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Diguja y Villagómez, Joseph (¿-1780).

Ingeniero y marino español nacido en Benavente en fecha desconocida y muerto en Ciudad Rodrigo en 1780. Fue gobernador de las provincias de Nueva Andalucía o Cumaná, Nueva Barcelona y Guayana (1759-65) y posteriormente presidente de la Real Audiencia de Quito (1767-1778)

Ingresó en la Marina e hizo su bautismo en el mar durante la Guerra de la Oreja de Jenkins, en la que sirvió bajo las órdenes del marqués de El Villar. Su navío, “El Asia”, en el que embarcó en Santander el año 1740, tenía la misión de perseguir la flotilla del almirante Anson en el Pacífico americano, para evitar que llegara a Panamá en coordinación con la flota de Vernon, que arribaría al istmo por el océano Atlántico. El “Asia” tuvo mala fortuna y no logró doblar el cabo de Hornos. Regresó entonces a Buenos Aires y una buena parte de su dotación pasó a Lima trasmontando la cordillera andina. Embarcó luego en El Callao y recorrió la región meridional del Pacífico americano, alcanzando el archipiélago de Juan Fernández y algunos puertos chilenos. Diguja permaneció cinco años en América y regresó a España en 1745. En 1747 hizo otro viaje a América, aunque breve, y en 1749, recién ascendido a teniente coronel de Real Armada, acompañó a don José Pizarro al Nuevo Reino de Granada, donde había sido nombrado virrey. Diguja vivió en Bogotá y prestó importantes servicios a Pizarro, como dirigir su guardia de alabarderos y planificar la construcción de la calzada de la sabana. En 1756 volvió a España con el virrey, que había concluido su mandato.

El 27 de septiembre de 1757 fue propuesto gobernador de Nueva Andalucía, territorio oriental venezolano en el que se trataba de negociar el Tratado de Límites. Para poder intervenir en dicho problema fue propuesto como miembro de la Comisión el 30 de noviembre del mismo año. Su primer comisario era don José de Iturriaga, pero Diguja tuvo autoridad sobre él, como gobernador provincial. Llegó a Cumaná el 6 de enero de 1759 y al año siguiente se unió a la Comisión, mientras dejaba encargado del gobierno interino de la provincia al gobernador de Margarita, el teniente coronel Manuel Sánchez. Hizo un buen trabajo, que se vio interrumpido por la muerte de Fernando VI, cuando se le ordenó abandonar la Comisión y regresar a su puesto de gobernador (1760). A fines de 1761 entregó el informe de lo que había hecho; unos Autos de la visita general de la Gobernación de Cumaná en cinco tomos. Fue el resultado de un minucioso trabajo en Cumaná y Barcelona, durante el cual recorrió pueblo por pueblo mientras tomaba datos sobre la población, los recursos económicos, las misiones, etc. y anexó al mismo numerosos mapas. Su parte más pobre era la relativa a la Guayana. Sobre esta ultima región hizo una Relación de noticias de Guayana, limites, ríos y principales minas de oro y plata. El gobernador se manifestó partidario de desalojar de dicha región a los holandeses y franceses y activar su comercio con los catalanes, y planteó la necesidad de fortificar la Guayana y sobre todo su capital, Santo Tomé. Para facilitar su voluminoso informe hizo un resumen o Notas para la más pronta comprensión del mapa general de la gobernación de Cumaná. Sugirió también demoler el castillo de Araya, cuya funcional era obsoleta, propuesta que aceptó la Corona ese mismo año 1762, cuando también se separó la Guayana de la Nueva Andalucía.

El último documento importante de Diguja en la provincia fue un informe sobre la epidemia de viruela, fechado el 4 de junio de 1765; se trataba de un cuadro informativo con el número de enfermos y fallecidos, sexo y edades, así como los gastos y recursos empleados para contener la enfermedad. Ese año concluyó su mandato venezolano. Fue ascendido a brigadier y pasó a la Comandancia General del Reino de Quito, pues por cédula de 5 de mayo de 1764 había sido nombrado presidente de la Real Audiencia de Quito.

Diguja quiso ir a su nuevo destino por tierra, para conocer mejor el norte de Sudamérica. Viajó en barco hasta Cartagena y desde allí emprendió la subida a Santa Fe por el Magdalena y luego por el camino real hasta Popayán, Pasto y Quito. Tardó tres meses en llegar y entró en Quito en junio de 1767; el 8 de julio de ese mismo año tomaba posesión de su nuevo cargo.

El reino de Quito estaba totalmente convulsionado como consecuencia de la sublevación de los Barrios, que fue la respuesta popular a las reformas borbónicas por la introducción de los nuevos gravámenes, y especialmente del estanco del aguardiente. El virrey neogranadino Messía de la Cerda había enviado tropas desde Cartagena con Zelaya, que habían impuesto un régimen militar transitorio. Diguja hizo una política conciliatoria. Ordenó suspender todos los juicios pendientes en la Audiencia por la rebelión, quitó la horca que se había erigido en la Plaza Mayor de Quito y mandó que las tropas neogranadinas regresaran a Cartagena, con lo que sólo dejaba la guarnición usual en el reino. También tranquilizó a los indios levantados en Tabacundo y Otavalo, pues les aseguró que no se les impondrían nuevas contribuciones.

Apenas había empezado a tranquilizarse Quito, cuando otro acontecimiento estuvo a punto de conmocionarlo nuevamente. Diguja recibió la orden de expulsar de su jurisdicción todos los religiosos de la Compañía de Jesús, en cumplimiento de la Pragmática Sanción. El funcionario comprendió lo peligroso de ejecutar la orden y actuó con pies de plomo, incluso brindando toda la ayuda posible a los jesuitas, con objeto de que les resultase menos gravosa la expulsión. Mandó reunirlos en Guayaquil, para que desde allí se dirigieran a Panamá y Europa. Salieron 182 religiosos y quedaron sólo 22 misioneros de Mainas que fueron conducidos a Lisboa a través de Brasil. La expulsión perjudicó mucho la educación, las misiones e incluso la producción agropecuaria y de obrajes.

Finalmente Diguja actuó también con diplomacia en los muchos enfrentamientos ocurridos entre el obispo y los canónigos, y entre éstos y la Audiencia. Realmente fue una figura excepcional y los quiteños sintieron que cumpliera su mandato y tuviera que regresar a España, pues se habían acostumbrado a su extraña figura de soldado solterón (tenía sesenta años y seguía sin casarse) que gobernaba con acierto y sin estridencias, en contradicción con otros anteriores.

Volvió a Madrid en 1778 y se le concedió la orden de Carlos III. Finalmente fue nombrado gobernador de la plaza de Ciudad Rodrigo, en cuyo ejercicio falleció el año 1780.

Bibliografía

  • GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Alfonso. El oriente venezolano a mediados del siglo XVII, a través de la visita del gobernador Diguja. (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1977).

  • GONZÁLEZ SUÁREZ, Federico. Historia General de la República del Ecuador. [3 vols] (Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana).

  • LUCENA GIRALDO, Manuel. Laboratorio tropical. La expedición de Límites al Orinoco, 1750-1767. (Caracas: 1993).

MLS

Autor

  • 0106 MLS ; CCG.