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HistoriaBiografía

María de Castilla, Reina de Aragón (1401-1458).

Reina de la Corona de Aragón y princesa de Castilla, nacida en Segovia en 1401 y muerta en Valencia en 1458. Ocupó el trono aragonés como consorte de Alfonso V el Magnánimo desde 1416 hasta su muerte y fue quien, en realidad, ejerció el gobierno sobre los reinos peninsulares durante las largas ausencias de su esposo en Italia.

Era la hija primogénita del rey castellano Enrique III y de Catalina de Lancaster. Ya en 1406, cuando contaba apenas cinco años, se concertó su matrimonio con su primo el infante Alfonso, hijo y heredero de Fernando I de Aragón, nacido en 1396. Al año siguiente de celebrarse los esponsales, tras la muerte de Fernando I, Alfonso se convirtió en rey de Aragón. La boda no se celebró hasta 1415, cuando María alcanzó la edad de 14 años, considerada idónea para el cometido esencial de una reina: traer al mundo herederos que perpetuaran la dinastía.

Desde los primeros tiempos de su matrimonio surgieron graves desavenencias entre Alfonso y María. Al parecer, ello influyó en el deterioro de la salud de la reina y fue uno de los factores (aunque, sin duda, no el más importante) que determinaron al rey a pasar la mayor parte de su vida en Italia. Ni siquiera la necesidad de dar un heredero al trono aragonés uniría a los esposos. Sin embargo, y a pesar de la escasa simpatía que se profesaban, Alfonso confió a su mujer los asuntos de Estado mientras permaneció en sus dominios italianos.

En 1420, cuando el rey partió por vez primera con destino a Nápoles, dejó en manos de María el gobierno de sus reinos como lugarteniente general. La ausencia del Magnánimo duraría tres años, durante los cuales María tuvo que afrontar el rápido deterioro de la situación económica en Cataluña, la pugna territorial con la Corona castellana, así como los conflictos de carácter social que agitaban sus distintos reinos. A su vuelta a Aragón en 1423, Alfonso V inició la guerra con Castilla, junto a su hermano el rey Juan de Navarra. Pero sus recursos económicos estaban agotados y en 1429 la reina María tuvo que actuar como mediadora entre su esposo y su hermano, el rey Juan II de Castilla, para poner fin a la contienda. Sin embargo, la situación de Alfonso no mejoró, debido a la recesión que sufría la economía catalana y a los conflictos sociales provocados por ésta. Las Cortes de Barcelona de 1431 exigieron al rey una serie de medidas para subsanar el enorme déficit de la hacienda y el comercio catalanes. Pero Alfonso, harto de estos asuntos, decidió regresar a Italia y entregó plenos poderes a la reina; abandonó la Península Ibérica para siempre el 29 de mayo de 1432. Ello supuso la definitiva ruptura de Alfonso V con la Corona de Aragón, a la que, sin embargo, nunca renunció. Dejó los asuntos peninsulares en manos de su lugarteniente, de la que sólo exigía el pago puntual de subsidios para poder hacer frente a sus empresas italianas. Mientras tanto, el descontento del pueblo se dirigía contra la reina María, a la que se consideraba de hecho como la única autoridad efectiva, dada la "desaparición" del Magnánimo.

El problema más acuciante de la reina durante sus períodos de gobierno fue conseguir dinero y soldados con que proveer las necesidades de su marido en Italia. Esta cuestión desencadenaba otros muchos problemas, ya que las Cortes se negaban a entregar los subsidios que les exigía la reina sin obtener contrapartidas, lo que situaba a la monarquía en un continuo estado de negociación de sus prerrogativas. Por otra parte, la crisis económica provocó el estallido de graves conflictos sociales: entre forans y ciutadans en Mallorca, entre facciones nobiliarias en Aragón y Cataluña, y entre los partidos barceloneses de la Busca y la Biga. Al mismo tiempo, los remensas amenazaban con una rebelión generalizada si no se atendían sus reclamaciones sobre los malos usos. En las Cortes de Barcelona de 1421-1423, la reina tuvo que aceptar algunas exigencias de tipo pactista para obtener los subsidios que requería el Magnánimo, y prometió poner en marcha medidas proteccionistas para frenar la ruina del comercio catalán (Constitución Havents a cor). En las de Tortosa de 1429, sin embargo, se negó a aceptar el acuerdo que le exigía la nobleza en contra de las reivindicaciones de los remensas, de los que fue, en general, defensora, pese a que no tomó en realidad ninguna medida eficaz para acabar con los malos usos.

