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HistoriaLiteraturaGeografíaBiografía

Miñano y Bedoya, Sebastián (1779-1845).

Escritor español nacido en Becerril de Campos (Palencia) el 20 de enero de 1779 y fallecido en Bayona (Francia) el 6 de febrero de 1845.

Su familia paterna procedía de Corella (Navarra), donde poseía un pequeño mayorazgo. A mediados de siglo XVIII, su abuelo paterno, Baltasar de Miñano, pasó a Valladolid a ocupar el cargo de Tesorero de rentas. Su padre, Andrés de Miñano y Las Casas, después de cursar estudios jurídicos en Valladolid, se casó en 1775 en Becerril con Margarita de Bedoya, cuya familia estaba afincada hacía años en Tierra de Campos. Andrés de Miñano fue corregidor de Becerril (1786-1791) y de Trujillo (1791-1797), y después fue nombrado oidor de Canarias, cargo que no llegó a desempeñar. Era un hombre cultivado, de tendencia claramente ilustrada, que ejerció una gran influencia sobre su hijo. Fue él quien, en 1791, antes de marchar para Trujillo, colocó a su hijo en el seminario de Palencia. El joven Sebastián permaneció en este centro hasta 1794, y después pasó a la Universidad de Salamanca a estudiar Derecho. Se trasladó a Toledo en 1795, porque su padre había conseguido hacerle entrar de familiar del cardenal Lorenzana, con el especial encargo de servir de ayo al infante Luis María de Borbón. Permaneció en Toledo tres años y medio y terminó allí sus estudios jurídicos. Marchó entonces a Sevilla acompañando al infante, que acababa de ser nombrado arzobispo de la metrópoli andaluza. Poco después (en noviembre de 1800) fue elevado éste al arzobispado de Toledo, y Miñano regresó con él a ésta última ciudad. En la fase de represión del supuesto "jansenismo" que siguió a la caída de Urquijo (1801), fue delatado a la Inquisición, pero esto no le impidió ordenarse de subdiácono (en 1802), y recibir, a propuesta del cardenal, una ración de la catedral de Sevilla. Sin embargo, se quedó en Toledo al lado de su amo. En mayo de 1804 el cabildo sevillano le nombró su diputado de negocios en la Corte, cargo que desempeñó muy poco tiempo, porque en agosto, por motivos que aún no han podido esclarecerse, se le dio orden de volver inmediatamente a Sevilla, donde permaneció hasta la invasión francesa. Allí trabó amistad con Lista, Reinoso, Blanco, Ceán Bermúdez, etc., que habían contribuido a hacer de la ciudad uno de los centros culturales más activos de la Península.

En abril de 1808, después del motín de Aranjuez, el cabildo sevillano encargó a Miñano que felicitase a Fernando VII por su ascensión al trono, cosa que no llegó a verificarse por lo corto de la estancia del nuevo rey en Madrid. Siguió Miñano en la Corte, donde presenció el motín del Dos de Mayo. Mientras tanto, en Sevilla, su padre era elegido miembro de la Junta Suprema creada a raíz del motín del 27 de mayo. La Junta le dio varias comisiones: alistamientos, correos y, sobre todo, las relaciones con Castaños. De modo que, después de la victoria de Bailén, Andrés Miñano acompañó al general a Madrid. Allí pudo reunirse con su hijo, y los dos permanecieron en la Corte hasta finales de noviembre, momento en que la ofensiva de Napoleón les obligó a marchar a Sevilla. Andrés Miñano recibió de la Junta Central varias comisiones, en las que su hijo le acompañó como secretario. Así, en la primera fase de la guerra, Sebastián se comprometió al lado de su padre en la lucha patriótica. Fuese o no sincero este compromiso, el hecho es que cuando entraron los franceses en Sevilla formó parte de los que escogieron el camino de la colaboración. Se sabe muy poco sobre su actitud y sus convicciones en los dos años y medio que duró la ocupación de la ciudad. Su afrancesamiento es un hecho indiscutible, aunque trató de restarle importancia en su autobiografía de 1840, pretendiendo que había intentado resistir las presiones de Soult, y que esto le había acarreado una prisión de 42 días, hecho del que no queda ninguna prueba documental. En esa misma época fue cuando se afilió a la masonería, de la que abjuraría más tarde a su regreso del exilio. Cuando fue reconquistada Sevilla, tuvo que seguir a Soult en su retirada.

