Rodríguez, Ventura (1717-1785).
Arquitecto español, nacido en Ciempozuelos (Madrid) en 1717 y fallecido en Madrid el 26 de agosto de 1785. Considerado, junto con Juan de Villanueva (1739-1811), el máximo representante de la arquitectura española del siglo XVIII, en su interesante evolución estética se aprecia a la perfección el paso desde el Barroco (tendencia dominante en su etapa inicial) hasta el Neoclasicismo (corriente de la que pasa por ser el mejor exponente en España).
Hijo de un humilde albañil empleado en las obras del Real Sitio de Aranjuez, acompañó en muchas ocasiones a su padre al trabajo, donde se aficionó al arte de construir edificios. Pronto dio muestras de poseer una innata capacidad para el dibujo, circunstancia que llamó la atención de Marchand y Brachelieu, los dos arquitectos franceses responsables del proyecto donde trabajaba el progenitor del jovencísimo Ventura.
Fue así como éste se adentró en el oficio de arquitecto, primero en calidad de delineante y auxiliar de ambos artistas galos, y más tarde como ayudante de otra destacada figura de la Arquitectura del primer tercio del Siglo de las Luces, el italiano Filippo Juvara (1678-1736). Éste, una vez que la Corte se había trasladado desde Aranjuez a Madrid -y, con ella, Marchand y Brachelieu, acompañados de su joven ayudante-, contempló casualmente unos bocetos dibujados por Ventura Rodríguez y solicitó de inmediato al rey que le designara ayudante suyo en el magno proyecto que la Corona le había encomendado: el Palacio Real de Madrid.
Juvara, que ya había trabajado para Felipe V (1683-1746) en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso y en el Palacio Real de Aranjuez, falleció sin llegar a ver el comienzo de las obras del Palacio Real, cuya responsabilidad quedó por completo en manos de su discípulo y sucesor, el también italiano Giovanni Battista Sacchetti (¿-1764). Éste, sorprendido por las habilidades pictóricas del joven Ventura Rodríguez, lo incorporó a su equipo en calidad de delineante; pero el artista de Ciempozuelos dominaba ya con tal destreza el oficio que, en 1741, pasó a ostentar el cargo de segundo aparejador de las obras del Palacio Real.
Ya inmerso en la corriente más pujante de la Arquitectura de su tiempo, Ventura Rodríguez fue desarrollando un estilo propio bajo las influencias de otros destacados constructores siglo anterior, como Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) y Francesco Borromini (1599-1667), lo que, en una fase inicial de su obra, le convirtió en el mejor continuador de la estética barroca. Sin embargo, poco a poco se fue despojando de estas influencias y, en una progresiva depuración de sus gustos, acabó practicando una arquitectura clasicista -lo que, en su época, equivalía a "academicista"-, más en la línea de la pureza y sobriedad del estilo herreriano.
Hacia mediados del siglo XVIII ya era un artista de reputación internacional, como lo prueba el hecho de que la Academia de San Lucas, sita en Roma, le nombrase académico de mérito. Por aquel tiempo, anclado aún a las formas curvas del barroco italiano, Ventura Rodríguez comenzó a dejar ya obras propias de notable valor, como la Iglesia Parroquial de San Marcos (Madrid), construida entre 1749 y 1753, y la remodelación y conclusión de la Basílica del Pilar (Zaragoza), encargo que acometió a partir de 1750.
Poco después realizó también una meritoria reforma en la Catedral de Cuenca, para pasar a continuación a remodelar dos bellas iglesias en Madrid: la de San Norberto (que, prácticamente, levantó de nuevo en 1754, porque había sido recientemente destruida) y la de la Encarnación (1755). Ya era, por aquel entonces, Director de los estudios de Arquitectura de la Academia de San Fernando (Madrid), cargo al que había accedido en 1752, y parecía que estaba llamado a consolidarse como el constructor favorito de las principales instituciones civiles y religiosas del país, incluida la Corona. Pero, de forma sorprendente, Fernando VI (1713-1759) le preterió en favor del francés Jaime Marquet, y, poco después, Carlos III (1716-1788) nombró arquitecto real a Sabatini (1722-1797), como sucesor de Sacchetti y en detrimento del artista de Ciempozuelos.
Así las cosas, partir de 1760, un tanto apartado de cualquier proyecto de la Corte, Ventura Rodríguez afrontó numerosos encargos de particulares, cada vez más influido por las ideas clasicistas del francés Jean-François Blondel (1705-1774). Sus nuevas creaciones no acusaron directamente el influjo de la estética del galo, pues el arquitecto madrileño no tomó las obras de Blondel como modelo de inspiración; pero sí se dejó convencer por sus teorías, por lo que, de un modo casi radical, abandonó las líneas curvas y retorcimiento que aún le emparentaba con el Barroco, y asumió con decisión la sencillez lineal y la sobriedad geométrica del Neoclasicismo, como dejó bien patente en la fachada de la Iglesia de los Agustinos Filipinos de Valladolid (1760).
