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LiteraturaPeriodismoBiografía

Bolet Peraza, Nicanor (1838-1906).

Narrador, dramaturgo, periodista, político y diplomático venezolano, nacido en Caracas en 1838 y fallecido en Nueva York (Estados Unidos de América) en 1906. Era hermano menor del gran pintor e ilustrador caraqueño Ramón Bolet Peraza.

Vida

Nacido en el seno de una familia acomodada que habría de procurarle una excelente formación académica (era hijo del doctor en medicina Nicanor Bolet Poleo), cuando apenas contaba un año de edad se trasladó en compañía de los suyos hasta la ciudad de Barcelona, capital del estado venezolano de Anzoátegui, donde su progenitor había sido reclamado por motivos profesionales. Su infancia y adolescencia transcurrieron en dicha localidad, en un rico ambiente cultural que permitió al doctor Bolet Poleo -hombre inclinado a las curiosidades humanísticas- fundar una imprenta y litografía en la que pronto empezaron a trabajar con entusiasmo los jóvenes hermanos Nicanor y Ramón. Esta primera experiencia laboral inclinó decisivamente al futuro escritor hacia la profesión periodística, en la que se dio a conocer merced al lanzamiento de la revista El Oasis (1856-1858), fundada por él y por su citado hermano.

Pero la revuelta situación política que vivió Venezuela durante todo el siglo XIX vino a interrumpir la juvenil dedicación de Nicanor Bolet al mundo de la imprenta y la edición periódica. El día 1 de agosto de 1859, tras el llamado "pronunciamiento de Coro", se produjo el estallido de la Guerra Federal, levantada por Ezequiel Zamora y Juan Crisóstomo Falcón, que obligó al joven litógrafo a mudar "el plomo de los tipos por el plomo de las balas". Tras haber tomado parte activa en la lucha armada, se asentó en su Caracas natal y fundo allí, en 1865 y en colaboración con su hermano, el rotativo El Museo Ilustrado, una publicación que se presentó ante los lectores venezolanos como un "periódico literario, ilustrado por medio de la cromolitografía". En un principio, Bolet Peraza asumió únicamente funciones de dirección dentro del rotativo; pero en uno de sus números, ante la ausencia del colaborador que cubría la parcela del artículo de costumbres (a la sazón, género de obligada presencia en todas las publicaciones españolas e hispanoamericanas), se vio forzado a suplir al firmante habitual de esta sección, para lo cual adoptó el pseudónimo literario de "Abdul Azis" y dejó estampado su primer artículo, publicado bajo el título de "Percances de una visita". Dio comienzo, así, de forma tan azarosa como afortunada, la fecunda carrera literaria de Nicanor Bolet como escritor costumbrista, modalidad en la que pronto llegó a convertirse en la figura más sobresaliente del panorama cultural venezolano de la segunda mitad del siglo XIX. Esta entusiasta dedicación -prolongada durante casi medio siglo de trayectoria profesional como periodista- a uno de los géneros más característicos de la prosa decimonónica ha motivado que, en no pocos manuales literarios y periodísticos, el nombre del escritor caraqueño aparezca exclusivamente vinculado al costumbrismo; sin embargo, su producción literaria progresó por otros muchos senderos genéricos y temáticos en los que alcanzó idénticas cotas de calidad que en sus artículos de costumbres.

Al término de la Guerra Federal (1863), la victoria de las tropas partidarias del federalismo había sumido a Venezuela en una grave inestabilidad política que, pese a los denodados esfuerzos de los vencedores en aras de establecer el igualitarismo democrático, acabó dando lugar a la implantación de un pernicioso caudillismo local que fue sembrando de focos bélicos todos los rincones del país. En medio de constantes proclamas revolucionarias y duras represiones de la reacción conservadora, Venezuela se vio convulsionada por decenas de enfrentamientos armados que reanimaron al monstruo adormecido de la guerra civil, y provocaron una nueva salida a la palestra bélica de la mayor parte de sus pobladores. Entre ellos se contaba Nicanor Bolet, quien llegó a alcanzar el grado militar de General y a tomar parte activa en la política nacional desde su nuevo cargo de representante en el Congreso, aunque pronto se arrepentiría de este protagonismo en la vida pública y dejaría impresas jugosas reflexiones satíricas que censuraban y ridiculizaban la vanidad y el interés de quienes, como él mismo había hecho, medraban a costa de ostentar la representación de la ciudadanía ("Hice unas leyes, anulé otras, me puse en pie o quedé sentado al revés de lo que pedían las circunstancias; pronuncié discursos, hice proposiciones, apoyé informes y voté candidatos; apelé al pueblo [...], recibí aplausos, me llamaron al orden y cogía dietas; todo como si fuera un verdadero representante de la voluntad popular").

