A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
EsculturaPinturaArquitecturaBiografía

Bernini, Giovanni Lorenzo (1598-1680).

Arquitecto, escultor y pintor italiano. Nacido en Nápoles en 1598 y muerto en Roma en 1680. Se formó en el taller de su padre, escultor manierista, y se enriqueció con el estudio de las obras más importantes del Cinquecento italiano.

La actividad de su padre en Santa María Maggiore determina el comienzo de su carrera. Fue cuando la atención del Papa y del cardenal Scipione Borghese reparan en él; para este último realiza, entre 1619 y 1625, los importantes grupos escultóricos de Aneas y Anquises, El Rapto de Proserpina, David, y la genial obra Apolo y Dafne, donde el movimiento es el elemento más importante. Hasta 1624 permanece al servicio del cardenal.

En 1623 sube al pontificado Urbano VIII, con el que asume una posición de primer orden en sus proyectos. Entre 1624 y 1633 realiza el Baldaquino de San Pedro, en bronce y con la ayuda de Borromini; como arquitecto de San Pedro trabaja también en el Palacio Barberini, en 1629. Durante los años del papado de Inocencio X, Bernini es apartado de las obras del Vaticano, posición que retoma cuando Alejandro VII accede al pontificado en 1655, momento en que realiza la escenografía de la Scala Regia.

Entre 1650 y 1655 proyecta el Palacio de Montecitorio y 1658 proyecta las iglesias de San Andrés de Quirinal y las de Castelgandolfo y Ariccia. En 1665 se traslada por primera y única vez de Roma, para realizar los proyectos del Palacio del Louvre de París.

Junto a su actividad como arquitecto desarrolla la no menos importante de escultor. Es el creador de un nuevo tipo de monumentos funerarios, con la realización de el sepulcro de Urbano VIII y el sepulcro de Alejandro VII para San Pedro en el Vaticano. Realiza igualmente importantes retratos escultóricos, de gran inmediatez y penetración psicológica, como el de Pablo V y el de Francesco Barberini o el Retrato de Constanza Buonarelli. Como escultor es, ante todo, un intérprete insuperable de la espiritualidad barroca, que deja plasmada en su obras Santa Bibiana de 1626, El éxtasis de Santa Teresa de 1644 a 1652, o en la convulsa agitación de La beata Ludovica Albertoni, de 1671 a 1674.

Tumba de Alejandro VII (Mármol, 1671-1678). Basílica de san Pedro (Ciudad del Vaticano).

Bernini fue el mayor representante del catolicismo triunfante del periodo que siguió a la Contrarreforma católica. Sus cualidades personales hicieron de él un líder, que sirvió a ocho papas, varios monarcas e innumerables cardenales y príncipes, con un éxito casi ininterrumpido. Las creaciones de Bernini representan la culminación de las aspiraciones religiosas, políticas y humanas de su época, con una técnica prodigiosa y una imaginación desbordante.

Columnata de San Pedro del Vaticano. Bernini

Es la realización urbanística más importante de Bernini. En ella se encuentra como primer problema mantener el espíritu de la Basílica, resaltando el valor que Miguel Ángel había dado a la cúpula como centro de la cristiandad y como referencia visual de toda Roma. Por tanto, tiene que articular una plaza que acentúe este sentido. Pero, además, esa plaza debe servir para albergar a los miles de peregrinos que acuden al jubileo, tiene que tener un valor simbólico evidente y mantener en su centro el obelisco egipcio.

El planteamiento de Bernini es realizar una plaza que sirva para minimizar la potente fachada de la basílica y que reafirme el carácter de la cúpula de Miguel Ángel, tanto su valor visual como su valor simbólico, manteniendo que la cúpula se pueda ver en todas direcciones. Así, proyecta un espacio abierto, de forma elíptica, conformado por dos arcos de círculo cuyos centros están separados por un espacio de 50m. En medio de la plaza se levanta el obelisco, y a ambos lados se coloca una fuente. Los semicírculos se plantean como dos amplísimos pórticos, de cuatro hileras de columnas toscanas, desarrollando una arquitectura severa y monumental, como un recuerdo a los momentos de mayor esplendor del arte. Las dos alas del pórtico recuerdan las dos alas del Belvedere de Bramante. Además, dichas alas y la propia plaza tienen un carácter simbólico muy acusado, expresado por el propio Bernini como "...los brazos de la Iglesia que acogen a todos los católicos para reforzar su fe...". Los pórticos se cubren con un entablamento adintelado rematado en balaustrada corrida y decorado con esculturas.

