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HistoriaPolíticaBiografía

López de Romaña, Eduardo (1847-1912).

Político, ingeniero y empresario peruano, nacido en Arequipa en 1847 y muerto en Yura el 26 de mayo de 1912, que ocupó la presidencia del país entre 1899 y 1903, nominado y apoyado por el Partido Demócrata que fundara el caudillo Nicolás de Piérola.

Vida

Miembro de una de las familias más representativas de la aristocracia regional de Arequipa en el sur del Perú, por su tronco familiar y por su biografía, Eduardo López de Romaña fue un hijo ilustre de ese suelo, tradicionalista y conservador pero de espíritu emprendedor. Sus padres, Juan Manuel López de Romaña y Josefa Alvizuri de Bustamante, fueron una pareja de elevada alcurnia y recursos económicos en la localidad. El padre se dedicaba a la agricultura, pues era dueño de haciendas en los valles de la costa y de fincas en la campiña serrana. No se dio a la política sino en contadas oportunidades edilicias, actitud que fue seguida por su hijo, más un empresario rural que un político.

Eduardo López de Romaña se educó en el Seminario, bajo el rectorado del presbítero Sors. Luego fue enviado por su padre, junto con sus dos hermanos, a Inglaterra, al colegio Stonyhurst, de la nobleza católica de la Gran Bretaña, pues era entonces la tendencia señorial, compartida por España y América, de enviar a los jóvenes a formarse dentro de esa escuela. Continuó en Londres, en el Colegio Real, sus estudios de ingeniería civil, terminándolos en 1868. Se dedicó a la fabricación de puentes y grandes construcciones de hierro para ferrocarriles en la India, bajo las órdenes del ingeniero M. Lee Smith. Trabajó en ferrocarriles, tanto en la isla británica como en la India, supervisando el puente sobre el río Ravee en Silvertown, a petición de la Gran Oficina del Ferrocarril del Norte del Punjab. En mayo de 1872, con sólo 25 años, fue admitido como socio de número en el Instituto de Ingenieros Civiles de Londres.

Luego se desplazó a América como ingeniero de la Public Works Construction Company para la construcción del ferrocarril del Madeira al Mamoré, en las selvas del Brasil. Se trataba de un gran proyecto ideado por el norteamericano coronel Church, que uniría los puntos navegables del Madeira, separados por rápidos y cataratas. Se pretendían poner en comunicación extensos gomales y colonizar los valles de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. El proyecto, apoyado por el emperador Pedro II de Brasil, duró dieciocho meses de sacrificada campaña en la jungla y, a la postre, debido a las enfermedades, los accidentes fluviales y los ataques de los nativos del lugar, derrotó los sueños colonizadores y dejó a los expedicionarios destrozados. Los ingenieros regresaron convencidos de lo utópico de la empresa.

Con el dinero recibido, Romaña viajó por Europa, tomando notas y aprendiendo ingeniería en las ciudades que recorría. Regresó a Perú en 1874, a los quince años de su partida, y tres años más tarde contrajo matrimonio con Josefa de Castresana. Se dedicó a las obras del alumbrado por gas de Arequipa, como ingeniero y gerente. Negoció con el presidente Manuel Pardo para la obtención de 33.000 soles a cuenta de una deuda que el gobierno tenía con el Municipio arequipeño, accionista de la obra. Se retiró de la misma cuando las dificultades técnicas y financieras llevaron este otro proyecto desarrollista de los nuevos países americanos al fracaso. A ello contribuyó el bloqueo del puerto de Mollendo, durante la guerra del Pacífico, pues impidió que se introdujera carbón. Las cañerías de la fracasada obra luego sirvieron, sin embargo, para el suministro de agua a la ciudad.

Pasó luego Romaña a la agricultura, para dedicarse a la producción de caña de azúcar en los valles de Tambo, en las haciendas de su familia, viejas propiedades de origen colonial que eran uno de los nacientes centros productores de azúcar para la exportación. Sin embargo, la implementación de un mercado y una empresa capitalista en una región dominada por poderes locales, la servidumbre, las limitaciones de una sociedad de antiguo régimen y una débil presencia del estado habían de llevar esta labor al más absoluto de los fracasos, a lo cual contribuyó, en no poca medida, que la moderna maquinaria a vapor que había importado fuera robada y desmantelada en el mismo puerto de Mollendo. Romaña encarna, no obstante, al empresario burgués y los afanes que esta emergente clase social tuvo en el desarrollo de la región. A sus obras particulares para modernizar sus haciendas, sumó la construcción de un dique, llamado de Cachuyo, para proteger las tierras del valle de la desembocadura torrentosa del río.

