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HistoriaPolíticaBiografía

Miguel I Rhangabees, Emperador de Bizancio (¿-844).

Emperador romano, que ocupó el trono de Bizancio entre los años 811 y 813, cuyos datos de nacimiento se desconocen, aunque sí se sabe que, encerrado en un monasterio de por vida, murió el 11 de enero de 844.

Nombrado por el emperador Nicéforo I mayordomo de palacio, se ganó la confianza de éste, quien incluso le dio en matrimonio a su hija Procopia, que fue la que realmente gobernó durante su efímero reinado. Tras la derrota y muerte de del emperador Nicéforo I, en la campaña contra los búlgaros, en julio de 811, el Imperio bizantino pasó por una grave crisis política, comparable a la derrota sufrida en la batalla de Adrianópolis (378), donde también murió el emperador Valente. Los pocos supervivientes de la batalla nombraron emperador al hijo de Nicéforo I, Estaurario, pero las múltiples heridas que éste había recibido no aseguraban que pudiera sobrevivir por mucho tiempo, así que el patriarca Nicéforo nombró emperador al yerno de Nicéforo I, Miguel, quien fue proclamado en el Hipódromo de Constantinopla el 2 de octubre de ese mismo año. Estaurario no tuvo más remedio que aceptar la decisión y refugiarse en un monasterio, donde falleció meses después a causa de las heridas.

Miguel I, agradecido con Nicéforo por haberle conferido la legalidad necesaria a su gobierno, practicó una política decididamente a favorable a la ortodoxia religiosa (iconodulia), mediante la cual favoreció al clero con puestos importantes en la corte y con donaciones territoriales importantes. Esta situación molestó sobremanera a importantes sectores del ejército, que no veían con buenos ojos ese favoritismo para con la Iglesia, ante cuyos miembros se sintieron relegados a un segundo plano, y obligó al nuevo emperador a abrir la mano con la milicia si no quería verse las caras con un posible motín. A la larga, todas esas donaciones territoriales y prebendas repartidas a los sectores religiosos y militares acabaron por arruinar al erario público.

En la primavera del año 812, el jan búlgaro, Krum, se dispuso a aprovechar su anterior victoria sobre los bizantinos, atacando nuevamente la ciudad bizantina de Develtos, la cual fue arrasada, siendo conducidos sus ciudadanos como esclavos a Bulgaria. Miguel I, siempre presionado en la sombra por su mujer, quiso pactar con el jan búlgaro, pero el poderoso partido iconodulio, encabezado por el monje Teodoro, abad del monasterio de Studio, y gran parte del Senado estaban a favor de reiniciar los enfrentamientos con los búlgaros. A esta situación tan delicada vino a sumarse un serio intento por parte de la facción iconoclasta de derrocar al emperador e instaurar en el trono a uno de los hijos de uno de los emperadores anteriores que fue afecto a la iconoclastia, Constantino V.

Una vez que la intentona del golpe de estado fue abortada, Miguel I montó una expedición militar para enfrentarse al jan búlgaro, a cuyo mando puso a León el Armenio, al que anteriormente había levantado el destierro. León el Armenio era un general victorioso, con una hoja de servicios impecable y repleta de éxitos. Con un ejército desmotivado y poco afecto a la política iconodulia del emperador, ambos ejércitos se encontraron, el 22 de junio del año 813, en la batalla de Versinia. Parece ser que León el Armenio aconsejó al emperador efectuar una táctica concreta para, acto seguido, abandonarle en pleno campo de batalla y permitir de esa manera la aplastante victoria de los búlgaros sobre los diezmados efectivos bizantinos. Utilizó como pretexto la derrota para declararse en rebeldía con el emperador y ser proclamado por los soldados del thema de Anatolia, Macedonia y la Tracia. Desde la ciudad de Adrianópolis, León el Armenio fue conducido, en triunfal paseo, hasta la ciudad imperial, donde recibió la bienvenida del Senado y fue coronado con el nombre de León V por el patriarca Nicéforo. Miguel I y su esposa fueron encerrados en un monasterio, donde se les dejó con vida (caso excepcional) hasta el día de su muerte, mientras que sus hijos fueron castrados, lo que les hacía inútiles para subir al poder.

Aunque la política interior y las campañas militares de Miguel I fueron un desastre, sus relaciones con Occidente y el Papado tuvieron una gran influencia sobre todo el sistema posterior de relaciones entre Bizancio y Europa. Miguel I envió una embajada a los francos donde reconocía plenamente la autoridad y coronación, en el año 800, de Carlomagno como emperador occidental, todo ello a cambio de importantes concesiones territoriales en Europa (Venecia, Libernia e Istria). Carlomagno fue debidamente confirmado como emperador el año 812, en Aquisgrán, lo que constituyó un gran triunfo moral y político para los francos en su pugna con el Papado, puesto que ambos poderes universales comenzaban a dirimir entre ellos quién debía ostentar el dominio y la supremacía en el orbe occidental.

Bibliografía

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CHG.

Autor

  • Carlos Herráiz