Tras dejar huellas de sus nuevas preferencias estilísticas en diferentes puntos de España (Barcelona, La Granja, etc.), Ventura Rodríguez fue requerido por las familias más linajudas de la Corte, para que levantara o remodelara sus palacios. Así, durante la década de los años setenta la arquitectura palatina fue una constante en su obra, unas veces desarrollada en Madrid (donde, en calidad de Maestro Mayor del Ayuntamiento desde 1764, contribuyó notablemente con sus informes al ordenamiento urbano) y otras en los puntos más variados de la geografía española (donde, además de palacios e iglesias, creó ventajosas infraestructuras y edificios de uso público, como puentes, escuelas, fuentes, hospitales, cárceles, mataderos, casas consistoriales, etc.).
No obstante, a pesar de la fama artística de que gozaba y el reconocimiento civil tributado a sus obras, sus últimos años de existencia estuvieron signados por la amargura que se había apoderado de él desde que perdiera el favor de la Casa Real. Para colmo, algunos de sus proyectos más ambiciosos se vieron frustrados, o -lo que era aún peor- fueron realizados por su gran rival Sabatini (como ocurrió con la Puerta de Alcalá, realizada por el italiano en 1764, o con la Basílica de San Francisco el Grande, concluida también por Sabatini en 1768). A todos estos sinsabores vino a sumarse la muerte de su esposa, sobrevenida en 1776, que le sumió en una honda melancolía.
Aún tuvo fuerzas, empero, para emprender otros proyectos colosales, como la construcción de la imponente fachada de la Catedral de Pamplona, que concluyó en 1783. Dos años después, ya retirado a su casa madrileña (sita en el número 13 de la calle de Leganitos), fue víctima de graves achaques y, tras ser literalmente masacrado por los cirujanos de la época, perdió la vida y fue enterrado en la Iglesia de San Sebastián, en el interior de una capilla destinada a albergar los restos mortales de los principales arquitectos que han trabajado en la Villa y Corte.
Obra
Resulta muy complicado recopilar exhaustivamente, en un artículo de estas característica, todas las creaciones de un artista tan fecundo y variado como Ventura Rodríguez. A continuación se enumeran algunas de sus obras principales, así como los rasgos más representativos de cada una de ellas.
Iglesia Parroquial de San Marcos (Madrid). Levantada entre 1749 y 1753, constituye una buena muestra de los gustos barroquizantes que caracterizan la etapa inicial del arquitecto de Ciempozuelos. Sorprende por el original trazado de su planta, conformada por cinco elipses sucesivas que remarcan la articulación disimétrica de los espacios; y sobresale también por la capacidad de potenciar la resonancia que tienen sus bóvedas elípticas, así como por las proporciones colosales de su fachada, flanqueada por antecuerpos curvos que conforman un atrio cóncavo.
Basílica del Pilar de Zaragoza, remodelada por Ventura Rodríguez en 1750. En su día, el cabildo había exigido a los arquitectos responsables de los proyectos iniciales que cumpliesen tres requisitos: guardar una determinada distancia respecto al cauce del Ebro, dar a la basílica una cierta orientación, y alinear toda la fábrica del templo en consonancia con la mirada de la figura de la Virgen. Pero Herrera, Perelada y Domingo de Yarza, responsables de los proyectos anteriores, no habían sabido ceñirse a estas exigencias del cabildo, que sin embargo no fueron obstáculo para Ventura Rodríguez. Su remodelación y conclusión de la célebre Basílica contentó a los religiosos que la gobernaban y, sobre todo, al pueblo de Zaragoza, circunstancia que comenzó a conferirle la gran popularidad de que habría de gozar plenamente al cabo de muy poco tiempo. Gustó señaladamente su propuesta de ubicar la capilla de la Virgen en un templete de planta cuadrilobulada, conformada por sectores circulares, y coronado por una bóveda elipsoidal. Los estudiosos de la obra de Ventura Rodríguez señalan que en el diseño de esta celebrada remodelación comienza a notarse la evolución del arquitecto desde el Barroco hacia el Neoclásico, ya que algunos rasgos muy representativos de esta última tendencia quedaron plasmados en la decoración del interior del templo propuesta por el propio arquitecto madrileño.
