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PolíticaHistoriaBiografía

Adalberto, Arzobispo de Maguncia (ca. 1080-ca. 1137).

Prelado alemán, arzobispo de Maguncia, nacido hacia 1080 y muerto hacia 1137. Fue uno de los principales opositores al emperador Enrique V y durante su pontificado defendió los derechos del Papado frente al Imperio en el contexto de la Guerra de las Investiduras, si bien muchos de sus actos se debieron a su ambición personal.

Hijo del conde Siguehardo de Saarbrucken, tomó la carrera eclesiástica y formó parte de la cancillería del emperador Enrique IV. Con la subida al trono de Enrique V en 1106, Adalberto fue nombrado canciller, puesto desde el que consiguió una notable influencia. En realidad debió su ascenso al favor del emperador, del que recibió un trato preferente y diversas concesiones. Tras la muerte del mediocre arzobispo Ruthardo de Maguncia (1109), Adalberto fue designado su sucesor, aunque la sede quedó vacante durante dos años, quizás porque el emperador quería la asistencia de su canciller en la importante expedición en la que en 1111 Enrique fue coronado en Italia y recibió el reconocimiento del papa del derecho del emperador para consagrar mediante el báculo y el anillo. A su regreso a Alemania (1111), Enrique invistió a Adalberto, que enseguida tomó posesión de los bienes temporales de la sede, aunque aún no había sido consagrado.

Sin embargo, pronto se desligó de la fidelidad al emperador y se unió a los descontentos, encabezados por Lotario de Supplinburgoy por el arzobispo Federico de Colonia, poniéndose al frente de una rebelión contra Enrique V (1112). El antiguo canciller, que había sido un convencido imperialista y que había recibido la sede de Maguncia para ser el instrumento que permitiese al emperador emanciparse de la tutela de la nobleza, asumió su situación de príncipe eclesiástico e hizo suya la causa de los príncipes; se mostró como un papista a ultranza y fue la ambición personal y no las convicciones, la que guió sus actos políticos. Las concesiones que Enrique hizo para renovar la alianza de Maguncia no sirvieron de mucho, ya que fueron aumentadas por el arzobispo, que pudo contar así con la fidelidad de la ciudad para su causa. Pero además su poder era enorme, puesto que la provincia eclesiástica de Maguncia ocupaba media Alemania, con 14 obispados sufragáneos y con autoridad sobre partes de Sajonia, Bohemia e Italia. La ruptura definitiva entre el arzobispo y el emperador tuvo lugar en noviembre de 1112; Adalberto había utilizado su pontificado para tratar de establecer un principado independiente, pero sus ambiciones sobre el distrito del Rin le habían puesto en contacto con los dominios reales y pronto en conflicto con el emperador. Parece ser que la causa final de la ruptura fue la negativa del arzobispo de abandonar dos fortalezas del Palatinado. Enrique V reaccionó mediante un violento manifiesto contra el arzobispo y éste tomó el camino de Sajonia para obtener el apoyo de sus nuevos aliados. Los caminos de ambos enemigos convergieron y Adalberto fue arrestado y sometido a severas privaciones, hecho que incrementó la alarma y la desconfianza de los magnates sajones, que no habían tomado parte en el juicio. Los sajones fueron vencidos en Warmstadt (1113) y entonces Adalberto fue presentado al rey en Worms, pero al negarse a renunciar a sus pretensiones fue encarcelado de nuevo.

En noviembre de 1115 una rebelión de los habitantes de Maguncia llevó a la liberación de su arzobispo y a la concesión de unas garantías de seguridad sobre su persona por parte de Enrique. La reconciliación entre Adalberto y el emperador se consumó en diciembre en Spira, con un juramento de fidelidad por parte del arzobispo y la entrega de sus sobrinos como rehenes. Pero Adalberto, despreocupado de la seguridad de sus sobrinos, rompió el juramento y corrió a Colonia, donde los enemigos del emperador, el duque Lotario y el arzobispo Federico, esperaban al legado pontificio Teodorico, para concretar la alianza contra Enrique. Pero Teodorico murió en el viaje y pronto Adalberto se hizo dueño de la situación. Primero se hizo consagrar por el obispo Otón de Bamberga (aunque había sido investido cuatro años antes aún no había sido consagrado) y después, en conjunción con el arzobispo Federico de Colonia, reunió un sínodo en el que se lanzó la excomunión sobre el emperador, que el año siguiente inició una nueva expedición a Italia, dejando durante dos años descuidados los asuntos de Alemania.

Entre 1116 y 1118 Adalberto, para asegurar la fidelidad de Maguncia, dio a la ciudad una serie de privilegios y ganó la alianza de los obispo de Worms y Spira (el último era su propio hermano). En 1118 fue nombrado legado papal y aprovechó su autoridad para resucitar el plan de 1076, según el cual se reuniría una dieta en Würzburg en la que el emperador debería responder de sus acciones ante los nobles; la aparición de Enrique en Lorena en agosto dio al traste con la celebración de la dieta y le permitió renovar sus fuerzas en Alemania. En junio de 1121 Adalberto marchó al frente de un ejército para liberar la ciudad de Maguncia, asediada por el emperador, pero la intervención de los príncipes alemanes llevó al intento de alcanzar la paz, para lo cual se reunió una dieta en Würzburg el 29 de septiembre. En ella se firmó un armisticio que posibilitó las condiciones favorables para un acuerdo definitivo entre el Imperio y el Sacerdocio. Adalberto quedó solo y fracasó al tratar de evitar la reconciliación, sobre todo por la acción de los legados papales, deseosos de llegar a un acuerdo definitivo; dicho acuerdo fue plasmado en el Concordato de Worms (23 de septiembre de 1122) y ratificado por los príncipes alemanes en una dieta posterior en Bamberga. Y aunque Adalberto vio como sus anteriores aliados se suscribían al texto del Concordato, escribió sin éxito al papa para predisponerlo contra el emperador.

A la muerte de Enrique V (1125), el arzobispo de Maguncia usó su derecho prescriptivo en la elección de un nuevo rey y apoyó al candidato papal, el duque Lotario de Sajonia (Lotario II), frente a Federico de Suabia, el sucesor designado por Enrique. Durante el resto de su vida, Adalberto fue un férreo defensor de los derechos del Papado frente a las pretensiones universalistas del Imperio.

Bibliografía

  • DIEGO HERNANDO, M. El Imperio en la Europa medieval. Madrid, 1996.

  • HALLER, J. y DANNENBAUER, H. De los Carolingios a los Satufer. Época antigua de los Emperadores alemanes (900-1250). México D. F, 1974.

  • SCHARAMM, P. Kaiser, Rom und Renovatio: Studien zur Geschichte des römischen Erneuerungsgedankens vom Ende des karolingischen Reiches bis zum Investiturstreit. Darmstadt, 1957.

  • THOMPSON, J.W. Feudal Germany. Chicago, 1928.

Autor

  • Juan Miguel Moraleda Tejero