Césaire, Aimé (1913-2008).
Poeta, ensayista y dramaturgo francés, nacido en Basse-Pointe (en la isla antillana de Martinica, perteneciente a los Departamentos de Ultramar de Francia) en 1913 y fallecido el 17 de abril de 2008 en Forte-de-France, Martinica.
Aunque formado en los mejores centros educativos franceses, desplegó tanto en su obra como en sus iniciativas culturales una intensa labor de rescate y promoción del acervo tradicional caribeño, hasta llegar a convertirse en uno de los máximos exponentes de ese gran movimiento de la negritud que no sólo recuperó la riqueza espiritual y artística de las Antillas, sino que ahondó en sus profundas raíces africanas y puso de manifiesto la especificidad de la cultura negra frente a las imposiciones seculares del dominio colonialista europeo.
Dotado de una asombrosa inteligencia natural que le permitió destacarse enseguida entre sus pequeños compañeros de colegio, cursó sus estudios básicos en su localidad natal y pasó después a Fort-de-France, la capital de la isla, para recibir una formación secundaria de profunda inspiración francesa. A comienzos de los años treinta, ante su excelente progresión académica, cruzó el océano Atlántico para cursar la carrera de Letras en la prestigiosa universidad parisina de La Sorbona, donde tuvo ocasión de impregnarse aún más del pensamiento, las ciencias y las artes europeas, sin perder por ello un ápice de la influencia caribeña recibida durante su infancia y adolescencia en Martinica.
Fue precisamente el conocimiento profundo de ambas culturas lo que le permitió, en plena juventud, establecer una severa comparación analítica entre una y otra, tomando como método de trabajo los modelos marxistas que le brindaba su reciente orientación política e ideológica. A partir de esta reflexión, Aimé Césaire reparó en la violencia ejercida durante siglos por la política cultural colonialista contra el pensamiento y las artes del ámbito caribeño (y, en general, de aquellos lugares sometidos al dominio de las potencias europeas), y decidió emplear todos sus afanes intelectuales en el esfuerzo de recuperar los valores culturales de su raza. En esta línea de trabajo, en 1934 fundó, en compañía del escritor y político senegalés Léopold Sédar Senghor y de L. Damas, el rotativo L'Étudiant Noir (El Estudiante Negro), donde tuvieron cabida las principales voces que, desde el ámbito universitario, clamaban por el rescate de esas señas de identidad cultural y condenaban el desprecio mostrado hacia ellas por parte de la tradición europea. Las proclamas lanzadas por Césaire, Senghor y Damas tuvieron una espléndida acogida dentro del panorama intelectual francés de los años treinta, y generaron un fecundo debate que, a la postre, convirtió a estos tres jóvenes en los fundadores de ese vasto movimiento de la negritud que, tanto en Europa como en América, comenzó a poner de relieve la importancia de la poética africana y su perfecta convivencia con los postulados estéticos de casi todas las corrientes vanguardistas que habían florecido recientemente (así, v. gr., en la propia producción literaria de Aimé Césaire tiene lugar una asombrosa simbiosis entre el marxismo, el surrealismo y el legado poético de la mejor tradición caribeña).
A finales de aquella fructífera década de los años treinta, el escritor de color regresó a Martinica y publicó allí su célebre Cahier d'un retour au pays (Diario de un retorno al país natal, 1939), una bellísima tragedia en verso, de clara inspiración surrealista, en la que la evidente confrontación externa entre la cultura blanca y la antillana de origen africano deja entrever también una dura lucha interior del propio autor en busca de su identidad cultural, marcada por un lado por sus orígenes afroamericanos, y por otro lado por su honda formación académica en una de las naciones más representativas de la cultura blanca occidental. Ya consagrado como una de las figuras claves de un movimiento reivindicativo que se extendía por todo el mundo, en 1941 fundó en su isla natal la revista Tropiques, una prestigiosa publicación que se sumó al debate mundial de la negritud poniendo énfasis en la recuperación de los valores culturales de la poesía antillana.