Llegó a Bayona en marzo de 1813 y a París el mes siguiente. Volvió a Bayona en julio, pero fue para poco tiempo porque, frente a la progresión de las tropas anglo-españolas, tuvo que trasladarse a Burdeos primero y luego a Angulema. Durante su exilio conoció a Agustina Montel de Ochoa, esposa de un oficial español que había caído prisionero en el sitio de San Sebastián. Fue el principio de una relación que Miñano apenas trató de ocultar, suscitando así hasta el final de su vida comentarios escandalizados. De ella nació Eugenio de Ochoa, el conocido literato y erudito de la generalción romántica. En 1815, el tribunal eclesiástico de Sevilla abrió expedientes de purificación a los eclesiásticos "afrancesados". El proceso de Miñano concluyó en marzo de 1817, cuando se le declaró purificado. Pero no había esperado para regresar del exilio, porque a finales de 1816 ya estaba en España. Fue entonces cuando empezó a dedicarse a tareas literarias. Y no deja de ser significativo de su interés por las nuevas corrientes del pensamiento el que empezara por la traducción de una obra de Cabanis, uno de los más destacados "Ideólogos". La traducción del Compendio histórico de las revoluciones y reforma de la Medicina estaba terminada en 1818, pero sólo pudo publicarse en 1820. El pronunciamiento de Riego y el consiguiente restablecimiento de la libertad de imprenta ofreció a Miñano una oportunidad que supo aprovechar con una rapidez y una eficacia asombrosas. En este mismo mes de marzo publicaba ya algunos artículos en El Constitucional, y sobre todo un folleto titulado Lamentos políticos de un pobrecito holgazán..., primero de una serie de diez que salieron hasta principios de junio. Gracias a sus folletos, de los que se hicieron numerosas reimpresiones y que suscitaron un sinnúmero de impugnaciones, Miñano conquistó en algunas semanas una celebridad extraordinaria. Llegó a ser uno de los personajes más conocidos y discutidos del Madrid del Trienio, mayormente porque su vida privada también daba mucho que comentar. El éxito de los Lamentos se debió en parte a las circunstancias en que se publicaron. Las primeras cartas se presentan en efecto como una despiadada caricatura de dos personajes chapados a la antigua, a través de los cuales Miñano satiriza el Antiguo Régimen. Pero la fulgurante celebridad de esos diez folletos se explica sobre todo por las excepcionales dotes de escritor satírico y de panfletista de su autor. En toda la época de la Junta provisional (presidida por su antiguo amo el cardenal de Borbón), Miñano desplegó una intensa actividad, publicando cerca de veinte folletos en cuatro meses. Como la mayor parte de los ex-josefinos, trató de integrarse al proceso del cambio político (incluso asistió durante algunas semanas a las sesiones de la Fontana de oro). Pero pronto surgieron discrepancias entre liberales y ex-josefinos. Las inquietudes de los segundos fueron confirmadas al publicarse un decreto de amnistía muy restrictivo y que de hecho los marginaba. Esta desilusión aceleró su distanciamiento del régimen liberal, que les llevaría primero a un constitucionalismo moderado y luego a una actitud de franca hostilidad hacia el liberalismo. El increíble éxito de los Lamentos animó a Miñano a formar un plan más ambicioso. A través de León de Amarita, a quien conociera en el exilio, recibió la propuesta de lanzar en Madrid un periódico destinado a difundir los principios del liberalismo moderado francés de la Restauración (el de B. Constant, de Pradt, Manuel, Jay, etc.). (Véase "La Restauración española" en España, Historia de (13): 1875-1931). Los capitales serían franceses, los directores de la empresa Miñano, Lista y Reinoso (quien finalmente prefirió quedarse en Sevilla y fue sustituido por Gómez Hermosilla). Nacía así un semanario, El Censor, que fue uno de los más logrados del Trienio. En sus 102 números publicó Miñano más de cien artículos, la mayor parte en ese estilo irónico inconfundible. Entre ellos sobresalen las 18 Cartas del Madrileño. También colaboró en el Imparcial que dirigía su amigo Burgos.