El 27 de abril de 1870 regresó a Venezuela el general Antonio Guzmán Blanco, antiguo Vicepresidente de la nación durante el mandato de Juan Crisóstomo Falcón. Tras promover la denominada "Revolución Azul", tomó con presteza la capital del país y se convirtió en el nuevo presidente venezolano, dando lugar con ello al inicio del guzmancismo y de su fase más duradera en el poder, el Septenio (1870-1877) -posteriormente, Guzmán Blanco volvería a gobernar el país durante el Quinquenio (1879-1884) y el Bienio (1886-1888)-. Bolet Peraza apoyó, en un principio, el nuevo régimen, que en sus primeros años de implantación trajo a Venezuela fundadas esperanzas de paz, estabilidad y prosperidad. Casado, a la sazón, con Perfecta Monagas -hija del antiguo presidente de la nación José Gregorio Monagas, al que se recuerda por su histórico decreto que abolió la esclavitud en el país- y padre de cuatro hijos, sus obligaciones familiares y su dedicación a la escritura no le impidieron ocupar un asiento parlamentario en representación de la ciudadanía de Barcelona, honor que compaginó con su nuevo cargo de Secretario del Congreso y con sus ininterrumpidas labores periodísticas, por aquel entonces centradas en su puesto de corredactor del rotativo La Opinión Nacional.

Este breve período de bonanza y relativa tranquilidad en la vida pública venezolana se reflejó también en las circunstancias personales de Nicanor Bolet Peraza, quien, durante un cierto tiempo, gozó de inestimable aprecio en los foros políticos e intelectuales del país. Pero enseguida se hicieron patentes los intereses espurios de Guzmán Blanco y su camarilla de adláteres, lo que dio origen a un creciente movimiento de oposición que, en los años finales del Septenio, tuvo su máximo exponente en la figura y los escritos del periodista caraqueño. Y así, tras la caída del gobierno de Guzmán Blanco y la llegada al poder de Francisco Linares Alcántara, Bolet Peraza abrazó con entusiasmo la política del nuevo presidente y se convirtió en uno de sus mejores colaboradores, lo que le valió el nombramiento como secretario -es decir, máximo responsable- del Ministerio del Interior y Justicia. Desde este encumbrado cargo público, el escritor llevó a cargo una generosa e inteligente política de reconciliación que, manifiesta en el regreso masivo de exiliados y el restablecimiento de relaciones con la Iglesia, procuró al país un breve período de balsámica estabilidad. Y, al mismo tiempo, continuó desplegando su incesante labor periodística, ahora plasmada en la fundación de La Tribuna Liberal, que de inmediato se convirtió en el órgano portavoz de las ideas del nuevo gobierno y en el azote fustigador de los errores recientes de Guzmán Blanco. Convencido de que el guzmanismo era ya un penoso episodio felizmente clausurado en la historia de Venezuela, Nicanor Bolet se ensañó en la política del anterior presidente y llegó a proclamar que Antonio Guzmán Blanco -exiliado, entretanto, en Europa- jamás volvería a pisar el suelo venezolano.

Pero el destino contradijo, caprichosa y cruelmente, los esperanzados vaticinios del periodista caraqueño. El día 30 de noviembre de 1878 sobrevino, de forma inesperada, el repentino fallecimiento de Linares Alcántara, circunstancia que propició el inmediato y oportuno regreso de Guzmán Blanco, quien aprovechó la confusión dominante en el panorama político y social venezolano para encabezar el movimiento denominado "La reivindicación" y asumir de nuevo el poder. La implantación del Quinquenio (o segundo período de gobierno de Antonio Guzmán Blanco) trajo consigo la esperada persecución de todos aquellos que habían censurado con acritud la política desplegada durante el Septenio, entre los que figuraba en uno de los puestos más descollantes Nicanor Bolet Peraza. Apremiado por las amenazas que se cernían sobré él y sobre los suyos, el animoso escritor tomó el rumbo del exilio en 1880 y se estableció con su familia en la ciudad norteamericana de Nueva York, en la que habría de residir definitivamente durante el resto de su vida.

