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DeportesBiografía

Indurain, Miguel (1964-VVVV).

Ciclista español, nacido en Villava (Navarra) el 16 de julio de 1964. Considerado como el gran dominador de su disciplina durante la década de los noventa, sus excepcionales condiciones físicas, unidas a su gran calidad técnica, inusitada inteligencia táctica y talante sosegado, disciplinado y ambicioso, le sirvieron para acumular un palmarés sin parangón en la historia del ciclismo español. Ocupa por derecho propio un lugar destacado entre las grandes leyendas del deporte de la bicicleta, junto a nombres míticos como los de Fausto Coppi, Jacques Anquetil, Eddy Merckx o Bernard Hinault.

Miguel Indurain, pentacampeón del Tour.

Sus inicios en el ciclismo y los primeros triunfos

Fue el segundo de los cinco hijos del matrimonio navarro de agricultores formado por Miguel e Isabel, y, al igual que sus hermanos (Isabel, Dolores, Prudencio -también ciclista profesional- y Asunción), desde pequeño se familiarizó con el deporte. Practicó el fútbol y el baloncesto, aunque sus características físicas pronto le encaminaron hacia disciplinas basadas en la resistencia, como el atletismo y el ciclismo. Participó por primera vez en una competición ciclista a la edad de 11 años, en una carrera celebrada en la localidad navarra de Luqui. No pudo ganar (fue segundo), pero se animó a volcarse hacia el deporte de la bicicleta, quizá porque, como el propio Indurain relata, "me hizo ilusión que me dieran como premio un bocadillo y una Fanta". En la siguiente carrera, en Elizondo, ya consiguió el triunfo, y a partir de entonces comenzó a entrenar regularmente y compitió en varias carreras de ámbito local y provincial, en las que obtuvo notables resultados. Asombrado por las extraordinarias posibilidades del joven Indurain, el técnico navarro Eusebio Unzué se interesó por él y lo fichó para su escuadra, el Grupo Deportivo Reynolds. Con su nuevo equipo se proclamó campeón de España de aficionados en 1983, y en el verano de 1984 fue incluido en la selección española para disputar la prueba en línea de los Juegos Olímpicos, que iban a celebrarse en la ciudad californiana de Los Ángeles.

Tras regresar de la cita olímpica pasó a la categoría profesional y obtuvo su primer triunfo de relevancia en la que habría de ser su mejor especialidad, al adjudicarse con apenas 19 años una etapa contrarreloj del Tour de la Comunidad Económica Europea (antiguo Tour del Porvenir), superando a otras futuras estrellas como Jean Françoise Bernard y Charly Mottet. En 1985 debutó en la Vuelta Ciclista a España y logró vestir el maillot amarillo durante cuatro días, gracias a su excelente actuación en la etapa contrarreloj que abrió la carrera, en la que obtuvo el segundo puesto (finalizó la prueba en el puesto 84 de la clasificación general). Participó también en el Tour de Francia, aunque se retiró antes del primer contacto con la montaña por orden de su director, José Miguel Echávarri, que consideraba suficiente lo ya realizado en una prueba tan dura por un joven que apenas rozaba la veintena, al que había incluido en la formación inicial con el único propósito de que tomara contacto con la carrera más importante del mundo. De hecho, Echávarri y Unzué, conscientes de las posibilidades futuras de su pupilo, trataron siempre de programar su carrera a largo plazo, seleccionando escrupulosamente su calendario y sacrificando posibles victorias en pruebas menores con el fin de evitar que acumulara excesivos esfuerzos. Gracias a ello pudo evolucionar físicamente sin sufrir un desgaste excesivo y consiguió adaptar su cuerpo a las exigencias del terreno montañoso, en el cual tenía más dificultades debido a su gran envergadura. Así se puso de manifiesto en el Tour de la Comunidad Económica Europea de 1986, que supuso su primera victoria importante en una carrera por etapas y el primer indicio de que Indurain era algo más que un excelso contrarrelojista. En la carrera francesa ascendió por primera vez algunos de los grandes puertos del Tour, que consiguió superar entre los mejores. Esa misma temporada había conseguido acabar por segunda vez la Vuelta Ciclista a España. Todo parecía indicar que su progresión continuaba por buen camino.

