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LiteraturaBiografía

Peza, Juan de Dios (1852-1910).

Poeta, ensayista, dramaturgo y diplomático mexicano, nacido en la Ciudad de México el 29 de junio de 1852 y fallecido en su lugar de origen el 16 de marzo de 1910. Hombre de vivas convicciones liberales y hondo amor a la patria, dejó impreso un brillante legado literario en el que, partiendo de la estética costumbrista, exaltó algunos valores tradicionales como la familia y la identidad nacional, sin caer por ello en el patetismo y la grandilocuencia que, por los años en que él escribió, dominaban las Letras aztecas. Fuertemente ligado a la influencia de la lírica española de su tiempo (residió durante muchos años en Madrid, donde entabló contacto con las figuras cimeras de la intelectualidad hispana de la segunda mitad del siglo XIX), fue acusado por la crítica mexicana coetánea de excederse en el derroche de una verborrea sensiblera que le impedía comprometerse con las inquietudes sociales, políticas y culturales de sus compatriotas; sin embargo, con el paso del tiempo su producción literaria es recordada como una de las mayores aportaciones a la cultura mexicana su época.

Vida y obra

Nacido en el seno de una familia acomodada que ejerció una poderosa influencia en la política mexicana de mediados del siglo XIX (su padre fue Consejero de Maximiliano I y ministro de Hacienda durante el período imperial), reaccionó desde su juventud contra los postulados ideológicos de sus mayores (tradicionalmente adscritos al Partido Conservador) y mostró un firme talante liberal que le ocasionó la enemistad de su progenitor. Recibió, empero, de los suyos una esmerada formación académica, que, sumada a su innata vocación humanística, le condujo hasta la Escuela Nacional Preparatoria, en donde tuvo la fortuna de caer bajo el pupilaje del escritor, periodista y político republicano Ignacio Ramírez (1818-1879), más conocido por su pseudónimo literario de "El Nigromante". Fue éste quien, deslumbrado por las brillantes composiciones poéticas que escribía su joven alumno, le apoyó firmemente en los comienzos de su carrera literaria y le introdujo en el panorama cultural azteca por medio de una elogiosa carta-prólogo que quedó impresa al frente del primer volumen de versos publicado por Juan de Dios Peza, presentado bajo el título genérico de Poesías (México: Edición de El Siglo, 1874).

Poco antes de la publicación de esta opera prima, el joven Juan de Dios Peza había egresado de la Escuela Nacional Preparatoria para matricularse acto seguido en la Escuela Nacional de Medicina, cuyas aulas abandonó enseguida ante el convencimiento de que su auténtica vocación le impulsaba al cultivo del periodismo y la creación literaria. Siempre afortunado en sus relaciones personales, en su breve etapa como estudiante de Medicina coincidió con otro joven que también estaba llamado a convertirse -a pesar de su breve existencia- en una de las voces precipuas de la literatura mexicana, el poeta de Saltillo Manuel Acuña (1849-1873), quien apreció a Juan de Dios hasta el extremo de dirigirse a él con el término de hermano. En 1873, el suicidio del rebelde, ateo y materialista Acuña -inducido por los desdenes de la bella Rosario de la Peña, ante cuyo esplendor físico e intelectual también cayó rendido el mencionado Ignacio Ramírez- sumió a Juan de Dios Peza en una honda tristeza que quedó, en parte, mitigada por sus primeros éxitos profesionales en el terreno del periodismo, plasmados en el lanzamiento de su publicación literaria El Búcaro (1873), editada por el prestigioso rotativo Correo del Comercio, en la que llegaron a aparecer -todavía en vida del autor- los postreros escritos del malogrado poeta saltilleño. Posteriormente, su fecunda trayectoria dentro de los medios de comunicación le condujo hasta la dirección de El Mundo Ilustrado.

