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LiteraturaBiografía

Gracián de Alderete, Diego (ca. 1494-1584).

Humanista, nacido probablemente en Pozáldez (Valladolid), y crecido dentro del entorno de la corte de los Reyes Católicos, de los que su padre era Armero Mayor. Estudió en París y Lovaina, donde fue discípulo de Luis Vives. Experto en letras clásicas, hablaba también francés e italiano, lo que lo hacía especialmente apto para el trabajo en la cancillería imperial. Sus estudios debieron ocuparle entre los años de 1561 y 1524. Posteriormente, y todavía en Flandes, lo encontramos al servicio de Maximiliano Transilvano, con el que mantuvo correspondencia, incluso después de abandonar su servicio. En 1527, debió volver a España, pues en esas fechas lo ubicamos ya en la corte del Emperador, al servicio del marqués de Elche y, tras abandonar el servicio de éste, estuvo al de don Juan Manuel, personaje de primera línea en la corte imperial, toda vez que había sido hombre de confianza de Felipe el Hermoso. Hábil calígrafo, participó en el envío de una falsa misiva del Arcediano de Alcor a Erasmo, cuando éste lo acusó de haber traducido su Enchiridion de modo que había molestado a ciertos religiosos. Dicha superchería, a la que no fue ajeno el propio Arcediano, demuestra la existencia en España de lo que Bataillon ha llamado un estado mayor erasmiano que actuaba de forma conjunta y del que nuestro autor formaba parte importante, hasta el extremo de servir de intermediario entre Erasmo y numerosos simpatizantes españoles. Lo mismo se demuestra en la abundante correspondencia con los hermanos Valdés.

