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LiteraturaBiografía

Tejeda y Guzmán, Luis José de (1604-1680).

Poeta, religioso, militar y político hispano-argentino, nacido en Córdoba (Argentina) el 25 de agosto de 1604, y fallecido en su ciudad natal el 10 de septiembre de 1680. Autor de una brillante producción poética que acusa la influencia de las corrientes estéticas dominantes en la lírica española de su tiempo (y, en particular, del culteranismo de Luis de Góngora) está considerado como el primer poeta de las Letras argentinas.

Vida

Nacido en el seno de una familia poderosa e influyente -era hijo de Juan de Tejeda y Mirabal y Ana María Guzmán, y nieto del capitán Tristán de Tejeda y del general Pablo de Guzmán-, recibió desde niño una esmerada formación académica en el colegio de los jesuitas de su Córdoba natal, donde sus familiares ocupaban los más altos cargos políticos y administrativos desde que sus dos citados abuelos acompañaran a Jerónimo Luis de Cabrera en la fundación de la ciudad. A finales del siglo XVI, el general Pablo de Guzmán había recibido de la Corona española las encomiendas de Tunas y Cosquín, lo que le permitió convertirse en el más rico comerciante de Córdoba, con un próspero negocio de carretas, ventas y traslado de mulas entre Buenos Aires y los territorios del Perú; por su parte, el capitán Tristán de Tejeda -abuelo paterno del futuro escritor-, que había recibido otras tierras hacia el norte y La Merced de Soto, así como la encomienda de Córdoba, prestó importantes servicios a sus convecinos en la defensa de la ciudad y de la colonia de conquistadores españoles asentada en ella. Luis José de Tejeda y Guzmán, primogénito de la familia, quedó a cargo de la vasta herencia legada por sus antepasados, y ampliada por él mismo el 25 de septiembre de 1625, cuando, con tan sólo veintiún años de edad, recibió del Gobernador de Tucumán (Juan Alonso de Vera y Zárate) la Merced de Cosquín, reclamada por el escritor en calidad de heredero de su abuelo Pablo de Guzmán, así como por sus propios méritos militares contraídos al servicio de la Corona de España.

Era, en efecto, por aquellos años de su juventud un impulsivo y libertino militar que alternaba sus reiterados escarceos eróticos con su aguerrida defensa de la ciudad de Córdoba, constantemente amenazada por las tribus indígenas, los portugueses y los holandeses (que, en 1625, habían llegado a invadir Buenos Aires). Casado con Francisca de Vera y Aragón, prolongó sus conquistas amorosas sin guardar fidelidad alguna a su cónyuge, con la que tuvo cinco hijos. Fue alférez, procurado y alcalde de Córdoba, y ni siquiera durante el desempeño de estos elevados cargos disimuló su irrefrenable tendencia al adulterio; pero en 1663, ya viudo y a punto de cumplir los sesenta años de edad, experimentó un profundo arrepentimiento y repudió el desenfrenado modo de vida que había llevado hasta entonces. Decidió purgar sus pecados apartándose del siglo, por lo que ingresó como lego en el Convento de Predicadores de los padres dominicos, en donde se consagró a la oración y a la recopilación de la dispersa producción poética que había ido escribiendo desde su mocedad, sin ocultar los abundantes lances donjuanescos que había protagonizado hasta su voluntario retiro espiritual. Fue así como reunió una sugerente mezcla de episodios libertinos y fervores místicos dictados por el sentimiento de culpa, el sincero arrepentimiento y el anhelo de perdón, plasmados en dos manuscritos titulados Peregrino en Babilonia y otros poemas y Coronas líricas. Prosas y versos, obras que permanecieron inéditas -y prácticamente desconocidas- hasta que, en 1916, el poeta, historiador y crítico literario Ricardo Rojas (1882-1957) dio a la imprenta la primera de ellas (Buenos Aires: Librería La Facultad, 1916) y anunció la existencia de la segunda, publicada un año después junto a un estudio de E. Martínez Paz y una notas críticas de Pablo Cabrera (Córdoba: Biblioteca del Tercer Centenario de la Universidad de Córdoba, 1917). Treinta años después de la primera impresión de esta última obra, vio la luz su edición facsimilar bajo el título de Libro de varios tratados y noticias (Buenos Aires: Jorge M. Furt, 1947).