La consagración internacional

En los años siguientes logró asentarse entre la elite internacional y se confirmó como alternativa de futuro, a la vez que continuó su aprendizaje al lado de corredores veteranos de su equipo, como José Luis Laguía, Ángel Arroyo o Dominique Arnaud. En la campaña de 1987 ganó etapas en la Setmana Catalana y la Vuelta a Galicia, así como tres etapas y la general de la Vuelta a los Valles Mineros, y en 1988 su labor como gregario resultó fundamental para el triunfo en el Tour de Francia de su compañero Pedro Delgado, tras lo cual consiguió ganar la Volta a Catalunya, la segunda prueba por etapas más importante del calendario español. La temporada de 1989 significó su confirmación definitiva a nivel europeo, con victorias en carreras tan prestigiosas como la París-Niza y el Critérium Internacional de la Ruta. En la edición del Tour de ese año logró su primer triunfo parcial en una dura etapa pirenaica con final en la estación de Cauterets, y durante el ejercicio siguiente pasó a ostentar un papel de primera figura en su equipo de siempre, ahora llamado Banesto (nuevo patrocinador de la escuadra anteriormente financiada por Reynolds), si bien en el Tour de Francia continuó desempeñando labores de apoyo a Pedro Delgado, pese a lo cual logró ganar una etapa alpina, en Luz Ardiden, y acabar en el décimo puesto de la clasificación general. La irregular actuación de Delgado, que no pudo acceder al podio de París (finalizó en cuarto lugar, a más de 10 minutos del ganador, Greg Lemond), llevó a muchos especialistas a cuestionar la táctica seguida por el Banesto y a elucubrar acerca de cuál habría sido el desenlace de la prueba si Indurain hubiera asumido la jefatura del equipo. El relevo que la prensa auguraba no tardaría mucho en llegar.

La primera victoria en el Tour de Francia

La temporada de 1991 se presentaba como una reválida para un Indurain al que, con 27 años, en completa madurez física y con varias victorias de prestigio en su haber, ya comenzaba a exigírsele como a las figuras consagradas. En la Vuelta Ciclista a España estuvo a punto de obtener su primera victoria en una de las tres grandes (Vuelta, Giro y Tour), aunque no pudo superar a un Melchor Mauri en estado de gracia al que escoltó en el podio. El Tour de Francia de ese año se presentaba como un encarnizado duelo entre el campeón vigente, Greg Lemond, las jóvenes figuras italianas Gianni Bugno y Claudio Chiappucci, el irlandés Stephen Roche y los españoles Delgado e Indurain. Tras una primera semana de carrera relativamente tranquila, en la cual los favoritos se limitaron a procurar no distanciarse de los puestos de cabeza, llegó la contrarreloj entre Argentan y Alençon, y con ella el primer gran triunfo de Indurain en la especialidad en la que habría de ofrecer sus más espectaculares exhibiciones en la Grande Boucle, distanciando en ocho segundos a Greg Lemond y en minutos al resto de los aspirantes al triunfo final. Con la aparición de la montaña llegaría el definitivo asalto del navarro al trono del ciclismo mundial: en la etapa reina de los Pirineos, con final en Val Louron, lanzó un poderoso ataque en el descenso del Tourmalet que sólo pudo ser respondido por el italiano Claudio Chiappucci. Rezagado el hasta entonces líder de la carrera, el francés Luc Leblanc, así como Lemond, Delgado y otros favoritos, Indurain y su compañero de escapada fueron acumulando ventaja y alcanzaron la meta con más de siete minutos sobre el tercer clasificado. Chiappucci obtuvo la victoria de etapa e Indurain se vistió por primera vez la camiseta amarilla que distingue al primer clasificado de la carrera. Banesto controló sin grandes problemas la prueba hasta la penúltima etapa, una contrarreloj entre Lugny y Macon en la que Indurain refrendó su superioridad sobre el resto. Al día siguiente se coronó en París como nuevo campeón del Tour de Francia, acompañado en el podio de los triunfadores por Gianni Bugno y Claudio Chiappucci. Era el cuarto español que lo conseguía, tras Bahamontes, Ocaña y Delgado.