Tuvo Miñano que hacer frente a durísimos ataques. Varios de sus artículos fueron denunciados, e incluso fue condenado a un año de prisión por la carta 13 del Madrileño (prisión que sufrió en su casa por estar enfermo ¡!). Sus enemigos lanzaron también contra él un violento libelo, Vida, virtudes y milagros del Pobrecito Holgazán, en el que sacaban a relucir sus debilidades personales y su vida escandalosa. Finalmante, después del fracaso de contrarrevolución de julio de 1822 y frente a la agudización de los enfrentamientos políticos, el grupo del Censor tuvo que interrumpir sus actividades. Hasta la intevención militar francesa de 1823 Miñano permaneció callado, pero en una clara actitud de oposición al régimen constitucional, que se transparenta en su epistolario. Volvió entonces a esgrimir las armas de la sátira, esta vez contra los liberales, en una serie de folletos publicados de finales de marzo a julio de 1823, que ponían de manifiesto su adhesión a la causa absolutista. A pesar de eso prefirió marcharse a Francia por segunda vez, por miedo a las represalias con que le amenazaban los "ultras" (especialmente en El Restaurador), para quienes la restauración del absolutismo "puro" debía ir acompañada de una represión ejemplar, hasta el punto de que, como se sabe, el mismo duque de Angulema tuvo que aconsejar moderación.

Marchó pues Miñano a Francia en septiembre. A las pocas semanas propuso al embajador en París combatir en la prensa parisiense las críticas que la oposición francesa dirigía contra el gobierno español. Aceptada su oferta en febrero de 1824, se convirtió durante algunos meses en escritor asalariado. Aparte de algunos artículos en la prensa francesa (que están aún sin identificar), publicó un opúsculo dirigido a los capitalistas franceses para animarles a invertir en España en las obras de caminos y canales, y una historia del Trienio (Histoire de la révolution d'Espagne de 1820 à 1823 par un Espagnol témoin aculaire) que constituye una crítica sistemática y excesivamente partidista de la política de los liberales. Este último libro estaba destinado a todas luces a conquistar el ánimo de Fernando VII, a quien prodigaba los halagos. Pero en vano trató de publicarlo en España, porque, en el clima de intolerancia que entonces reinaba, el mero hecho de relatar los acontecimientos, incluso deformados, se consideraba peligroso. No tardó mucho Miñano en hacer gestiones para regresar a España. En mayo de 1824 ya había escrito a Ofalia para solicitar una plaza en la biblioteca de Cámara; en julio renovó la petición, pero también en vano. Al mes siguiente por fin obtuvo un permiso de tres meses para volver a España, y marchó inmediatamente a Madrid. Conservó su sueldo de empleado de la embajada hasta finales de 1824 y consiguió, en enero de 1825, la autorización de residir en España. En mayo se le admitió en la Real Academia de la Historia. Se puso entonces a trabajar con ahínco en la realización de un ambicioso proyecto: un Diccionario Geográfico. Demostando una asombrosa capacidad de trabajo, consiguió acabar en cinco años la primera obra de este tipo en España, que hoy todavía es útil obra de consulta, a pesar de sus insuficiencias (que Fermín Caballero censuró en una serie de folletos).

Esta última etapa del reinado de Fernando VII representa sin duda el momento culminante de la vida de Miñano. Gracias a la protección del grupo absolutista moderado, dirigido por López Ballesteros, llegó a ocupar un lugar importante en la vida intelectual y política del momento. Fue él quien organizó y dirigió la publicación de la Gaceta de Bayona y de La Estafeta de San Sebastián, periódicos destinados a defender las tesis del grupo moderado del ministerio, frente a las campañas que desarrollaba en La Quotidienne Mariano Carnero, pagado por Calomarde. De 1828 a 1830 hizo varios viajes a Francia para desmpeñar comisiones de orden del gobierno: servir de intermediario con el banquero Aguado para la negociación de empréstitos, mandar informes sobre la actividad de los emigrados liberales (especialmente en el otoño de 1830), así como extractos de la prensa francesa. Por aquellos años Miñano se carteaba (a veces diariamente) con López Ballesteros, Ofalia, González Salmón, etc.; trataba personalmente al ministro francés Martignac, a Aguado (quien le invitó varias veces a sus fincas de Petit-Bourg u Château-Margaux); alternaba con los embajadores extranjeros en París. Miembro de la Real Academia de la Historia, Director del Gabinete geográfico de la Secretaría de estado, miembro dirigente y accionista de varias sociedades y compañías, condecorado en Francia con la Legión de Honor (1828) y en España con la Orden de Carlos III (1830), relacionado con las más destacadas personalidades de la vida política de París y Madrid, era pues en aquel momento un personaje de primera fila. [En 1829 se le atribuye haber formado una sociedad con capitalistas europeos para reunir un préstamo de 30 millones de francos, con el fin de organizar una expedición de reconquista de México, que hipotecaba el interés y el capital contra las rentas que después produjese la colonia. La cosa quedó en estado de proyecto.] Pero sus enemigos (el grupo calomardino) lanzaron contra él una serie de ataques en la primavera de 1831, utilizando sus "pecados domésticos". Las autoridades eclesiásticas le intimaron orden de volver a residir en Sevilla o en el pueblo "de su naturaleza", y consigueron que por R. O. se suprimiera la plaza de Director del Gabinete Geográfico. Fue probablemente uno de los motivos que le decidieron a fijar su residencia en Bayona, donde había comprado una casa en 1830.