Transparente de la Catedral de Cuenca. Se trata de un ventanal acristalado que ilumina y adorna el fondo del altar, construido a instancias del cabildo para rivalizar con el que Narciso Tomé (1696-1742) había fabricado en la Catedral de Toledo. El gran acierto de Ventura Rodríguez fue emplazar este transparente en un ambulatorio gótico, para lograr que resplandeciera con una iluminación posterior e indirecta que produce efectos luminosos espectaculares.
Iglesia de San Norberto (Madrid). Reconstruida por Ventura Rodríguez en 1754.
Real Monasterio de la Encarnación (Madrid). Remodelación de 1755.
Reforma del Paseo del Prado (Madrid), realizada por encargo expreso de Carlos III. Ventura Rodríguez construyó ocho fuentes para adornar dicho paseo, algunas de las cuales siguen siendo monumentos emblemáticos de la capital española, como la consagrada a la diosa Cibeles (que fue trasladada en 1895 a la plaza que hoy lleva su nombre), la dedicada a Neptuno; la de Apolo o de las Cuatro estaciones; y la de La Alcachofa, actualmente emplazada en el Parque del Retiro.
Iglesia de los Agustinos Filipinos de Valladolid (1760), que, a pesar de su planta todavía circular, muestra ya bien a la claras el triunfo del Neoclasicismo en su fachada.
Colegio de Cirugía de Barcelona (1761), sede actual de la Academia de Medicina, donde ya la estética neoclásica encomienda únicamente a la geometría la búsqueda sobria de la expresividad de las fachadas.
La nueva Biblioteca y la Fábrica de Vidrio de La Granja, construcciones ya netamente neoclásicas.
El Palacio de Arenas de San Pedro (1770), que marca el comienzo de su etapa consagrada a la arquitectura palatina.
El Palacio de Liria, sede de la Casa de Alba en Madrid (1770).
El Palacio de Altamira (1773-1775). Este bello y ambicioso proyecto, concebido como sede madrileña de los marqueses de Altamira, quedó inconcluso porque éstos pensaron que Ventura Rodríguez, en su despecho por haber sido apartado de la Corte, había diseñado una residencia que pretendía superar en grandeza y esplendor al Palacio Real. Este temor aconsejó también, al cabo de unos años, el derribo de la parte que había sido ya levantada.
El Palacio de la Regalía.
El Palacio de Osuna.
El Palacio de Astorga.
La Plaza Mayor de Ávila.
El Hospital General de Madrid.
La fachada de la Catedral de Toledo.
Los baños de Caldas (1773).
El sanatorio de Trillo (1775).
La cárcel de Brihuega.
El Convento de los Agustinos de Valladolid.
El Palacio del Infante don Luis (1776). Emplazado en la localidad madrileña de Boadilla del Monte, es una bellísima construcción neoclásica que Ventura Rodríguez, más que edificar ex nihilo, recreó al recibir el encargo de remodelar el ya existente Palacio de las dos Torres. Su trazado, de planta rectangular, consta de tres cuerpos de tres plantas cada uno de ellos. El central sobresale por sus portadas neoclásicas, tanto en su fachada noble (orientada hacia el norte) como en su fachada del jardín (de orientación sur). Los dos cuerpos que flanquean este bloque central están rematados por sendos torreones.
La Fuente de las Conchas, emplazada en ese palacio de Boadilla del Monte.
El proyecto de la Basílica de San Francisco el Grande, obra fastuosa que Ventura Rodríguez no llegó a construir, pues su construcción final se encomendó a Sabatini.
La Iglesia neoclásica del Monasterio de Santo Domingo de Silos, construida sobre el lugar que ocupaba el primitivo templo románico (del que sólo quedó en pie una parte del transepto y la Puerta de las Vírgenes que lo comunicaba con el claustro). Fue el propio Ventura Rodríguez quien ordenó el derribo de dicha edificación original, contagiado del desprecio con que se miraba en su tiempo cualquier vestigio del Medioevo.
La fachada de la Catedral de Pamplona (1783). Se trata de una de las obras postreras del arquitecto de Ciempozuelos, y, como tal, una de las más representativas del conjunto de su trayectoria. La portada, totalmente clasicista, presenta la columnata y el frontón característico de tantas otras fachadas neoclásicas. El conjunto se aprecia como un gran pórtico corintio, flanqueado por dos torres cuadradas que constituyen la más importante creación española de un diseño de tipo arqueológico, ya que se basaba en modelos romanos. Sin embargo, a pesar de esta tendencia clasicista tan representativa de la evolución de Ventura Rodríguez hacia el Neoclasicismo, esas dos torres-campanario, que confieren verticalidad al conjunto, incluyen ciertos elementos decorativos que pueden explicarse como vestigios de su inicial etapa barroca.
Bibliografía
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USON GARCIA, R. Intervención de Ventura Rodríguez en El Pilar (Zaragoza, 1990).
JRF