Los años de esplendor

Después de obtener la medalla de bronce en el Campeonato del Mundo de Stuttgart, Indurain inició el curso ciclista de 1992 en segundo lugar de la clasificación mundial de corredores elaborada por la FICP (Federación Internacional de Ciclismo Internacional). El navarro, de acuerdo con los responsables de Banesto, decidió preparar el Tour acudiendo al Giro de Italia, por lo cual desestimó participar en la Vuelta Ciclista a España. En la Corsa Rosa certificó su condición de número uno del mundo, al imponerse con claridad sobre todos sus rivales sin necesidad de alcanzar su mejor estado de forma. Su abrumador dominio quedó patente en la última etapa, una contrarreloj entre Vigevano y Milán en la que distanció notablemente al segundo clasificado, Claudio Chiappucci, al que incluso llegó a adelantar durante el transcurso de la prueba (el italiano había salido tres minutos antes que el corredor de Banesto). Investido con la maglia rosa, y después de ganar el Campeonato de España de Fondo en Carretera, se presentó a su gran cita del mes de julio como el gran rival al que había que doblegar. Durante el trascurso de la prueba no dejó el más mínimo resquicio a la duda acerca de su superioridad: se impuso en las tres etapas contrarreloj, entre ellas el prólogo de San Sebastián, y no cedió un solo segundo de ventaja a sus rivales en la montaña. Especialmente asombrosa resultó su exhibición en la contrarreloj de Luxemburgo, prueba marcada por las adversas condiciones climatológicas en la que dejó al segundo clasificado a más de tres minutos y medio. Ello le valió para sentenciar el Tour y ser unánimamente ensalzado por la prensa deportiva internacional, que vertió sobre él todo tipo de elogios y le proclamó como el mejor contrarrelojista de todos los tiempos.

Miguel Indurain.

Tras su segunda victoria consecutiva en la prueba francesa, flanqueado de nuevo en el podio por sus ya tradicionales rivales italianos, aunque esta vez en orden inverso (segundo Chiappucci y tercero Bugno), ya nadie podía discutir el dominio de Indurain sobre el pelotón mundial. Así lo reflejó la clasificación FICP, que encabezó a final de año con casi más de 1.000 puntos de ventaja sobre el segundo clasificado, el suizo Tony Rominger. Su condición de número uno se confirmó durante la temporada siguiente, en la que volvió a repetir tanto el programa del año anterior como sus resultados, venciendo en Giro y Tour con gran autoridad. Únicamente en la última etapa montañosa del Giro se le vio dar muestras de debilidad, tras un furibundo ataque del letón Piotr Ugrumov en la ascensión al Santuario de Oropa. Su gran temporada se cerró en el Campeonato del Mundo para profesionales, celebrado en Oslo, donde consiguió la medalla de plata tras ser superado únicamente por el norteamericano Lance Armstrong. También en 1994 repitió el mismo calendario, aunque esta vez no pudo completar el doblete al no lograr superar a la joven promesa rusa Evgeni Berzin, en un Giro al que acudió corto de preparación. Sin embargo, sí alcanzó su mejor rendimiento en un Tour que volvió a controlar desde su inicio, acallando las voces de aquellos que anticipaban la caída del corredor navarro tras su derrota en la ronda italiana. A final de temporada decidió acometer el Récord de la Hora, para lo cual la empresa Pinarello, proveedora de material del equipo Banesto, diseñó una bicicleta especial que se popularizó con el nombre de Espada. La tentativa tuvo como escenario el velódromo de Burdeos, donde Indurain logró recorrer en una hora una distancia de 53,040 kilómetros, batiendo con ello la marca hasta entonces vigente del británico Chris Boardman. No lograría, empero, permanecer mucho tiempo como recordman de la hora, ya que el suizo Rominger pulverizó su marca apenas un mes más tarde.

