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Salazar Arrué, Salvador Efraín, o "Salarrué" (1899-1975).

Poeta, narrador, dramaturgo, pintor, escultor y compositor musical salvadoreño, nacido en Sonsonate el 22 de octubre de 1899, y fallecido en San Salvador el 27 de noviembre de 1975. Aunque su nombre completo era Salvador Efraín Salazar Arrué, eligió una combinación de sus dos apellidos para firmar todas sus creaciones con el pseudónimo de "Salarrué". Su condición de artista polifacético le acabó confiriendo un reconocimiento universal que lo convierte en una de las figuras más sobresalientes del panorama artístico y literario salvadoreño del siglo XX.

Vida

Con apenas ocho años de edad se instaló, en compañía de toda su familia, en la capital salvadoreña, donde el jovencísimo Salvador Efraín comenzó a dar claras muestras de su innata vocación literaria. Sin recibir otra formación libresca que la adquirida a través de sus propias lecturas, realizó un generoso esfuerzo autodidacto que le permitió publicar sus precoces colaboraciones a la sorprendente edad de diez años. Estos primeros textos de "Salarrué" vieron la luz entre las páginas del prestigioso Diario de El Salvador (1895-1932), rotativo que a la sazón dirigía el fecundo poeta nicaragüense Román Mayorga Rivas, uno de los descubridores de los muchos talentos que atesoraba Salvador.

En su juventud, "Salarrué" fue completando su formación académica en el Liceo Salvadoreño, el Instituto Nacional y la Academia de Comercio. Por aquellos años, al tiempo que progresaba en su descubrimiento particular de la literatura universal, el joven Salvador Efraín se matriculó en la escuela de pintura y dibujo dirigida por el maestro greco-ruso Spiro Rossolimo, quien adiestró al futuro artista (y a un primo suyo que luego triunfaría como caricaturista bajo el nombre de Toño Salazar) en las primeras técnicas de las artes plásticas. Volcado, entonces, hacia la creación artística, Salvador Efraín obtuvo una beca para ampliar sus estudios en la Corcoran School of Art, de Washington D. C., en los Estados Unidos de América. Allí, en la célebre Hisada's Gallery, cuando acababa de cumplir los veinte años de edad (1919), logró "Salarrué" colgar su primera exposición individual.

De regreso a El Salvador, contrajo nupcias con la artista Zelie Lardé y comenzó a prestar servicios laborales en la Cruz Roja. Sin embargo, consiguió mantener asiduas colaboraciones en diferentes medios de comunicación de su país, experiencia que le sirvió para ser contratado, en 1928, como redactor jefe del diario Patria, otro espléndido rotativo salvadoreño que, dirigido por los escritores Alberto Masferrer y Alberto Guerra Trigueros, prestaba gran atención al desarrollo de la literatura contemporánea. Así, "Salarrué" pudo publicar en Patria numerosos artículos junto con su primeros relatos, reagrupados luego bajo el nombre común de Cuentos de cipotes. Su presencia activa en todos los medios de comunicación de su país se mantuvo constante hasta el final de sus días, por lo que en las actuales hemerotecas centroamericanas es fácil encontrar no sólo artículos periodísticos y escritos literarios de "Salarrué", sino también gran cantidad de ilustraciones que fue dejando diseminadas por las páginas de los principales diarios y revistas de su ámbito geo-cultural. Entre estos medios que contaron con las colaboraciones de "Salarrué", resulta obligado citar las revistas literarias y artísticas Para Todos, Espiral, Germinal, Cactus, Amatl (fundada por el propio escritor en 1939, y dirigida por él mismo), Brújula, Síntesis, y Cultura y Vida Universitaria, y los rotativos diarios El Salvadoreño, Queremos y Diario Latino.

Naturalmente, esta presencia constante en el vértice de la intelectualidad centroamericana le llevó a ser nombrado miembro de numerosas instituciones científico-culturales, así como a asumir relevantes cargos públicos al servicio de la Administración salvadoreña. Miembro de la Sociedad de Amigos del Arte (1935-1939), durante varios años trabajó como agregado cultural de la delegación diplomática de su país en los Estados Unidos de América, y participó activamente en la Conferencia de Educación organizada en julio de 1941 por la Universidad de Michigan. Tras un largo período de intensa dedicación a la creación plástica, en 1963 ocupó el puesto de Director General de Bellas Artes, y en 1967 fundó, en el famoso parque Cuscatlán, la Galería Nacional de Arte (actualmente conocida como Sala Nacional de Exposiciones), centro cuya dirección fue asumida por el propio "Salarrué". Por aquel entonces ya estaba considerado como uno de los más grandes artistas y escritores salvadoreños de todos los tiempos, y gozaba del reconocimiento unánime no sólo de sus compatriotas, sino también de cuantas personas seguían con interés la evolución de las artes y la literatura en todo el ámbito hispanoamericano. Así, en 1967 fue objeto de un emotivo homenaje rendido por el propio gobierno salvadoreño, y tres años después recibió un reconocimiento similar promovido por la Biblioteca Nacional. Mas no por ello cesó en su infatigable labor pública al servicio de sus compatriotas, y desde 1973 hasta el mismo día de su muerte (sobrevenida durante la noche del 27 de noviembre de 1975) ejerció de asesor cultural del gabinete del Director General de Cultura, Carlos de Sola.

