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Ocio y entretenimientoBiografía

Vargas, Pepe Luis (1959-VVVV)

Matador de toros español, nacido en Écija (Sevilla) el 13 de febrero de 1959. En el planeta de los toros es conocido por su sobrenombre hipocorístico de "Pepe Luis Vargas".

Alentado desde los primeros años de su infancia por una acusada afición, se lanzó a foguearse por tientas, capeas y cuantos festejos menores quedaban a su alcance, hasta que el día 18 de mayo de 1975, con dieciséis años de edad, logró tomar parte en una novillada sin picadores celebrada en la localidad sevillana de Osuna. Recibido con agrado por sus paisanos, emprendió a partir de entonces una fulgurante trayectoria novilleril que, al cabo de dos años, le condujo directamente hasta el coso de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, donde, ya asistido por la garrocha de los varilargueros, compareció por vez primera el día 5 de junio de 1977. Enseguida advirtió la entendida afición hispalense que el joven "Pepe Luis Vargas" constituía un magnífico ejemplo de esos raros toreros -cada vez más escasos en la historia del toreo contemporáneo- capaces de aunar en una misma concepción del Arte de Cúchares la gracia y la sensibilidad propias del arte y la emoción y el riesgo específicos del valor, cualidades que dejó bien patentes el joven diestro de Écija en las otras cinco ocasiones en que intervino como novillero en el albero sevillano, con un balance total de seis orejas en su haber. Tan interesante fue esta campaña novilleril de 1977, que al término de la misma "Pepe Luis Vargas" acabó ocupando el primer puesto del escalafón, después de haber tomado parte en cuarenta y cuatro novilladas picadas.

Convertido, pues, una de las grandes promesas del toreo andaluz de finales de los años setenta, en 1978 volvió a realizar otra brillante temporada que contó, entre otros éxitos, con el ruidoso triunfo cosechado de nuevo en la Maestranza sevillana el día 3 de julio, cuando desorejó a un novillo perteneciente a la ganadería de los hermanos Sampedro que atendía a la voz de Pies de Galgo, y cuya lidia y muerte había brindado a su colombroño, el genial coletudo hispalense "Pepe Luis Vázquez". El paseo de estos apéndices auriculares por el anillo de la capital andaluza, entre las rendidas ovaciones de un respetable entusiasmado con las dotes que apuntaba el joven valor ecijano, quedó a la postre en los anales del Arte de Cúchares como una de los momentos más gloriosos de la trayectoria taurina de José Luis Vargas Álvarez.

El cual ya andaba en sazón, a comienzos de la siguiente campaña, para afrontar el paso decisivo en la carrera de cualquier torero que aspire a merecer el honroso título de "figura": tomar la alternativa. Sin embargo, juzgó con buen criterio que antes era menester comparecer, siquiera una sola tarde, ante la primera afición del mundo, pues resulta de todo punto inconcebible aspirar al mencionado honor sin haberse sometido previamente al severo dictamen del público madrileño. Se presentó, pues, en la plaza Monumental de Las Ventas, todavía en calidad de novillero, el día 25 de marzo de 1979, fecha en la que compartió cartel con los novilleros Antonio Ramón Jiménez y Patrick Varin para enfrentarse con un encierro procedente de las dehesas de don Samuel Pereira Lupi. Y, antes de que hubiera transcurrido un mes desde este su debut venteño (concretamente, el día 15 de abril de 1979), ya estaba el animoso "Pepe Luis Vargas" cruzando de nuevo el albero hispalense, dispuesto a recibir la alternativa de manos de su padrino, el colosal maestro de Camas (Sevilla) Francisco Romero López("Curro Romero"). Testigo de aquella emotiva ceremonia, el diestro de Cantillana (Sevilla) Manuel Ruiz Regalo ("Manili") contempló cómo el espada camero ponía en manos del toricantano la muleta y el estoque con los que había de trastear y despenar a un burel marcado con el hierro de don Salvador Domecq.