De acuerdo con sus colaboradores más cercanos, decidió descargar su calendario para 1995 y optó por disputar únicamente el Tour, descartando las otras dos pruebas de 21 días. Para llegar en buena forma a su cita de julio prefirió acudir a carreras de una semana, como el Dauphiné Libéré, que le permitieron alcanzar su rendimiento habitual. Una vez iniciada la Grande Boucle, el tetracampeón no dio opción a sus rivales y obtuvo la victoria por quinta vez consecutiva, éxito nunca antes alcanzado con el cual logró acceder al exclusivo club de los pentacampeones del Tour, formado hasta entonces por Jacques Anquetil, Eddy Merckx y Bernard Hinault. En esa edición logró la mayor diferencia sobre el segundo clasificado de sus cinco triunfos, dejando en evidencia a aquellos que auguraban el inicio de su declive, cuyo desatino quedaría demostrado tras la disputa de una nueva edición del Campeonato del Mundo: en la prueba en ruta para profesionales, celebrada en la localidad colombiana de Duitama, la eficiente labor de equipo desempeñada por Indurain ayudó a que su compañero de selección Abraham Olano consiguiese, por primera vez en la historia del ciclismo español, el maillot arco iris de campeón del mundo. El compañerismo del navarro se vio recompensado con la medalla de plata, que completó un doblete sin precedentes de la selección española en la anual cita mundialista. Así se cerró otra temporada plena de éxitos para un campeón que aún no parecía haber alcanzado sus límites. Pocos imaginaban entonces que la siguiente sería la última.

El final de su carrera

Tras más de un decenio al máximo nivel y un lustro como mejor corredor del mundo, 1996 se presentaba como otro gran reto para Indurain, que podía convertirse en el primer corredor con seis victorias en el Tour de Francia. Muchos eran, sin embargo, los obstáculos que habría de salvar. Entre ellos, la creciente competencia de unos rivales cansados de verle el sillín en las grandes pruebas del calendario internacional, encabezados por la pujante generación del setenta (con Zulle, Jalabert, Virenque y Olano a la cabeza); el desgaste físico de un Indurain que ya había rebasado la treintena y, sobre todo, sus propias circunstancias personales y familiares: con un palmarés repleto de éxitos, su situación económica resuelta y su vida familiar felizmente encauzada (casado y con un hijo de pocos meses), cada vez se hacía más difícil retomar los entrenamientos y abandonar el hogar para acometer el apretado calendario anual, así como soportar la intensa presión ejercida por la prensa y los aficionados, que habían convertido a Indurain en el principal estandarte del deporte español. Pese a todo, continuó con un plan de preparación similar al de temporadas anteriores. Las primeras carreras le sirvieron para alcanzar la puesta a punto, y con el verano, como en años anteriores, comenzaron a llegar los primeros triunfos (Vuelta a Asturias, Dauphiné Libéré...) de un Indurain listo para afrontar el reto de convertirse en el mejor Hombre-Tour de la Historia. La semana inicial de la carrera francesa transcurrió con placidez, aunque marcada por el mal tiempo que acompañó a los corredores. La primera etapa de montaña, con final en la estación invernal alpina de Les Arcs, debía servir para filtrar la clasificación general y definir los candidatos al triunfo final. Tras superar los diferentes escollos montañosos de la jornada, el grupo de cabeza se aprestó a ascender al último puerto del día, una ascensión no muy larga y con pendientes relativamente suaves. A mitad de puerto se hallaba en cabeza un pequeño grupo de apenas una docena de corredores, entre los cuales aparecía, como siempre, la impertérrita figura de un Indurain que parecía controlar la situación sin excesivas dificultades y reservar fuerzas para el final. De repente, a cuatro kilómetros de la meta, el líder de Banesto comenzó a perder contacto con sus compañeros de grupo sin que se produjese ningún ataque ni aceleración de la marcha. Desencajado, buscando afanosamente las manetas del cambio y con visibles dificultades para mantener un ritmo regular de pedaleo, el máximo favorito para la victoria final fue acumulando desventaja de forma vertiginosa, ante la sorpresa de los seguidores apostados a ambos lados de la carretera y de los millones de televidentes que asistían atónitos a la primera gran derrota del navarro en su prueba predilecta. Al final de la etapa, cuatro minutos de retraso enterraron gran parte de las posibilidades del pentacampeón de lograr su sexta victoria consecutiva. Desde ese momento y hasta el final de la prueba, la carrera se convirtió en un calvario para un Indurain que no lograba recuperarse de los esfuerzos realizados cada día, sin que los técnicos de su equipo acertaran a dar con la causa (¿enfermedad?, ¿agarrotamiento muscular causado por el frío de las primeras etapas?...). El camino hasta París fue también una demostración popular de cariño hacia un campeón otrora imbatible que, exhausto e incapaz de mantener el ritmo de los mejores, mostraba su rostro más humano y una enorme dignidad profesional al intentar por todos los medios finalizar la carrera, aun sin tener ninguna posibilidad de éxito. Especialmente emotivo fue el homenaje que le rindieron sus paisanos en Pamplona, ciudad que había sido escogida como final de etapa del Tour en reconocimiento a la trayectoria de un Indurain que no pudo, como hubiera sido su deseo, llegar de amarillo a su tierra.