La salida a la calle del ya citado primer poemario de Peza coincidió con el estreno, el 22 de marzo de aquel año de 1874, de la incursión inicial del escritor mexicano en los dominios de Talía, representada bajo el título de La ciencia del hogar. El contenido de esta pieza teatral, unido a la temática familiar de varias composiciones recogidas en Poesías, propició que Juan de Dios Peza comenzara a ser conocido en los foros y cenáculos literarios de la Ciudad de México como "el poeta del hogar", remoquete que, con el paso de los años, el propio autor se encargó de reafirmar con versos como éstos (con los que daba al olvido las juveniles desavenencias entre su padre y él): "Yo tengo en el hogar un soberano, / único a quien venera el alma mía; / es su corona su cabello cano, / la honra su ley y la virtud su guía. // En lentas horas de miseria y duelo, / lleno de firme y varonil constancia, / guarda la fe con que me habló del cielo / en las horas primeras de mi infancia. // La amarga proscripción y la tristeza / en su alma abrieron incurable herida; / es un anciano, y lleva en su cabeza / el polvo del camino de la vida [...]" ("Mi padre").

Al cabo de dos años de la publicación y el estreno de -respectivamente- su primer poemario y su opera prima teatral, Juan de Dios Peza dio a la imprenta un nuevo volumen de versos, Horas de pasión (México: Imprenta de El Porvenir, 1876), libro que consolidó definitivamente su presencia entre los jóvenes valores de la lírica azteca. Merced a este prestigio intelectual -reafirmado día a día en sus brillantes labores periodísticas-, en 1878 fue enviado a Madrid en calidad de secretario de la Embajada de México, a la sazón encabezada por el general y político de Tuxcueca (Jalisco) Ramón Corona (1836-1889). Tan pronto como se hubo instalado en la capital de España, Peza procuró integrarse de lleno en los foros intelectuales y artísticos madrileños, donde enseguida tuvo ocasión de exhibir sus dotes creativas por medio de las colaboraciones que publicó en la revista La Ilustración Española y Americana. Ejerció, asimismo, como abanderado de la lírica mexicana en la Península Ibérica, y sólo un año después de su llegada a Madrid ya había publicado La lira mexicana (1876), una valiosa selección antológica de la poesía de su tierra. Al mismo tiempo, entabló amistad con algunas de las principales figuras de la cultura española contemporánea, como el político y brillante orador Emilio Castelar (1832-1899), y los poetas Ramón de Campoamor (1817-1901), José Selgas (1822-1882) y Gaspar Núñez de Arce (1834-1903); y consiguió con todo esto que los ecos del reconocimiento literario que arrastraba desde su México natal se extendieran por toda España.

Era, en efecto, por aquel entonces uno de los vates patrios más célebres del país azteca, donde, a los elogios iniciales generosamente vertidos por "El Nigromante", empezaron a sumarse otras críticas positivas procedentes de voces tan señeras en las Letras mexicanas como las de Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) y Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895), quien, a pesar de reconocer la habilidad de Juan de Dios Peza en el manejo de una lengua poética sencilla y directa, le reprochó -desde su condición de precursor del Modernismo en las Letras mexicanas- su peligrosa tendencia a abusar del patrioterismo fácil y de otros contenidos temáticos y modelos formales heredados de la peor grandilocuencia romántica, y ya ciertamente caducos. En medio de los aplausos y recelos que suscitaban sus versos entre la intelectualidad del país, Juan de Dios Peza dio a los tórculos un tercer poemario, Cantos del hogar (México, 1884), al que pronto sumó, para alborozo de los numerosos lectores populares que recibían con entusiasmo todas sus composiciones, los dos volúmenes de sus Poesías completas (México, 1886). Esta recopilación global de su producción poética, publicada por Peza cuando sólo contaba treinta y cuatro años de edad, fue saludada con júbilo por esa legión de lectores poco exigentes que disfrutaba de su poesía llana y sensiblera; pero, al mismo tiempo, suscitó el encono de quienes ya habían reparado en los defectos que señalara con indulgencia Gutiérrez Nájera, y en particular de una parte considerable de la crítica especializada, que deploraba la torrencial facundia patriotera y hogareña que el escritor de Ciudad de México era incapaz de contener. Entre sus más severos detractores se alzó la voz autorizada y rotunda del crítico Manuel Puga y Acal ("Brummel"), quien, en su estudio titulado Los poetas mexicanos contemporáneos (1888), arremetió con virulencia contra los versos caducos y trasnochados de Juan de Dios Peza, a quien proponía como el mejor paradigma de "esa facilidad de nuestra lengua para producir frases armoniosas" que, desde su punto de vista, era "la causa de que tanto abunden los poetas en España y en las Américas". Y concluía Puga y Acal su juicio sobre la obra de Peza rebajándolo desde la alta categoría de poeta hasta la patética condición de coplero: "Dije los poetas, debí decir los versificadores".