Por desgracia, el rumbo exitoso de su carrera se torció -como ha ocurrido en tantos otros casos- tan pronto como dejó el escalafón novilleril y ascendió a la categoría suprema de los matadores de toros. No aprovechó, en efecto, el recién doctorado las escasas oportunidades que se le ofrecieron a lo largo de aquella temporada, a la que puso fin después de haber intervenido tan sólo en cuatro corridas de toros. En la campaña siguiente, prematuramente abandonado por los taurinos profesionales, firmó idéntico número de contratos, entre los que quedó incluido el de su penosa confirmación de alternativa en Madrid, verificada el día 15 de agosto de 1980, en medio de un cartel impropio de quien había acreditado, durante su deslumbrante trayectoria novilleril, merecer mayor estima y consideración por parte de empresarios y apoderados; fue, en efecto, su padrino el matador -prácticamente inédito- José Soler ("Pepe" o "Pepito" Soler), y su testigo el no menos desconocido Santiago Burgos ("El Santi"), anunciado en aquel discreto cartel estival en recompensa a una reciente actuación que había sido del agrado del escaso público que suele darse cita en Las Ventas en plena canícula veraniega. Ni siquiera el ganado, perteneciente a la modesta vacada de Beca Belmonte, estuvo a la altura de la circunstancia, en una tarde en la que Vargas confirmó su doctorado taurino dando lidia y muerte a estoque a un astado que atendía a la voz de Boquerón.

Visto el declive abrupto por el que se despeñaba sin remedio su todavía incipiente carrera como matador de reses bravas, "Pepe Luis Vargas" cruzó el Atlántico al término de la temporada de 1980 y protagonizó varias tardes de gloria en diferentes cosos mejicanos, donde volvió a levantar en torno a su arte y su valor un caluroso revuelo cuyos ecos llegaron pronto hasta España. Merced a estos triunfos aztecas -el mayor de cuales tuvo lugar en Ciudad de México el día 11 de enero de 1981, cuando cortó una oreja a un toro de Piedras Negras en presencia de Francisco Rivera Agüero ("Curro Rivera") y Mariano Ramos, padrino y testigo, respectivamente, de su confirmación mexicana-, de regreso a la Península Ibérica el matador ecijano logró firmar, en la campaña de 1981, diecisiete ajustes, aunque en ninguno de ellos logró reverdecer los laureles cosechados durante su etapa de aprendizaje novilleril. Volvió, por ello, a probar suerte en suelo hispanoamericano durante el invierno de 1981/1982, y otra vez retornó a su país natal precedido de los elogios que había merecido su toreo en México.

Emprendió, pues, animoso la nueva temporada de 1982, y fruto de su entrega y entusiasmo fueron las tres orejas y el rabo que cortó en la localidad cordobesa de Lucena el día 2 de mayo, fecha en la que hizo el paseíllo acompañado por el albaceteño Dámaso González Carrasco y por el sevillano de Dos Hermanas Antonio Rubio Martínez ("Macandro"). Sólo se enfundó la taleguilla en quince ocasiones durante esta campaña, pero dejó acreditadas muestras de sus deseos de recuperar, cuanto antes, el sitio perdido, para reconducir definitivamente su carrera hacia los puestos cimeros del escalafón. Y así, en la siguiente temporada llegó a intervenir en treinta y una corridas, entre las que resulta obligado recordar la celebrada en las arenas madrileñas el día 3 de julio de 1983, donde un "Pepe Luis Vargas" plantado "en figura" enjaretó una soberbia faena a un sobrero adornado con la divisa portuguesa de Ortigão Costa, bautizado por los mayorales lusos con el peregrino nombre de Rosito. Aquella tarde -en la que el torero ecijano pudo haber salido a hombros por la Puerta Grande si la Autoridad le hubiera concedido la segunda oreja que demandaba con insistencia el respetable-, José Luis Vargas Álvarez demostró mejor que nunca que su genuina concepción de la lidia se basaba, a partes iguales, en una exquisita búsqueda de la gracia y un desmesurado derroche de coraje.