Después de alcanzar en undécima posición la meta de los Campos Elíseos, Indurain se fijó como nuevo reto la prueba contrarreloj de los Juegos de Atlanta. En la ciudad norteamericana logró reencontrarse con la victoria y añadir un nuevo título a su repleta colección: la medalla de oro olímpica. Tras el nuevo éxito, y ante las presiones tanto de la organización como del patrocinador de su equipo, aceptó participar en la Vuelta Ciclista a España, prueba a la que no había regresado desde 1991. Cansado física y psicológicamente, y falto de la preparación y motivación necesarias para afrontar las exigencias de una carrera de tres semanas, decidió bajarse de la bicicleta durante la etapa que finalizaba en los Lagos de Enol, tras haber acumulado varios minutos de retraso en los días precedentes. Allí, a los pies de la mítica montaña de Covadonga, de tan sonoras resonancias tanto históricas como ciclistas, terminó la carrera de una de las mayores figuras que ha dado el deporte mundial (aún correría alguna prueba menor antes de final de temporada). Tras unos meses de incertidumbre en los que se especuló acerca de su posible fichaje por la escuadra rival de Banesto, la ONCE, el 2 de enero de 1997 Miguel Indurain anunció oficialmente su retirada del ciclismo. Lo hizo con sencillez y sin grandes estridencias, en consonancia con el talante que había demostrado a lo largo de sus años de profesional, agradeciendo tanto el respeto y admiración de sus seguidores como el esfuerzo de sus compañeros de equipo y mentores deportivos. Desde entonces vive dedicado a su esposa Marisa y a su pequeño hijo Miguel, y emplea su tiempo en diversas tareas de promoción deportiva y publicitaria.

El nacimiento de un mito

Después de su retirada se sucedieron los análisis y valoraciones acerca de su figura y trayectoria profesional. Corredor naturalmente dotado para dar un altísimo rendimiento en condiciones de máxima dificultad, con una capacidad física que no se recuerda en ningún otro campeón, destacó especialmente por su fortaleza mental. Siempre sereno y relajado, sabía conservar la calma y mantener una expresión imperturbable en los momentos de crisis, lo cual le permitía despistar a sus rivales y salir airoso en situaciones de dificultad. Fue el máximo exponente del tipo de ciclista completo que se impondría en los noventa, competitivo en todos los terrenos y muy resistente, capaz de ganar tanto una gran prueba por etapas como una carrera de un día. Así, en la montaña conseguía imponerse a los escaladores a base de mover desarrollos de gran dureza e imponer un ritmo altísimo que terminaba por desfondarlos, y en la contrarreloj, su gran especialidad, aprovechaba su tremenda potencia para establecer diferencias insalvables. A ello ayudaba su perfecto dominio de la bicicleta, con la cual ofrecía un perfil de total acoplamiento y componía una imagen de una plasticidad difícil de igualar. De hecho, sus espectaculares resultados contra el crono permiten afirmar sin faltar un ápice a la objetividad que fue el mejor especialista de todos los tiempos. Tuvo también sus críticos, que resaltaron su falta de adaptación al frío y la humedad e hicieron hincapié en su excesivo conservadurismo y tendencia a reservar fuerzas, así como en el hecho de ser demasiado selectivo a la hora de fijar sus objetivos, pasando por alto carreras que, tras su retirada, faltan en su palmarés, como las principales clásicas o la Vuelta Ciclista a España.