Las duras condiciones del exilio, siempre penosas para quienes se ven forzados a sufrirlo, se hicieron tanto más sañudas en la figura de Nicanor Bolet Peraza, quien no sólo había dejado atrás una envidiable posición social en su país natal, sino que además se encontraba obligado a emprender una nueva vida a los cuarenta años de edad, cargado de obligaciones familiares y rodeado de una sociedad totalmente distinta a la que había conocido en Venezuela. Su integración y adaptación se preveían tan costosas que, para empezar a vencer obstáculos, hubo de comenzar por aprender el idioma de sus nuevos convecinos, pues el dominio de la lengua inglesa no era hasta entonces uno de los méritos que jalonaban la brillante trayectoria humanística de Bolet Peraza. Pero, en medio de circunstancias tan adversas, la proverbial tenacidad del escritor logró superar enseguida el cúmulo de dificultades que se habían interpuesto repentinamente en su andadura vital. Y así, asombrosamente integrado en la novedosa -para él- cultura estadounidense, pronto entró en contacto con los principales núcleos periodísticos y editoriales sostenidos por la población neoyorquina de origen hispanoamericano, y alcanzó el puesto de redactor en La Revista Ilustrada de Nueva York, una prestigiosa publicación distribuida por todo el subcontinente americano de habla hispana, en la que hacía las veces de corredactor el exquisito poeta y narrador salvadoreño -aunque nacido en territorio nicaragüense- Román Mayorga Rivas. Integrado, a través de los artículos que publicó entre sus páginas, en los principales cenáculos culturales de la ciudad más próspera y floreciente del nuevo imperio estadounidense, entabló relaciones con los intelectuales hispanoamericanos establecidos en dicha metrópoli, como su compatriota Juan Antonio Pérez Bonalde y el cubano José Martí y llegó a participar en la fundación de la solvente Sociedad Literaria Hispanoamericana con sede en Nueva York, en cuyo seno ostentó la presidencia durante diferentes períodos. Fruto de estos contactos con lo más granado de la intelectualidad de origen latino fueron las semblanzas que dejó escritas acerca de estos relevantes personajes, semblanzas y comentarios imprescindibles en la actualidad para calibrar, en toda su justeza, la importancia de sus hechos y sus obras (así, v. gr., el día 14 de marzo de 1896 pronunció, en los salones de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, un inflamado discurso encomiástico sobre el Apóstol de la Independencia cubana, cuyos anhelos de paz y libertad había compartido a lo largo de su fecunda amistad en suelo norteamericano).

A finales de la década de los años ochenta, merced a su fecunda labor literaria y periodística desarrollada en los Estados Unidos de América, el exiliado Nicanor Bolet Peraza podía considerarse como el ciudadano venezolano de mayor proyección internacional. De ahí que, en 1888, el nuevo mandatario del gobierno de su país natal, Juan Pablo Rojas Paúl -primer civil que ostentaba el cargo de máximo dirigente en Venezuela en más de medio siglo-, le nombrara ministro plenipotenciario y enviado extraordinario en Washington, donde el renombrado escritor desempeñó altas misiones diplomáticas al servicio de sus compatriotas (como la que le llevó a la Primera Conferencia Internacional Americana, en la que, a propuestas del gobierno estadounidense, se abordó la disputa que, en torno a los límites territoriales de la Guayana Inglesa, mantenían Gran Bretaña y Venezuela). Por la valentía, firmeza y claridad exhibidas por Bolet Peraza a la hora de poner sobre el tapete de la comunidad internacional la invasión del suelo venezolano llevada a cabo por los ingleses, el nombre del ahora brillante diplomático volvió a cobrar, entre sus conciudadanos, el antiguo prestigio de que había gozado años atrás en su faceta de hombre público.