Pero su proverbial mala estrella volvió a cruzarse pronto en su camino para arrebatarle las mieles de este esperanzador triunfo con una dolorosa cornada que truncó, bruscamente, el nuevo intento de despegue que parecía haber experimentado la trayectoria del torero sevillano. Ocurrió, en efecto, que a los pocos días de este éxito madrileño "Pepe Luis Vargas" resultó herido por asta de toro en el coliseo francés de Fréjus, donde fue operado de urgencia y con tan escasa eficiencia que, unos días después, ya en Sevilla, el doctor Ramón Vila -cirujano jefe de la enfermería de la Real Maestranza- hubo de practicarle una nueva intervención quirúrgica.

Este serio e inoportuno percance fue sólo el preludio de una penosa concatenación de desgracias que estuvieron a pique de acabar con la vida de "Pepe Luis Vargas" en reiteradas ocasiones, durante las temporadas de 1984, 1985, 1986 y 1987. El 21 de septiembre del primero de los años recién citados resultó gravemente corneado en el redondel de Logroño, y pocos días después sufrió otra aparatosa cogida en las arenas francesas de Beaucaire. Con todo, alcanzó a vestirse de luces en veinticinco ocasiones, cifra que repitió durante la campaña de 1985. Al año siguiente, las ofertas recibidas descendieron alarmantemente a la exigua cantidad de doce, aunque ello no óbice para que "Pepe Luis Vargas", dispuesto siempre a relanzar su carrera, alcanzara un ruidoso triunfo en la sevillana feria otoñal de San Miguel, en la que actuó en dos ocasiones y logró un saldo final de cuatro orejas.

En premio a estas exitosas intervenciones, en la campaña de 1987 fue anunciado en los carteles de la Feria de Abril para el día 23 de abril, fecha de espeluznante recuerdo en la memoria de todos los aficionados hispalenses que se hallaron presentes en la Real Maestranza. Acaeció que, después de haber despachado sin pena ni gloria a su primer enemigo, "Pepe Luis Vargas" salió a recibir a porta gayola a su segundo oponente, dispuesto a jugárselo todo en la última oportunidad de triunfar que le quedaba en el abono ferial. El morlaco, de nombre Fantasmón -un sobrero de don Bernardino Giménez Indarte jugado en quinto lugar-, saltó a la arena sin fijeza y, despreciando los tiempos marcados por el capote del diestro ecijano, arrolló impetuosamente al desventurado "Pepe Luis Vargas", que quedó tendido en la arena después de haber recibido un tremendo cornalón en el muslo derecho. El asta agresora, que seccionó de cuajo la arteria femoral, dejó en su huida un violento chorro de sangre que llegó a alcanzar la cara del torero. En medio de la conmoción, los compañeros del espada malherido le recogieron con presteza y le trasladaron hasta la enfermería de la plaza, no sin antes dar tiempo a que el banderillero Rafael Sobrino, que se hallaba detrás de la barrera, practicara un milagroso torniquete en la pierna destrozada del infortunado torero. Del horror vivido por todos los circunstantes en aquellos trágicos momentos da buena cuenta el parte médico que firmó el doctor Vila una vez transcurridas las tres eternas horas que duró la intervención quirúrgica practicada a "Pepe Luis Vargas" en el mismo quirófano de la Maestranza:

"Herida inciso contusa en cara anterior del muslo derecho a nivel del tercio medio, que produce un intenso shock hipovolémico. Se realiza laparotomía disecando el recto y el peritoneo y clampando con cintas la arteria y vena ilíaca, logrando controlar la hemorragia. Se realiza una amplia incisión y se ve que hay arrancamiento del ligado de la safena y la femoral superficial a nivel del anillo de Hunter. Hay desgarros de multitud de colaterales y de perforantes con una intensa hemorragia venosa. Hay destrozos en los abductores mayor y mediano del sartorio y del basto externo. Se interviene bajo anestesia general, transfundiéndole 1.200 c.c. de sangre, saliendo de ella con una tensión de 12,9. Pulso lleno y ritmo de 88 por minuto y una buena perfusión de la pierna derecha. Pronóstico: Gravísimo".

