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PolíticaBiografía

Cecil, William. Barón de Burghley (1520-1598).

Político inglés nacido el 13 de septiembre de 1520 en Burghley (actual Bourne), en Lincolnshire, y muerto el 5 de agosto de 1598 en Londres. Fue el principal asesor de la reina Isabel I de Inglaterra. Nombrado en 1558 primer secretario de Estado, durante los cuarenta años que permaneció en el cargo fue el principal responsable y el arquitecto de la grandeza del reinado de Isabel I. Influyó de un modo decisivo en la reina para practicar una política exterior favorable a los protestantes y en contra de la Corona de España, principal enemiga de Inglaterra. Su perspicacia y conocimiento de las intenciones de España contra Inglaterra le indujeron a realizar los preparativos de guerra y de defensa, especialmente por mar, que culminaron con la derrota de la Armada Invencible del rey español Felipe II en el año 1588. Fue el principal inductor del proceso que se abrió contra la reina escocesa y prima de Isabel I, María Estuardo, a la que logró acusar de traición y posteriormente ejecutarla. En el año 1571 fue elevado al rango de barón Burghley como premio a los servicios prestados a la Corona inglesa, y en 1572 nombrado lord High Treasurer (ministro del Tesoro).

Perteneciente a una familia encumbrada por el advenimiento de la dinastía Tudor (su padre, Richard Cecil, fue maestro de ceremonias del rey Enrique VIII), el joven William Cecil entró a servir muy joven en la corte en calidad de paje de guardarropía y de corte. A los quince años de edad ingresó en el prestigioso St John´s College de Cambridge, donde se empapó de la cultura humanística gracias a su profesor, John Cheeke, uno de los grandes humanistas ingleses de aquella época, quien además le hizo inclinarse hacia la religión protestante (aunque Cecil nunca perteneció de lleno a ninguna Iglesia en particular). En 1941, Cecil contrajo matrimonio con la hermana de su maestro, Mary Cheeke, la cual murió dos años más tarde, después de darle un hijo, Thomas. En 1942 se introdujo en la corte de la mano del propio Enrique VIII, en agradecimiento al apoyo y defensa que hizo Cecil de la política real, circunstancia que le permitió introducirse en los altos círculos de poder del reino, cuyos miembros eran favorables al protestantismo. Un año más tarde, William Cecil fue elegido para el Parlamento. En el año 1545 volvió a contraer matrimonio con una erudita y piadosa dama protestante, Mildred Cooke, con lo que consiguió el favor y el respeto definitivo de los personajes más poderosos e influyentes de la corte, entre los que se hallaban su propio suegro sir Anthony Cooke, su anterior cuñado John Cheeke, su futuro protector Edward Seymour (duque de Somerset) y la reina consorte Catherine Parr.

Con la subida al trono de Eduardo VI, en 1547, Cecil fue nombrado secretario de la Casa de Somerset y protegido de éste. No obstante, tras la caída en desgracia de su protector, fue encerrado con él en la Torre de Londres, de donde salió en breve gracias a su prudencia y a la mediación entre Somerset y su rival, John Dudley, conde de Warwick. Cecil supo granjearse la amistad del nuevo hombre fuerte de la corte y ser nombrado consejero y uno de los dos secretarios del rey, junto con William Petre. Antes de que se produjera la caída definitiva del duque de Somerset, Cecil pasó a desempeñar el mismo cargo con el conde de Warwick, el cual fue nombrado por Eduardo VI duque de Northumberland. Cuando éste último, ávido de poder, contempló la posibilidad de hacerse con el trono inglés y destronar al débil Eduardo VI, Cecil mostró su total desacuerdo con semejante proyecto; temiendo por su vida, abandonó los servicios del duque para retirarse de la corte y facilitar el acceso al trono de la reina católica María Tudor, la cual fue entronizada nada más morir Eduardo VI. María supo reconocer la lealtad de Cecil a la casa Tudor, por lo que, sabedora de su valía y honestidad, le invitó en reiteradas ocasiones a participar en el Gobierno, a lo que Cecil se negó siempre con una exquisita cortesía, a la par que iniciaba un gradual alejamiento de los asuntos de la corte.

Al morir la reina católica, en 1558, Cecil redactó un manifiesto en el que proclamaba reina de Inglaterra a la hija de Ana Bolena, la princesa Isabel, con la que había mantenido una constante correspondencia. La joven princesa supo corresponder la fidelidad y el apoyo de Cecil nombrándole su secretario de Estado en exclusividad, cargo en el que permaneció hasta su muerte, y miembro del Consejo privado de la reina, con lo que se convirtió en el más influyente de sus ministros.

