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HistoriaPolíticaBiografía

Nasser, Gamal Abdel (1918-1970).

Político y militar egipcio, presidente de la República egipcia entre 1954 y 1970, nacido el 15 de enero de 1918 en Alejandría y muerto el 28 de septiembre de 1970 en El Cairo.

Hijo de un funcionario de correos, acudió a la escuela primaria en al-Khatatibah, una aldea en el delta del Nilo a la que aquel había sido destinado. Prosiguió sus estudios en El Cairo y participó en las frecuentes manifestaciones antibritánicas y antimonárquicas, lo que le supuso su primer ingreso en prisión a los 17 años acusado de conspiración. Tras la enseñanza secundaria y una breve estancia en una escuela de Derecho, en 1937 fue autorizado a ingresar en la Real Academia Militar cairota y tres años después se graduó como subteniente.

En 1948 combatió en la guerra contra Israel antes de ser hecho prisionero y posteriormente sirvió en Sudán, entonces bajo condominio anglo-egipcio. Nasser, a la sazón comandante, estableció contacto con otros jóvenes oficiales, igualmente descontentos con la derrota de los ejércitos árabes frente al pequeño Estado judío y la incompetencia y corrupción de la monarquía reinante, y en 1949 formaron la organización revolucionaria clandestina de los Oficiales Libres.

Nasser y sus compañeros, inspirados por un pujante nacionalismo árabe y los métodos de acción política de los Hermanos Musulmanes, maduraron su conspiración para derrocar al régimen del rey Faruk. En la noche del 22 de julio de 1952 el Comité de Oficiales Libres dirigió con éxito un golpe de Estado incruento que inauguraría un ciclo de revoluciones de similar signo en el mundo árabe. Nasser, ya con el rango de coronel, asumió la jefatura del Consejo de la Revolución y la comandancia de las Fuerzas Armadas, mientras que el general Muhammad Naguib, nominalmente el líder del movimiento, tomó la jefatura del Gobierno (desde 1953 también la presidencia de la nueva República).

El 18 de julio de 1953, coincidiendo con la abolición de la monarquía, Nasser fue nombrado viceprimer ministro y ministro del Interior, puestos desde los que reveló a los observadores su condición de hombre fuerte del nuevo régimen. La pugna entre Naguib, un moderado favorable al acuerdo con los países occidentales y a recuperar a sectores liberales de la monarquía, y Nasser, partidario de iniciar un movimiento nacionalista panárabe contra Israel y de adoptar el neutralismo frente a las superpotencias, se saldó a favor del segundo, que el 25 de febrero de 1954 se aupó a la jefatura del Gobierno y el 14 de noviembre destituyó definitivamente a Naguib y asumió la presidencia de la República. Días atrás, el 29 de octubre, la mayoría de los dirigentes de los Hermanos Musulmanes habían sido detenidos al acusarse a esta organización de planear un complot contra la vida de Nasser.

El 23 de junio de 1956 Nasser sometió a referéndum popular un proyecto constitucional que convertía a Egipto en una república socialista árabe de partido único, la Unión Nacional (creada por decreto el 28 de mayo de 1957) sistema presidencialista fuerte y con el Islam como religión oficial. Él, además, se presentó a elecciones presidenciales, de hecho un plebiscito al ser su candidatura la única permitida. El pueblo egipcio se pronunció favorablemente en ambas consultas con prácticamente el 100% de los votos.

La política exterior del nuevo Egipto nasserista dio un viraje radical. El 5 de febrero de 1955 el dirigente yugoslavo Tito lo recibió en Brioni para explicarle su propuesta de un tercer bloque mundial de países no alineados, Nasser fue uno de los participantes más destacados de la célebre Conferencia de Bandung (18-24 de abril de 1955) y los días 17-21 de julio de 1956 volvió a reunirse con Tito en Brioni junto con el primer ministro indio J. Nehru; quedó así definido el trío de grandes líderes del Tercer Mundo hasta mediados de los años sesenta.

