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PolíticaLiteraturaBiografía

Asas Manterola, Benita (1873-1968).

Ensayista, pedagoga y activista del movimiento feminista española, nacida en San Sebastián (Guipúzcoa) en 1873 y fallecida en Bilbao (Vizcaya) en 1968.

Educada en la precaria formación escolar que la sociedad española de finales del siglo XIX destinaba a las niñas (basada en el aprendizaje de las labores domésticas y, con un poco de suerte, en la enseñanza de las primeras letras y unos rudimentarios conocimientos de aritmética), mostró, empero, desde su niñez una innata curiosidad intelectual y una firme vocación por la docencia, que acabarían conduciéndola hasta las aulas en calidad de maestra. A pesar de tantos inconvenientes, Benita Asas Manterola se procuró una formación autodidacta que en 1910, cuando contaba ya treinta y siete años de edad, le permitió acceder a la enseñanza superior y convertirse en una de las primeras mujeres españolas que cursaban estudios universitarios (que, hasta dicho año, habían permanecido prácticamente vedados para la población femenina, en virtud de múltiples y anacrónicos impedimentos legales).

También fue en 1910 cuando la animosa escritora donostiarra dio a la imprenta el volumen ensayístico titulado Dios y Universo, una espléndida obra cuyo rigor analítico y calado intelectual dejó entrever una de las figuras más sólidas del pensamiento de la época, desgraciadamente velada hasta entonces por el desprecio con que eran recibidas las entregas creativas y ensayísticas escritas por mujeres. Pero, a partir de entonces, Benita Asas comenzó a ocupar un lugar destacado entre la intelectualidad del País Vasco, de donde pronto pasó a extender su pensamiento por los principales foros y cenáculos culturales de la capital de España. Y así, en 1913 fue invitada a intervenir en los acalorados debates celebrados en la Sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid, en donde, en compañía de otra destacada pensadora de su tiempo, Julia S. de Trellero, abordó con audacia y severidad el problema de la educación de la mujer, desde un enfoque abiertamente feminista que venía a denunciar las grandes trabas impuestas a las féminas a la hora de acceder a la formación académica y, en consecuencia, al mundo laboral. En opinión de ambas ponentes -que causaron tanta admiración como rechazo en el Ateneo madrileño-, estos impedimentos no hacían sino acrecentar la desigualdad milenaria que venía distanciando los roles tradicionalmente adjudicados a hombres y mujeres, lo que daba pie, según Benita Alas y su compañera, a la coexistencia en sociedad de dos géneros con distinto grado de participación en la vida pública: el de los ciudadanos políticos (reservado exclusivamente a los hombres) y el de los ciudadanos sociales (integrado, básicamente, por mujeres). Al hilo de estas ideas, en el transcurso de aquel mismo año de 1913, Benita Asas y Julia S. de Trellero fundaron y asumieron la codirección del rotativo El Pensamiento Femenino, un periódico feminista que, dentro de su propósito general de mejorar y promocionar el status social, político y económico de las mujeres de la época, apostaba en particular por la implantación del sufragio femenino.