Tras el éxito obtenido por estas gestiones en Washington, el escritor de Caracas regresó a su domicilio neoyorquino y continuó entregándose a sus tareas periodísticas, que ahora le movieron a fundar una nueva revista de enorme interés y difusión, Las Tres Américas, publicada en Nueva York entre 1893 y 1896. Por aquel tiempo, cuando su acreditado mérito como legatario le había proporcionado también el cargo de cónsul de la República de El Salvador en la metrópoli estadounidense, se celebró en Venezuela el centenario del nacimiento del antiesclavista José Gregorio Monagas, antiguo presidente de la nación -como ya se ha indicado anteriormente- y suegro de Nicanor Bolet Peraza. El periodista caraqueño fue invitado a participar en los solemnes actos convocados para el día 4 de mayo de 1895, lo que le permitió regresar a su país natal, por un breve espacio de tiempo, después de tres largos lustros de ausencia. Tras aceptar la invitación del actual presidente venezolano, Joaquín Crespo, asistió a los eventos de la conmemoración y volvió a emocionarse con la contemplación de su tierra y la observación de esas costumbres de sus compatriotas que tanto había glosado en sus artículos literarios, pero decidió regresar a su residencia en los Estados Unidos de América, donde su vida se hallaba definitivamente encauzada. Al cabo de poco más de un decenio, la muerte le sorprendió en Nueva York, el día 25 de marzo de 1906, cuando estaba próximo a cumplir los sesenta y ocho años de edad.

Obra

Los artículos costumbristas de Nicanor Bolet Peraza (es decir, aquellas piezas que, en vida, mayor prestigio literario le granjearon) quedaron recogidos en un espléndido volumen recopilatorio publicado, a los veinticinco años de su muerte, bajo el título de Artículos de costumbres y literarios (Barcelona [España]: Editorial Araluce, 1931). Posteriormente, algunos de estos artículos y otros escritos periodísticos del escritor de Caracas vieron la luz entre las páginas de Antología de costumbristas venezolanos (Caracas: Biblioteca Popular Venezolana, 1940), obra seleccionada y prologada por el escritor, crítico literario y profesor universitario de Mérida (Venezuela) Mariano Picón Salas. Entre los innumerables textos que Bolet Peraza dejara diseminados en rotativos y revistas venezolanos e hispanoamericanos figuran muchos trabajos recogidos en Selección literaria y periodística (Caracas: Línea Aeropostal Venezolana, 1953), así como en el libro titulado Nicanor Bolet Peraza (Caracas: Academia Venezolana de la Lengua, 1963).

Sin embargo, el escritor caraqueño no sólo utilizó las páginas de los medios de comunicación para publicar artículos de costumbres y comentarios políticos. En su condición de excelente prosista, dio a la luz algunos magníficos relatos en diferentes rotativos y revistas, entre los que resulta obligado recordar el cuento "Metencardiasis", publicado en septiembre de 1896 en la revista Las Tres Américas, obra que no sólo pone de manifiesto las espléndidas aptitudes de Bolet Peraza para la prosa de ficción, sino que convierte a su autor en uno de los escritores pioneros en el cultivo del cuento fantástico en la literatura venezolana. Triunfó también, desde las tribunas políticas y culturales que frecuentó a lo largo de toda su vida, en el complejo género de la oratoria, con discursos literarios y proclamas políticas que le señalan como uno de los más facundos oradores hispanoamericanos del siglo XIX (recuérdese, al propósito, la citada alocución que pronunció en Nueva York, ante los miembros de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, en alabanza y recuerdo fúnebre del recientemente desaparecido de José Martí).

Además, Nicanor Bolet se distinguió en su época como dramaturgo, con comedias y dramas tan celebrados por la crítica y el público venezolanos como A falta de pan buenas son tortas (Caracas: Imprenta de la Opinión Nacional, 1873), comedia costumbrista en un acto, y Luchas del hogar (Id. Id., 1875). Además, cultivó el género ensayístico en La revolución del trabajo (1901), el epistolar en Cartas gredalenses (Nueva York: Biblioteca de Las Tres Américas, [s.d.]) y el de la descripción geográfica en Impresiones de viaje (Nueva York: Las Novedades, 1906).

Bibliografía

  • DÍAZ SEIJAS, Pedro: La antigua y la moderna literatura venezolana, Caracas: Armitano, 1966, pp. 191, 206, 392 y 396.

  • ORIHUELA, Augusto: Las Tres Américas y el Modernismo, Caracas: Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, 1983.

  • PICÓN FEBRES, Gonzalo: La literatura venezolana en el siglo XIX, Buenos Aires: Ayacucho, 1947, pp. 282-283.

  • PICÓN SALAS, Mariano: "Prólogo", en Antología de costumbristas venezolanos, Caracas: Biblioteca Popular Venezolana, 1940, p. 102.

  • RATCLIFF, Dillwyn F.: La prosa de ficción en Venezuela, Caracas: Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1966, pp. 59-60.

  • TEJERA, Felipe: Perfiles venezolanos, Caracas: Presidencia de la República, 1974, pp. 349-352.

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.