El gran sueño de Nasser era aunar a los divididos pueblos árabes bajo el liderazgo egipcio para plantar batalla al enemigo irreconciliable, Israel, y lograr la verdadera independencia de Egipto, tanto en el campo político como el económico, perdida de hecho desde que las invasiones persas derribaron al último faraón hacía 2.500 años. Nasser desarrolló la reforma agraria (puesta en marcha el 8 de septiembre de 1952) y sometió la actividad económica al Estado. Nasser dirigió personalmente las negociaciones con el Reino Unido para la retirada de sus tropas del Canal de Suez, concluidas con acuerdo el 19 de octubre de 1954.

Puntal de los proyectos de desarrollo era la gran presa de Assuán, en la primera catarata del Nilo, con el fin de producir la electricidad requerida por aquellos y ganar desierto para el cultivo. Al principio se dirigió al Banco Mundial, EE.UU. y el Reino Unido en busca de financiación. Las conversaciones comenzaron el 17 de octubre de 1955 con el malestar de Washington, pues el 27 de septiembre anterior Nasser reconoció que la URSS y Checoslovaquia habían accedido a suministrarle material bélico, hecho de gran significación, pues quebraba el monopolio armamentístico de Occidente en Oriente Próximo. El 20 de julio de 1956 el gobierno americano canceló su oferta de ayuda aduciendo que el dirigente egipcio había incluido a los soviéticos en la empresa, decisión que secundó el gobierno británico al día siguiente. La tensión no repercutió en la retirada británica en curso y el 18 de junio el último soldado inglés abandonó Egipto.

(Véase Crisis del canal de Suez)

La respuesta de Nasser al boicot occidental fue espectacular y provocó un terremoto internacional: el 26 de julio anunció en un discurso en Alejandría la nacionalización del Canal y la prosecución del proyecto de Assuán sin los fondos solicitados. Nasser quiso así presionar a Occidente como el medio de obtener la financiación de la presa y de paso ganó la adhesión entusiasta de las masas árabes, convirtiéndose en el campeón del emergente Tercer Mundo. Pero su osada apuesta tenía gravísimas implicaciones económicas y estratégicas para el Reino Unido y Francia, los principales accionistas del Canal.

Alarmados, los gobiernos británico y francés negociaron secretamente con el israelí (interesado por su parte en poner fin al cierre de Suez para sus buques, vigente desde 1949, y al más reciente del Golfo de Akaba, la salida al Mar Rojo, desde septiembre de 1955) la organización de un ataque conjunto contra Egipto para librarse de Nasser, su enemigo común. El complot militar quedó decidido en una conferencia en Sêvres los días 22-24 de octubre. El plan establecía que Israel invadiría el Sinaí; las operaciones militares pondrían en peligro la seguridad del Canal, ante lo cual Londres y París instaron a Israel y Egipto a poner fin a las hostilidades; Israel aceptó y Egipto, presumiblemente, no, ofreciendo el pretexto para la intervención franco-británica dirigida a ocupar el Canal.

La ofensiva israelí comenzó el 29 de octubre con un ataque sorpresa que hizo grandes progresos en el Sinaí y penetró hasta las cercanías del Canal a la altura de Ismailía. El día 30 Londres y París presentaron su ultimátum, Egipto lo rechazó y al día siguiente los aliados comenzaron a bombardear los aeródromos egipcios y enviaron paracaidistas a Port Said e Ismailía, a las que se sumó Suez el 5 de noviembre. Nasser no tenía ninguna posibilidad de derrotar militarmente a sus atacantes pero la indignación internacional y las presiones conjuntas de EE.UU. y la URSS para el cese de la intervención jugaron a su favor. La ONU exigió la retirada aliada y reconoció la soberanía egipcia sobre el Canal, el 6 de noviembre se llegó a un alto el fuego y el 22 de diciembre reembarcó el cuerpo expedicionario franco-británico. Nasser completó su victoria al año siguiente con la retirada israelí del Sinaí, una vez obtenido el gobierno judío (29 de marzo de 1957) el levantamiento de los bloqueos navales de Suez y Akaba.

Los años inmediatos a la crisis de Suez marcaron el apogeo del Egipto nasserista y el fortalecimiento de la colaboración con la URSS. Fuerzas políticas y movimientos militares tomaron el discurso panarabista y socialista del rais en otros países de la región. El 1 de febrero de 1958 Nasser y su homólogo sirio Shukri al-Kuwatli anunciaron en El Cairo la unión de ambos países en un solo Estado que tomó el nombre de República Árabe Unida (RAU), al que sumó Yemen el 2 de marzo. Sin embargo, en Siria pronto surgió descontento por el centralismo egipcio y el autoritarismo del ejecutivo presidido por Nasser, y el 28 de septiembre de 1961 un golpe de Estado militar en Damasco provocó la separación del país. Nasser no se opuso al hecho y mantuvo el nombre de RAU para Egipto.