Convertida, en aquella segunda década del siglo XX, en una de las voces más representativas del feminismo hispano, Benita Asas acabó integrándose en la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), un colectivo fundado en 1918 por María Espinosa de los Monteros con el objetivo de defender, desde los postulados ideológicos del catolicismo liberal, los derechos de las mujeres. Difundidas por su principal órgano de expresión (la revista Mundo Femenino), las proclamas de la ANME arrastraban un fuerte componente religioso (anclado en su adscripción al catolicismo) y nacionalista (basado en la necesidad de mantener en todo momento un firme amor a la patria que, según las ideólogas de la asociación, debía ser inculcado por las madres en sus retoños desde su más tierna infancia); pero, al mismo tiempo, mostraban un talante nítidamente progresista en todos los aspectos relacionados con la condición social y jurídica de la mujer, sin parar mientes en la mayor o menor afinidad política o religiosa de quienes constituían un obstáculo para la promoción femenina (como quedó patente, v. gr., en el enfrentamiento de las mujeres de ANME con los sindicatos católicos, dominados por hombres que seguían oponiéndose al acceso de la mujer al ámbito laboral). Entre las iniciativas protagonizadas por esta combativa asociación de féminas (cuya dirección ocupó Benita Asas en 1924), cabe recordar su audaz propuesta de reforma del Código Civil, su lucha por ampliar los horizontes de la enseñanza estatal destinada a las niñas, su exigencia de ayudas económicas para sufragar los gastos de publicaciones literarias y ensayísticas escritas por mujeres, su airada reclamación de la igualdad en el mundo laboral (que incluía peticiones tan "escandalosas" -para el sentir de la época- como la equiparación de salarios y el libre acceso de la mujer a las profesiones liberales y al desempeño de cargos públicos), así como otras acciones coyunturales que tuvieron gran resonancia en la España del primer tercio del siglo XX (como su enfrentamiento con el Real Patronato para la Represión y la Trata de Blancas, que no veía con buenos ojos la propuesta de la ANME de crear asilos de recogida para prostitutas gobernados por religiosas).

Al frente de este esforzado colectivo de mujeres, Benita Asas impuso en el seno de la asociación unos criterios más progresistas que los de su fundadora; y así, en 1924 casi todos los esfuerzos de ANME y Mundo Femenino se orientaron hacia la exigencia del sufragio femenino, único medio que, según la aguerrida luchadora donostiarra, permitiría a la mujer la equiparación política con un colectivo masculino que, por muy liberal que llegara a mostrarse, jamás consentiría motu proprio la igualdad de derechos en todos los ámbitos de la vida. Bajo la máxima de "Una mujer sin voto es doña nadie", Benita Asas Manterola promovió una intensa campaña sufragista que, en el transcurso de aquel mismo año de 1924, consiguió de la recién estrenada dictadura de Primo de Rivera un Real Decreto que reconocía a las mujeres el derecho al voto, siempre y cuando no estuvieran casadas, ya que, en este caso -y siempre según los legisladores de la época-, se corría el peligro de que una esposa utilizase su libre derecho de ir a las urnas para votar en contra de la opinión política de su marido. A pesar de estas disparatadas afirmaciones, la promulgación de tal Real Decreto fue recibida por las sufragistas como la mayor victoria de la causa feminista que hasta entonces se había producido en España.

Al tiempo que se entregaba a esta causa sufragista, Benita Asas continuaba desarrollando una intensa actividad docente y pedagógica que, a mediados de aquella tercera década del siglo XX, dio como resultado un ensayo titulado Manera práctica de enseñar el lenguaje materno a los niños de las Escuelas Nacionales de Primera Enseñanza (1925). Al mismo tiempo, algunos de sus principales artículos sobre educación vieron la luz, por esas fechas, entre las páginas de la revista La Escuela Moderna. Pero su activo protagonismo en la vida pública española la devolvió a las arenas políticas en 1929, cuando, a raíz de la extensión de las primeras consecuencias de la crisis bursátil neoyorquina, el mundo entero entró en una fase de peligrosa inestabilidad que amenazaba con desembocar en un nuevo conflicto bélico de proporciones devastadoras.

En efecto, a finales de 1929 Benita Asas asistió, como delegada de la Liga Femenina Española, a una serie de asambleas celebradas en la sede que tenía en Ginebra la Sociedad de Naciones, donde tramitó una propuesta de convocatoria de un congreso mundial de mujeres que, en opinión de muchas feministas de todos los rincones del mundo, traería todos los medios necesarios para evitar el conflicto bélico. Los postulados de la pedagoga donostiarra hallaron una excepcional acogida en el seno del Movimiento de Liberación de las Mujeres, cuyas propuestas pacifistas contribuyeron en parte al sostenimiento de la precaria situación política dominante en buena parte de Europa y América.