Visto el tremendo alcance de estas lesiones, puede decirse que primero la actuación intuitiva del peón Rafael Sobrino y después la intervención magistral del doctor Vila (con esa laparotomía que permitió operar sin hemorragia la herida del muslo) salvaron la vida del infortunado "Pepe Luis Vargas"; el cual, cuando se hubo recuperado de los efectos producidos por la anestesia, en la ambulancia que le trasladaba al nosocomio sevillano donde habría de convalecer durante largos días, tomó conciencia de su grave estado y pronunció una de las frases más célebres de la historia del toreo contemporáneo: "¡Tanto luchá pa na!". En la patética constatación de su infortunio, el desolado diestro ecijano estaba lamentando lo poco que le había servido su voluntarioso esfuerzo por relanzar, una y otra vez, su carrera; su pelea constante con quienes le habían negado tantas oportunidades desperdiciadas, en cambio, por otras figuras mucho menos honradas y pundonorosas; y su permanente disposición a afrontar los compromisos más serios, en las plazas más rigurosas y frente al ganado de mayor dureza (sólo en Sevilla, se había anunciado en 1981 con los peligrosos toros de Guardiola; en 1982, con los astados sañudos de Pablo Romero; al año siguiente, otra vez con la fiereza de las reses de Guardiola; y, en 1983, con la legendaria ganadería de Miura).

Pero el natural desánimo provocado por esta fatalidad no fue suficiente para aplacar la sed de triunfo que, milagrosamente, seguía conservando José Luis Vargas Álvarez. Aunque no logró restablecerse a tiempo para regresar a los ruedos en el transcurso de aquella infausta temporada de 1987, al año siguiente su nombre volvió a figurar en los carteles de la Feria de Abril, donde el matador de Écija protagonizó una inspirada actuación que fue recompensada con una oreja. Merced a este afortunado regreso, firmó, a lo largo de dicha campaña, veintiuna corridas, aunque las secuelas físicas y psíquicas dejadas por su gravísimo percance le impidieron remontar el vuelo hasta las cotas que había llegado a alcanzar antes de la fatídica tarde el 23 de abril de 1987. Así las cosas, volvió a la inactividad durante las temporadas de 1989 y 1990, y, en su reaparición en 1991, resultó nuevamente herido en el coso alicantino de Benidorm. Intervino, durante aquel año, en tan sólo cinco festejos, los dos últimos de ellos verificados en Las Ventas, donde tampoco logró estar a la altura de su etapa anterior. De ahí que, derrotado por tantas circunstancias adversas como se habían conjurado contra él, quien pareciera llamado -durante su andadura novilleril- a convertirse en una gran figura del Arte de Cúchares anunciar su abandono definitivo del ejercicio activo del toreo a finales de aquella temporada de 1991.

Bibliografía.

- ABELLA, Carlos y TAPIA, Daniel. Historia del toreo. Madrid: Alianza, 1992. 3 vols. (t. 3: "De Niño de la Capea a Espartaco", págs. 209-213).

- COSSÍO, José María de. Los Toros. Madrid: Espasa Calpe, 1995. 2 vols. (t. II, págs. 785-786).

- LORCA, Antonio. Pepe Luis Vargas, la fuerza de la pasión. Sevilla, 1987.

- VIDAL, Joaquín. 40 años después. Temporada 1987. Madrid, 1988.

Autor

  • José Ramón Fernández De Cano