En 1958 realizó una triunfal gira de tres semanas por la URSS y en la Plaza Roja de Moscú pasó revista junto con N. Kruschev al desfile del Primero de Mayo. En 1964 recibió la mayor condecoración de la URSS, Héroe de la Unión Soviética, que nunca antes fuera concedida a un extranjero. Aunque la luna de miel con Moscú no se libró de serias fricciones, por la persecución de comunistas durante la unión con Siria, la denuncia de los comunistas iraquíes y la absorción del PC egipcio por el partido oficial en 1965, lo cierto es que Egipto recibió el 43% de toda la ayuda soviética al Tercer Mundo entre 1954 y 1971. Los dirigentes soviéticos también comprendieron que, como otros líderes del Tercer Mundo, Nasser era ideológicamente insobornable y el trato hacia él debía ser más respetuoso que el aplicado a los regímenes comunistas de Europa del Este.

Posteriores intentos de resucitar una federación panárabe con Siria e Iraq desde 1963 no llegaron a concretarse. Asimismo, Nasser se implicó en la guerra civil de Yemen al enviar tropas a los militares republicanos que en 1962 habían derrocado el imanato y combatían sus guerrillas, asistidas a su vez por Arabia Saudí. De esta aventura exterior, muy costosa en hombres y dinero, Nasser quiso posteriormente desvincularse y el 24 de agosto de 1965 suscribió en Jeddah con el rey saudí Faisal un acuerdo de retirada de tropas, pero las hostilidades no cesaron totalmente. Sólo al estallar la guerra con Israel en 1967 aceleró Nasser la evacuación de sus efectivos de Yemen, que concluyó en 1968 (dos años después la guerra civil acabó con la victoria de los republicanos nasseristas).

Al comenzar la década de los sesenta Nasser acentuó el dirigismo estatal y socializante de la economía, extendió las nacionalizaciones a los bancos y las compañías de seguros nacionales (las firmas francesas y británicas lo habían sido el 15 de enero de 1957), los astilleros y diversas empresas industriales (julio de 1961) y decretó una segunda reforma agraria (1962). Su poder interno, que nadie osaba contestar por la eficacia de los métodos policíacos, se consolidó con la presentación, el 21 de marzo de 1962, de una Carta Nacional que sustituía a la Unión Nacional por la Unión Socialista Árabe (USA, constituida formalmente el 24 de septiembre de 1962) como partido único y definía los principios socialistas de la República. El 15 de marzo de 1965 su presidencia fue nuevamente plebiscitada en las urnas.

Pese a los reveses de su proyecto panárabe, Nasser no había perdido un ápice de su enorme prestigio en el mundo árabe. El Cairo y Alejandría fueron escenario de numerosas conferencias de estadistas que hacían balance de los avances en la unión árabe y diseñaban estrategias de actuación contra Israel. En 1964 la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) fijó su primera sede en El Cairo, y hasta la llegada de Y. Arafat a su jefatura en 1969 Nasser mantuvo un importante control e influencia sobre un movimiento que consideraba instrumental en la lucha contra Israel y que no quería perder de vista por su nacionalismo particular, a menudo radical. Por otro lado, el 13 de mayo de 1964 obtuvo un gran éxito de propaganda con la inauguración de la presa de Assuán, construida con la ayuda soviética, que entró en servicio en 1968.

El creciente belicismo frente a Israel de Nasser, víctima de su propia retórica e imagen heroica que había creado de sí mismo, alcanzó un punto de no retorno en 1967. Repitiendo la escalada de 1956, el 17 de mayo exigió a la ONU la retirada de los cascos azules de la UNEF -que desde 1957 se interponían entre ambos ejércitos en el Sinaí y Gaza- cerró Akaba a la navegación israelí, desplegó tropas en la frontera y fortificó las defensas de Sharm El Sheik, en el extremo sur de la península del Sinaí, frente al Estrecho de Tirán y la salida al Mar Rojo. Mal informado por los soviéticos, Nasser estableció una alianza militar con Siria y Jordania y redobló sus amenazas.

