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LiteraturaBiografía

Isócrates (436-338 a.C.).

Orador ateniense, oriundo del demo ático de Erquia, donde su padre poseía un taller para fabricar flautas. Gracias a la buena situación económica de su familia, Isócrates pudo disfrutar de una excelente educación. Durante su estancia en Tesalia, Isócrates tuvo por maestro a Gorgias, cuya doctrina logró cautivarle. Cuando la fortuna de su padre comenzó a flaquear a causa de los sucesivos conflictos bélicos, Isócrates tuvo que ganarse la vida como logógrafo, es decir, escribiendo discursos judiciales para otros, algo que él negó mucho más tarde (en este aspecto existe una fuerte polémica entre las diferentes fuentes que informan sobre la vida de este maestro de retórica). Pero escribir discursos judiciales para otros no era el mejor medio para ganar renombre como orador, algo que quedaba para los grandes discursos políticos. Sin embargo, a Isócrates le faltaba para ello voz y atrevimiento; por eso, su vocación y su excelente conocimiento de la retórica le llevaron a desarrollar un nuevo concepto de este arte, pues llegó al convencimiento de que por medio del texto escrito, destinado a la lectura o a la recitación, era posible influir sobre las opiniones del público; por ello, creó su propia escuela en la que impuso un sistema de educación global a sus alumnos por medio del cual podían convertirse en hombres de éxito al dominar todos los resortes necesarios para obtener el triunfo dentro de su propia casa y en el Estado. En su escuela, el estudio y dominio de la retórica tenían así un papel destacado (con ello, no hacía más que seguir las bases educativas de los sofistas).

Isócrates fundó su escuela en Atenas en torno al año 390 a.C. y ejerció allí una notable influencia a través de sus doctrinas y de sus discípulos. Su enseñanza fue la clave para una importante renovación de la lengua escrita y hablada. Pupilos suyos fueron los historiadores Éforo y Teopompo, el atidógrafo Androción y los oradores Hipérides e Iseo. En cuanto a su pensamiento político, desgranado a lo largo de sus discursos, fue precursor del helenismo.

Obra

En la editio princeps de los discursos de Isócrates, el humanista alemán Jerónimo Wolf hacía una clasificación temática de los mismos en cuatro tipos distintos: parenéticos, simbuléuticos, epidícticos y jurídicos; sin embargo, hoy se suele desechar esta clasificación de los discursos y se prefiere realizar un estudio cronológico de los mismos. De ese modo, los discursos puestos en último lugar pertenecerían a la primera fase de su producción, en la que Isócrates escribió para otros. Así, su Eginético, un discurso forense sobre una herencia, el Trapecítico, sobre cuestiones de dinero, y Sobre la biga, escrito para el hijo de Alcibíades y que contiene un panegírico de éste, habrían sido escritos por Isócrates antes de abrir su academia. De esta misma época son también los discursos judiciales Contra Calímaco, Contra Loquites y Contra Eutínoo.

Una vez fundada su escuela, Isócrates compuso otros tipos de discursos, con los que pretendía brindar modelos a sus discípulos. Uno de los géneros más empleados fue el epidíctico, un tipo de discurso de carácter encomiástico adecuado para la declamación, muy apreciada por el público y un medio seguro para adquirir fama. En su Contra los sofistas, un discurso programático, Isócrates expone sus puntos de vista y critica la manera de entender la retórica de otras escuelas representadas por los filósofos o los retóricos-técnicos volcados en la enseñanza de la retórica política, que defendían la improvisación.

Otro discurso de carácter programático fue su Antídosis, que Isócrates escribió cuando tenía ochenta y dos años y que hace las veces de una autobiografía, lo que permite conocer con cierta exactitud todo su programa educativo. Pero de vuelta a los discursos de escuela, se han de citar el Busiris y la Helena, en los que discute sobre estos temas mitológicos desde puntos de vista distintos a los que habían empleado otros: en el Busiris arremete contra Polícrates y en la Helena ataca, entre otros, a Platón y los restantes socráticos.

Pero además de estos discursos-modelos, Isócrates comenzó pronto a cultivar el género del discurso político en un intento de influir en los acontecimientos que se desarrollaban a su alrededor. Uno de los primeros discursos epidícticos de naturaleza política fue su Panegírico, que Isócrates terminó tras diez años de trabajo en el 380 a.C. Aquí, siguiendo la línea del Olímpico de Gorgias y del Epitafio de Lisias, en los que los oradores se dirigían al pueblo heleno en su conjunto, Isócrates desarrolla la idea de la necesidad de unidad de los griegos (hay algunos estudiosos que piensan que en este discurso Isócrates abogaba en favor de la Segunda Liga Marítima, opinión que hoy goza de poco crédito). A esta idea central del discurso se suma un encomio de Atenas, en el que resalta los grandes hechos de la ciudad en favor del resto de la Hélade.

Cuando en el 373 a.C. Tebas asedió Platea, Isócrates escribió su Plataico, en el que un supuesto platense se lamentaba ante la asamblea de Atenas de la destrucción de su ciudad; de esa manera, Isócrates utilizaba una vez más un discurso ficticio para exponer su aversión a Tebas, rival de Atenas y Esparta que pretendía alcanzar la hegemonía política. Del mismo modo su Arquidamo, compuesto en torno a 366 a.C., responde al patrón de un discurso imaginario puesto en boca, en esta ocasión, del futuro rey de Esparta. Aparte de discursos políticos, en esta época convulsa, Isócrates continuó escribiendo discursos que son meros ejercicios de virtuosismo en el dominio de la retórica: A Nicocles, en el que hermana la belleza de su prosa con la poesía al nombrar como mentores del orador a Hesíodo, Teognis y Focílides, y Evágoras, donde expone su teoría de que el encomio o discurso epidíctico puede hacer competencia a la poesía; en el discurso, Isócrates traza el panegírico de este soberano chipriota, al que ensalza como modelo de príncipes.

