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Raull Julià, Francisco (ca. 1788-1842).

Militar español, nacido posiblemente en Barcelona hacia 1788 y muerto en 1842.

Al estallar la guerra de la Independencia, Raull, que ejercía como escribano de la Audiencia de Barcelona, debió alinearse en las filas de la resistencia, puesto que, en febrero de 1809, el general Teodoro Reding le nombró escribano sustituto de la Capitanía general, cargo que le llevó a seguir al ejército en todos los avatares de la contienda y que conservó hasta julio de 1816.

Firme partidario de la Constitución, quizás no estuviera implicado en la conspiración de Lacy, pero después del fracaso de ésta y gracias a su amistad personal con el auditor y los fiscales encargados del caso, intercedió en favor de los encausados. En 1820 era miembro de la Sociedad Patriótica Barcinonense de Buenos Amigos, en la que pronunció un Discurso (24 de junio de 1820), durante el acto en que se discutía si pedir a las Cortes amnistía general para los afrancesados, y en nombre de la cual creó el 5º batallón de la Milicia Nacional Voluntaria de la ciudad. Un año después, por orden del capitán Andrés Serrano, se hizo cargo de la defensa de Bessières, obteniendo el indulto para el conspirador.

En la madrugada del 10 de agosto de 1823, cuando los franceses ya habían iniciado el asedio de Barcelona, Raull, que había sido elegido alcalde constitucional en las últimas elecciones municipales del Trienio, fue obligado por la Junta de vigilancia, siguiendo instrucciones del general Rotten, a embarcarse, junto con otros dos alcaldes y algunos liberales significados por su radicalismo, en un laúd que debía conducirles a Cartagena. Al día siguiente fueron detenidos por los franceses y conducidos a bordo de la fragata Juno, capitaneada por M. de Rosamel, quien los entregó al mariscal Moncey, desoyendo la petición del conde de Santa Clara, gobernador de Mataró, que los reclamaba como a vasallos rebeldes del rey y les acusaba de haber huido llevándose los fondos públicos de la ciudad. Moncey los puso en manos del general Sarsfield, el cual los confinó en Argentona, desde donde fueron trasladados a Mataró por orden del barón de Eroles, al conocerse la noticia del retorno a Francia del mariscal. Temerosos de su suerte, los prisioneros pudieron avisarle a tiempo, fueron liberados y, escoltados por las tropas francesas, conducidos al vecino país.

Instalado en Cahors, y mientras la Audiencia de Barcelona le condenaba a ocho años de presidio en Ceuta por haber formado parte del ayuntamiento constitucional, Raull consiguió sobrevivir gracias a una pensión familiar, a las clases de castellano y francés y al trabajo esporádico que le proporcionaban los abogados Chanay y Charrassin. A raíz de la amnistía de 1832 volvió a España en abril del año siguiente para reemprender la lucha política, lucha que posiblemente no había abandonado durante el exilio.

En enero de 1834, después de la manifestación de apoyo al capitán general Manuel Llauder, que se había opuesto abiertamente a la política del Ministerio Zea, Raull fue confinado a Mallorca, pero un mes más tarde pudo regresar a Barcelona por orden del mismo Llauder. Entre el 25 de enero y el 23 de marzo de 1835 se hizo cargo en solitario de la redacción de El Catalán, único periódico de oposición existente entonces en Barcelona, desde cuyas columnas publicó 53 editoriales dedicados preferentemente a temas políticos pero también económicos, entre los cuales destaca un bloque de cuatro artículos, agrupados bajo el epígrafe de Industria nacional, que le fueron encargados por la Junta de Comercio de Barcelona. Esta preocupación por las cuestiones económicas, que en 1833 le había llevado a proyectar una universidad agronómica con sede en Montserrat para hijos de propietarios, se pone también de manifiesto en sus artículos aparecidos en El Vapor, diario en el que empezó a colaborar con intermitencias a partir de agosto de 1835.

Industrialista sin reservas y partidario del proteccionismo tanto en la industria como en la agricultura, Raull condenó enérgicamente el incendio de la fábrica de vapor de Bonaplata, a la vez que aplaudía la quema de conventos y el asesinato del general Bassa como actos de naturaleza revolucionaria que liberaban al pueblo del despotismo.

En su Historia de la conmoción de Barcelona, en la noche del 25 al 26 de julio de 1835; causas que la produjeron y sus efectos hasta el día de esta publicación, primer análisis de la revolución de Barcelona aparecido en Agosto del mismo año, legitimaba la insurrección basándose en los principios del pacto social y se mostraba esperanzado por la recuperación de la estrategia juntista. Sin embargo, poco después la Junta Superior Gubernativa del Principado se lanzó a la persecución de algunos destacados radicales barceloneses y Raull, partidario de la proclamación inmediata de la Constitución de Cádiz, fue objeto de una campaña de difamación que le llevó a publicar, a finales de septiembre de 1835, Mi justificación a las imputaciones vagas y calumniosas que contra mí se esparcen, un folleto que contiene interesantes datos biográficos.

Poco antes había iniciado en calidad de editor y propietario la publicación de la revista El Propagador de la Libertad, órgano de un amplio sector del radicalismo entre 1835 y 1838, cuyos primeros cuadernos cuentan con múltiples artículos de fondo, firmados por él, en los que desarrolla en forma didáctica los principios rousseaunianos. Fracasado el intento de proclamación de la Constitución por parte de algunos batallones de la Milicia de Barcelona en enero de 1836, fue deportado a Canarias, en compañía de otros conocidos progresistas y radicales de diferentes coloraciones, y tuvo que dejar la redacción de la revista. En otoño del mismo año, sin embargo, ya debía encontrarse nuevamente en la ciudad, puesto que se inscribió como miembro de la Sociedad filodramática y volvió a hacerse cargo de la dirección de El Propagador.

A raíz de la durísima represión desencadenada por el capitán general barón de Meer en nombre del moderantismo en 1837, Raull tuvo que esconderse durante dos años, pero en 1840 vuelve a aparecer en la escena política como síndico procurador del común y primer comandante del 2º batallón de la Milicia. En este mismo año figuró como vocal de la Junta de gobierno provisional de Barcelona y, en 1842, cuando aún ejercía como escribano de cámara de la Audiencia, fue nombrado secretario de la Junta protectora de la escuela de ciegos. De esta época datan las cartas anónimas, aparecidas en El Republicano, en las que, bajo los calificativos de "Dios Fóh" o "Rul-Fóh", se le acusaba de ser un santón (progresista) mangoneador, de cohecho, y de haber reconocido la regencia de Angulema en 1823, acusaciones que motivaron la reivindicación de su hijo Carlos, contenida en el folleto Calumnia y vindicación, por tener prohibido el padre ejercer públicamente su autodefensa. En este mismo año de 1842 publicó, junto con el barón de Bezancourt, la novela Lucía o un amor en la niñez.

A. Gil Novales

Autor

  • Gil Novales.