Pese a estas censuras procedentes de la crítica más selecta, Juan de Dios Peza seguía gozando de la rendida admiración del pueblo llano, siempre presto a conmoverse con versos tan llanos, costumbristas y cotidianos como éstos: "Juan y Margot, dos ángeles hermanos / que embellecen mi hogar con sus cariños, / se entretienen con juegos tan humanos / que parecen personas desde niños. // Mientras Juan, de tres años, es soldado / y monta en una caña endeble y hueca, / besa Margot con labios de granado / los labios de cartón de su muñeca. // Lucen los dos sus inocentes galas, / y alegres sueñan en tan dulces lazos; / él, que cruza sereno entre las balas; / ella, que arrulla un niño entre sus brazos [...]" ("Fusiles y muñecas"). Sin duda alguna fue dicho reconocimiento popular el que alentó su intención, ya de nuevo en México, de bajar a la palestra política y presentar su candidatura al Congreso de la Unión, en el que acabó ocupando un escaño de diputado. Desempeñó, además, otros cargos públicos de alta responsabilidad, pero nunca abandonó su producción literaria, incrementada a finales de los años ochenta con el poemario Dos reales de versos festivos (México: Gallegos Hermanos, 1888).

Un fructífero recorrido por el norte de su país le inspiró, poco después, el libro de recuerdos e impresiones poéticas Musa de viaje (México: Gallegos Hermanos, 1889), al que siguieron otros muchos volúmenes de versos y prosas en los que dejó patente su asombrosa fecundidad literaria durante la última década del siglo XIX, como Hogar y patria (1891), Monólogos (1891), Tirar la llave (1891), Recuerdos de un veterano (1891), En vísperas de la boda (1891), Recuerdos y esperanzas (1892) y Flores del alma y versos festivos (1893). Mantuvo, al mismo tiempo, su prestigio de autor teatral con el estreno en España de su obra dramática El arpa del amor (1891), y se enfrascó en una ardua tarea de recopilación y refundición de la literatura popular mexicana expresada en leyendas y romances, que salió de la imprenta a finales del siglo bajo el título de Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de México (París: Garnier Hermanos, 1898), con prólogo del afamado historiador de Guanajuato Luis González Obregón (1865-1938): "Blanca, a quien sólo aconseja / la piedad actos de amor, / dejó de tan gran dolor / un recuerdo en la calleja. // Puso un nicho y unas flores, / emblemas de su cariño, / y en el nicho a Jesús Niño / perdido entre los Doctores, // y una lámpara que ardía / símbolo de devoción / invitando a la oración / en la noche y en el día. // Y año tras año corrido / respeta el hecho la fama; / y aquella calle se llama / «Calle del Niño Perdido»" ("La calle del Niño Perdido").