Poco antes de su muerte, sobrevenida en el mencionado convento a finales del verano de 1680, Luis José de Tejeda y Guzmán había llevado su arrepentimiento hasta el extremo de abandonar su condición de lego para recibir las órdenes de fraile.

Obra

Peregrino en Babilonia y otros poemas -recopilado, probablemente, hacia 1663-, es un bello y curioso poemario que presenta la transición entre las libertinas vivencias juveniles del escritor cordobés y su tardía -pero, al parecer, sincera- consagración a la vida religiosa, de tal suerte que se configura como una especie de confesión poética autobiográfica estructurada en dos partes bien diferenciadas entre sí. En la primera de ellas, titulada "Romance de mi vida", Luis José de Tejeda y Guzmán recurre a uno de los moldes estróficos tradicionales de la poesía clásica hispana -el romance organizado en cuartetas- para relatar, en mil trescientos treinta y dos octosílabos, sus rocambolescas peripecias de alcoba y sus aguerridos lances militares, con un estilo culto y elegante que, a pesar de su cuidada elaboración, no resta un ápice de vigor narrativo a la impulsiva espontaneidad de las vivencias referidas; en la segunda parte de Peregrino en Babilonia, presentada bajo el título de "Las soledades de María", la combinación de heptasílabos y endecasílabos de acusado sabor gongorino da cabida al reconocimiento de culpa, el arrepentimiento y el deseo de expiar unos pecados que, en opinión del poeta cordobés, sólo podrán disiparse por vía de una sincera entrega a la oración y la vida contemplativa dentro del monasterio donde había ingresado. La narración dominante en los octosílabos de la primera parte cede paso, en la silva de la segunda, a un tono didáctico-moral con el que Luis José de Tejeda y Guzmán pretende aleccionar a quienes aún no han experimentado el hondo misticismo que le ha impulsado a él a ese retiro espiritual; esta clara intención moralizante triunfa en "Las soledades de María" en menoscabo del tono lírico-confesional que parecía requerir para sí el tema tratado, lo que a la postre puede inducir al lector a preguntarse si el poeta cordobés no estaba más interesado en exhibir su dominio de la compleja retórica gongorina que en mostrar realmente su arrepentimiento y su aspiración a la misericordia divina.

Idéntico lucimiento de la estética culterana se aprecia en las composiciones poéticas recogidas en Coronas Líricas. Prosa y verso, donde la sección titulada "Poesías místicas" muestra la habilidad retórica de un autor que, si bien domina a la perfección los moldes estróficos característicos de la métrica áurea (soneto, redondilla, silva, canción, etc.), permanece demasiado anclado a los modelos formales y temáticos de los grandes poetas españoles de su tiempo, lo que resta a su obra frescura y originalidad. Pese a estos defectos -comunes, por lo demás, a tantos otros poetas menores del Siglo de Oro, tanto españoles como hispanoamericanos-, Luis José de Tejeda y Guzmán ha pasado a la historia de la literatura argentina como el primer poeta nacional, y en su homenaje se celebra actualmente en su patria el 25 de agosto de cada año -fecha de su nacimiento- el "Día del Poeta". Su famoso poema titulado "Soneto a Santa Rosa de Lima" está considerado como la primera composición poética de la lírica austral.

Bibliografía

  • DEVOTO, D. "Escolio sobre Tejeda", en Revista de Estudios Clásicos (Mendoza), II (1946), págs. 93-132.

  • DONDO, O. H. "Sobre la poesía de Luis José de Tejeda", en Ortodoxia (Buenos Aires), nº 7 (1944), págs. 273-282.

  • ROJAS, R. "Estudio preliminar" a su edición de Peregrino en Babilonia (Buenos Aires: Librería La Facultad [Col. "Biblioteca Argentina"], 1916.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.