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Guzmán, Martín Luis (1887-1977).

Narrador, ensayista, periodista, político y diplomático mejicano, nacido en Chihuahua el 6 de octubre de 1887 y fallecido en Ciudad de México en 1976. Es autor de una brillante y fecunda producción literaria caracterizada por su minuciosa reconstrucción de algunos sucesos capitales de la moderna historia de México, protagonizó una trayectoria literaria y una andadura vital que constituyen el mejor parangón de la revuelta situación política y social que sacudió su país desde las primeras rebeliones del siglo XX hasta la institucionalización del estado burgués nacionalista.

Hijo de Martín Luis Guzmán y Rendón -un militar de Yucatán que se distinguió por su estrecha colaboración con el régimen dictatorial de Porfirio Díaz- y de Carmen Franco de Guzmán -perteneciente a una de las familias de Chihuahua más influyentes en el feudalismo del porfiriato-, el joven Martín Luis supo escapar del conservadurismo sudista (encarnado en la figura paterna) y norteño (representado por su madre) para procurarse su primera formación intelectual en el centro del país, merced al traslado de toda su familia a la Ciudad de México. En plena adolescencia, un nuevo destino militar de su padre le condujo hasta Veracruz, en donde Martín Luis Guzmán dio a conocer sus primeras inquietudes intelectuales por medio de la publicación de una hoja quincenal titulada La Juventud.

Su nombre ya había comenzado a sonar en algunos cenáculos literarios del país cuando, de nuevo en la capital mejicana, Martín Luis Guzmán se integró en el bullicioso Ateneo de la Juventud, un fructífero grupo cultural fundado en 1910 al socaire de las celebraciones que conmemoraban el Primer Centenario de la Proclamación de la Independencia Nacional. Originado en las reuniones convocadas en la residencia del filósofo y escritor Antonio Caso, los tres pilares básicos de este animoso grupo fueron los mejicanos Alfonso Reyes y José Vasconcelos, y el dominicano Pedro Henríquez Ureña, quien de inmediato se convirtió en el guía espiritual y el maestro intelectual del joven Martín Luis. En efecto, por recomendación del poeta, crítico y filósofo dominicano, Guzmán profundizó en la lectura y el conocimientos de los grandes autores clásicos grecolatinos, así como en el análisis de las principales corrientes literarias y filosóficas que florecían por aquellos años.

Con tan brillante magisterio, su formación académica ya estaba sólidamente forjada cuando, tras contraer matrimonio, abandonó su país natal para trasladarse a los Estados Unidos de América para desempeñar misiones diplomáticas en calidad de canciller del Consulado de México en la ciudad de Phoenix (Arizona). Con la llegada al poder de Francisco Ignacio Madero, el joven Guzmán regresó a México para ocupar un cargo de bibliotecario en la Escuela Nacional de Altos Estudios, actividad que abandonó en 1913 a raíz del asesinato del presidente constitucional a manos de las tropas de su antiguo colaborador, el general Victoriano Huerta. Este luctuoso episodio animó a Martín Luis Guzmán a abandonar momentáneamente sus ocupaciones intelectuales para dirigirse al norte del país y tomar parte activa en los movimientos revolucionarios dirigidos contra Huerta y capitaneados por algunos de los más célebres insurgentes mejicanos, como Venustiano Carranza, Álvaro Obregón y Pancho Villa. Tras haber conocido personalmente a estos líderes de la rebelión, Martín Luis Guzmán tomó partido por la causa villista, lo que le obligó a abandonar de forma apresurada el país en 1915, después de la derrota de Pancho Villa en el conflicto armado que le había enfrentado con su antiguo compañero Venustiano Carranza.

El camino del exilio condujo al joven intelectual de Chihuahua hasta España, en donde, alejado de la política activa y la contienda bélica, se enfrascó en el cultivo de la prosa para dar a la imprenta su primera obra, un espléndido ensayo titulado La querella de México (Madrid; Imprenta Clásica Española, 1915). Comparado, por la magnitud de su alcance, con la célebre Radiografía de la Pampa de Ezequiel Martínez Estrada, este breve opúsculo de Martín Luis Guzmán aborda, desde la lucidez que otorga el distanciamiento, el análisis de los peores defectos del pueblo mejicano, entre los que se cuentan -siempre según el autor- el ancestral pesimismo indígena, la falta de moral de los criollos, la excesiva autocomplacencia nacionalista de la alta clase burguesa y, por encima de todo, la falta de una sólida estructura política y administrativa capaz de garantizar la educación de los menos favorecidos. Pese a todo, Guzmán (que, según sus propias palabras, se olvida voluntariamente en esta obra de las virtudes de sus compatriotas para hacer hincapié en los males que pretende subsanar), pone especial énfasis al término de La querella de México en el nefasto papel imperialista e intervencionista de las potencias extranjeras que, capitaneadas por los Estados Unidos de América, contribuyen decisivamente a agravar la difícil situación política, social y económica en que se encuentra su país.