En la cúspide de la celebridad literaria, en 1900 Juan de Dios Peza fue nombrado profesor de la Escuela Nacional Preparatoria, donde alternó sus labores docentes con su constante actividad creativa y con una firme voluntad -manifiesta en él desde la década anterior- de reunir y recopilar en forma de libro los numerosos escritos -generalmente, en prosa- que había ido dejando dispersos en periódicos, revistas y prólogos destinados a presentar diferentes obras de sus amigos. Dio a los tórculos un conjunto de anécdotas personales y otros textos de diferente naturaleza bajo el título de De mi gaveta íntima (París/México: Librería de la Viuda de Ch. Bouret, 1900), y, cuatro años después, recogió las impresiones que le había causado su estancia en la Península Ibérica en el volumen Recuerdos de España (1904). Gran parte de sus narraciones breves -basadas, algunas de ellas, en episodios reales protagonizados por el propio Peza- quedaron recopiladas en Recuerdos de mi vida (1907), y sus últimos versos quedaron impresos en el libro titulado Hojas de margarita (México: Ballescá, 1910). Dejó, además, un poemario inédito que vio la luz veinte años después de su desaparición, prologado por el poeta, ensayista y crítico literario de Ciudad de México Luis Gonzaga Urbina (1868-1934), y presentado bajo un epígrafe que bien puede sintetizar esa línea familiar y hogareña que atraviesa, como un eje temático central, toda su producción poética: Devocionario de mis nietos (1930).

Poeta, periodista, político, diplomático y, por encima de todo, escritor que procuró vivir desde sus años juveniles entregado de lleno a su oficio creativo (fue fundador de la primera Sociedad de Autores de México, y presidente, desde 1902, del Ateneo Mexicano Literario y Artístico), Juan de Dios Peza sufrió, en medio de su arrolladora popularidad, varios reveses de la fortuna que amargaron su vida y anularon, en su propia experiencia personal, algunos de los principales valores exaltados de continuo en sus versos (entre los más significativos, cabe recordar que fue abandonado por su esposa, en una cruel ironía del destino que parecía burlarse, así, del "poeta del hogar"). Para superar estas adversidades, contó siempre con el consuelo de su oficio de escritor, que le absorbió hasta el extremo de impulsarle a preparar, cuando aún no había alcanzado los cuarenta años de edad, una rigurosa edición de su Poesías completas que, según su propia intención, habría de ser la única autorizada, pues iba a ser "dirigida y arreglada" por él. Contactó, así, con el prestigioso sello editorial parisino Garnier Hermanos y llegó al acuerdo de publicar esta magna revisión de sus versos en cinco tomos, con arreglo al siguiente esquema de edición: el primer volumen, titulado Hogar y patria, habría de contener las composiciones de Cantos del hogar, de Romances, leyendas y tradiciones, y de la primera parte de sus Monólogos; en el segundo, bajo el título de El arpa del amor, irían los poemas de Horas de pasión, El arpa del amor y Musa de viaje; el tercer tomo, titulado Recuerdos y esperanzas, reuniría los contenidos de Poesías y de Romances nacionales, así como la segunda parte de sus Monólogos poéticos; el cuarto sería el que luego vio la luz bajo el epígrafe de Flores del alma y versos festivos; y el quinto -a pesar de que los cuatro proyectos anteriores se hicieron realidad- nunca llegó a publicarse.

Bibliografía

  • AMÉZAGA, C. G. Poetas mexicanos (Buenos Aires: Imp. de Pablo E. Coni e hijos, 1896), págs. 231-250.

  • FERNÁNDEZ, Á. J. "Peza, Juan de Dios", en MEDINA, J. R. [dir.]: Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina (DELAL) (Caracas: Biblioteca Ayacucho/Monte Ávila Editores Latinoamericana: 1995), vol. III, págs. 3746-3748.

  • MARTÍNEZ, J. L. La expresión nacional (México: Imp. Universitaria, 1955), págs. 175-179.

  • PACHECO, J. E. La poesía mexicana del siglo XIX (México: Empresas Editoriales, 1965), págs. 329-332.

  • PUGA Y ACAL, M. ["Brummel"]. Los poetas mexicanos contemporáneos (México: Imprenta de Ireneo Paz, 1888).

  • VALLE, R. H. "Bibliografía de Juan de Dios Peza", en Boletín de la Biblioteca nacional (México), 2ª época, V, nº 3 (1954), págs. 3-20.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.