La vuelta al poder de los liberales significaba inevitablemente para él el alejamiento de la vida política. En efecto, se le suprimió definitivamente la comisión que tenía. Retirado de la vida oficial, vivió en Bayona hasta el final de su vida. Se le acusó (probablemente sin fundamento) de colaboración con los carlistas. Volvió a escribir una historia de la revolución de España, que se publicó en francés en 1836 (Révolution d'Espagne - Examen critique), ampliándola al año siguiente (Examen critique des révolutions d'Espagne). Publicó también en Le Phare de Bayonne algunos artículos (de 1837 a 1839), así como más tarde en París en la Revista enciclopédica (1843), y tradujo dos obras históricas de Thiers. Durante estos años realizó varios viajes a Cauterets, Burdeos, Château-Margaux para ver a Aguado y a París para reunirse con su "sobrino" Ochoa. También volvió a España en la primavera de 1842 para acompañar a Aguado al viaje que hizo éste por Asturias, y durante el cual murió. En 1844, viejo y enfermo, vendió sus propiedades de Bayona con la intención de volver a España para establecerse con Agustina Montel en San Sebastián. Pero no le dio tiempo, porque falleció en Bayona el 6 de febrero de 1845.

Entre sus principales obras y escritos se cuentan las siguientes: Lamentos políticos de un pobrecito holgazán... (Madrid, 1820), diez folletos (numerosas reediciones); Impugnación del discurso de vizconde de Chateaubriand sobre la revolución de España (Madrid, 1820); Réfutation du pamphlet de M. le Vte. de Chateaubriand sur les révolutions d'Espagne (París, 1820, trad. del anterior); Discurso sobre la libertad de la imprenta... (Madrid, 1820); Cartas de don Justo balanza (Madrid, 1820), cinco folletos; Reflexiones de un español dirigidas a S. M. por mano del general don Felipe Arco-Agüero sobre la situación actual de los afrancesados (Madrid, 1820); Ingratitudes del pueblo español (Madrid, 1823); Sesiones atrasadas de Cortes... (Madrid, 1823), ocho folletos; Los Arístides modernos (Madrid, 1823); Usos, costumbres y derechos imprescriptibles del pueblo soberano por excelencia... (Madrid, 1823); Relación histórica de la batalla de las Platerías (Madrid, 1823); Moyens faciles et avantageux de placer des capitaux... (París, 1824); Histoire de la révolution d'Espagne de 1820 à 1823 par un Espagnoñ témoin oculaire (París, 1824), 2 vols.; Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal (Madrid, 1826-1829), 11 vols.; Contestación del autor del Diccionario...a las observaciones necesarias de D. J. Álvarez (Madrid, 1826); Fraterna correccional que ofrece a don Fermín Caballero, editor del libro intitulado La Turquía..., don Sebastián Miñano (Madrid, 1828); Révolution d'Espagne- Examen critique 1820-1836 (París, 1836); Examen critique des révolutions d'Espagne de 1820 à 1823 et de 1836 (París, 1837), 2 vols.; Examen crítico de las revoluciones de España de 1820 a 1823 y de 1836 (París, 1837), 2 vols. (trad. del anterior).

Colaboró también en los siguientes periódicos: El Constitucional (algunos artículos de marzo a junio de 1820); El Censor, Madrid, 5 de agosto de 1820 a 30 de junio de 1822; La Gaceta de Bayona, 3 de octubre de 1828 a 16 de agosto de 1830; La Estafeta de San Sebastián, 1 de noviembre de 1830 a 11 de julio de 1831; Le Phare de Bayonne, 1834-1844 (algunos artículos de 1837 a 1840, la mayor parte noticias necrológicas); y Revista enciclopédica de la civilización europea, París, 1843 (seis artículos de marzo a julio de 1843).

Bibliografía

Fuentes

Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal [11vols.]. Madrid: Pierrat-Peralta, 1826-1829.

Estudios

Enciclopedia Universal Ilustrada, vol. 61, p. 727.

Thomas F. Glick ; A. Gil Novales

Autor

  • MFE. Thomas F. GLICK ; Novales