En 1435 Alfonso V, junto a sus hermanos Juan y Enrique, fue derrotado y hecho prisionero por los genoveses en la batalla de Ponza. Para hacer frente al rescate de 30.000 florines que exigía el duque de Milán y señor de Génova, Felipe Maria Visconti, María convocó Cortes generales en Monzón, de las que consiguió la aprobación del subsidio para rescatar al rey y a sus hermanos. Pero, tras su liberación, Alfonso decidió romper todas sus vinculaciones políticas con Aragón. En enero de 1436 concedió plenos poderes a su hermano, el rey Juan de Navarra, al que ya consideraba su heredero, pues había decidido no regresar a España y no mostraba ningún deseo de volver a reunirse con su esposa, sustituida desde hacía mucho en su cama por damas italianas. Juan de Navarra fue investido como lugarteniente de Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña, aunque, de hecho, sus largas ausencias dejaron a María como auténtica gobernadora del Principado catalán. La reina, despojada de su antiguo poder sin explicaciones, no recibió de su esposo ni siquiera unas palabras de agradecimiento por su labor al frente de los asuntos de Estado.

En las Cortes de Barcelona de ese mismo año, María tuvo que bregar con la oposición de la nobleza, que se le mostró contraria, por lo que hizo detener a sus cabecillas. En 1448 consiguió que los remensas se comprometieran a entregarle un donativo de 64.000 libras, a condición de que Alfonso (que continuaba siendo el rey de derecho) redimiera los malos usos. Sin embargo, la reina no consiguió poner en práctica ninguna medida que avanzara en este sentido, ante la oposición de la nobleza catalana. En las luchas por el poder que estallaron en Barcelona entre la Biga y la Busca, apoyó a esta última en sus pretensiones frente a la nobleza y el patriciado que trataban de monopolizar el gobierno municipal. María apoyó decididamente a -y se apoyó en- Galcerán de Requesens, jefe de la Busca y leal aliado de Alfonso V. En diciembre de 1442, el Magnánimo designó gobernador de Cataluña a Requesens, debido a las frecuentes ausencias del lugarteniente y, de nuevo, desposeyó a María de sus prerrogativas sin contemplaciones. Tras los disturbios contra la Biga en Barcelona, el 19 de octubre de 1453 Alfonso nombró a Requesens lugarteniente general del Principado, en sustitución de Juan de Navarra. Ese mismo año, la reina María tendría de nuevo que ejercer sus labores como mediadora para intentar atajar la guerra civil que estalló entre los partidarios de Juan de Navarra y los de su hijo y heredero Carlos, príncipe de Viana, por el dominio del trono navarro.
María de Castilla fue una de las pocas reinas consortes de los reinos medievales de la Península Ibérica que ejerció de manera efectiva y singularmente continuada el poder en los dominios de su esposo. Su labor política, aunque atenazada por los escasos recursos de la monarquía, estuvo marcada por los esfuerzos de conciliación entre las distintas fuerzas sociales y políticas. Murió a los 57 años, sin haber tenido hijos (aunque Alfonso sí los tuvo, como Ferrante, heredero de la corona napolitana).

Bibliografía

  • HERNÁNDEZ DE LEÓN SÁNCHEZ, F.: Doña María de Castilla, esposa de Alfonso el Magnánimo. Valencia. 1959.

  • SOLDEVILA, F.: La reina Maria, muller del Magnànim. Valencia. 1959.

  • VICENS VIVES, J.: "Els Trastàmares", en Biografies catalanes, Barcelona. 1959.

Autor

  • Victoria Horrillo Ledesma