Creyendo la inminencia de un ataque, el 5 de junio Israel lanzó una formidable ofensiva que en las primeras horas aniquiló a la aviación egipcia en sus aeródromos y arrolló las defensas terrestres del Sinaí. El día 8 las unidades israelíes completaron la ocupación de la península y alcanzaron el Canal por tres puntos, Port Said, Ismailía y Suez. En cuatro días de lucha el ejército egipcio había sido desbaratado con un balance 11.000 soldados muertos, 5.600 prisioneros, 1.000 vehículos de transporte y 700 tanques destruidos, y 70.000 toneladas de munición y equipos perdidas. Las mejores tropas egipcias -40.000 hombres- combatían en Yemen y no pudieron llegar a tiempo.

Nasser, que siempre había insistido en que no entraría en otra guerra con Israel hasta que no se dieran las condiciones de la superioridad militar y la unidad árabes y el aislamiento diplomático del Estado judío, primero acusó a EE.UU. de participar en los bombardeos (lo que no era cierto), por lo que rompió las relaciones diplomáticas y cerró el Canal a toda la navegación. Pero el día 9, abrumado por el desastre, aceptó públicamente sus responsabilidades y puso su cargo a disposición del país, lo que no fue aceptado por el Parlamento y la población, que volvió a aclamarle en manifestaciones masivas. Tras la derrota en la guerra de los Seis Días Nasser ya no sería el mismo.

Pese a su disgusto por la ultrajante pérdida de material bélico, los soviéticos repusieron e incluso aumentaron los suministros. La flota soviética recibió facilidades de atraque en los puertos de Alejandría, Port Said, Mersa Matruh y Sollum, y en 1970, a requerimiento de Nasser, se establecieron bases aéreas soviéticas equipadas con misiles SAM-3 y aviones con tripulaciones rusas, para fortalecer las defensas aéreas egipcias. El contingente de asesores y consejeros de este país aumentó notablemente.

En los últimos años de su vida Nasser adoptó una actitud sensiblemente más realista frente a Israel, pese a las declaraciones incendiarias sobre la reconquista de los territorios ocupados y a la continuación de enfrentamientos esporádicos de mayor o menor gravedad, dentro de la extraña "guerra de desgaste" que se prolongaría hasta la cuarta conflagración, en 1973. El 17 de julio de 1970 aceptó el Plan Rogers de EE.UU., que establecía un compromiso de aceptación de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, un alto el fuego en el Canal durante 90 días y su eventual desmilitarización en una franja de 20 km, así como su reapertura al tráfico naval. Nasser se había encontrado en su viaje a Moscú el 29 de junio anterior con que los soviéticos le condicionaban la entrega de armas a la aceptación del plan.

Paralelamente, realizó nuevos esfuerzos para reconciliar a los países árabes, profundamente divididos por sus posiciones radicales o moderadas ante Israel y Occidente. En 1969 encontró dos leales aliados en el libio M. al-Gaddafi y el sudanés G. al-Numeiry, llegados al poder aquel año en sendos golpes de Estado militares e imbuidos del regeneracionismo nacionalista con el que el rais había dado ejemplo quince años atrás. En numerosas cumbres a tres estudiaron fórmulas de coordinación militar y política.

El último servicio de Nasser a la nación árabe fue su mediación en el Septiembre Negro jordano, la sangrienta guerra civil entre el ejército hachemita y los fedayin palestinos de la OLP. El 27 de septiembre de 1970 consiguió en El Cairo que el rey Hussein y Arafat firmaran un cese de hostilidades, pero a pesar de su amplia sonrisa durante el acto, gesto que siempre acompañó a su exuberante personalidad e imponente físico, Nasser estaba agotado y al día siguiente, 28 de septiembre, un fulminante ataque cardíaco acabó con su vida. El 1 de octubre cinco millones de egipcios rindieron, entre escenas de histeria, homenaje a su líder desaparecido, luto que fue mantenido en muchos países de Oriente Próximo, África y el mundo islámico en general.

Es autor de las obras: La liberación de Egipto, Filosofía de la revolución y Dar el Maaref, síntesis de su pensamiento y programa políticos.

Autor

  • ROZ