Cultivó una imagen de campeón sencillo y generoso, ajeno a la soberbia y prepotencia tan comunes en otras figuras del deporte, gracias a lo cual supo ganarse el cariño de aficionados y rivales. No obstante, su accesibilidad no fue óbice para que sus compañeros le profesaran un profundo respeto y le consideraran como el patrón del pelotón, como antes lo fueron Merckx, Hinault y otros corredores de incontestable carisma. Su retirada, para muchos prematura, cerró un quinquenio de absoluta primacía en el ciclismo mundial y dejó un vacío que será muy difícil de llenar por quienes vengan detrás. En cuanto a las inevitables comparaciones con los campeones que dominaron otras épocas, sólo el tiempo podrá situar al corredor de Villaba en el lugar que le corresponde. Será, sin duda, entre los mejores.

Palmarés

El elevado número de triunfos conseguidos por Miguel Indurain a lo largo de sus doce temporadas como profesional dificultan la exposición completa y correcta de su palmarés. En lugar de seguir un criterio cronológico, se ha preferido relacionar las pruebas que lo integran por orden de importancia, citando en primer lugar las grandes vueltas por etapas y otras carreras prestigiosas del calendario internacional, y continuando por vueltas y pruebas de un día menos relevantes. Se hará mención no sólo de los triunfos y puestos destacados obtenidos en la carretera, sino también de los premios y honores recibidos en reconocimiento a su trayectoria.

Indurain pertenecía al selecto grupo de únicos ciclistas ganadores de cinco Tour integrado por Jacques Anquetil, Bernard Hinault, Eddy Merckx y Lance Armstrong, hasta que este último se adjudicó su sexto título de campeón de la ronda francesa el 25 de julio de 2004, un récord absoluto.

Victorias y puestos de honor

Se recogen, además de los triunfos absolutos, las victorias parciales conseguidas en ellos y, a continuación, el número total de victorias conseguidas en su carrera (absolutas y parciales). En cuanto a los puestos de honor, se citan únicamente los incluidos entre los 10 primeros clasificados.