Durante la guerra del Pacífico (1879-1880) Romaña tuvo el grado de coronel y comandante general de las Milicias Cívicas del valle de Tambo. Tres batallones de 1.500 hombres estuvieron bajo su mando, de los que sólo doscientos estaban armados convenientemente. Se trataba de esfuerzos patrióticos que gente como Romaña llevó adelante con toda la población de los pueblos, en la antesala de la derrota militar nacional frente a Chile. Romaña evitó el ingreso chileno en 1880, y obligó al retiro de los invasores por Mollendo, no sin antes incendiar el puerto. Todavía en 1882 los chilenos trataron de ingresar por Mejía al valle, pero fueron repelidos por Romaña y los húsares de Junín. No sólo defendía la patria, también sus propiedades de la imposición de cupos por parte de los vencedores. En ello, empero, consumió los capitales de las haciendas vecinas y las suyas propias. Arequipa fue tomada por el enemigo y la familia de Romaña se refugió en Tacna, donde falleció la esposa del entonces coronel.

Retornó a la ciudad el ingeniero, dedicado a obras públicas, entre las cuales destacaron el puente Grau, al que dotó de un ingenioso arco invertido para darle seguridad, la culminación de la obra de agua y alcantarillado, el puente de Tingo y, finalmente, la obra de la luz eléctrica, todo entre 1885 y 1899. Fue desde entonces un personaje singular de la sociedad civil arequipeña, presidente de la Beneficencia, impulsor de la Sociedad de Artesanos, fundador de colegios y clubs y terminó electo Presidente de la Junta Patriótica de Arequipa.

Con la revolución de Piérola triunfante en 1895, el caudillo formó el comité de su partido en Arequipa, en el cual siendo los hermanos Eduardo y Alejandro López de Romaña los principales convocados, el primero su Presidente departamental y el segundo prefecto. Eduardo ocupó cargos parlamentarios y luego, creado el Ministerio de Fomento, dados sus antecedentes y cualificaciones, ocupó su cartera fundadora, en una época de restauración nacional e inicio de la modernización burguesa, conocida como la “República Aristocrática”, que duró hasta bien entrado el siglo XX.

Nominado a la presidencia, no tuvo casi oposición debido a la alianza de los demócratas con los civilistas, que neutralizó otras candidaturas, a lo cual se sumaron alejamientos importantes como el de Manuel González Prada y su grupo, la Unión Nacional. Romaña, que no era hombre de partido, se enfrentó con Piérola poco tiempo después de su nominación, si bien llevó a término su período presidencial, en el que se enfrentó con problemas graves, como la animadversión capitalina al provinciano, el antipierolismo heredado por ser supuestamente la máscara de los demócratas, o el rencor pierolista que se ensañó con él a mediados de su mandato, todo lo cual no le impidió mantener el orden interno.

Durante el tiempo que ejerció el mando, Romaña fue un hombre austero, no sólo en lo personal, sino también en lo referente a los gastos presidenciales. No practicó el nepotismo que caracterizó a otros mandatarios de este período, como el propio Piérola, Pardo y Leguía, que tuvieron a sus hermanos al frente del parlamento. Fue un devoto religioso, de carácter tradicional y paternalista. Cabe traer a colación, en este punto, su mensaje al Congreso en 1900: "La lucha contra el alcoholismo se impone a nuestra consideración. Notorio es que el abuso del licor agota radicalmente las energías del hombre y si las razas más fuertes declinan bajo la influencia del alcohol, juzgad lo que pasará con las que no lo son tanto. Ya nuestra población indígena comienza a disminuir y sufre por causa de su pasión dominadora. Acudamos pues como medida de conveniencia nacional, a defender aquella parte de nuestro pueblo tan de cerca amenazada".

Romaña desdibujó aquellos argumentos que lo veían como una máscara de Piérola intentando atraer a éste al mando del partido Demócrata otra vez, y haciendo una administración muy independiente, siempre al filo de la crisis por las constantes sucesiones en el gabinete. Apoyó fuertemente el ramo de Fomento, en el que sostuvo expediciones y planes aventurados y difíciles. También en su gestión, durante la cual se consolidó el patrón oro, tuvo que enfrentarse a serios problemas monetarios. Los dos líderes históricos del militarismo posterior a la guerra, Miguel Iglesias y Andrés A. Cáceres-derrotado éste último en guerra civil por Piérola-, fueron reincorporados en el escalafón militar y Cáceres retornó al país tras superar sus heridas.

Terminado su mandato, se retiró de la política, que no había sido su inclinación. Vivió en su Arequipa natal desde entonces hasta su muerte, que tuvo lugar en Yura el 26 de mayo de 1912. El mejor de sus biógrafos fue Edilberto Zegarra Ballón quien, en su obra Biografía del Excelentísimo Señor D. Eduardo L. De Romaña (imprenta “La Bolsa”, Arequipa 1899) -que fue publicada en el aniversario de su natalicio, 19 de marzo de 1900-, advierte haberla escrito cuando Romaña era candidato a la Presidencia y que la publicaba tal cual, cuando ya el personaje era el supremo mandatario de la República. También Jorge Basadre se ha detenido en la figura del ingeniero Romaña, el primer profesional en ocupar el mando de la nación, si bien prefirió centrarse en las cuestiones relacionadas con la etapa de presidencia.

Autor

  • Luis Miguel Glave