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ReligiónBiografía

Jesucristo.

Maestro religioso judío, cuyos datos biográficos y doctrina se encuentran expuestos en el Nuevo Testamento. Según estos datos, Jesús es el Mesías prometido en el Antiguo Testamento, anunciado por los profetas, y el Hijo de Dios encarnado para la salvación de todos los hombres.

Vida

Jesús nació en Belén de Judá (Palestina, actual Israel), de una Virgen llamada María, y tuvo como padre adoptivo a José, desposado con aquélla. Su nacimiento tuvo lugar probablemente entre los años 9 y 5 a.C. Pasó su infancia, adolescencia y juventud en Nazaret. Son muy escasas las noticias de su vida durante ese tiempo. Cuando tenía unos 30 años, se hizo bautizar por Juan el Bautista en el río Jordán, y dio comienzo a su predicación que duró alrededor de tres años. Durante ese tiempo visitó varias veces Jerusalén. Con sus prédicas y los prodigios que las acompañaban, pero sobre todo con su amor y predilección hacia los pobres, marginados y enfermos, se ganó la voluntad de las multitudes, que veían en él a alguien que hablaba como quien tiene autoridad. Jesús formó en torno a sí un grupo de discípulos que lo acompañaban siempre, entre los cuales ocuparon un lugar especial los doce apóstoles, a quienes al final de su vida encargó la continuación de su misión. Al mismo tiempo, sin embargo, comenzó a crecer una honda preocupación entre las autoridades religiosas judías, especialmente entre los saduceos. Muchos de sus seguidores también se sintieron defraudados porque Jesús no se manifestaba como el rey que ellos esperaban, el descendiente del rey David, que devolvería el esplendor al pueblo judío, y los liberaría del yugo romano. Las autoridades de los judíos, valiéndose de la traición de uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hicieron apresar a Jesús y lo llevaron ante el tribunal de los romanos acusado de traición al César. Por su parte, el tribunal judío lo declaró culpable de blasfemia por haberse equiparado a la dignidad y realeza divinas. El resultado fue su condena a muerte en la cruz, ordenada por la autoridad romana (hacia el año 30 d.C.). Los evangelios narran con todo detalle los últimos acontecimientos de su vida, desde la última cena con sus apóstoles, hasta su sepultura. El Nuevo Testamento narra también, en lo que constituye su parte más importante, la resurrección de Jesucristo a los tres días de habérsele sepultado.

Sin duda, algunos rasgos de la personalidad de Jesús pueden extraerse de los hechos referidos en los evangelios y de su predicación, pero es imposible elaborar una biografía en sentido estricto. Las primeras referencias a la persona de Jesús en documentos no cristianos aparecen en fuentes muy antiguas, tanto judías (Flavio Josefo y el Talmud) como paganas (Tácito y Suetonio).

La predicación de Jesús

Los testimonios sobre la predicación de Jesucristo son muy numerosos en los evangelios. El contenido se centra en el anuncio del Reino de Dios: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca" (Marcos, 1,15). La esperanza y las expectativas del Antiguo Testamento han llegado a su fin. El Reino de Dios significa para Jesús que el mundo recupere su propósito originario de gracia y de amor; constituye el anuncio de la liberación de la esclavitud que pesa sobre el hombre, y de la victoria sobre el demonio y sus poderes. Sin embargo, el único objeto de la palabra de Jesús no era proclamar la llegada del Reino, sino también anunciar que él mismo era la culminación de ese Reino. Jesús corroboraba su predicación con prodigios o milagros que, además de demostrar su amor hacia los enfermos y necesitados, eran signos de la autenticidad de su mensaje, prueba palpable de que hablaba en nombre de Dios. El propio Jesús afirma esta relación (Lucas, 11,20). En el corazón de su enseñanza está el hecho de presentar una imagen de Dios como Padre bueno de todos los hombres (véase Dios Padre). La llegada del Reino consiste en la aparición de ese amor de Dios, de su gracia y de su misericordia. El amor de Jesús, su ser "para muchos" (Marcos 14,24) en el vivir y en el amar, y finalmente su muerte en la cruz, constituyen el supremo testimonio del amor de Dios a los hombres. Jesús llama a todos los hombres para que entren en ese Reino, pero para ello se requiere de la conversión, el cambio de vida, y sobre todo de actitudes interiores con respecto a los bienes y valores de este mundo, como puede verse resumido en el discurso de las Bienaventuranzas (Mateo, 5). Jesús llama a su doctrina la "buena noticia" (evangelio) de la salvación. La ruptura con los esquemas anteriores se plasma en la actitud concreta que Jesús adopta frente a la ley del Antiguo Testamento, hasta el punto de ponerse en el mismo nivel que Moisés: "Habéis oído que se dijo (...) pero yo os digo" (Mateo 5,21).