Como elemento de enlace entre la elipse y la fachada de la basílica, Bernini planteó un elemento trapezoidal, que además sirviera de transito visual hacía la misma fachada y que fuera degradando poco a poco la visión de la cúpula.

Al otro extremo de la fachada Bernini planteó también un cerramiento, de tal forma que nadie viera San Pedro de frente. Proyectó un cuerpo monumental de columnas que fuera simétrico a la fachada. La plaza así ideada se presentaba como una antesala de recepción de peregrinos, a la vez que servía de gran atrio de la basílica. De esta forma, el valor arquitectónico, plástico y simbólico de la cúpula queda reforzado. Actualmente la plaza está abierta y de ella arranca una de las más importantes vías de Roma, pero si el conjunto se observa de frente se pierde toda la sensación elíptica de la plaza, toda la idea de universalidad, de populosidad y de protección que Bernini había querido plasmar.

El interior de la columnata, amplísimo, está pensado para que la gente pueda circular por dentro captando todo el valor simbólico del conjunto. La arquitectura se dispone como en un templo clásico, con un orden monumental de columnas rematadas en frontón.

La zona anterior a la fachada de la basílica es de forma trapezoidal y sirve de unión con el espacio laico de la plaza elíptica. Al tiempo, va degradando la visión de la cúpula y frena la fuerza de la fachada. Este mismo elemento ya había sido utilizado por Miguel Ángel un siglo antes en la Plaza del Capitolio.

Ensanchándose hacia la fachada, de tal forma que se funde con la basílica y con la plaza, se estructura mediante pilastras pareadas decrecientes, que realizan el juego de orientar hacia dicha fachada la mirada del espectador, hecho que se refuerza con el desnivel que existe en el suelo. Se remata, como la columnata, con una balaustrada coronada de esculturas que desarrolla todo el aparato retórico y teatral del barroco.

La Basílica de San Pedro del Vaticano.

Plaza y Basílica de San Pedro del Vaticano.

Es una de las primeras obras de Bernini asociadas a sus trabajos en el Vaticano, que irán dirigidas a convertir la basílica, sobre todo, la nave central, en un espacio barroco.

Sus obras en la fachada serán trascendentales para unir los espacios de la plaza con los de la basílica. Se trata de una fachada monumental que había sido proyectada por Maderno. En ella se dispuso un orden monumental de columnas, con una portada de ingreso concebida a modo de arco de triunfo, con balcón de fiestas, y rematada en balaustrada. Maderno sólo realiza el primer orden; las obras serán continuadas por Bernini. Su proyecto consiste en la realización de dos torres, pero se da cuenta de que éstas frenarían la visión de la cúpula, por lo que no fueron realizadas, manteniendo la estructura proyectada por Maderno, a la que añade el remate en balaustrada coronada por esculturas que había ideado para la plaza.

En el interior, se le encarga la decoración de la basílica. Trasforma un edificio del Renacimiento en otro barroco. El primer problema es la resolución de la nave longitudinal, realizada en el siglo XVI. Para ello, va a colocar una serie de ornamentos (estucos, mármoles) en su tramo central que consiguen frenar la sensación longitudinal de la misma y devolver, en cierta medida, el carácter de centralidad de la basílica. Esta idea es la que utiliza en toda la decoración que dispone en el interior de la misma, mediante casetones, esculturas, etc.

En segundo lugar, era necesario frenar el gran vacío que producía la cúpula en el interior. Para ello realiza el Baldaquino. Bernini proyecta un elemento trasparente, que no impida la visión de todo el conjunto y, sobre todo, que permita ver la cátedra de San Pedro, símbolo del papado. El baldaquino se realiza, por tanto, con dos funciones: neutralizar el vacío de la cúpula y remarcar la función simbólica del papado.

El baldaquino se concibe a modo de templete sobre cuatro potentes columnas salomónicas que recuerdan las del templo de Salomón, y sirven de símbolo de la Jerusalén celeste. En todo él se distribuye una decoración de motivos emblemáticos; enormes abejas, que eran el símbolo de la familia Barberini a la que pertenecía el Papa. Es rematado mediante una estructura trasparente, que se ha apuntado que pudiera ser obra de Borromini, sobre la que se colocan esculturas. Su estructura se ha puesto en relación con las arquitecturas efímeras que siguen el esquema de palio, tan abundantes en la época.