En 1931, a raíz de la implantación de la II República, Benita Asas y otras cualificadas representantes de la ANME tomaron parte activa en los debates suscitados a propósito de la conveniencia del sufragio universal femenino, que había quedado autorizado en el artículo 34 de la nueva Constitución. La escritora, pintora, periodista y política Margarita Nelken, desde una trayectoria feminista fuera de toda sospecha, se opuso firmemente en el Parlamento a la universalización del voto femenino, ya que -en su opinión- buena parte de la población femenina española carecía de conciencia política y seguía sujeta a los dictados de padres, maridos y directores espirituales (según Nelken, sólo las mujeres cultas y las pertenecientes a la clase trabajadora estaban libres de esta poderosa influencia masculina). Frente a ella se alzó la voz airada de Clara Campoamor, diputada por el Partido Radical, quien, desde unos postulados feministas tan legítimos como los de su oponente, clamó en defensa del sufragio universal femenino. Curiosamente, los sectores más conservadores y reaccionarios del espectro político español asumían con agrado las propuestas de Clara Campoamor, dando con ello consistencia a los temores albergados por Margarita Nelken; por su parte, Benita Asas y las mujeres de la ANME participaron de forma activa en dichos debates en favor de las tesis de la diputada del Partido Radical, y repartieron en el Parlamento pasquines en defensa del sufragio femenino incondicional. Al margen de las consecuencias que pronto habrían de hacerse patentes en los acontecimientos políticos que ensangrentaron el país, lo cierto es que este debate sembró numerosas desavenencias y rupturas en el movimiento feminista español durante aquellos primeros compases de la II República, dando lugar a un acalorado intercambio de acusaciones que incluyó los últimos afanes feministas de Benita Asas. Entre ellos, uno de los más notables fue el suscitado en 1931 tras la aprobación de un decreto por vía del cual se autorizaba a feminizar las nombres de cargos públicos y títulos profesionales (médica, abogada, ministra, etc.), decreto que tampoco gustó a todas las feministas; contra las que se oponían a esta feminización del lenguaje dirigió sus últimos ataques Benita Asas Manterola, plasmados en algunos artículos en los que las tildaba de "ingratas usufructuarias del feminismo" y de "feministas a regañadientes".

A los cincuenta y nueve años de edad, cansada ya de tantos esfuerzos en pro de las mujeres y, sobre todo, de los enfrentamientos surgidos entre las diversas corrientes del feminismo, la maestra donostiarra firmó su último artículo en Mundo Femenino, en el que volvió a ratificarse en su convicción de que era imprescindible el voto de la mujer para lograr una total equiparación con la población masculina. Poco después abandonó sus cargos en ANME, tras recibir un caluroso homenaje de sus correligionarias, que le regalaron una placa en la que aparecía grabado el texto del artículo 28 de la Constitución de 1931, que reconoce la igualdad de derechos electorales. Retirada de la militancia activa, era ya sexagenaria cuando hubo de sufrir las penalidades de la Guerra Civil, en la que padeció la persecución de las fuerzas reaccionarias. Con la victoria de las tropas franquistas, su dilatada vejez (que aún habría de prolongarse hasta 1968) pasó por el humillante trance de verse expulsada del cuerpo de maestras y de todos los derechos que le correspondían por haber ejercido durante tantos años la profesión docente; cuando murió en Bilbao, un lustro antes de alcanzar un siglo de existencia, ya nadie recordaba los logros que las mujeres españolas del siglo XX habían conseguido merced a su activa militancia en la causa feminista.

Bibliografía

  • BALLARÍN DOMINGO, Pilar: "Maestras, innovación y cambios", en Arenal, nº 6, 1, Granada: Universidad de Granada, 1999.

  • DÍEZ DE URE, Ana-RODA HERNÁNDEZ, Paco: "Asas Manterola, Benita", en MARTÍNEZ, Cándida-PASTOR, Reyna-PASCUA, Mª José de la-TAVERA, Susana (directoras): Mujeres en la Historia de España, Madrid: Planeta, 2000, pp. 408-412.

  • MARTÍN GAMERO, Amalia: Antología del feminismo, Madrid: Alianza Editorial, 1975.

  • SAN JUAN, Regina: "Benita Asas, sufragista vasca", en Emakunde Ekaina 1991, Vitoria-Gasteiz: Instituto Vasco de la Mujer, 1991, pp. 58-59.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.