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LiteraturaBiografía

Illueca, Ana Isabel (1903-?).

Poetisa y pedagoga panameña, nacida en la ciudad de Panamá el 14 de marzo de 1903. Defensora a ultranza del derecho de la mujer a recibir una formación académica en idénticas condiciones que los varones, fue una de las primeras figuras femeninas de la universidad panameña y uno de los personajes más destacados en la evolución de la educación pública de la pequeña república centroamericana. Al mismo tiempo, desplegó una interesante actividad literaria que la situó entre los principales escritores de la corriente criollista de temática campesina que recorrió las Letras panameñas durante buena parte de la primera mitad del siglo XX, entre los que figuran algunos autores tan destacados como los poetas Moisés Castillo Ocaña (1899-1974) y Santiago Anguizola (1898), y los narradores Gil Blas Tejeira (1901-1975) e Ignacio de J. Valdés (1902-1959).

Orientada desde su juventud hacia el ámbito de la enseñanza, cursó estudios en la Escuela Normal y, en 1922 -es decir, antes de haber alcanzado los veinte años de edad-, obtuvo el grado de maestra de enseñanza primaria. Comenzó, entonces, a ejercer una brillante carrera docente que interrumpió a finales de los años treinta, cuando, después de más de tres lustros consagrada de lleno a la docencia, se matriculó en la recién fundada Universidad de Panamá (1935), de donde egresó en 1944 con el título de licenciada en Educación y profesora de Español. Pasó, entonces, al célebre colegio Melchor Lasso de la Vega, donde reanudó su actividad laboral como docente; y, al cabo de algunos años, ingresó en la nómina del no menos famoso y acreditado Instituto Nacional, en cuyas aulas permaneció durante una docena de años. Ligada por completo al mundo de la enseñanza, jamás vio llegado el momento de retirarse, por lo que, al ser declarada maestra "Supernumeraria" con motivo de sus veinte años de servicio a la educación pública, fue necesario hacerle un clamoroso homenaje de despedida en el que participaron representantes de las numerosas promociones de estudiantes que se habían beneficiado de su magisterio.

En su faceta de escritora, Ana Isabel Illueca echó mano de su fructífera experiencia docente para componer algunos de los poemas infantiles que gozaron de mayor difusión entre los niños panameños de la época, como los titulados "El limpiabotas", "El vendedor de periódicos", "La oración de la maestra", etc. Por lo general, se trata de poemas concebidos con una finalidad no sólo artística, sino también pedagógica, ya que estaban destinados a ser incluidos en los programas de lectura de los primeros grados del sistema educativo panameño. Sin embargo, las composiciones líricas que mayor renombre literario proporcionaron a Ana Isabel Illueca fueron las que abordaron el habla, los ambientes, las situaciones cotidianas, las formas de vida y, en general, todos los aspectos costumbristas de la vida de los criollos; entre estos poemas, cabe destacar algunos que, a lo largo de muchas generaciones, fueron leídos, memorizados y recitados por buena parte de la población panameña, hasta pasar a confundirse -en algunos casos- con el auténtico acervo cultural de la nación centroamericana, como "La chola", "El montuno", "Mi pollera", "La choza", "El sombrero del río", "Campesino", "El rancho", "La carreta", etc.

Como acertadamente ha señalado la crítica especializada, tras el costumbrismo que asoma entre los versos de todas estas composiciones de Ana Isabel Illueca late también -aunque bien es verdad que no tan airada como en la poesía contestataria posterior- la crítica social, la denuncia de las penosas condiciones en que se desarrolla la vida de los más humildes, y, en definitiva, "la queja sentida de la chola fea o bonita, pero pobre; del montuno o del llanero castigado por el sol tropical o los aguaceros; del orejano de la quema". Otras veces, en cambio, la mera recreación de las costumbres y formas de vida de las clases populares da pie a todo un poema, como ocurre en el caso de "Mi pollera", donde la autora se complace en la descripción morosa de todos los pliegues, encajes, colores y costuras de esta prenda femenina: "No me pidas / ni sedas ni gasas / para ornar esta noche / mi talle... / Martes de Carnaval... / ¿Qué panameña / reemplaza su pollera / por un traje? // ¡Mi pollera! / Tú sabes, / yo la hice / con delgados holanes / donde el encaje / a punto de mundillo / una abuela / tejió con manos hábiles, / y luego a los arrullos / de la tarde, / con la aguja enhebrada / en tonos suaves, / marcamos / en la blusa y en la enagua / las hojas y la flor / de los trigales. // Tú no sabes / la gracia que ella pone / cuando ciñe mi talle, / ni el rubor que se siente en las espaldas / al roce del encaje / que recogen / los hilos de la lana / en bombas circulares. // Ni has visto mis zapatos: / estuchitos de raso / que cobijan / mis pies chicos y ágiles / cual los de las mujeres tropicales... // Mi cabeza es la noche: / en ella cual estrellas, / titilan / los tembleques luminosos / desde el negro azabache de mis trenzas / que sujetan / dobladas en la nuca / las doradas peinetas. // Y frente a las orejas / como dos rosas blancas / se asoman las "mosquetas" / que engalanan la cara / mientras al cuello pende / el rosario de perlas / o el collar / de escuditos coronados / de épocas añejas... / cuando el oro / corría como fuente / por las colonias / plenas de leyendas... // Deja que me atavíe / con mi pollera / y que vaya a cantarte una tonada / allá en la rueda / donde se oye "pujar" / los tamboritos / y la caja parlera / que recuerda / en su rítmico sonido / los cholos asoleados de mi tierra, / y mientras palmotean / y corean mi canto las morenas, / yo saldré / con el mozo más fornido / al centro de la rueda / a bailar / la tonada más pequeña / y al ritmo de los aires nacionales / de la tierruca istmeña, / mientras hacen mis pies / mil filigranas / al son de sus cadencias, / se abrirá cual dos alas / mi pollera / que desquita con garbo / la lluvia de sombreros y monedas. // No me pidas / que cambie mi vestuario / por gasas ni por sedas. / Ninguna panameña / cambiaría / por nada su pollera".

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.