Hay también en Él una nueva interpretación de la ley y los preceptos: "El sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado" (Marcos, 2,27; 3,4), en el sentido de que lo más importante es el hombre, y no el rito o las costumbres impuestas por los hombres.

La expresión más elevada y más profunda de la relación de Jesús con Dios es la fórmula Abbá ('papá'), con la que se dirige a Él. Esa singularidad de su especial relación como Hijo del Padre queda manifiesta en las expresiones "mi padre" y "vuestro Padre" (Jesús nunca usa la expresión "nuestro Padre"). Sin embargo, por medio de la expresión "vuestro Padre", está indicando que la paternidad de Dios se extiende a todos los hombres. El resumen de toda su enseñanza está en un mandamiento nuevo: el mandamiento del Amor. También el juicio último (véase en la voz juicio) se hará con base en el amor.

La comunidad de Jesús

Si bien el mensaje de Jesús tiene una dimensión escatológica (véase escatología) por la expectativa de la inminente revelación del plan definitivo de Dios, ello no excluye que Jesús construyera los cimientos de una nueva comunidad que formaría el nuevo pueblo de Dios, o el pueblo de la Nueva Alianza. Esa comunidad es la Iglesia. La comunidad de los creyentes puso en el centro de su fe a Jesús, debido a la autoconciencia del mismo Jesús como culminación del Reino. La crítica bíblica tiene como tarea establecer qué elementos pueden atribuirse al mismo Jesús y cuáles a la interpretación teológica de la primitiva comunidad. Las distintas dimensiones de la figura de Jesús se hallan reflejadas en los diversos títulos cristológicos que se fueron acuñando: Hijo del Hombre, Hijo de Dios, Salvador, Verbo encarnado o Mesías, entre otros. Con el correr de los años fueron surgiendo tensiones e interpretaciones contrapuestas respecto a la persona de Jesús. Por eso la Iglesia, en sus primeros concilios, centró su atención en la comprensión teológica de su fundador: en el concilio de Nicea (325), se proclama, contra Arrio, que el Verbo es "consubstancial al Padre"; en el de Constantinopla (381), se enseña la divinidad del Espíritu Santo; en el de Éfeso (431), contra Nestorio, se define la unidad de la persona de Jesús y del Verbo; y en el de Calcedonia (451), contra el monofisismo de Eutiquio, se defiende la dualidad de naturalezas en Cristo. A través de estas definiciones, se trazó el derrotero fundamental por donde fue avanzando la teología cristiana, no sólo durante la Edad Media, sino también en la época de la Reforma Protestante, que en ningún momento puso en duda la ortodoxia de los primeros concilios ecuménicos.

Sólo el racionalismo del siglo XVIII abrió una brecha en la cristología tradicional, al intentar reducir la persona de Cristo a la categoría de un hombre ejemplar, incluso a simple mito o gigantesco fraude. Los resultados de estas largas investigaciones no ayudaron de ningún modo a poner algo de luz en torno a la figura y el mensaje de Jesús. La teología dialéctica protestante, por otro lado, se opuso al malestar creado por esta situación y a las dificultades en las que parecía caer la cristología y la teología en general. Su respuesta fue la de proclamar que, desde el punto de vista teológico, era absolutamente irrelevante el acontecimiento del Jesús histórico. No obstante, gracias al empleo de instrumentos exegéticos más perfeccionados, y con una conciencia crítica más lúcida y serena, se ha ido recuperando paulatinamente un interesante material histórico que permite superar el escepticismo del periodo anterior. A mediados de los años sesenta, han vuelto a florecer los estudios cristológicos, tanto en el ámbito católico como en el protestante. En la variedad de corrientes que han surgido, afloran algunos rasgos metodológicos comunes, el primero de los cuales es el esfuerzo por hacer asequible al hombre actual la persona de Jesús y su mensaje.

Autor

  • CCG.