A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
HistoriaPolíticaBiografía

Carlomagno, Rey de los francos y Emperador del Sacro Imperio (742-814).

Rey de los francos (768-814) y emperador (800-814), nacido en lugar desconocido, hacia abril del año 724, y fallecido en Aquisgrán, el 28 de enero del año 814. La grandeza de su figura supone varios hitos de importancia en la historia europea, factores que, desde su propia época, han ayudado a que el aura de magnificencia e importancia que rodea a Carlomagno sea tan impresionante que dificulta muchísimo cualquier aproximación a su biografía. En primer lugar, Carlomagno representa la culminación de las maniobras de su dinastía, los pipínidas, por deshacerse de la monarquía merovingia para gobernar en solitario; por otra parte, el enorme número de territorios que llegó a controlar, merced a sus conquistas militares, dieron inicio al imperio carolingio, en el que muchos vieron el resurgir del imperio romano de Occidente y que fue, en esencia, el mayor poder de la Europa medieval en un tiempo en que el azote del Islam, de presencia amenazante, parecía acabar con las esperanzas de la cristiandad occidental. A su vez, Carlomagno, a la cabeza de ese imperio, inició los modelos de instituciones sociales, económicas y militares que, con el paso de los siglos, se convertirían en el sistema de articulación social por excelencia de la Edad Media: el feudalismo. De esta manera, en su gobierno convergen, por una parte, el triunfo de las monarquías bárbaras, en este caso de origen germánico, lo que al unirse, por otra parte, a la reminiscencia imperial romana, acabaría conformando el caldo de cultivo para el nacimiento del Imperio Germánico, uno de los dos ejes vertebradores de la Europa medieval.

Dentro de la relativa abundancia de fuentes de época carolingia, existen varias obras que son vitales para el estudio de su biografía. La principal de ellas es la Vita Karoli de Eginardo, escrita hacia mediados del siglo IX. En ella, el monje medieval, en plena consonancia con el renacimiento carolingio, se valió de la imitación de otra conocida biografía clásica, la Vita Augusti, de Suetonio, para redactar la más completa aproximación biográfica al Carlomagno real, especialmente por su descripción de detalles físicos y de la vida privada del emperador. Otras fuentes importante son la Vita Karoli anónima (atribuida a un monje de Saint Gall), así como los Annales Regni Francorum, atribuidos espuriamente al propio Eginardo pero que, pese a no estar redactados por su pluma, contienen información valiosísima sobre Carlomagno. La inmensa mayoría de estas fuentes, además de casi toda la documentación de la cancillería carolingia (principalmente capitulares, leyes y convenios), pueden ser estudiadas en la actualidad gracias a la extraordinaria labor (y casi nunca reconocida) de transcripción y edición llevada a cabo por un equipo de investigadores germanos, hacia finales del siglo XIX, dirigido por Theodor Mommsen. El resultado, en más de veinte volúmenes, son los Monumenta Germaniae Historia (usualmente aludidos por las siglas MGH), referencia bibliográfica de inexcusable consulta para cualquier investigador o aficionado al tema carolingio.

El ascenso de los pipínidas al trono franco

En la historiografía del siglo XIX, frecuentemente se aludía a una fecha, 2 de abril de 742, y a un lugar, Lieja, como más probables coordenadas geográfico-temporales del nacimiento de Carlomagno. Durante el siglo XX, ambas fueron descartadas por la crítica moderna, pues la tradición que hacía al emperador natural de Lieja comenzó a rumorearse durante el siglo XII; en contraposición, se ofrecían como alternativa al natalicio la ciudad bávara de Salzburgo, o bien las dos ciudades hacia las que Carlomagno profesó mayor cariño: Aquisgrán e Ingelheim. No obstante, salvo un hallazgo documental espontáneo, el lugar y la fecha de nacimiento del emperador franco jamás serán conocidos, aunque en lo que sí coinciden la mayoría de investigadores es que, desde luego, Carlomagno nació en alguna ciudad del antiguo reino de Austrasia (territorialmente, el actual norte de Francia y sudoeste de Alemania), por lo que su lengua materna era el germánico, detalle éste no demasiado conocido, generalmente.