Una nueva travesía del Atlántico llevó al pensador de Chihuahua, aún sujeto al desarraigo del exilio, hasta los Estados Unidos de América, en cuya Universidad de Minnesota desempeñó diversas labores docentes y de investigación, al tiempo que se entregaba febrilmente a la redacción de ensayos políticos y artículos periodísticos. Desde un posterior afincamiento en Nueva York, reunió gran parte de estos escritos -publicados previamente en los rotativos mejicanos Revista Universal y El Gráfico- en un volumen titulado A orillas del Hudson (México: Ed. Botas, 1920), obra que pudo ver la luz en el país natal de Martín Luis Guzmán merced al asesinato de Venustiano Carranza.

En efecto, la desaparición del rival de Pancho Villa permitió a numerosos villistas -entre los que se contaba el escritor de Chihuahua- regresar a México, en cuya capital volvió a instalarse Martín Luis Guzmán para desempeñar desde allí su nuevo cargo como jefe de la sección de opinión del cotidiano El Heraldo. Pero la situación de inestabilidad política por la que atravesaba el país complicó notablemente la integración de los mejicanos procedentes del exilio: el general Adolfo de la Huerta -entre cuyos partidarios se contaba Guzmán- resultó derrotado en su rebelión contra el candidato propuesto por Obregón, Plutarco Elías Calles, lo que de nuevo obligó al escritor y periodista mejicano a tomar el rumbo del exilio. Corría, a la sazón, el año de 1925.

Otra vez en Madrid, Martín Luis Guzmán volvió a consagrarse a su vocación literaria para dar a la imprenta dos espléndidas obras centradas en la historia mejicana contemporánea: un lúcido ensayo titulado El águila y la serpiente (Madrid; Aguilar, 1928), cuyo alcance testimonial provocó que los ejemplares de su primera edición se agotaran en el breve plazo de un mes desde su salida de los tórculos; y una magnífica narración extensa que, bajo el título de La sombra del caudillo (Madrid; Espasa-Calpe, 1929), reconstruía el episodio histórico de la rebelión de De la Huerta para convertirse, desde el mismo momento de su publicación, en una de las piezas emblemáticas de la novela política hispanoamericana del siglo XX. La distribución en México de los primeros ejemplares de esta obra causó una gran indignación en el gobierno del general Plutarco Calles, y el propio dirigente quiso tomar medidas para impedir su difusión: amenazados con su inminente expulsión del país azteca, los representantes de la editorial Espasa-Calpe aceptaron, como condición sine qua non para no ver cerrada su delegación en territorio mejicano, la imposición de no publicar ninguna obra de Martín Luis Guzmán cuyo argumento abordara hechos históricos posteriores a 1910.

Asombrado por el extraño acuerdo alcanzado entre sus editores y el gobierno de su país, el autor de Chihuahua, desde su escasez de apoyos políticos y morales en el exilio español, se vio forzado a sujetarse a las peregrinas condiciones de dicho pacto. Así, tras la publicación de otras dos obras ensayísticas, presentadas bajo los títulos de Aventuras democráticas (Madrid; Cía. Iberoamericana de Publicaciones, 1931) y Letras de México ([s.p.i.], 1932), satisfizo las expectativas de Espasa-Calpe con la entrega de un bellísimo relato novelado de la biografía del guerrillero navarro Francisco Javier Mina, cuyas heroicas hazañas le habían convertido en un personaje emblemático de las luchas contra la restauración del absolutismo en España (en su valiente empeño por proclamar la constitución liberal en Pamplona) y, posteriormente, en uno de los primeros héroes de la Independencia de México. Valiéndose de una prosa limpia y precisa que huía de cualquier artificio retórico para relatar con rigor los acontecimientos históricos y describir con fidelidad al personaje biografiado, Martín Luis Guzmán consiguió que su obra titulada Mina el mozo, héroe de Navarra (Madrid: Espasa-Calpe, 1932) traspasara los estrechos límites de la "literatura de subsistencia" para alcanzar las mejores cotas de calidad literaria y rigor histórico presentes en otras piezas emblemáticas del género biográfico. Casi veinte años después de su primera salida a la calle, este libro volvió a editarse en suelo azteca bajo el título de Javier Mina, héroe de España y México (México; Cía General de Ediciones, Col. "Ideas, Letras y Vida", 1951).

