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LiteraturaBiografía

Mimouni, Rachid (1945-1995).

Novelista argelino, nacido el 20 de noviembre de 1945, en Boudouaou (Alma), cerca de Argel, y fallecido el 12 de febrero de 1995 en Paris.

Hijo de campesinos, cursó sus estudios superiores en Argel y se licenció en Química en Montreal, donde obtuvo un diploma de gestión (PHD). Acto seguido asumió la dirección del departamento de desarrollo de una empresa química entre 1976 y 1979. Asimismo, fue profesor en la Escuela Superior de Comercio de la Universidad de Argel y miembro del Consejo Nacional de Cultura.

Comenzó su actividad como novelista cuando tenía catorce años y su prestigio siguió creciendo después de la aparición de Fleuve detourné (publicado por Robert Laffont); desde entonces le fueron otorgados varios premios literarios. Entre 1968 y 1970 surgió en la literatura argelina un "movimiento de denuncia contra la revolución traicionada" en el que participaron, entre otros, escritores contemporáneos como Mohamed Dib y Rachid Boudjedra. Mimouni lo retomó por su cuenta y a su manera desde el principio de la década de los ochenta, al igual que Tahar Djant, otro representante de calidad de esta nueva generación de novelistas.

Mimouni comenzó publicando dos novelas escritas con un discurso lineal convencional. Pero, en 1982, con Fleuve detourné, se impuso como un novelista original, con un lenguaje crítico y cáustico, en un tipo de literatura que no es tan delirante como la de Boudjedra, pero que es igualmente vigorosa, alerta. En general, el novelista ensayó distinos estilos para cada una de sus obras. Esta novela es la del desencanto, en la que recoge el tema del cuento de Tahar Warttarm, Los mártires vuelven cada semana. En ella, un combatiente al que se ha dejado por muerto en el campo de batalla vuelve a su patria y ve su nombre en el monumento a los caídos. A partir de entonces es un hombre sin nombre, que no tiene lugar en la sociedad, que busca a su mujer y a su hijo y va de afrenta en afrenta, descubriendo que sus antiguos recuerdos no le sirven para nada. Los listos y los pícaros se han hecho dueños del lugar y han desviado el río de la "revolución". "Todos éramos ingenuos" dice el desafortunado. Tombeza (Robbert Laffont, 1984), presenta a un argelino que agoniza en un hospital y que pasa revista a su vida. Bastardo abandonado, consigue, sin embargo, imponerse en la vida, y llega a ser más corrupto que los más corrompidos de la sociedad y del régimen. Naturalmente, Mimouni aprovechó para denunciar las irregularidades, los engaños y lo absurdo de las situaciones: robos, injusticias, transgresiones, egoísmos personales, sexualidad sin freno. Un ciego llamado Bismillah escapa de la corrupción general, pero al final de la novela es arrojado por un acantilado: el "vidente" sabía demasiado o había "visto" demasiado.

L'Honneur de la tribu (Robert Laffont, 1989), traza la vida al margen de la modernidad de un pueblo súbitamente invadido por ésta, pues se transforma en la sede de un comisario. El comisario llega: de mal aspecto, basto y brutal, sacude a los habitantes y los desestabiliza. ¿Cómo asumir la modernidad sin perder la tradición? Como en L'Opium et le Bâton de Mammeri, se presenta el brujo y no el curandero (es decir, las fuerzas del mal y no del bien). La ceinture de l'ogresse (1991) es una recopilación de cuentos en que el lector encuentra situaciones ubuescas, queridas del autor, con críticas contra la burocracia estúpida y malvada. Por fin, Une peine à vivre (1991) describe la ascensión del hijo de un bohemio que llega a ser "mariscalísimo"; una vez que llega a la cumbre se comporta como un tirano corrupto, para acabar finalmente ante el pelotón de ejecución, y es reemplazado después por el futuro tirano. Este retrato de un arquetipo de dictador se inscribe en el ámbito de lo universal, y no en un país particular.

Rachid Mimouni hizo un esfuerzo para renovar su estilo en cada obra: calurosa y expresiva o fría e incisiva como un bisturí. Destaca en los retratos de estereotipos de personajes, llevados incluso al extremo y en los de ciudadanos desilusionados y avasallados por el sistema impersonal. Preocupado por "la destrucción de los antiguos valores" y, en consecuencia, por el desarraigo tan absoluto de sus compatriotas, comprueba que "la introducción brutal" de la modernidad conlleva su destrucción. Pero su tema privilegiado es el del "reino del absurdo".

Autor

  • LU