Por encima del Baldaquino se sitúa la visón de la Cátedra de San Pedro, en la que se hace un desarrollo alegórico de los poderes de la Iglesia, constituida como la mejor representación del papado. Por encima de ella se realiza un rompimiento de Gloria, típicamente barroco.

Todo el interior de la basílica se decora con monumentos funerarios de los pontífices, como elementos que refuerzan la institución.

La Scala Regia

Escalera de gran empaque y monumentalidad, dividida en dos ámbitos a distinta altura, realizada en las Estancias Vaticanas. En esta obra se utilizan formas ficticias, tendentes a configurar un espacio que no se corresponde con la realidad. Se plantea un motivo central, con un arco de medio punto y una galería porticada corrida que va decreciendo en tamaño, acompañada por una decoración fingida de casetones que van a converger al centro. La sensación ilusoria se refuerza con una ceja de luz, que se consigue horadando el techo y que actúa como un elemento de profundidad, confiriendo al conjunto un mayor carácter de teatralidad.

El Palacio Barberini

Es el mejor ejemplo de arquitectura civil de Bernini. En él articula dos alas, que sirven para vincular el palacio con el jardín. Esto no es novedoso; lo importante es que esta trabazón se proyecta en continuidad con el edificio, mediante una zona diáfana y un porche, que une el jardín con el salón. La distribución sigue los cánones de la arquitectura romana: sucesión de órdenes separados por cornisas. En los vanos superiores se utilizan efectos ilusionistas propios del manierismo, como es el abocinamiento de los mismos, dando una sensación de profundidad al muro que no tiene.

El Éxtasis de Santa Teresa.

Éxtasis de santa Teresa (Mármol, 1647-1652). Capilla Cornaro (Iglesia de Santa María de la Victoria, Roma).

Es uno de los grupos escultóricos más significativos del Barroco. Fue realizado entre 1645 y 1652 para la capilla de la familia Cornaro en la iglesia de Santa María de la Victoria de Roma. Se representa a Santa Teresa en pleno arrebato místico. El artista elige para la plasmación el momento descrito por la propia Santa en sus escritos, en el que un ángel se la aparece y la traspasa con una flecha el corazón. La santa sufre un gozo profundo mezclado con dolor. Se la representa desfallecida y suspendida en el espacio sobre un banco de nubes. El cuerpo trasmite una sensación de intenso movimiento.

La composición ayuda a marcar el principio de dinamismo y de emoción que quiere trasmitir la obra mediante dos diagonales: la que forma la santa y la que establece el ángel. Es una composición abierta, frente al geometrismo del Renacimiento.

El tratamiento de los ropajes es muy importante, formado por grandes pliegues; en el barroco los ropajes adquieren una personalidad que no habían tenido anteriormente.

Bernini representa el éxtasis como un hecho teatral, recoge un momento concreto y lo encierra en un nicho que le sirve de escenario. Con motivo del 400º aniversario de su nacimiento, se celebró en la galería Borghese de Roma una gran exposición de sus obras.

Obra.

Bernini. Fuente de la plaza Navona de Roma.

San Andrés y santo Tomás (Óleo sobre lienzo, 1627). National Gallery (Londres).

Busto del cardenal Armand de Richelieu (Mármol, 1640). Museo del Louvre (París).

Cathedra Petri (Bronce dorado, mármol y estuco, 1655-1656). Basílica de san Pedro (Ciudad del Vaticano).

Bibliografía.

  • BALLESTEROS ARRANZ, E.: El barroco en Italia. San Sebastián de los Reyes, 1983.

  • BORSI, F.: Bernini. Barcelona, 1989.

  • HONOUR, H.: Bernini. Madrid, 1982.

  • PIJOAN, J.: Arte barroco en Francia, Italia y Alemania. (Summa Artis). Madrid, Espasa-Calpe, 1996.

  • WITTKOWER, R.: Gian Lorenzo Bernini: el escultor del barroco romano. Madrid, Alianza, 1990.

  • VARRIANO, J.: Arquitectura italiana del Barroco al Rococó. Madrid, 1990.

Autor

  • Esther Alegre Carvajal