Carlomagno fue uno de los dos hijos habidos en el matrimonio entre el rey de los francos, Pipino III, más conocido como Pipino el Breve, y su esposa Bertrada, hija de Cariberto, conde de Laón. Después de una larga tradición como mayordomos de palacio, la dinastía pipínida había alcanzado, primero, la gloria y la fama como militares, sobre todo por Carlos Martel, abuelo de Carlomagno, vencedor de los árabes en la batalla de Poitiers de 733 poco después, el padre de Carlomagno, Pipino el Breve, con el apoyo tácito del estamento clerical franco (en especial, San Bonifacio) y el propio papa Zacarías, depuso al último rey merovingio, Childerico III, esgrimiendo la ya famosa causa inutilitatis, por la que Pipino pasó a titularse rex francorum. A pesar de ello, fue Carlomagno la culminación de este proceso, ya que la transmisión hereditaria del reino se hizo sin mayores problemas, y vino a legalizar una situación anómala en cuanto a sucesión regia. Por ello, Carlomagno representa la culminación de este proceso, a pesar de que su extraordinaria valía personal supo aprovechar la posibilidad de proyectar ese poder sobre gran parte de Europa. El propio Pipino puso la primera piedra cuando, en el 754, el papa Esteban III viajó hacia la abadía de Saint Dennis para ungirle con los óleos divinos, corroborando de esta manera la anterior unción regia. Pipino hizo que el papa también ungiera a sus dos hijos, Carlomagno y Carlomán, para que la jefatura de los francos fuese, desde esos momentos, hereditaria y aprobada por la Iglesia católica.

Véase Dinastía Merovingia.

Primeros años de gobierno

Nada se sabe de la infancia de Carlomagno, aunque se supone su educación militar en la corte de su padre, al lado de su hermano Carlomán. Su primera participación en el campo de batalla, al lado de Pipino el Breve, tuvo lugar en las campañas que, entre los años 761 y 762, hicieron los francos por Aquitania. Poco después, tras la muerte de Pipino (24 de septiembre de 768), ambos hermanos se repartieron las posesiones paternas, tal y como era la costumbre habitual de los pueblos germánicos. Así, Carlomagno se hizo con el control de Austrasia y de la parte aquitana controlada por los francos, mientras que a Carlomán le correspondieron los territorios de Neustria. No obstante, los problemas fraternales comenzaron casi poco después de producida la solemne coronación en Noyón, el 9 de octubre de 768. La ruptura entre los reyes francos tuvo lugar al año siguiente, cuando Carlomán (parece ser que influido por los consejos de su esposa, Gerberga), se negó a poner tropas a disposición de Carlomagno, que se aprestaba a iniciar una campaña de castigo por Aquitania, donde el viejo duque Hunaldo, abandonando los hábitos religiosos, había retomado el poder y se mostraba desafiante con el nuevo rey de Austrasia. La confrontación fue favorable a Carlomagno, lo que obligó a Hunaldo a refugiarse en el territorio del sudoeste de la Galia dominado por los vascones. No obstante, el duque de Vasconia, Lupus, ante la inminente invasión franca de sus territorios, prefirió rendir vasallaje al nuevo rey y entregar al duque Hunaldo. La prestación de homenaje vasallático de Lupus sería la primera de la lista, y esta incipiente campaña aquitana constituiría la base de la política exterior de Carlomagno a lo largo de toda su vida. A pesar del éxito, Carlomagno no regresó de muy buen humor por la falta de respeto cometida por su hermano, cuestión que fue utilizada por la aristocracia franca para intentar la invasión de Neustria. En este reino, por el contrario, la aristocracia, confundida y excitada por la negación de Carlomán, pretendía hacer exactamente lo mismo: invadir Austrasia y unificar el trono en la persona de su rey.

