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HistoriaPolíticaBiografía

Vizarrón y Eguiarreta, Juan Antonio de (1658-1747).

Administrador colonial español nacido en 1658 (se desconoce el lugar) y muerto en la ciudad de México el 25 de enero de 1747. Fue arzobispo de México y trigésimo octavo virrey de Nueva España (1734-40).

Tras el fallecimiento del marqués de Casafuerte, se abrieron en la Real Audiencia los pliegos que contenían las disposiciones del caso, en las que por decisión real y con carácter interino, sucedió al virrey fallecido el 17 de marzo de 1734, el doctor Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta, arzobispo de México. Tomó posesión del mando el día siguiente y presidió los funerales programados, de los que se ocupó por extenso La Gazeta de México.

Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta había nacido en el Puerto de Santa María (Cádiz) y fue arcediano titular de la catedral de Sevilla, sumiller de cortina del rey y electo arzobispo de la diócesis de México en 1730. Durante su ejercicio había dotado numerosas obras pías, entre ellas una a favor de las niñas enclaustradas en espera de tomar el hábito de religiosas. Recibió y solemnizó el juramento del patronato de la virgen de Guadalupe e hizo entrada pública bajo palio, contra lo mandado por las leyes pero según lo dispuesto por el Real Acuerdo.

El 5 de abril el nuevo virrey se vio obligado a iniciar diligencias judiciales, para averiguar quiénes habían sido los causantes de una irrespetuosa representación de los funerales del marqués de Casafuerte. Se descubrió que “un grupo de gente moza, de la servidumbre de don Diego Velázquez de la Cadena, había organizado un entierro fingido, ridiculizando el que tuvo lugar”, por lo que se impuso a Velázquez el correspondiente castigo, que consistió en el encierro domiciliar.

Durante el mandato del virrey-arzobispo Vizarrón continuaron los enfrentamientos hispano-británicos en torno a Valis o Belice. En 1734 salió una expedición dirigida por el gobernador Juan Fernández de Sabariego, que tuvo éxito y regresó con cuatro balandras corsarias, abundantes mercancías y 28 ingleses presos. Otra expedición posterior, ordenada por el nuevo gobernador Manuel de Salcedo, fracasó en el intento de recuperar la zona y, finalmente el mismo Salcedo fue derrotado en 1737, al encontrarse con una flota de guerra británica desplegada en sus alrededores. Los intentos posteriores resultaron igualmente desgraciados pero los informes de Salcedo, dirigidos tanto al rey como al virrey-arzobispo, resultaron inútiles. La Armada de Barlovento no pudo hacerse a la mar para enfrentarse con los navíos ingleses.

Los seis años de su mandato se caracterizan por la alta conflictividad entre España e Inglaterra, mientras se consolidaban los Pactos de Familia con Francia. Resultado de esta política fue la presión de la marina británica en todas las costas, tanto del Pacífico como del Golfo, además de Guatemala y Honduras. El comodoro Anson invadió el Pacífico y el almirante Vernon dominó las Antillas y penetró en el Golfo. Hubo enfrentamientos y combates en Portobelo, tomado por los ingleses, La Guaira y Santiago de Cuba, en las que fueron rechazados y Cartagena, donde el almirante Vernon sufrió una derrota importante. Las gestiones diplomáticas en las cortes europeas lograron poner fin a este enfrentamiento.

Una nueva declaración de hostilidades, la llamada Guerra de la Oreja de Jenkins, obligó en 1739 al virrey, gracias a los recursos facilitados desde la Península, a tomar las medidas apropiadas para la defensa de las guarniciones y la prevención de la llegada de navíos enemigos a las costas de México. El obispo Vizarrón también tenía que atender con armas, víveres y soldados a las posiciones militares de La Florida, Puerto Rico, Santo Domingo y Cartagena, que dependían de los “situados” en recursos, procedentes de Nueva España.

En política interior, la situación fue de inseguridad generalizada, debido a la extensión e importancia del bandidaje tanto en la capital, donde se intentó asaltar el palacio virreinal, como en las ciudades y los pueblos, que en muchos casos gozaban del apoyo o el encubrimiento popular. También se multiplicaron los conflictos y las intervenciones de la autoridad judicial.

A finales de 1736 se propagó una epidemia de fiebre amarilla, llamada “Gran Matlazahuatl”, que se inició en Tacubaya y mató a miles de indios. Según escribe el jesuita Alegre en su Historia de Nueva España, en México fallecieron más de cuarenta mil personas y cincuenta mil en Puebla, pero la mortandad en el resto del país alcanzó a las dos terceras partes de las poblaciones indígenas. El virrey-arzobispo trató de atajar esta situación, para lo cual estableció ocho hospitales y algunas boticas donde obtener medicinas gratuitas. “Se hicieron plegarias, novenas y rogativas, tratando de calmar el azote de la enfermedad con procesiones y penitencia”. Al parecer, se aprovechó la ocasión para jurar como patrona a la Virgen de Guadalupe.

También hubo levantamientos de indios en los territorios de misión en California, sofocados gracias a la intervención del gobernador de Sinaloa, que ordenó restaurar las misiones destruidas y con el paso del tiempo se aseguró la paz en toda la Península. Por entonces se decidió acabar con las prerrogativas de que gozaban los jesuitas, cancelando la obediencia de los jefes militares al superior de la misión y la preminencia religiosa en el orden civil.

Una de las últimas decisiones del virrey fue ordenar la exploración y el levantamiento de planos de las costas del Nuevo Santander, con la intención de establecer puertos y poblar lugares, según había propuesto el coronel José de Escandón, que había explorado los territorios de Tamaulipas, para tratar de impedir el establecimiento de los colonos franceses.

El virrey-arzobispo Vizarrón llevaba seis años de gobierno interino en Nueva España, cuando el 26 de mayo de 1739 el rey decidió nombrar a su sucesor, en la persona de Pedro de Castro, Figueroa y Salazar, duque de la Conquista, sin embargo el interinato se prolongó hasta julio del año siguiente, fecha de la llegada del nuevo virrey. Vizarrón, que volvió a ejercer sus obligaciones de arzobispo, falleció en la ciudad de México el 25 de enero de 1747 y recibió sepultura en la catedral metropolitana.

Bibliografía

  • OROZCO y BERRA M. Historia de la dominación española en México. México, 1938.

  • RIVERA CAMBAS M. El virrey Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta. México, Editorial Citlaltépetl, 1970.

  • RIVA PALACIO, V. El Virreinato. Tomo II de México a través de los siglos, México, Compañía General de Ediciones, 1961.

  • RUBIO MAÑÉ, I. Introducción al estudio de los virreyes de Nueva España. México, Ediciones Selectas, 1959 y México, UNAM, 1961. Manuel Orozco y Berra. Historia de la dominación española. México, 1938.

M. Ortuño

Autor

  • 0110 M. Ortuño