Al contar siempre con el apoyo absoluto de Isabel I, Cecil dedicó toda su vida como político a reforzar la autoridad real en el Parlamento, la cual había sido bastante recortada en el transcurso de los dos reinados anteriores. También buscó el modo de instaurar el equilibrio económico del país al adoptar medidas como las Poor Laws ('Leyes para pobres'), diversas leyes para fomentar las exportaciones y limitar las importaciones de productos extranjeros, leyes para frenar el excesivo uso de los artículos de lujo y, en especial, la imposición de un nuevo sistema monetario en 1561. Otro ámbito en el que Cecil actuó de manera decisiva fue en el religioso, en el que elaboró, junto con la reina, un acuerdo de compromiso para poner freno a la división religiosa interna que tanto perjuicio estaba causando al país y que tuvo como resultado la creación de la Iglesia anglicana, en la que se puso al monarca inglés como cabeza y jefe de la misma. Por último, Cecil pudo convencer a la reina de la conveniencia de firmar un tratado de paz con Escocia con el objeto de expulsar a las molestas y peligrosas tropas francesa instaladas en el norte de la isla, el cual se llevó a cabo en el año 1560.

Una vez que Cecil pudo solventar, al menos temporalmente, los problemas más acuciantes del reino, tuvo las manos libres para desarrollar una política de más hondo calado y con un plazo más largo, con la que pudo situar a Inglaterra en los puestos de preeminencia de la diplomacia europea. Dicha política se basó en la moderación y en la prudencia a la hora de tratar y negociar con el resto de las potencias europeas, siempre buscando un único objetivo: favorecer los intereses de su reina y de su país.

Para asegurar tal fin, Cecil acometió una reforma importante del ejército inglés y, en especial, de la Armada, en cuyo sentido colaboró estrechamente con el gran navegante inglés Hawkins. Gracias a éste, la Armada inglesa pudo derrotar estrepitosamente a la poderosa Armada Invencible de Felipe II de España, enfrentamiento que se llevó a cabo cuando Cecil estuvo seguro de poder vencer, por lo que había evitado anteriormente todo tipo de conflicto directo con la Corona de España. Llevado por su celo en la protección a la reina y de su propia persona, Cecil organizó un complicado y útil sistema de espionaje que le permitió estar al tanto e informado al detalle de todos los acontecimientos que se estaban fraguando en los círculos de poder o en el resto de las cancillerías europeas más importantes. Precisamente, gracias a sus emisarios pudo percatarse de la red de intrigas que la reina escocesa, su prima María Estuardo, estaba tramando contra Isabel I y él mismo, por lo que ordenó su prisión inmediata y posterior ejecución. De hecho, a lo largo de su carrera política, Cecil abortó varios intentos de asesinato contra su persona. También, debido a la eficacia de su red de espías, pudo enfrentarse con ciertas garantías a su mayor enemigo y rival en la corte, Robert Dudley conde de Leicester, (hijo del duque de Northumberland), quien a la sazón era el favorito y amante de la reina. Cecil, en una muestra de su gran astucia y especial habilidad para anticiparse a los acontecimientos, supo superar todos esos obstáculos y los lógicos períodos de tirantez que tuvo a lo largo de su dilatada carrera como secretario de Estado con la reina Isabel I, para triunfar por encima de sus enemigos y permanecer hasta su muerte ostentando el cargo político más importante e influyente del país.

Los numerosos servicios de Cecil a la Corona le ocasionaron, a la larga, más pérdidas personales que beneficios, y los únicos honores que se le concedieron fueron la jefatura del Tribunal de Guardias, la insignia de la Orden de la Jarretera y la baronía de Burghley. Siempre se mostró como un político incorruptible, hecho que llevó a la práctica al negarse a recibir la más insignificante regalía o beneficio por su cargo, a la vez que veía cómo todos sus más inmediatos colaboradores o subordinados se beneficiaban aprovechando sus cargos. Se negó tajantemente a aceptar una parte considerable del oro capturado a los españoles que el famoso pirata Drake le ofreció, haciendo lo mismo en las innumerables ocasiones que la reina de Francia, María de Médici, quiso sobornarle. Su comportamiento, extraordinariamente honesto para lo que era normal en la época que le tocó vivir, y las muestras diarias de fidelidad hacia su reina fueron las claves de que nunca perdiera su puesto o cayera en desgracia.

Aunque siempre se inclinó a favor del credo protestante, Cecil nunca abrazó, como ya se ha indicado anteriormente, ninguna confesión religiosa, lo que le permitió arremeter a sangre y fuego contra católicos y puritanos indistintamente, dependiendo del momento coyuntural en que encontrara peligrosos a cualquiera de ellos. Incapaz de tener debilidades emocionales, nunca le tembló el pulso a la hora de aplastar sin miramientos a todos aquellos que creyera perjudiciales para los intereses de la monarquía isabelina. La reina Isabel I demostró el gran aprecio que tuvo a su secretario de Estado al declarar que "ningún príncipe de Europa tiene un consejero como el mío".

Bibliografía

  • ALFORD, Stephen. The early Elizabeth polity: William Cecil and the British succession crisis, 1558-1559. (Cambridge; Ed. Cambridge University Press, 1998).

  • DUCHEIN, Michel. Isabel I de Inglaterra. (Buenos Aires; Ed. Javier Vergara, 1994).

  • SALTER, Richard. Elizabeth I and her reign. (Basingstoke; Ed. McMillan Education, 1988).

CHG

Autor

  • Carlos Herráiz García.