Un acontecimiento inesperado finalizó con el clima de guerra civil encubierta: la muerte de Carlomán, el 4 de diciembre de 771. Tras el óbito, Carlomagno fue elegido rey de los francos, lo que conllevó la expulsión de Gerberga, la reina viuda, y todos sus hijos, que se refugiaron en la corte del rey de los lombardos, Desiderio, entonces muy enfadado con Carlomagno porque éste, tras casarse con su hija, Desideria, la había repudiado. El lombardo intentó presionar al papa Adriano I invadiendo territorios romanos, por lo que el pontífice llamó a Carlomagno en su auxilio. Éste, al frente de un notable ejército, pasó a Italia por los Alpes en el 773 y, a la entrada en la península, dividió sus tropas en dos grupos: los primeros, bajo su mando, sitiaron Pavía, capital del reino lombardo, mientras que el segundo grupo, encabezado por su tío Bernardo, corrió a sitiar Rávena, defendida por el hijo de Desiderio, Adalgiso, y donde se encontraba Gerberga y sus hijos. Adalgiso huyó a Constantinopla, disfrazado, antes de que Bernardo conquistase la ciudad y obligase a Geberga, o más bien a sus hijos, a renunciar a cualquier derecho de sucesión al trono de Neustria. A pesar de la opinión del papa, Carlomagno se proclamó rey de los lombardos, manteniendo en sus puestos de preeminencia a la aristocracia local a cambio de vasallaje. Se iniciaba con ello la gran extensión territorial carolingia, imparable a partir del 774.

La expansión carolingia

Como consecuencia de sus relaciones con Roma, Carlomagno siempre prestó especial atención a Lombardía; de hecho, su dominio efectivo tardó en conseguirse. En el 776, el fugado Adalgiso, con ayuda de Bizancio, inició un nuevo levantamiento lombardo capitaneado por Hrodgaud, duque de Friuli, e Hildebrando, duque de Spoleto. Durante cuatro años, 777-780, la lucha entre francos y lombardos fue sangrienta, por la tenacidad de los últimos, pero, finalmente, el duque de Spoleto prestó obediencia al rey de los francos, y al año siguiente se anexionó el díscolo ducado de Benevento. A partir de este año, Carlomagno centró su atención en la frontera oriental de su reino, donde los temidos sajones dominaban la extensa tierra comprendida entre los ríos Weser y Elba. Aunque desde los tiempos de Carlos Martel habían estado sometidos a tributos, uno de sus caudillos paganos, Widukind, inició una serie de ataques contra las guarniciones francas que desembocaron en una invasión. Carlomagno reaccionó y, en una asamblea celebrada en Padreborn (777), hizo jurar fidelidad a la gran mayoría de sajones, quienes, además, abandonaron sus creencias paganas y se convirtieron al cristianismo. Widukind, sin embargo, huyó hacia la península de Jutlandia (actual Dinamarca), y volvió a presentar batalla al año siguiente, cuando Carlomagno se encontraba en su expedición por el norte de Hispania. El saqueo de Colonia (779) y la derrota de las guarniciones francas en Süntel (782) forzaron a Carlomagno a regresar a Sajonia. Las huestes de Widukind fueron derrotadas en Werden (783), y el propio rey franco ordenó la ejecución de la mayoría de ellos, lo que espoleó de nuevo al incansable Widunkind a una nueva lucha. Sólo con la derrota del caudillo sajón, en el 785, y su consecuente conversión al cristianismo, Carlomagno logró la paz con el belicoso pueblo germánico, conseguida mediante la acción combinada de las armas y la extensión del cristianismo (fundación de varias sedes episcopales, como las de Münster, Osnabrück y Paderborn). Todavía algunos núcleos rebeldes resistieron hasta el 804, pero la zona podía considerarse pacificada veinte años antes.

