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LiteraturaBiografía

Reynolds, Gregorio (1882-1948).

Poeta, traductor y diplomático boliviano, nacido en Sucre en 1882 y fallecido en La Paz en 1948. Autor de una extensa y fecunda obra lírica constituida por dieciocho poemarios, está considerado, junto a Ricardo Jaimes Freyre, Franz Tamayo y Manuel María Pinto, uno de los máximos exponentes del movimiento modernista en las Letras bolivianas de la primera mitad del siglo XX.

Su vida profesional, desarrollada por la senda diplomática, le llevó hasta la jefatura de límites del Ministerio de Relaciones Exteriores boliviano, cargo que abandonó para trasladarse a Argentina, donde ejerció de cónsul de su país en la ciudad de San Salvador de Jujuy. Posteriormente, Gregorio Reynolds fue destinado a Brasil en calidad de secretario encargado de negocios con el país carioca, lo que le permitió, al tiempo que afrontaba las responsabilidades anejas al cargo, satisfacer su innata curiosidad humanística y empaparse de las últimas corrientes que animaban la poesía contemporánea brasileña. Fruto de estos conocimientos, en su faceta de traductor dio a la imprenta interesantes versiones en castellano de los versos de Gilka Machado, Cecília Meireles y otros poetas brasileños del momento. Asimismo, su elevada formación cultural le permitió ofrecer a sus paisanos, en 1924, una sugerente traducción del Edipo rey de Sófocles.

Con estas y otras aportaciones de índole humanística, pronto fue reconocido como uno de los intelectuales bolivianos más destacados de su tiempo, lo que le granjeó -entre otros nombramientos, honores y distinciones- su designación como rector de la Universidad Mayor de San Francisco Xavier de Chuquiasca. A mediados de la década de los años veinte, el Congreso de su nación, apelando al prestigio de que gozaba en los foros literarios bolivianos y otros muchos cenáculos de toda Hispanoamérica, promulgó una ley especial en la que se le encargaba la composición de un extenso poema destinado a conmemorar el primer centenario de la fundación de la República de Bolivia. Honrado y entusiasmado con este mandato, Gregorio Reynolds se puso manos a la obra y, en 1925, hizo público un emotivo canto épico que, bajo el título de Redención, constituía la primera de las tres partes en que estaba concebido su proyecto; sin embargo, nunca llegó a concluir las dos restantes, por lo que, a la postre, el encargo del Congreso quedó reducido a ese primer apartado centrado en el período incaico, el descubrimiento de América y la llegada de los conquistadores y primeros colonizadores (es decir, a un canto bastante anacrónico en su pretensión de conmemorar el primer centenario de Bolivia como nación independiente).

Ello no bastó para eclipsar el brillo fulgurante del conjunto de la producción poética de Reynolds, inaugurada con una opera prima, Quimeras (Oruro, 1915), a la que siguió uno de los más bellos poemarios de cuantos se insertan en la tradición modernista hispanoamericana, El cofre de Psiquis (La Paz, 1918), una espléndida colección de sonetos de corte parnasiano en los que el escritor de Sucre hizo gala de su maestría e inspiración a la hora de recrearse en los aspectos más preciosistas y formales de la estética literaria que había abrazado. Algunas de las composiciones recogidas en este volumen de versos (como las tituladas "La llama" y "Aquellas noches") figuran por derecho propio en casi todas las muestras antológicas de corpus modernista hispanoamericano, al tiempo que han quedado grabadas con letras de oro (junto con otros poemas de Reynolds, como el titulado "El mendigo", por el que ya fuera premiado en 1913) entre las mejores poesías de la literatura boliviana de todos los tiempos.

Tras la publicación de El cofre de Psiquis, Gregorio Reynolds volvió a los anaqueles de las librerías con otra entrega poética que, bajo el título de Horas turbias (La Paz: Renacimiento, 1923), continuaba explotando de forma magistral el rico filón modernista, aunque ahora desde una más madura asimilación de otros grandes maestros europeos que, como Verlaine y Baudelaire, dotaron a este poemario de una proteica simbiosis entre el anterior preciosismo parnasiano y los nuevos temas y enfoques simbolistas. Posteriormente vino la publicación de su ya mencionado canto épico titulado Redención (La Paz: Renacimiento, 1925), obra a la que siguió, tras un largo paréntesis de silencio creativo, otra espléndida entrega modernista en la que, bajo el título de Prisma (La Paz: Ed. Boliviana, 1938), se acentuaba aún más la susodicha simbiosis estética. El resto de su producción poética se completa con otros muchos títulos de idéntica valía literaria, entre los que cabe destacar Caminos de locura (Santiago de Chile; Nascimento, 1943), Tunari (1943) y el poemario póstumo Arcoiris (La Paz: Ed. Boliviana, 1948). También un año después de su muerte vio la luz una interesante recopilación antológica de la obra de Gregorio Reynolds, tanto más valiosa en la medida en que se considera que fue el propio autor quien, poco antes de su desaparición, se encargó de seleccionar los poemas destinados a figurar entre sus páginas. Se trata del volumen titulado Poesías escogidas (Buenos Aires: Imp. López/Fundación Universitaria "Simón I. Patiño", 1948), reeditado a mediados de la década siguiente en la capital boliviana (La Paz: Gisbert y Cía, 1956).

En líneas generales, la abundante producción poética de Gregorio Reynolds se caracteriza por su enorme riqueza y variedad, manifiesta tanto en sus aspectos temáticos y formales como en el uso de los diferentes registros lingüísticos que la conforman. En efecto, es frecuente tropezar en sus cuidados versos con gran cantidad de anglicismos y galicismos que conviven al lado de numerosos vocablos procedentes de lenguas autóctonas como el quechua y el aymara; y, en justa coherencia con este mestizaje lingüístico, sus temas y ambientes van desde el cosmopolitismo inherente a todos los poetas modernistas hasta la exaltación de paisajes y tipos humanos específicos de su patria, como queda patente desde el mismo título de algunos de sus poemarios: Sucre (1938), Beni (1942), Illimani (1945), etc. En realidad, lo que dota a la obra de Reynolds de esa saludable modernidad que aún perdura en nuestros días es un trasfondo irónico que, inserto en esa permanente búsqueda de la identidad nacional que aflora en todos los grandes creadores hispanoamericanos de la primera mitad del siglo XX, sabe aplicar suaves dosis de crítica desmitificadora al vano preciosismo del lenguaje culto que tanto ha envejecido en otros autores modernistas.

Bibliografía

  • - CASTILLO, Carmen. Una visión personal de la poesía boliviana (La Paz: Ediciones UMSA-Facultad de Filosofía y Letras- Imp. Universitaria, 1967).

- FRANCOVICH, Guillermo. Tres poetas modernistas de Bolivia (La Habana: Ediciones Mirador, 1960).

- GUZMÁN, Augusto. Biografías de la literatura boliviana (Cochabamba/La Paz: "Los Amigos del Libro", 1982).

J. R. Fernández de Cano.

Autor

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