En la misma línea marcada por el raro convenio adoptado entre editores españoles y autoridades mejicanas, Martín Luis Guzmán escribió por aquellos años otras obras como Filadelfia, paraíso de conspiradores (Madrid; [s.p.i.], 1938) y Piratas y corsarios (inédita), así como dos textos inconclusos sobre -respectivamente- la biografía de Drake y el Golfo de México.

En diciembre de 1934, con la llegada a la presidencia de la República de Lázaro Cárdenas, dio inicio un sexenio de apertura en la política mejicana que permitió a Martín Luis Guzmán regresar a su país natal y consagrarse de lleno a uno de los mayores empeños literarios de la historia de México: la redacción de una monumental recreación novelada de las andanzas de Pancho Villa. A la magnitud inicial del proyecto, el escritor de Chihuahua sumó la dificultad de ceder la voz narrativa al personaje literario que encarnaba la figura histórica del propio guerrillero, en una especie de relación autobiográfica puesta en boca del caudillo revolucionario, y basada en tres fuentes documentales de indiscutible validez historiográfica: la denominada Hoja de servicios de Francisco Villa (compuesta por cuarenta páginas mecanuscritas de papel de oficio); un relato recogido en ciento tres hojas de papel de diferentes formatos, y escritas a lápiz; y cinco cuadernos manuscritos en los que Manuel Bauche Alcalde, en 1914, había recopilado sus impresiones y recuerdos sobre el caudillo bajo el título de El General Francisco Villa.

Con estas fuentes de primera mano, Guzmán se enfrascó en la redacción de las cinco historias independientes que habrían de acabar configurando un volumen de ochocientas páginas, presentado en 1951 bajo el epígrafe genérico de Memorias de Pancho Villa. Un extenso adelanto de esta obra vio la luz entre 1938 y 1941, formado por sus cuatro primeras entregas: El hombre y sus armas (1938), Campos de batalla (1939), Panoramas políticos (1939) y La causa del pobre (1940). La última parte, publicada a comienzos de los años cuarenta, lleva por título Las adversidades del bien (1941). La gran originalidad de esta ambiciosa obra de Martín Luis Guzmán estriba en que todo su valor historiográfico -sustentado en la riqueza de las tres fuentes ya mencionadas, en otros muchos documentos sueltos y en la propia experiencia del autor como miembro de las partidas revolucionarias de Pancho Villa- no hace palidecer el sabor de los suculentos ingredientes ficticios que aporta la pluma feraz e imaginativa del escritor mejicano.

Algo muy parecido ocurre con otro magno proyecto de Martín Luis Guzmán que, a la postre, quedó limitado a dos únicas entregas, aunque había sido concebido con un alcance mucho más amplio. Se trata de su obra titulada Muertes históricas, reducida a dos amenos y bien documentados capítulos sobre Porfirio Díaz ("Tránsito sereno de Porfirio Díaz") y Venustiano Carranza ("Ineluctable fin de Venustiano Carranza"). En ambos relatos brilla con singular maestría la pericia de Guzmán a la hora de combinar el rigor y la verosimilitud del discurso histórico con el colorido y la vivacidad de los toques de ficción literaria, manifiesta en preciosas descripciones de paisajes y figuras, en la "recreación" de ciertas situaciones inventadas y en la composición de diferentes diálogos que, aunque perfectamente encajados en la sucesión de los hechos reales, jamás fueron pronunciados por los protagonistas de los episodios reconstruidos.

El resto de la producción impresa de Martín Luis Guzmán se compone de los títulos siguientes: Apuntes sobre una personalidad (México: [s.p.i.], 1954), que constituye el texto de su discurso de ingreso en la Academia Mexicana de la Lengua; Islas Marías (México: Cía General de Ediciones [Col. "Ideas, Letras y Vidas"], híbrido entre novela y drama que se convirtió en el guión de una cinta cinematográfica; Academia. Tradición, Independencia, Libertad (México; Cía General de Ediciones S. A., 1959); Pábulo para la historia (México; Cía General de Ediciones [Col. "Ideas, Letras y Vidas"], 1960); y Necesidad de cumplir con las leyes de la Reforma (México; Empresas Editoriales S. A., 1963). A mediados de la década de los años ochenta aparecieron, impresas en dos volúmenes, sus Obras completas (México; Fondo de Cultura Económica, Col. Letras Mexicanas, 1984 y 1985).

Véase México: Literatura.

Bibliografía.

  • - CARBALLO, Emmanuel. "Diálogo con Martín Luis Guzmán", en La novela de la Revolución Mexicana, págs. 233-245 (La Habana; Casa de las Américas, Serie "Valoración Múltiple", 1975).

- MARTÍNEZ, José Luis. "Las crónicas de un novelista", en La novela de la Revolución Mexicana, págs. 246-251 (La Habana; Casa de las Américas, Serie "Valoración Múltiple", 1975).

J. R. Fernández de Cano.

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