Asegurada la obediencia de sajones, bávaros y daneses, así como la zona de Baviera merced a su matrimonio con Hildegarda, Carlomagno sólo tuvo complicaciones en la zona bávara del interior, controlada por su primo Tasilón, un territorio que se extendía hasta la cuenca del Danubio. A pesar de que Tasilón había jurado fidelidad en el 781, se sublevó, con ayuda de otras tribus menores, en el 787, forzando la intervención del monarca franco en el 791, justo después de recuperarse de la derrota habida en territorio hispano, en el famoso paso de Roncesvalles, que dio lugar a la épica narración de la Chânson de Roland. El imperio carolingio, aun con avances y retrocesos constantes, ocupaba gran parte de la actual Centroeuropa, y extendía sus límites desde el Garona al Danubio, desde el mar Mediterráneo al mar del Norte, y desde Bretaña a Bohemia. Carlomagno era, sin lugar a dudas, el monarca más poderoso desde la desaparición del esplendor romano.

Véase Chanson de Roland.

Su futuro heredero, Luis, rey de Aquitania, fue quien se encargó de dirigir las operaciones en territorio hispánico, pues, al fin y al cabo, eran de su competencia territorial. A partir de, aproximadamente, los años finales del siglo VIII, cobró consistencia el sistema de organización territorial carolingia, conocido habitualmente como las Marcas carolingias. En esencia, el método era sencillo: una pequeña mandación fronteriza entre el territorio propiamente carolingio y el conquistado, se ponía bajo la tutela de un conde (comes), máxima autoridad en la Marca, con el objetivo de hacer respetar el orden y la autoridad de Carlomagno. Así cobraron entidad las marcas carolingias: hispánica, sajona, wenda, eslavas (Friuli y Carintia), ávara (germen de Austria), Norgovia, Turingia y Eider (o marca del Norte, en la actual Dinamarca). A pesar de la endeblez del sistema, expuesto a la llegada de cualquier enemigo fuerte, la situación se mantuvo durante varios años por la progresiva solidez del vasallaje feudal como forma predominante de articulación social, económica y militar.

Relaciones con el papado, Bizancio y el Islam

Parece lógico que el primer beneficiado por la expansión carolingia fuese, al fin y al cabo, el poder que había encumbrado a la dinastía pipínida al poder franco, es decir, el papado. Por encima de otras consideraciones, cabe destacar que la relación de acuerdo y apoyo mutuo establecida en tiempos anteriores fue tratada con mimo por el inquilino de Aquisgrán, fortaleciendo de esta manera los lazos divinos de su poder. Ya durante la primera campaña lombarda (773-774), Carlomagno había abandonado el sitio de Pavía en abril para asistir en Roma a la celebración de la Pascua, oficiada por el papa Adriano I. La rumorología ha considerado este momento como el de la refutación, por el futuro emperador, de la anterior donación territorial al papa (Patrimonium Petri) efectuada por Pipino el Breve, mediante la cual el poder temporal del sumo pontífice de la cristiandad se extendía sobre un gran número de territorios del centro y norte de Italia. Algunos años más tarde, en el 780, sus dos hijos primogénitos, Carlomán (bautizado de nuevo y llamado Pipino) y Luis, fueron coronados como reyes de Italia y de Aquitania, respectivamente, por el propio papa Adriano. Además, las conquistas territoriales de Carlomagno siempre habían sido bendecidas por la Iglesia, que no podía estar sino orgullosa de la extensión de la fe efectuada por el monarca franco.

De igual modo, hay que destacar la relación entre Carlomagno y los otros dos grandes poderes de la época: Bizancio y el Islam. El imperio romano de Oriente, al principio, desconfió y receló del poder carolingio, llegando, incluso, a apoyar varias rebeliones lombardas contra la autoridad de Aquisgrán. Posteriormente, la relación se dulcificó por la vinculación religiosa, lo que llevó a Carlomagno a permitir la labor evangelizadora de monjes bizantinos en ciertos territorios de centroeuropa. Finalmente, las relaciones se acabaron enfriando por completo después de que, siguiendo sus propias convicciones pero también defendiendo al papa León III, Carlomagno condenara el adopcionismo y otras querellas religiosas acontecidas en Constantinopla.

