González, Simón (1859-1919).
Escultor chileno, nacido en Santiago el 28 de octubre de 1959 y fallecido en la misma ciudad el 5 de diciembre de 1919, hermano del célebre pintor Juan Francisco González, está considerado junto a Rebeca Matte el principal representante de la escultura chilena del siglo XIX, disciplina artística que cultivó dentro de un estilo academicista y clásico.
Nacido en el seno de una familia muy ligada al arte, Simón González ingresó en 1878 en la Academia de Bellas Artes de Santiago, donde tuvo como maestro a Nicanor Plaza, y diez años más tarde se trasladó a Francia, donde desarrolló casi por entero su carrera artística; residió en la París hasta 1906. Durante su estancia en la capital francesa frecuentó los cenáculos artísticos, conoció la obra de Rodin, y no dejó nunca de concursar en el prestigioso Salón Oficial, en el que entre 1890 y 1893 presentó consecutivamente cuatro de sus mejores piezas: Esclava; Caín; El Mendigo, premiada con la Medalla de Oro, y Niño Taimado, Medalla de Bronce en 1898. Además de en su propio país y Francia, obtuvo diversos reconocimientos a su obra en España, Argentina y Estados Unidos. Tras regresar a Chile fue nombrado profesor de la Escuela de Bellas Artes, puesto que ejerció hasta su muerte.
Simón González es un escultor en cuya obra se deja sentir el peso del rigor academicista decimonónico en el cual se formó, pero que gracias a su etapa en París introdujo elementos de modernidad que anuncian la renovación del arte escultórico en su país, ya en pleno siglo XX. En consecuencia, sus piezas, de pequeñas dimensiones y la mayor parte en bronce mediante la técnica a la cera perdida, o el mármol, si bien abren cierto resquicio a la expresividad personal, en general acusan la tendencia de buscar la perfección en los cánones y reglas establecidos por la Academia, factor que se antepone a cualquier otra consideración subjetiva. En concreto, González mostró en algunas obras capacidad para captar el dinamismo de la materia y los diferentes efectos de la luz a través de un modelado expresionista, sin duda influencia de la escuela de Rodin. Así, sus dos piezas más célebres, Niño taimado y El mendigo, son ejemplos de un tratamiento clásico de la composición pero que dejan entrever levemente dos características plenamente vanguardistas: un sello personal en la forma de modelar, y la introducción, aunque tímida, de la temática del realismo social.