Victorias

-5 veces ganador del Tour de Francia (1991 -2 etapas-, 1992 -3 etapas-, 1993 -2 etapas-, 1994 -1 etapa- y 1995 -2 etapas-); 1 etapa en 1989 y 1990. Total etapas ganadas en el Tour: 12.
-2 veces ganador del Giro de Italia (1992 -2 etapas y clasificación del Intergiro- y 1993 -2 etapas-). Total etapas ganadas en el Giro: 4.
-Campeón Olímpico de contrarreloj (1996).
-Campeón del Mundo de contrarreloj (1995).
-2 medallas de plata en el Campeonato del Mundo de Fondo en Carretera (1993 y 1995).
-Medalla de bronce en el Campeonato del Mundo de Fondo en Carretera (1991).
-Récord de la Hora -53,040 km- (1994).
.En la misma prueba:
-Récord de España de los 10 kilómetros -11 minutos, 20 segundos y 9 centésimas-.
-Récord de España de los 20 kilómetros -22 minutos, 38 segundos y 51 centésimas-.
-Tour de la Comunidad Económica Europea (1986). 1 etapa en 1984 y 2 en 1985. Total etapas ganadas en el Tour de la Comunidad Económica Europea: 3.
-3 veces ganador de la Volta a Catalunya (1988 -1 etapa-, 1991 -1 etapa- y 1992). Total etapas ganadas en la Volta a Catalunya: 2.
-2 veces ganador de la París-Niza (1989 y 1990 -1 etapa-).
-2 veces ganador del Dauphiné Libéré (1995 -1 etapa- y 1996).
-Critérium Internacional de la Ruta (1989 -1 etapa-).
-Clásica de San Sebastián (1990).
-Campeón de España de Fondo en Carretera (1992).
-Midi Libre (1995).
-Tour de L'Oise (1994 -1 etapa-).
-Tour de Vaucluse (1991 -1 etapa-).
-Bicicleta Vasca (1995). 2 etapas en 1991 -se llamaba entonces Bicicleta Eibarresa-. Total etapas ganadas en la Bicicleta Vasca: 2.
-Vuelta a Asturias (1996). 2 etapas en 1995. Total etapas ganadas en la Vuelta a Asturias: 2.
-Vuelta a los Valles Mineros (1987 -3 etapas-). 2 etapas en 1993 y 1 en 1995. Total etapas ganadas en la Vuelta a los Valles Mineros: 6.
-Vuelta a Murcia (1986 -1 etapa-). 1 etapa en 1987 y 1993. Total etapas ganadas en la Vuelta a Murcia: 3.
-Vuelta a Galicia (1995 -1 etapa-). 1 etapa en 1987 y 1988. Total etapas ganadas en la Vuelta a Galicia: 3.
-Vuelta a la Rioja (1995 -1 etapa-).
-Trofeo Castilla y León (1993 -1 etapa-). 1 etapa en 1992. Total etapas ganadas en el Trofeo Castilla y León: 2.
-Vuelta al Alentejo (1996).
-Vuelta a los Puertos (1993).
-Subida a Arrate (1991).
-Subida al Txitxarro (1987).
-Critérium de Moscú (1995).
-3 veces ganador del Critérium Comunidad Foral de Navarra (1987, 1989 y 1996).
-Critérium de Tarnos (1990).
-Critérium de Leitza (1986).
-Cinturón de Ronda (1991).
-Critérium Ciutat de L'Hospitalet (1996).
-Critérium Ciudad de Valladolid (1996).
-Critérium Internacional Comunidad Valenciana (1996).
-1 etapa en el Tour de Romandía (1992).
-1 etapa en la Vuelta al País Vasco (1990).
-1 etapa en la Setmana Catalana de Ciclismo (1987).
-2 etapas en la Vuelta a Valencia (1990 y 1994).
-1 etapa en la Vuelta a Burgos (1990).
-1 etapa en la Vuelta a Aragón (1995).
-1 etapa en la Vuelta a Cantabria (1986).

Victorias absolutas (clasificaciones general y secundarias en carreras por etapas, así como clásicas, critériums y demás pruebas de un día): 45.
Victorias parciales (etapas): 50.
Total victorias: 95.

Puestos de honor

-3º en el Giro de Italia (1994).
-2º en la Vuelta Ciclista a España (1991).
-7º en la Vuelta Ciclista a España (1990).
-10º en el Tour de Francia (1990).
-6º en el Campeonato del Mundo de Fondo en Carretera (1992).
-2º en el Tour de Romandía (1992).

Otras distinciones

Su brillante carrera le ha llevado a recibir numerosas distinciones como la de Ciclista Español Más Combativo del Año, Segundo Deportista Europeo, Premio "Sabino Arana" de Deportes, y "Mejor deportista español", todos ellos por su trabajo durante 1991.

En 1992 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias al Deporte, en reconocimiento a su ejemplar trayectoria. Como se recogía en el fallo del tribunal, "además de su innegable valía como profesional del ciclismo, Miguel Indurain reúne destacados méritos humanos que se han puesto de manifiesto en todo momento a lo largo de su vida deportiva y que han sido elogiados siempre por sus compañeros y competidores. Su personalidad, carácter y temperamento, así como su carisma, sencillez y modestia, han brillado siempre a la misma altura que su calidad deportiva".

Autor

  • José Antonio Casla Hidalgo.