Véase Guerras iconoclastas.
Herejía.
Imperio Bizantino.
Islam.

Por lo que respecta al Islam, también fue religiosa la primera aproximación, ya que Carlomagno estableció relaciones de paz con el califa de Bagdad, Harun al-Raschid, para defender los Santos Lugares del acoso sarraceno, negociaciones que fueron bien vistas por el califa. En cualquier caso, la relación directa entre Carlomagno y el imperio formado alrededor de las predicaciones de Mahoma, tema central de la tesis del prestigioso medievalista Henri Pirenne, ha de ser reinterpretada en otros términos. Explicaba Pirenne que la irrupción del imperio carolingio se explicaba como contrapeso al enorme poder, económico, militar y social, del Islam. La riqueza generada por los musulmanes fue absorbida en provecho propio por la cristiandad, representada en la figura del rey franco, y así con muchas otras cuestiones socioeconómicas. A pesar de que las ideas más extremas han sido correctamente matizadas por la historiografía posterior, la sugerente lectura de la hipótesis pireniana es ampliamente recomendable para cualquier interesado en el devenir de Carlomagno.

La coronación imperial del año 800

Las tiranteces con Bizancio a propósito de la defensa del papa León III fueron en aumento cuando, expulsado éste de Roma, una delegación franca, encabezada por sus tres clérigos de confianza (Arno de Salzburgo, Hildebaldo de Colonia y Jesse de Amiens), instauraron de nuevo a León en el solio de San Pedro. Aprovechando que el trono oriental estaba ocupado por una mujer, la emperatriz Irene, León III ofreció un discurso mediante el que, huérfana la cristiandad de un defensor adecuado, nombraba a Carlomagno emperador. La ceremonia, acompañada la aclamación popular, se celebró el 25 de diciembre del año 800 en la basílica de San Pedro, ha sido interpretada de muchas maneras por los historiadores, pero, obviando cuestiones prolijas, desde luego significó el aldabonazo de prestigio necesario para sostener tan inmenso poder. Carlomagno intentó, pues, ser reconocido como tal por Bizancio, aunque sólo logró en parte, y más bien como dignidad nominal, pues Constantinopla siguió eligiendo a sus gobernantes en las reuniones del Hipódromo a pesar de las muchas embajadas carolingias recibidas para unificar la cristiandad.

De nuevo como en el caso anterior, la coronación imperial de Carlomagno representó la culminación del camino recorrido por su padre, que anteriormente había sido nombrado patricium romanorum y protector de la Santa Sede. Carlomagno fue elegido, con el título imperial, para proteger a la Iglesia de Roma, y le debían jurar homenaje y fidelidad todos los vasallos de su reino, contribuyendo con ello a reforzar la teocracia medieval: el gobierno temporal era únicamente designio de Dios, a través de su vicario en la tierra, el Papa. Esta acción, fundamento ideológico del posterior Imperio germánico, sería también causa de los enfrentamientos futuros entre emperadores y pontífices, aunque, por supuesto, no cabe en este caso culpar de casi nada a Carlomagno, quien, como rey y ferviente cristiano, aceptó gustoso el título imperial. El cambio proporcionado por el prestigio tuvo su máxima expresión en uno de los elementos documentales más válidos para el análisis de la época carolingia: las monedas. Obviando las reformas monetarias y los diferentes avatares sufridos por la amonedación de la época, los tipos artísticos variaron desde la leyenda epigráfica (del Karolus Rex Francorum se pasó al Karolus Imperator), así como en las representaciones de su efigie, que derrocharon un regusto clásico, representando a Carlomagno con los atributos propios de un emperador romano de la Antigüedad.