Obra plástica

Tras las exposiciones iniciales citadas en parágrafos anteriores, Salvador Efraín Salazar Arrué triunfó clamorosamente como artista plástico en mayo de 1947, a raíz de una muestra de sus pinturas en la neoyorquina Knoedler Galleries. Al año siguiente volvió a brillar con luz propia en la exposición colectiva celebrada en San Francisco (en el estado norteamericano de California), y en 1949 conquistó de nuevo al público y la crítica neoyorquinos, después de haber colgado una muestra individual de sus óleos, acuarelas y dibujos en The Barbizon Plaza Galleries.

Ya en su país natal, en 1958 organizó una extraordinaria exposición de su obra pictórica y escultórica en el Hotel El Salvador Sheraton, y decidido a asentarse definitivamente entre sus compatriotas, fijó su residencia en los Planes de Renderos, donde comenzó a preparar otra magna exhibición de su pintura, esta vez constituida por sesenta y dos cuadros que había compuesto durante su estancia en los Estados Unidos de América. Dicha muestra se inauguró en abril de 1961, en la Galería Forma. Dos años después, volvió a visitar el territorio norteamericano para celebrar allí una exposición de cuarenta y tres obras suyas, que pudieron ser admiradas en el Centro El Salvador-Estados Unidos (actualmente llamado Centro Cultural Salvadoreño)

Creación literaria

En su faceta de creador literario, "Salarrué" se sirvió de su fecunda versatilidad artística para cultivar casi todos los géneros literarios que han estado en boga a lo largo del siglo XX, aunque destacó sobremanera por su maestría en la construcción de narraciones breves. Su interés por mezclar, dentro de los variados registros temáticos de su obra, las referencias a la realidad en que se desarrolla la vida rural centroamericana con otros elementos ficticios que, aparentemente, nada tienen que ver con dicha realidad (como el esoterismo oriental o los argumentos más característicos de la ciencia ficción), convierte a "Salarrué" en uno de los pioneros en la intuición de las principales corrientes de realismo mágico por donde habría de fluir, unos años después, el inmenso caudal de la narrativa hispanoamericana. De ahí que esté considerado no sólo como uno de los mayores escritores salvadoreños de todos los tiempos, sino también como uno de los máximos exponentes del desarrollo de la literatura escrita en castellano a lo largo del siglo XX.

Su verdadera irrupción en el panorama literario de El Salvador tuvo lugar en 1926, cuando su novela titulada El cristo negro se alzó con el primer premio de un prestigioso certamen nacional. Al año siguiente volvió a los escaparates de las librerías con otra entrega narrativa, la novela El señor de la burbuja, y posteriormente publicó O'Yarkandal (1929), Remontando el Uluán (1932), Cuentos de barro (1933), Conjeturas en la penumbra (1934), Eso y más (1940) y Cuentos de cipotes (1945, y reeditado en edición completa en 1961). En 1947 volvió a demostrar su maestría narrativa en un nuevo certamen literario, esta vez merced a su relato titulado "Tocata y fuga", que fue distinguido con una mención honorífica en el Concurso Internacional de Cuentos "Alfonso Hernández Catá", celebrado en Cuba.

El resto de su producción literaria está compuesto por los títulos siguientes: Trasmallo (1954), La espada y otras narraciones (1960), La sed de Sling (1971), Catleya luna (1974), y Mundo nomasito (1975). Además, entre 1969 y 1970, a instancias de la editorial de la Universidad de El Salvador, el poeta y narrador salvadoreño Hugo Lindo se encargó de prologar los dos tomos de las Obras escogidas de "Salarrué", quien intervino directamente en la selección de los textos y designó al susodicho Lindo como prologuista. No se puede dar fin a esta apresurada reseña de los textos literarios de Salvador Efraín Salazar Arrué sin mencionar algunas de las obras que dejó inéditas en el momento de su muerte. Entre ellas, destacan las piezas dramáticas tituladas La resurrección del mínimo, La cadena y El árbol de la vida, y los poemarios Sed, Ciclo y El caballo instantáneo; además, conviene tener presente que dejó numerosos artículos y relatos sin recoger en ninguno de sus títulos colectivos, diseminados en gran cantidad de periódicos y revistas nacionales e internacionales.

La importancia de la obra literaria de "Salarrué" queda bien patente -al margen de la indiscutible calidad de su prosa, y del vigor de su palabra poética- en el interés que ha suscitado más allá de los límites territoriales salvadoreños. Algunos de sus libros han sido editados en países tan lejanos entre sí como Chile, Cuba y Rusia, y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha difundido universalmente varias obras de "Salarrué" a través de sus proyectos editoriales Periolibros y Archivos.

Por lo demás, cabe recomendar las ediciones ilustradas por el propio autor, por su esposa Zelie Lardé, por su hija Maya o por su amigo y colaborador, el excelente pintor salvadoreño José Mejía Vides.

Bibliografía

  • CAÑAS-DINARTE, Carlos. Diccionario escolar de autores salvadoreños (San Salvador: Consejo Nacional para la Cultura y el Arte [CONCULTURA], Dirección de Publicaciones e Impresos, 1998).

  • ESCOBAR GALINDO, David (ed. lit.). Índice antológico de la poesía de El Salvador (San Salvador: UCA Editores, 1982).

  • GUILLÉN, Orlando. Hombres como madrugadas: La poesía de El Salvador (Barcelona: Anthropos, 1985).

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • JR.