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PolíticaLiteraturaBiografía

Domínguez, José Antonio (1869-1903).

Poeta hondureño, nacido en Juticalpa (capital del departamento de Olancho) en 1869 y fallecido en su ciudad natal en 1903. Hombre de acusada sensibilidad literaria y vasta formación cultural, está considerado como uno de los escritores más sobresalientes del período de reforma social que, en el último tercio del siglo XIX, puso en marcha en Honduras el gobierno de Marco Aurelio Soto.

Volcado desde su juventud hacia los saberes humanísticos, cursó las carreras de Derecho y Magisterio, y, como tantos otros escritores hispanoamericanos del siglo XIX, puso todo su talento al servicio de su nación, desempeñando diversas funciones y ocupando elevados cargos en la Administración Pública hondureña. Dentro de esta faceta de hombre público, alcanzó su status más elevado al ser nombrado Subsecretario de Estado en el ministerio de Instrucción Pública, cargo que luego volvió a asumir a las órdenes del ministro de Justicia.

En su condición de escritor, José Antonio Domínguez perteneció a una generación de autores que, a medio camino entre el Romanticismo y el Modernismo, reflejaron en sus obras las señas de identidad características de ambos movimientos, sin llegar a encontrar una voz propia. En toda Centroamérica, tal vez el paradigma de este colectivo generacional sea el hispano-cubano José Joaquín de Palma, natural de la ciudad cubana de Bayamo, que sobresalió no sólo como poeta, sino también como educador y patriota. Y ya dentro de las Letras hondureñas, figuraron en este grupo de autores, al lado de José Antonio Domínguez, otros escritores como el poeta y narrador Froylán Turcios y el gran poeta y periodista Juan Ramón Molina. Junto a ellos, José Antonio Domínguez -que era unos años mayor- fundó la Sociedad Literaria La Juventud Hondureña.

El fatalismo romántico no sólo impregnó los versos del malogrado Domínguez, sino también su triste peripecia vital, a la que él mismo puso fin al quitarse la vida cuando aún no había cumplido los cuarenta años de edad. La huella de algunas de las grandes figuras del Romanticismo español -como Quintana, Espronceda y Zorrilla- se puede rastrear fácilmente en los poemas de José Antonio Domínguez, la mayor parte de los cuales quedó inédita o dispersa por periódicos y revistas de su tiempo. En la segunda mitad del siglo XX, cuando habían transcurrido casi sesenta años desde la desaparición del poeta de Juticalpa, vio la luz una interesante recopilación de su obra poética, publicada bajo el título de Himno a la materia y otros poemas (Comayeguela: Cuadernos Pegaso, 1960). El poema que da título a esta obra es, tal vez, su composición más lograda; en ella se puede vislumbrar a un poeta que, al estilo del susodicho Quintana, intenta aunar el espíritu romántico con la reflexión filosófica, marcada aquí por una acusada presencia del materialismo.

Dentro de esta poesía civil de Domínguez cabe citar también su poema "Himno marcial", así como sus composiciones "Canto a la Libertad" y "Camafeos Patrios", en los que la especulación filosófica deja de ser abstracta para centrarse en aspectos concretos como el avance de la civilización occidental y -respectivamente- el amor a la Patria. Pero, más allá de esa poesía cívica, declamatoria y grandilocuente que tanto gustó a sus contemporáneos (y que ha envejecido vertiginosamente con el paso del tiempo), en la actualidad cabe destacar, dentro del breve corpus lírico de Domínguez, una serie de poemas en los que, con acusada sensibilidad y delicadeza, el autor hondureño exaltó el sentimiento amoroso. Véase, como ejemplo paradigmático de esa especial dulzura romántica de Domínguez a la hora de hablar del amor, el bello soneto titulado "Toques": "Si no sabía pintar: jamás su mano, / mojando en los colores la paleta, / supo trazar, con fantasía inquieta, / los contornos de cuadro soberano. // Si no tenía inspiración; si en vano / fuera pedirle la intuición secreta / que tiene en sus delirios el poeta, / porque él no era un artista: era artesano... // Pero una vez, en su existencia obscura, / flechó su corazón una hermosura: / Tomó el pincel y delineó su hechizo; // Para cantarla hizo vibrar la lira; / y desde aquel instante, no es mentira, / ¡prodigio del amor!, ¡artista se hizo!".

Bibliografía

  • ALVARADO, Arturo. "El romanticismo en Honduras", en PAREDES, Rigoberto y SALINAS PAGUADA, Manuel, Literatura hondureña (Tegucigalpa: Editores Unidos, 1986), págs. 155-189.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.