinagoga de los iconoclastas, 1972), El templo etrusco (1973) y El libro de los monstruos (1978). Inmerso en una febril actividad cultural, tradujo al italiano obras de Samuel Beckett (1906-1990), Jean Genet (1910-1986) y Gustave Flaubert (1821-1880), y publicó su magnífica versión en dicho idioma del Ulises, de James Joyce (1882-1941).

Prácticamente olvidado en Argentina, Juan Rodolfo Wilcock pasó a ser un miembro destacado de la comunidad artística e intelectual italiana, en la que compartió lazos de amistad con los escritores Alberto Moravia (1907-1990) y Elsa Morante (1918-1985), y con los cineastas Vittorio Gassman (1922-2000) y Pier Paolo Pasolini (1922-1975), quien le convenció para que interpretara el papel de Caifás en su célebre película El evangelio según San Mateo (1964).

El escritor bonaerense Luis Gusmán, en su novela titulada En el corazón de junio (1993), narra la rocambolesca muerte de Juan Rodolfo Wilcock, quien cayó fulminado por un ataque al corazón que le sobrevino en su modesta casa italiana, a los cincuenta y ocho años de edad, mientras leía un tratado médico sobre afecciones cardíacas.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.