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PeriodismoLiteraturaBiografía

Imendia, Carlos Arturo (1864-1904).

Poeta y periodista salvadoreño, nacido en Sonsonate el 5 de mayo de 1864, y fallecido en Ahuachapán el 30 de noviembre de 1904. A pesar de que la mayor parte de su obra literaria permanece diseminada en multitud de periódicos y revistas de su época, los últimos trabajos de hemeroteca lo confirman como uno de los más destacados poetas centroamericanos del siglo XIX.

Tras obtener el grado de Bachiller en el Colegio de Guadalupe, optó por seguir su innata vocación humanística a través de dos cauces que, por aquellos tiempos, fluían bien hermanados: el periodismo y la literatura. El 16 de enero de 1891 se unió en matrimonio con Rosa Boquín, y un año después comenzó a trabajar de redactor en el rotativo La Palmera, de su ciudad natal, ocupación que tuvo que alternar -para poder mantener a su familia- con el puesto de agente local de ventas de otras dos publicaciones: la revista infantil neoyorquina La Edad de Oro (que, en 1889, estuvo dirigida por el gran poeta cubano José Martí), y el diario El Dos de Abril, de San Salvador. Asimismo, a partir de 1893 actuó también como agente de ventas en Sonsonate de la United Artists Association.

Ya por aquel entonces era Carlos Arturo Imendia un escritor muy integrado en los principales círculos literarios salvadoreños, en los que figuraba como miembro de la Sociedad Científico-Literaria "La Juventud" (1881) y de la Academia de Ciencias y Bellas Artes (1888). Esta presencia en el panorama cultural de su país le permitió entablar relaciones con las figuras más influyentes de su época, como el nicaragüense Rubén Darío, con cuya amistad se honró durante el período juvenil que el ya prometedor poeta modernista pasó en El Salvador (1882.83), cuando ambos jóvenes compartieron numerosas veladas literarias organizadas por la asociación juvenil recién mencionada. Esta sólida amistad entre Carlos Arturo Imendia y Rubén Darío no se deshizo cuando el poeta nicaragüense abandonó El Salvador: ambos autores volvieron a encontrarse en 1889, a raíz de la visita que Rubén rindió en Sonsonate al doctor Rubén Rivera; y en 1893 en la ciudad norteamericana de Nueva York, cuando el ya famoso poeta modernista estaba a punto de abandonar los Estados Unidos para instalarse en Buenos Aires (Argentina), para ejercer allí de cónsul de Colombia.

Unos años antes, en su ciudad natal de Sonsonate, Carlos Arturo Imendia había comenzado a participar activamente en la vida pública de su nación, a través de la fundación del Liceo San Agustín, cuya dirección asumió en 1885. Posteriormente, desempeñó otras funciones administrativas de cierto relieve en la capital salvadoreña, ahora como integrante del Ministerio de Instrucción Publica.

Entretanto, el poeta de Sonsonate no abandonaba su afición hacia el cultivo de la creación literaria, y ello a pesar de que su primer poemario destinado a la imprenta (Páginas rimadas) había resultado un completo fracaso, ya que la tipografía neoyorquina de La Revista Ilustrada, que en principio había asumido su publicación, se negó a última hora a sacarlo a la calle. Pero este fiasco, lejos de sumir en el desánimo al joven Carlos Arturo Imendia, le sirvió de estímulo y acicate para seguir escribiendo. Y así, en 1894 dio a la imprenta un volumen de versos titulado Lugareñas, obra que encontró un amplio eco en los círculos poéticos del país, pues venía avalada por un prólogo del gran poeta salvadoreño Francisco Gavidia. Posteriormente, Imendia publicó las letras y partituras de Cantos escolares (1899), un bello cancionero elaborado en colaboración con el músico Ciriaco de Jesús Alas, obra a la que siguió, un año más tarde, la aparición de Estelas (1900), una colección de versos y prosas prologada por Modesto Barrios.

Así las cosas, reconocido ya como uno de los autores más brillantes del momento, Carlos Arturo Imendia escribió la letra del emotivo Himno a la bandera salvadoreña, texto al que siguió otro trabajo que venía a confirmar su peso específico en la cultura oficial del país: el célebre Discurso de apertura del parque "Gerardo Barrios", pronunciado en 1902 para inaugurar ese bello paraje que, en la actualidad, recibe el nombre de "Parque Bolívar").

También por aquellos primeros años del siglo XX comenzó a ver traducidas algunas de sus composiciones a lenguas tan extendidas como el inglés y el francés, y a alguna otra tan lejana -pero prestigiada en el ámbito literario- como el sueco. Uno de sus mayores éxitos en el cultivo de la creación literaria vino de la mano de su relato titulado "El faro del señor Lucas", que en 1904 fue galardonado con el segundo premio en el certamen literario convocado por el Diario de El Salvador.

El resto de los escritos poéticos de Carlos Arturo Imendia quedó diseminado en numerosos diarios y revistas internacionales, ubicados principalmente en los Estados Unidos de América, Guatemala y Costa Rica. Entre los medios de comunicación salvadoreños que publicaron algunas de sus composiciones, sobresalen La Juventud Salvadoreña, el ya mencionado Diario de El Salvador, el Repertorio Salvadoreño, La República de Centro América, el Repertorio del Diario de El Salvador y El Porvenir de Centro América.

Cuando su nombre había alcanzado las mayores cotas de prestigio literario y periodístico, la salud quebradiza del poeta de Sonsonate se vio afectada por una grave dolencia cardíaca que, complicada con una infección palúdica, acabó con su vida en la tarde del 30 de noviembre de 1904, en la ciudad de Ahuachapán (sita en el departamento homónimo). Al cabo de tres lustros, el Ayuntamiento de su ciudad natal realizó las gestiones pertinentes para recuperar los restos mortales de uno de los poetas más representativos de Sonsonate, y en 1926 el centro escolar de Nahuizalco fue bautizado con el nombre de Carlos Arturo Imendia.

Bibliografía

  • CAÑAS-DINARTE, Carlos. Diccionario escolar de autores salvadoreños (San Salvador: Consejo Nacional para la Cultura y el Arte [CONCULTURA], Dirección de Publicaciones e Impresos, 1998).

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • JR.