Al año siguiente lo encontramos en Madrid, siempre siguiendo a la corte, esta vez al servicio de Don Francisco de Mendoza, obispo de Zamora y presidente del consejo de la Emperatriz. Esta estancia en la corte le permite contactar con humanistas de la Universidad de Alcalá, como Francisco y Juan de Vergara o el doctor Suárez. Entre los años de 1533 y 1536, pasa a formar parte de la secretaría imperial, para la que parece que ya había trabajado de forma esporádica. Será secretario del Emperador, que lo armará caballero en 1539, y, posteriormente, de Felipe II. En 1536, conoce a la jovencísima Juana Dantisco, hija natural del ex-embajador polaco Juan Dantisco (después obispo de Culm y Cracovia) y de la española Isabel Delgado. A pesar de la enorme diferencia de edad (ella tenía nueve años y él pasaba de los cuarenta), se casa con ella para liberarla del maltrato materno y de la tacañería paterna. Matrimonio tan bien avenido como escaso de bienes, tuvieron quince hijos de los que trece llegaron a la edad adulta. De entre ellos destacaría, además de Lucas Gracián Dantisco, fray Jerónimo, que fue confesor de Santa Teresa de Jesús y que puso en contacto a la reformadora del Carmelo con su familia. Especialmente estrecha fue la amistad de la futura santa con la madre de la familia. Falleció Gracián de Alderete a los noventa años.
Como traductor, destaca por su afición a los autores griegos a los que asegura haber traducido, dentro de esa mezcla de modestia y orgullo que caracteriza a los humanistas, para que no se le olvidara dicha lengua, dado que su trabajo junto al Emperador y al rey le obligaba a traducir documentos del latín, el francés y el italiano, pero no del griego. No obstante, una carta enviada al inquisidor Valdés nos desvela que fueron sus apuros económicos los que le llevaron a vencer la repugnancia que los humanistas sentían por las traducciones. Asimismo, su Speravi sive de falsa et vera spe, de 1552 y dirigida también al inquisidor Valdés, supone una de las más amargas quejas por el servicio al que se veía sometido para poder malvivir. Así, parafraseando el salmo del mismo título, afirma Gracián haber esperado en vano mercedes que siempre quedaron en buenas palabras. En su lista de patrocinadores poco cumplidores figuran desde los Emperadores y el príncipe Felipe (después Felipe II), hasta el doctor Guevara, fray Pedro de Soto y fray Domingo de Soto, entre otros. Tal lista y tal queja muestran un estado de cosas que no hará sino empeorar con el transcurso del siglo y que llevará a situaciones como la descrita por Estebanillo González en su supuesta autobiografía.
De sus traducciones, es la más temprana (1530) la realizada de la relación de La Coronación Imperial en Bolonia. A continuación, publicó en 1533 los Apotegmas de Plutarco con el título de Apotegmas, [...] que son los dichos notables y breves de los emperadores y que forman parte de la rica literatura de dichos y sentencias que, procedente en parte del siglo XV, pobló todo el siglo XVI. En su prólogo, y colocándose en una corriente muy frecuente dentro del espíritu del erasmismo, opone estos dichos a la lectura de libros de ficción. El hincapié en la crítica se hará sobre los tan vilipendiados libros de caballerías. A éstos siguieron el De officiis de San Ambrosio (1534), traducido del latín y , de nuevo del griego, y los Moralia de Plutarco (1548), a los que acompañó una segunda edición de los Apotegmas. En 1549 es la Viola Animae de Pierre Dorland la que ve la luz como Violeta del Ánima, bien que la atribución de dicha traducción haya sido discutida por la crítica. Del mismo año son Les Chroniques de Jean Froissart. En 1551, traduce los Preceptos y reglas de Isócrates ateniense del dicho autor griego. Otra obra de Isócrates, De la governación del Reyno, vería la luz en 1570 acompañada de Del oficio y cargo del Rey, de Agapeto, y De la instrucción del príncipe, de Dion, en un solo volumen. En 1552, traduciría también algunas de las Vidas paralelas, de Plutarco. El mismo año será cuando vea la luz un volumen que acoge varias obras de Jenofonte: la Ciropedia, el Hiparco, el Tratado de la caballería, la República de los Lacedemonios y la Caza, y en 1564, será la Guerra del Peloponeso de Tucídides.
También tradujo, en consonancia con lo dicho en líneas anteriores sobre su desprecio por los libros de caballerías, diversas obras históricas, entre las que destaca la Conquista de África de Cristóbal Calvete de Estrella. En 1567, ven la luz los tratados De Re Militari de Onosandro y del Señor de Langey, y en 1569 los Arréts d'amour de Martial d'Auvergne (Arrestos de amor), aunque al latín y sin mencionar el nombre del autor, toda vez que era obra prohibida. En todas brilla por el cuidado con el que vierte a la lengua castellana obras que consideraba debían formar parte de la formación de los que no tenían acceso a una formación latina. Manuscritas nos han llegado obras como la paráfrasis del Speravi, un abundante epistolario, que editó Paz y Meliá en 1901, una Polyantea, iniciada en 1527, en la que anotaba aquellos párrafos que le llamaban la atención, formando una a modo de silva para uso personal, De quinque lapidum priectione, obra en la que también se trasluce su amargura por la mala situación económica que padeció toda su vida. Algunos poemas latinos nos han llegado también en obras colectivas de carácter laudatorio. Llevó a cabo también numerosas aprobaciones, ocupación para la que sus cualidades de humanista y funcionario lo hacían especialmente apto. De entre las obras que aprobó, destaca la traducción que del Orlando de Ariosto realizara en 1577 Francisco Garrido de Villena.

G. Fernández San Emeterio.

Bibliografía

  • BATAILLON, Marcel: Erasmo y España. Madrid, FCE, 1994.

  • EZQUERRO, Milagros: Diego Gracián de Alderete. Tesis doctoral de la Universidad de Toulouse, mecanografiada. Biblioteca Nacional de Madrid, Sig. 4 / 143.659.

  • GIL, Luis: Panorama Social del Humanismo Español. Madrid, Alhambra, 1981.

Autor

  • G.F.S.E.