Instituciones y obra cultural

Todavía en la actualidad, la mayoría de estudiosos no dejan de sorprenderse por el alto grado de cohesión interna logrado por un imperio que, en esencia, careció por completo de instituciones propias. Al clásico Palatium merovingio, o curia de consejeros y cargos domésticos (instaurados en Aquisgrán, capital carolingia), sólo se vio acompañada en ocasiones por el conventus, una especie de asamblea de notables, heredera de las más viejas tradiciones germánicas pero que, en el siglo VIII, había perdido gran parte de su prestigio y poder. Con estos condicionantes, fueron los missi dominici ('enviados del señor') quienes cumplieron la función de galvanizar el imperio. En esencia, los enviados solían ser dos, un clérigo y un laico, escogido para la ocasión por el emperador. Su misión consistía en llevar cartas, consejos, leyes y administraciones del propio Carlomagno hacia todo aquel personaje que, dependiendo directamente del emperador por vasallaje, fuese susceptible de recibir instrucciones. La supervisión de los missi dominici, así como la cada vez más asentada relación de vasallaje feudal, fueron los insólitos factores de cohesión que permitieron gobernar tan extenso territorio sin apenas fisuras. No obstante, cabe descargar a Carlomagno de ello por dos motivos principales: primero, porque, en realidad, era lo único que podía hacer, dadas las precariedades de comunicación de su época; en segundo lugar, la cohesión se debió, en mayor medida, a la instauración progresiva de los vínculos de fidelidad personal como sistema de articulación social, a todos los niveles, pero principalmente como relación con un componente militar. Todos estos condicionantes se hallan íntimamente relacionados con el concepto de feudalismo, y ello, evidentemente, no se debió a la acción de una sola persona, sino de la interactividad de muchas en muchos terrenos.

Sin embargo, la influencia de la personalidad de Carlomagno en los logros culturales de su reinado sí puede señalarse como vital; a través de la Vita Karoli, según Eginardo, se tiene información del empeño que puso el emperador en aprender a escribir, anhelo que pudo lograr a duras penas. Piénsese en que escribir, en el siglo IX, era una verdadera obra de artesanía e ingenio, lo que dificultaba enormemente su aprendizaje. No obstante, Carlomagno sí sabía leer, tanto el alemán (su lengua materna), como el primitivo francés y el latín, la lengua oficial de su cancillería. Precisamente sería la documentación cancilleresca el primer cambio de importancia: Carlomagno ordenó la existencia de copistas en todas las reuniones, de tal manera que prácticamente la mayoría de documentos (leyes, concilios, polípticos, inventarios...) se han conservado, bien originales o bien en copias tardías. El alfabeto carolino, instaurado para unificar el tipo de escritura, se extendió en toda Europa como letra preferente al menos hasta el siglo XIII. En el palacio de Aquisgrán, Carlomagno construyó la mayor biblioteca de su época y, aunque no era comparable al esplendor islámico de Bagdad o Córdoba, sus libros fueron la reserva cultural de la cristiandad occidental durante buena parte de la Edad Media, labor incrementada por la obra de los copistas palatinos, encargados de multiplicar el número de libros. Por lo que respecta a la labor de mecenazgo cultural, Carlomagno protegió a los hombres de letras más provechosos de su tiempo, entre los que destacan Alcuino de York, Juan Scoto Erígena, Hincmaro de Reims, Lupo de Ferrières, Jonás de Autun o Rantramno de Corbie, entre otros creadores del llamado renacimiento carolingio.

La vida privada del emperador

No suele ser demasiado frecuente que las crónicas o relatos biográficos altomedievales subrayen alguna característica física de los personajes narrados. Sin embargo, la Vita Karoli sí presenta muestras evidentes de que, tal vez por simpatía hacia su mentor, el retrato de Eginardo pueda ser tachado de idealista:

"Era alto y robusto, y de una estatura elevada aunque proporcionada, pues pasaba en altura siete veces el tamaño de su pie. También tenía la cabeza redonda, los ojos grandes y animosos, la nariz un poco amplia, los cabellos hermosos, la fisonomía agraciada y agradable [...] Solía ejercitarse asiduamente con entretenimientos de caballería y natación"
(Eginardo, Vita Karoli, trad. del autor).