En el 355 a.C. ante la desastrosa situación política y financiera de Atenas, Isócrates compuso su Discurso sobre la paz; en él, exponía su teoría de que la única manera de salvar del desastre a la ciudad era la firma de una paz (lo que suponía un apoyo a la política de Eubulo) y a través de la fundación de colonias en Tracia, que podrían resolver el grave problema financiero al animar el comercio y la industria. En el Areopagítico, Isócrates reclamaba una vuelta a la vieja constitución, en la que el Areópago podía ejercer una gran influencia en el desarrollo de la vida de la ciudad. Existen numerosas dudas acerca de la fecha exacta en que se escribió este discurso: hay quienes opinan que el Areopagítico es anterior a la Guerra Social y que, por tanto, Isócrates habría usado esta plática para advertir de algunos de los peligros que se avecinaban; sin embargo, otros piensan que se compuso en torno a 354 a.C., justo después de los disturbios provocados por esa guerra (357-355 a.C.).

Cuando en el 346 a.C. la paz de Filócrates abrió las esperanzas de un posible entendimiento con la nueva potencia macedónica, Isócrates compuso uno de sus opúsculos más importantes, su carta misiva al rey Filipo de Macedonia. Su título es Filipo, una carta en la que vuelve a retomar las ideas expuestas en el Panegírico y anima al rey para que asuma el caudillaje de todos griegos en su cruzada contra Persia. Esta fue la primera de una serie de misivas dirigidas al mismo monarca. De esa forma, al lado de los discursos, nos han llegado nueve cartas de Isócrates, sobre cuya autenticidad se han levantado dudas. Parecen auténticas sus cartas a Filipo ( Epist. 2 y 3) y la dirigida a Antípatro (Epist. 4). En cuanto a la carta a Alejandro, hijo de Filipo, (Epist. 5) se piensa que podría ser falsa.
La última gran obra de Isócrates, compuesta cuando éste tenía noventa y seis años, fue el Panatenaico, que constituye una especie de apología personal a la que se le unen algunas discusiones de índole política sobre la mejor constitución posible con comparaciones entre Atenas y Esparta.

Doctrina y pensamiento de Isócrates

La influencia de Isócrates en su época fue enorme y múltiple en atención a tres facetas distintas de su persona y de su obra: como publicista político, como educador y como estilista. Por lo ya dicho, es evidente que una gran parte de la producción literaria de Isócrates tocaba temas políticos; de hecho, hay quienes piensan que Isócrates contribuyó en gran medida a la formación del ideal panhelénico, que constituyó uno de los pilares más sólidos de la monarquía macedónica. Esta afirmación puede resultar exagerada, pero sí hay que considerar que Isócrates consiguió reformular un principio que seguramente Filipo tenía ya en mente. Esta idea de la necesidad de una alianza entre los griegos afloraba ya en su Panegírico: en una primera época pensó en un poder hegemónico compartido por Atenas y Esparta; luego, cambió y formuló la necesidad de que una personalidad fuerte aunase todos los esfuerzos para enfrentarse a Persia, algo que se concretó cuando Filipo de Macedonia apareció dentro del panorama político con todo su poder.

En cuanto a su papel como educador, Isócrates ocupa un lugar importante dentro de la historia de la educación. Isócrates pretendió en todo momento formar con sus doctrinas hombres que, ayudados de la prudencia, tuvieran éxito en el gobierno de su casa y en el gobierno del Estado. Desde el principio, sus ideales chocaron con el de otras escuelas filosóficas, más predispuestas a la especulación. Frente a los presupuestos de la Academia platónica, Isócrates no creía en la existencia de un bien absoluto y, más cercano a los sofistas, veía la necesidad de operar en cada momento de acuerdo con la ocasión y con lo conveniente. Así las cosas, Isócrates hacía un especial hincapié en la importancia de la retórica, que proporcionaba los medios adecuados para asegurar esa formación: el dominio del lenguaje, de la palabra era, en definitiva, lo que permitía distinguir a los hombres de los animales y a los griegos del resto de los hombres. Sus alumnos recibían, así, una formación que pretendía integrar en su justa medida elementos provenientes de la filosofía y de la retórica.

En último lugar es preciso hacer unas breves consideraciones sobre la influencia de Isócrates en el desarrollo de la literatura griega. Su concepción de que el texto escrito podía ser tan eficaz como el hablado llevó a Isócrates a perfeccionar la prosa artística. Tras la estela de Gorgias, que había hecho hincapié en la cualidad musical de la palabra, Isócrates desarrolló un estilo algo más sobrio que su maestro, basado, sobre todo, en períodos extensos y profundamente equilibrados. Existe en sus escritos un cuidado exquisito por encontrar el ritmo y la cadencias adecuadas, pues era de la opinión de que la prosa podía tener sus propios ritmos de troqueos y yambos. Con todo ello modeló una prosa eficaz y creó un nuevo estilo, en el que la forma del texto pudo llegar a enmascarar su contenido.

Bibliografía

  • Ediciones:

  • BENSELER, G. E. Y BASS, F.- Teubner, Leipzig, 1878-1879, 2 vols.

  • MATHIEU, G. Y BRÉMOND, E.- Budé, París, 4 vols.

Estudios:
CLOCHÉ, P.- Isocrate et son temps, París, 1963.
MATHIEU, G.- Les idées politiques d'Isocrate, París.

Traducciones:
GUZMÁN HERMIDA, J. M.- Discursos I, Madrid, 1979, y Discursos II, Madrid, 1980.

Teresa Jiménez Calvente

Autor

  • Teresa Jiménez Calvente.