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Cañas, Juan José (1826-1918).

Poeta, militar, político y diplomático salvadoreño, nacido en San Miguel en 1826 y fallecido en San Salvador el 10 de enero de 1918. A pesar de que no dejó impresa ninguna recopilación de sus obras, por el valor histórico de su producción poética y por la importancia de sus misiones militares y diplomáticas está considerada como una de las figuras más relevantes del panorama cultural centroamericano del siglo XIX.

Nacido en el seno de una familia muy humilde, el joven Juan José hubo de superar numerosos inconvenientes para lograr su empeño de acceder a una formación universitaria. Su portentosa capacidad intelectual, unida al tesón de que hizo gala en todos los proyectos que asumió a lo largo de su fecunda existencia, le permitieron vencer estas dificultades iniciales y matricularse en la Universidad de León (en Nicaragua), donde inició unos estudios superiores que pudo completar en su país natal, a partir de 1843, cuando regresó para acabar la carrera de Filosofía. Lanzado ya a una incesante actividad intelectual, en 1845 se desplazó hasta Guatemala para matricularse, ahora, en la Facultad de Medicina, donde cursó tres años de dicha disciplina. Aunque no llegó a culminar esta carrera, sí tuvo opción de protagonizar un experimento que le convierte en uno de los pioneros en el desarrollo de la cirugía centroamericana: en 1847, llevado de su talante arrojado e impulsivo, se prestó para que ensayaran en él los efectos del éter sulfúrico como substancia anestésica, procedimiento que, aunque ya se utilizaba en Europa por aquellos años, nunca se había puesto en práctica en los quirófanos de Centroamérica.

Su espíritu aventurero le impulsó a abandonar la carrera de medicina para viajar, en 1848, hasta California, en los Estados Unidos de América, presa de esa "fiebre del oro" que por aquel entonces se había apoderado de dicha región. Pero el fracaso de sus prospecciones auríferas le obligó a retornar a El Salvador en 1852, donde se dio a conocer como poeta romántico y consiguió en breve tiempo el reconocimiento de todos los círculos literarios del país. Hasta tal punto se hizo célebre por sus versos, que fue nombrado coronel efectivo merced a un encendido poema laudatorio dedicado a un presidente de Costa Rica que, a la sazón, se hallaba exiliado en El Salvador; dicho cargo militar -en principio, meramente honorífico- espoleó su gusto por la aventura y le animó a emprender, de hecho, la carrera las armas. Y así, en 1859, tras haber combatido con tal valor y denuedo en Nicaragua contra las huestes del filibustero William Walker, se convirtió en militar profesional y fue nombrado general del ejército salvadoreño, cargo que habría de permitirle ascender también en sus aspiraciones diplomáticas y políticas.

A partir de entonces, la peripecia vital de Juan José Cañas -ya de por sí lo suficientemente agitada y rocambolesca como para convertirlo en uno de los paradigmas del poeta romántico decimonónico-, cobró un acentuado sesgo público que dejó hondas huellas en todo el territorio americano de habla hispana. Tras ejercer durante varios años como comandante del puerto de La Libertad, en 1872 fue nombrado gobernador político de San Salvador, e intervino también, en su condición de diputado, en la Asamblea Constituyente reunida en dicho año (posteriormente, volvería a formar parte de la que se convocó para redactar la Constitución que habría de promulgarse en 1880).

En 1875 compareció en la Exposición Internacional de Santiago de Chile, en compañía del doctor y ensayista David Joaquín Guzmán Martorell, en calidad de Comisario de El Salvador, y al cabo de tres meses se convirtió en enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de su país en la nación chilena, donde llevó a cabo brillantes gestiones diplomáticas que culminaron en un sólido tratado de colaboración entre los gobiernos de Chile y El Salvador. No abandonó, pese a esta ingente actividad pública, el cultivo de su vocación literaria, y en el país andino llegó a ser socio correspondiente de la Real Academia de la Lengua y miembro honorario de la Academia de Bellas Letras de Santiago de Chile. Asimismo, perteneció a la Academia Colombiana de la Lengua Española. Esta fecunda imbricación en los círculos culturales de toda Hispanoamérica permitió a Juan José Cañas mantener relaciones con algunas personalidades tan señaladas como el cubano José Martí, el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, y el mejicano Juan de Dios Peza.

A su regreso a El Salvador, en 1877, continuó cultivando el género poético, del que dejó numerosos testimonios en las principales publicaciones periódicas de su país, en varias antologías del gusto de la época, y en otras colecciones privadas en las que solía hallar cabida y difusión la poesía romántica (álbumes particulares, abanicos, etc.). Ya consagrado como uno de los poetas más relevantes de su tiempo y lugar, Juan José Cañas recibió el encargo de componer la letra del Himno Nacional de El Salvador (que en 1879 fue musicalizado por el italiano Giovanni Aberle), y así se convirtió en uno de los patriarcas de las Letras centroamericanas de su época. Desde esta posición preeminente, recibió en San Salvador a un jovencísimo Rubén Darío que, en los albores de su carrera literaria, siguió el consejo de Cañas y se trasladó a Chile, donde por mediación del vate salvadoreño encontró trabajo en diferentes rotativos y dio a la imprenta su magnífico poemario Azul (1888), considerado desde su salida a la calle como la piedra sillar del modernismo hispanoamericano.

Al margen de su producción original, Juan José Cañas -que dominaba a la perfección las lenguas inglesa y francesa- brilló también a gran altura como traductor, faceta en la que resulta obligado citar su versión al castellano de una de las obras más célebres del poeta estadounidense Henry Wasworth Longfellow, la titulada Naufragio del Héspero (Tegucigalpa: Tipografía Nacional, 1894). Fruto de todas estas aportaciones a la cultura literaria de su país, Cañas pudo contarse entre los miembros fundadores de la Academia Salvadoreña de la Lengua, institución correspondiente de la Real Academia Española, que en 1914 dio poderes al anciano general para que renovase el número de socios de la mencionada delegación centroamericana. Así lo hizo Juan José Cañas, erigido en Presidente de tan honorífica institución, en la que dio entrada a algunos intelectuales y creadores de la talla de Francisco Gavidia y Arturo Ambrogi. El día 14 de marzo de 1915 se inauguró la nueva Academia Salvadoreña de la Lengua, cuya silla N fue ocupada por el propio Cañas. Tres años después, este egregio prócer de las Letras y la política centroamericanas fallecía en la capital salvadoreña.

Bibliografía

  • CAÑAS-DINARTE, Carlos. Diccionario escolar de autores salvadoreños (San Salvador: Consejo Nacional para la Cultura y el Arte [CONCULTURA], Dirección de Publicaciones e Impresos, 1998).

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • JR.