Otra de las características esenciales de la Vita Karoli es la descripción de la vida privada de Carlomagno. En ella se ofrece, por ejemplo, la primera relación del futuro emperador, con una concubina llamada Humiltruda, fruto de la cual nacería Pipino, al que la historia ha denominado como Pipino el Jorobado para distinguirlo de su hermano homónimo legítimo. El concubinato de la casta dirigente, de honda costumbre en los pueblos germánicos, no impidió que Carlomagno contrajera matrimonio, en el año 770, con Desideria, hija del rey de los lombardos, Desiderio. Por razones desconocidas (y no debían ser demasiado positivas, por el silencio cómplice de Eginardo en su narración), Carlomagno repudió a la princesa lombarda en 771, para casarse con Hildegarda, hija del duque de Suabia, Godofredo, y madre de sus hijos Pipino y Luis (además de Carlos, fallecido en 811), y de sus hijas Rotruda, Gisela y Berta. Una vez fallecida la princesa bávara (783), Carlomagno volvió a contraer matrimonio con la germana Fastradia, unión de la que nacieron dos hijas: Teodoreda (futura abadesa de Argenteuil) e Hiltruda. Aun conoció un quinto matrimonio, con la princesa alemana Lutgarda, aunque no tuvo hijos. Sí los tuvo, en cambio (y en número enorme), con diferentes concubinas palaciegas, y algunos de ellos, a pesar de ser apartados de la sucesión por bastardía, sí ocuparon puestos de relativa importancia, sobre todo en el apartado eclesiástico. Así sucedió con Regina, su más conocida manceba, de la que nacieron Drogón (obispo de Metz) y Hugo (abad de San Quintín). En total, Carlomagno tuvo 18 vástagos, aunque sólo los habidos con Hildegarda, es decir, Pipino, Carlos y Luis, eran herederos. Carlomagno sobrevivió a dos de ellos, Pipino y Carlos, por lo que a su muerte, acontecida de pleuresía en Aquisgrán, su hijo Luis el Piadoso (Ludovico Pío), heredó todos los territorios, salvo la parte de la Lombardía italiana, que quedó para su sobrino Bernardo, hijo de Pipino, rey de Italia.

Carlomagno fue enterrado en la capilla palatina de Aquisgrán, en un sarcófago que representaba una escena clásica. Su cadáver fue exhumado dos veces, en 1001 y en 1165, antes de que sus restos se encerrasen en una caja de plata depositada en el altar mayor de la capilla (1215). Durante muchos siglos, el estamento clerical francés persiguió la canonización de Carlomagno, pero las lucubraciones no llegaron a buen puerto, quién sabe si, precisamente, por haber sido el emperador franco el máximo valedor de una Iglesia cristiana occidental que, a partir de sus donaciones, se convirtió en el más formidable poder de los siglos venideros.

Carlomagno: ¿antecedente de la Unión Europea?

