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GeografíaDeportesBiografía

Mallory, George Herbert Leigh (1886-1924)

Alpinista británico nacido el 18 de junio de 1886 en Mobberley (Cheshire) y muerto en el monte Everest el 8 de junio de 1924.

Participó en las expediciones de Los Alpes en 1904 junto a G. W. Young, Tyndall y R. L. G. Irving, así como en la expedición británica de reconocimiento del monte Everest en 1921 y en la de asalto de 1922, durante la cual ascendió hasta una altura de 8.000 metros sin oxígeno.

Mallory escaló tres veces en cuatro años al Everest, aunque se quedó a muchos metros de la cima. Esta experiencia le animó a intentar conquistar el techo del mundo, algo que no había conseguido nadie y que de hecho no pudo lograrse hasta 1953, cuando Edmund P. Hillary y el sherpa Tensing Norgay consiguieron llegar a la cima desde el lado sur (Nepal) 29 años después.

Para realizar la expedición, Mallory contactó con Andrew Irvine, cuyos conocimientos sobre las botellas de oxígeno iban a ser fundamentales para una ascensión de tal magnitud. Juntos iniciaron la escalada con unas botellas experimentales de oxígeno en mayo de 1924, la cual les llevó hasta el llamado Campamento IV el 6 junio, desde donde iniciaron la ascensión final. Dos días más tarde desaparecieron sin dejar rastro.

Los cuerpos de los dos escaladores han permanecido más de setenta y cinco años sin ser descubiertos. Desde el momento mismo que se hizo cierta su desaparición, muchos han intentado hallar los cadáveres. En 1933 una expedición británica encontró un piolet, y en 1975, al fin, un escalador chino, de nombre Wang Hongbao, dijo haber visto un cuerpo deteriorado al que definió como "inglés" más abajo de donde se encontró el piolet. Pero no sería hasta el 1 de mayo de 1999 cuando un miembro de una expedición que buscaba pistas sobre el destino de los dos alpinistas, llamado Conrad Anker, encontrara el cuerpo de Mallory.

Mallory dejó de escalar en algún punto de la parte alta de la cara norte del Everest (en el Tibet) el 8 de junio de 1924. La localización del cuerpo deja muchas preguntas en el aire, cómo si fueron o no capaces de conquistar la cima antes de su trágica muerte. Cuando se encontró el cuerpo, Anker encontró unas gafas de sol en el bolsillo interior de su chaqueta, lo que induce a pensar que ya atardecía cuando ocurrió el fatal desenlace. El cuerpo fue encontrado algo más abajo de la última posición en la que se sabe a ciencia cierta que estuvieron, además de que en el momento fatídico Mallory no llevaba guantes, posiblemente para poder agarrarse mejor a los salientes rocosos; todo esto da una idea de que estaban descendiendo, y no ascendiendo cuando, por causas no esclarecidas aún, posiblemente por la rotura de alguna cuerda, Mallory, probablemente después de arrastrar a Irvine, cayera a una terraza de nieve y se deslizara hasta el lugar donde ha sido encontrado. Su cuerpo estaba semienterrado boca abajo, con la frente pegada al suelo y los brazos abiertos, en actitud de intentar frenar la inevitable caída, con una lesión en un hombro, sin botas y con las piernas cruzadas y ligeramente flexionadas, una de ellas (la derecha) rota a la altura del tobillo. Si no hubiesen coronado es muy probable que, dada la avanzada hora del día, hubiesen hecho un vivac para pernoctar, lo que afianza aún más la idea de que estaban descendiendo y que muy probablemente ya hubieran alcanzado la cima o se encontraban muy cerca de ella. Pero esto es un misterio. Su cámara Kodak, un modelo de ese mismo año, aún no ha sido encontrada; quizá su contenido ayude a desvelar el misterio de si fueron Mallory e Irvine los primeros hombres en alcanzar la cima del mundo. De momento, la firma estadounidense se ha comprometido a hacer todo lo posible por revelar el carrete si éste es encontrado, setenta y cinco años después de haber sido cargado en la máquina.

No obstante, el "fracaso" de ambos, si es que éste se produjo, no resta un ápice de importancia a la gesta de Mallory e Irvine. Los medios con los que contaban, claramente insuficientes no sólo para soportar las duras condiciones climatológicas (se cubrían con jerseys de lana y paravientos de algodón), sino para solventar las dificultades que la ascensión a semejante cima entrañan, hacen que su gesta sea aún más increíble. Por encima de los objetos que de ellos encontraron (un piolet y una botella de oxígeno) quedaban dos escalones, uno de ellos una pared de 30 metros de altura que nadie ha podido escalar sin escalas. Sin oxígeno (las botellas que llevaban eran experimentales, pesaban mucho y no funcionaban muy bien), sin equipo de ascenso en roca, escalas ni crampones, en escalada libre y en cordada es asombroso que llegaran hasta donde llegaron. La superación personal, ese "toque de locura" propio de los escaladores y el deseo de ser el primer ser humano en alcanzar el punto más elevado de la Tierra explican la gesta y son suficiente argumento para elevar a Mallory y a Irvine a un lugar no sólo de la historia del Everest, sino del alpinismo mundial. La respuesta que Mallory dio sobre por qué tenía la intención de escalar el Everest ha pasado a la historia y ha quedado como un sencillo "credo" de la filosofía del escalador: "porque está ahí".

El cuerpo de Mallory descansa en el Everest, como otras decenas de cuerpos (más de ciento cuarenta) que han sufrido los rigores de la gran montaña. Como dijo el malogrado escalador, "no podemos esperar clemencia del Everest". Y como corresponde a la tradición de los escaladores, su cuerpo descansará por siempre en la montaña (tan sólo con una capa de piedras sobre él); una tradición producto de la necesidad: es muy difícil recuperar los cuerpos, y el esfuerzo que supone se debe emplear en nuevas conquistas.

Autor

  • Federico Delgado Scholl