Al tiempo que desplegaba esta brillante actividad creativa e intelectual, Aimé Césaire emprendió una no menos destacada trayectoria política que, inspirada siempre en su ideología marxista y en su defensa a ultranza de la población negra, le convirtió en 1945 en diputado por Martinica en la Asamblea Nacional francesa. Posteriormente alcanzó a ser elegido alcalde de Fort-de-France por el Partido Comunista, formación política de la que acabó desligándose en 1956, por vía de su escrito titulado Lettre à Maurice Thorez. Había, entretanto, publicado ya una espléndida producción poética formada -hasta entonces- por unos poemarios tan significativos dentro de la estética surrealista como Les armes miraculeuses (Las armas milagrosas, 1946), Soleil cou coupé (Sol decapitado, 1948), Corps perdu (Cuerpo perdido, 1950) y Et les chiens se taisaient (Y los perros callaban, 1956), a los que luego vendrían a sumarse otras colecciones de versos de idéntica valía, como las tituladas Ferrements (Cadenas, 1960) y Cadastre (El catastro, 1961). En todos estos poemarios del escritor de Basse-Pointe triunfa la explosión de imágenes audaces y transgresoras que caracteriza a la mejor poesía surrealista, sin que por ello sus composiciones cayeran en un diletantismo estético que pudiera ir en menoscabo del poderoso aliento militante que, en favor siempre de la negritud, acompañaba cada uno de sus versos.
No descuidaba, tampoco, esa actitud combativa en su obra en prosa, que a mediados de los años cincuenta arrojó uno de los frutos más sazonados dentro del género ensayístico centrado en la problemática de la diferencia cultural. Se trata del Discours sur le colonialisme (Discurso sobre el colonialismo, 1950), recibido por parte de críticos y lectores no como la mera aportación teórica de un intelectual interesado en el tema de la negritud, sino como un auténtico manifiesto político y cultural de quien podía considerarse como uno de los principales agitadores que habían generado un vasto movimiento reivindicativo de difusión internacional. Otra obra en prosa suya de gran interés es la titulada Toussaint Louverture(1962), un riguroso análisis histórico del héroe haitiano, que pasó de ser un pobre esclavo a convertirse en el libertador y el líder de la independencia de su pueblo.
Por aquellos primeros años de la década de los sesenta, Aimé Césaire había tomado una firme y valiente decisión que, sinceramente comprometida con la población negra menos favorecida, habría de determinar el resto de su producción literaria. En el convencimiento de que el cultivo de la creación poética limitaba el alcance de su discurso ideológico a un reducido elenco de lectores que, por el mero hecho de asomarse a sus libros de versos, ya estaban manifestando una clara afinidad ideológica con el autor, aconsejó al poeta martiniqués el abandono de la poesía para expresarse a través de un género capaz de llegar a las grandes masas, y no sólo a esos intelectuales afroamericanos que leían y comentaban sus poemarios. Fue así como decidió consagrarse a la creación de un teatro negro popular al que aportó algunas de sus obras de mayor calidad literaria, como La tragédie du roi Christophe (La tragedia del rey Christophe, 1964) -en la que intenta plantear de nuevo, con una expresión lingüística y genérica más comprensible para el pueblo llano, la difícil situación del hombre que se rebela contra el dominio colonialista-, Une saison au Congo (Estancia en el Congo, 1967) y Une tempête (Una tempestad, 1969), inspirada -esta última- en la obra homónima de William Shakespeare.
Falleció a la edad de 94 años, era "de la raza de los oprimidos", como le gustaba decir, fue respetado en Martinica y en París. Fue anti-colonialista hasta el último día, en 2005 expresó de forma pública su oposición a una ley que reconocía el papel positivo de la presencia francesa en ultramar, por considerarlo colonialista y, por ello, se negó a reunirse con el que entonces era el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy.
J. R. Fernández de Cano.