Franceses y alemanes adoran por igual al emperador pipínida, pues los primeros le cuentan como su primer monarca, Carlos I, aunque, en rigor, Francia no estuviera configurada aún como reino, mientras que, para los germanos, Carlomagno es el fundador del Primer Reich. Durante tiempos muy recientes, varias de sus actuaciones han sido reivindicadas para acontecimientos poco conocidos. Como muestra de ello, valga que el famoso protectorado francés sobre Palestina, establecido en el siglo XIX y que tanta importancia tendría para el desarrollo de este país en el siglo XX, se instauró bajo la base histórica, reivindicada por los diplomáticos galos, del acuerdo entre el califa Harun al-Raschid y Carlomagno, en el 802, mediante el que el emperador quedaba convertido en protector de los peregrinos cristianos de Tierra Santa. Otro de los ejemplos, algo más alejado temporalmente pero de igual manera conocido, es que la redistribución territorial europea efectuada por el congreso de Viena (1815) después de la derrota napoleónica, tuvo como base, si no reivindicada, al menos ideológica, la organización carolingia de las Marcas. Para ello, basta comprobar, mediante la comparación somera de mapas, la correspondencia casi exacta de las circunscripciones fronterizas ideadas por Carlomagno y esos pequeños y artificiosos núcleos creados por los gobernantes europeos del XIX, a los que la historiografía ha denominado, un tanto despectivamente, con el nombre de estados-tapones. Y, para finalizar con el legado carolingio más real, aunque poco conocido, hay que señalar que la entidad estatal del Vaticano, aunque negociada en varios convenios internacionales de los siglo XIX y XX, sigue gravitando en el Patrimonium Petri donado por Pipino el Breve y confirmado por Carlomagno, si bien no se ha podido demostrar la existencia de la documentación presuntamente firmada por los francos.

Sin embargo, la muestra más actual de Carlomagno tiene que ver con la construcción de la Unión Europea, el ansiado macroestado político del Viejo Continente, consistente en la unión supranacional de todos los Estados. En este sentido, parece lógica la reivindicación de aquel gobernante que, más de mil años atrás, había logrado aunar bajo su mandato al menos el 65% de los territorios que componían la Unión Europea del siglo XXI. Anualmente, el "premio Carlomagno" se concede a aquel gobernante europeo que ha demostrado más méritos en este sentido, es decir, en fomentar la construcción de la Europa que Carlomagno unió inmejorablemente bajo su tutela, germen del mundo medieval y, por qué no decirlo, antecedente más inmediato de la Unión Europea. En este sentido, es preciso destacar que no sólo alemanes y franceses debían reivindicar su figura, sino, más ampliamente, todos los europeos son deudores de sus logros y alcances.

Bibliografía

  • BARBERO DE AGUILERA, A. "Los 'síntomas españoles' y la política religiosa de Carlomagno". (En la España medieval, 4 [1984], pp. 87-138).

  • BLOCH, M. Los reyes taumaturgos. (México, Fondo de Cultura Económica: 1988 [orig. 1924]).

  • FICHTENAU, H. The Caroligian empire. (Toronto, University Press: 1978).

  • FOSSIER, R. Polyptyques et censiers. Typologie des sources du Moyen Age Occidental. (París, Turnhout, fasc. 28: 1978).

  • GRIERSON, Ph. "Money and coinage under Charlemagne". (En Karl der Grosse, ed. H. Braunfelds, Düsserldorf, 1965, I, pp. 537-608).

  • HALPHEN, L. Carlomagno y el imperio carolingio. (Madrid, Akal: 1992).

  • ISLA FREZ, A. La Europa de los carolingios. (Madrid, Síntesis: 1993).

  • PIRENNE, H. Mahoma y Carlomagno. (Madrid, Akal: 1978).

  • ULLMAN, W. The Caroligian Renaissance and the Idea of Europe. (Londres, Blockmans: 1962).

Enlaces en Internet

http://www.momes.net/education/histoire/charlemagne/empereur.html;
Iniciativa pedagógica francesa para explicar la historia de Carlomagno y el imperio carolingio a jóvenes estudiantes.
http://www.finances.gouv.fr/patrimoine/musee_de_la_monnaie/visite/salle3.htm; Página web del Museo de la Moneda de Francia, que realiza un recorrido virtual por las salas. Buena selección fotográfica de monedas y acertados comentarios sobre la reforma monetaria carolingia.
http://www.cssh.qc.ca/projets/carnetsma/Postale_charlemagne.html; Biografía de Carlomagno (idioma: francés) con enlaces interesantes.
http://www.fordham.edu/halsall/basis/einhard.html; Traducción inglesa de la Vita Karoli de Eginardo. Es parte del Internet Medieval Sourcebook, editado por el Centro de Estudios Medievales de la Universidad de Fordham (Nueva York).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez