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LiteraturaBiografía

Fernández Lizardi, José Joaquín (1776-1827).

Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, periodista y político hispano-mexicano, nacido en Ciudad de México en 1776 y fallecido en su lugar de origen en 1827. Autor de una extraordinaria narración de corte picaresco, El Periquillo Sarniento, que le convirtió en el primer novelista de la América independiente, dejó además una fecunda y variada producción impresa que, alentada por sus ideales reformistas, introdujo y divulgó en su país los principales postulados de la Ilustración francesa.

Vida.

Tras cursar sus estudios elementales en Tepoztlán (en el estado de Morelos), regresó a la futura capital de la República para ampliar sus conocimientos de gramática latina bajo la tutela de un preceptor particular, al tiempo que realizaba el bachillerato en filosofía en el célebre Colegio de San Ildefonso. Pero esta temprana manifestación de su acusada vocación humanística en su proceso educativo halló un primer obstáculo en el repentino fallecimiento de su padre, circunstancia que sumió a su familia en una delicada situación económica que, entre otras graves repercusiones, forzó al joven José Joaquín a abandonar los estudios para intentar ganarse la vida como copista en una oficina de la administración.

No obstante, esta brusca interrupción de la enseñanza oficial que recibía no le impidió seguir completando de manera autodidáctica -por medio, sobre todo, de la lectura apasionada de los clásicos españoles y los pensadores ilustrados de Francia- su excelente formación humanística, que pronto le permitió convertirse en una de las voces más reconocidas de la literatura y el periodismo mejicanos de su época.

Tras contraer matrimonio, en 1805, con María Dolores Orendián (unión de la que, en 1813, nació su única hija), se dedicó activamente a la creación literaria y al ejercicio del periodismo, actividades que compaginaba con una infatigable labor pedagógica que, hasta entonces, le había facilitado su sustento. Así, en 1809 se dio a conocer como escritor merced a un poema titulado "Polaca en honor de nuestro católico monarca el señor don Fernando Séptimo con motivo de su coronación", obra meramente circunstancial que, en modo alguno, podía preludiar los derroteros que después habría de seguir el resto de su producción impresa.

Convencido de que su principal misión como escritor consistía en desarrollar una amena labor pedagógica (el viejo ideal humanista de "enseñar deleitando"), adoptó enseguida en sus obras un marcado tono pedagógico que se distinguió por su encendida defensa de la libertad de imprenta y su apasionada divulgación de los postulados rousseaunianos, con especial interés en la equiparación de la enseñanza impartida a niños y niñas, así como en la necesidad de implantar, en México, un sistema docente lancasteriano que asegurase la educación de los alumnos más pobres. Para predicar con el ejemplo, Fernández de Lizardi adoptó y acogió en su propia casa numerosos pupilos que, procedentes de los grupos sociales más miserables, vivieron a su costa durante muchos años, a pesar de los escasos recursos económicos de que disponía quien se veía forzado a vivir de la venta de sus escritos. Según algunas noticias que han llegado hasta nuestros días, hacia el año de 1812 vivían bajo su techo nueve pupilos.

Para ayudarse a costear gastos, en 1811 fundó la primera de las nueve publicaciones periódicas que editó desde entonces hasta el mismo año de su desaparición. Se trata del periódico titulado -muy significativamente- El pensador mexicano, sintagma que, durante algunos años, sirvió de pseudónimo también al propio Fernández de Lizardi. Tras haber reparado en que el tamaño reducido y el bajo coste de estos pequeños opúsculos los dotaba de mayor difusión que la alcanzada por las mejores obras literarias, el escritor de Ciudad de México se entregó a una febril publicación de periódicos y folletos que, sin circunscribirse únicamente al relato y análisis de los hechos cotidianos, constituían en sí mismos una proteica amalgama de géneros literarios y ensayísticos, en la que tenía cabida desde el comentario de los acontecimientos históricos hasta la fábula poética, el diálogo dramático y, por supuesto, la opinión editorial, la selección de cartas de colaboradores y la difusión de las noticias actuales.
Lógicamente, la férrea censura de la época reaccionó con firmeza contra los nueve periódicos y los más de doscientos setenta y cinco folletos que, a lo largo de su fecunda trayectoria literaria, dio a la imprenta Fernández de Lizardi, quien, como tantos otros libelistas contemporáneos, tuvo que recurrir a numerosos ardides para sacar adelante sus escritos. En medio de este difícil equilibrio entre la práctica vocacional y cotidiana de la libertad de expresión y la necesidad de mantener en funcionamiento las máquinas impresoras, Fernández de Lizardi se vio forzado a hacer algunas concesiones a los poderes fácticos del país, cuya autoridad ensalzó en ciertos momentos. Se libró así, según sus propios testimonios, de acabar en el patíbulo, más no por ello de frecuentar el presidio en numerosas ocasiones, ni de malvivir en un estado de permanente necesidad que, a la postre, le llevó a morir de tuberculosis, enfermedad de la que no se libraban, por aquellos años, los ciudadanos más pobres. Y ello a pesar de que los exiguos beneficios procedentes de la venta de sus periódicos y opúsculos se vieron incrementados, en los últimos años de su vida, con la asignación de un sueldo de capitán retirado que, en 1824, bajo la presidencia de Guadalupe Victoria, vino a reconocer de forma oficial los servicios prestados a su patria a lo largo de toda su vida. Un año después, dentro de esa misma corriente de reconocimiento oficial, fue nombrado redactor de la Gaceta del Gobierno, cargo que vino a paliar levemente sus estrecheces, pero no a impedir el progreso de una enfermedad que le llevó a la tumba en 1827.

Obra.

Entre las creaciones estrictamente literarias de José Joaquín Fernández de Lizardi, resulta obligado destacar la novela titulada El Periquillo Sarmiento (1816), un espléndido retrato de la sociedad mejicana de los años previos a la independencia de la nación. Forjada sobre los moldes formales de la mejor tradición picaresca, esta novela participa, además, de otros ingredientes contemporáneos que la dotan de gran frescura y originalidad, como las tesis reformistas y las propuestas pedagógicas de su autor.

En general, el estilo de Fernández de Lizardi es ligero y desmañado, lo que no oculta la intensa formación intelectual de un escritor que postulaba la necesidad de ser sabio sin aparentarlo de manera ostentosa (y ello a pesar de que tanto su obra literaria como sus escritos periodísticos estaban plagados de citas y construcciones sintácticas latinas). Dentro de la gran variedad que, en aras de la amenidad, quiso conferir a su obra, sobresale la vistosa riqueza de todos los registros lingüísticos hablados por sus compatriotas; la acumulación de citas y frases célebres de los autores más diversos (desde los clásicos católicos hasta los reformistas de la Ilustración); el uso constante de modismos y refranes populares; la acumulación de anécdotas que sirven, a la vez, para entretener y ejemplificar; y la utilización constante de una ironía mordaz que hunde sus raíces en los grandes clásicos españoles (como el Arcipreste de Hita, Cervantes o Quevedo).

Además de El Periquillo Sarmiento, el escritor de Ciudad de México dio a la imprenta otras interesantes narraciones, como las tituladas La educación de las mujeres o La Quijotita y su prima (México; Oficina de Mariano Ontiveros, 1818), presentada bajo el significativo subtítulo de "Historia muy cierta con apariencias de novela"; Noches tristes y días alegres (México; Oficina de Mariano Ontiveros, 1818), compuesta a imitación de las famosas Noches lúgubres de José Cadalso; y Vida y hechos del famoso caballero don Catrín de la Fachenda (1825), su novela más sobria y concisa, a pesar de que ofrece una visión burlesca de la nobleza de su tiempo. Al margen de sus numerosos periódicos y folletos, también vio impresos en vida en formato de libro algunos de sus poemas, recogidos bajo el título de Fábulas (México: Oficina de Mariano Ontiveros, 1817), así como sus Ratos entretenidos. O miscelánea útil y curiosa (México: Oficina de Alejandro Valdés, 1819).

Entre sus escritos socio-políticos que mayor revuelo causaron en su época, conviene destacar los artículos y libelos siguientes: "Aviso patriótico a los insurgentes a la sordina", centrado en la primera insurrección mejicana contra la metrópoli; El Conductor Eléctrico, que analiza el papel de los diputados americanos en las Cortes de Cádiz de 1812; Chamorro y Dominiquín. Diálogo jocoserio sobre la independencia de América; El amigo de la paz y de la patria, donde Fernández de Lizardi se muestra partidario del establecimiento de una monarquía constitucional en México; Cincuenta preguntas de El Pensador a quien quiera responderlas, que reclaman la incautación de la riqueza de los templos religiosos y denuncian las prerrogativas de que gozan los militares españoles; Segundo sueño, un nuevo alegato en favor de la monarquía constitucional; Unipersonal del arcabuceado y Unipersonal de don Agustín de Iturbide, emperador que fue de México, ambos dirigidos contra los colaboradores más cercanos del recientemente desaparecido Iturbide; El Payaso de los Periódicos, donde Fernández de Lizardi imprime un giro a sus concepciones políticas para exaltar la república federalista; El Hermano del Perico que contaba la Victoria y Conversaciones del Payo y el Sacristán, que anuncian el peligro de una reconquista del territorio mejicano por parte de la metrópoli; Si dura más el Congreso, nos quedamos sin camisa, agrio alegato contra la inseguridad de los diputados a la hora de defender la independencia recién conquistada; Por los gachupines malos han de perecer los buenos, dirigido contra las clases elevadas que aún mantenían vigente el espíritu de la conquista; Defensa de los francmasones, obra que le supuso la excomunión; y Pastorela (también conocida como La noche más venturosa), donde Fernández de Lizardi se congració con la Iglesia al defender la evangelización.

Entre los temas centrales del pensamiento del polígrafo de Ciudad de México, sobresalen la apasionada defensa de la igualdad ante la ley; la exaltación de la libertad junto a la condena del libertinaje; la necesidad de sostener, en todo momento, el orden constitucional; la elección directa de los diputados; la propuesta de una serie de mejoras en los sectores agrícola, minero, industrial y artesanal de México; la petición constante de que el país se abriera a los adelantos tecnológicos; la obligación de sujetar en suelo mejicano el producto de las inversiones del capital extranjero, para que sus beneficios redundasen en el crecimiento y desarrollo de la nueva nación; la eliminación de antiguos monopolios y otros residuos de la economía colonial que impedían el avance de la producción; la defensa a ultranza de la lengua castellana como elemento de unión entre todos los mejicanos; el reconocimiento de los derechos civiles y humanos de los grupos étnicos más desfavorecidos (indios y negros); la crítica de algunos vicios como el juego, el egoísmo y la hipocresía; la denuncia de los privilegios que aún ostentaban la nobleza, el clero y la alta burguesía financiera; y la defensa de la religión como un sentimiento específicamente humano.

Sin embargo, en lo referente a este último aspecto temático de su obra, conviene precisar que Fernández de Lizardi siempre hizo profesión de un firme catolicismo que no le impedía proponer cuantas reformas consideraba necesarias para que la Iglesia se adaptase a los nuevos cambios sociales y políticos que estaban produciéndose en territorio mejicano. Así, proclamó la necesidad de que el Estado administrara los antiguos diezmos y expropiara los bienes materiales del clero, con el fin de que la Iglesia dejara de ser la mayor poseedora de tierras del país. Además, se mostró muy crítico con los votos monacales exigidos por ciertas órdenes religiosas (sobre todo, las femeninas), propuso la abolición de las canonjías y, en su defensa de la francmasonería, atacó abiertamente el dogma de la infalibilidad papal, al difundir la idea de que el sumo pontífice no tenía derecho a condenar a quienes quisieran mantener en secreto sus asambleas y las decisiones tomadas en ellas.

Cuando ya había transcurrido casi un siglo y medio desde la desaparición de José Joaquín Fernández de Lizardi, un monumental trabajo de investigación y recopilación auspiciado por la Universidad Nacional Autónoma de México ofreció, en doce volúmenes, el conjunto de su obra literaria, histórica, ensayística y periodística. A continuación se ofrece la relación de los títulos que conforman esta vasta y amena panorámica de uno de los períodos más interesantes de la historia de México:

- Obras I. Poesías y fábulas, a cargo de Jacobo Chencinsky y Luis Mario Schneider (México; UNAM, 1963).

- Obras II. Teatro, a cargo de Jacobo Chencinsky y Ubaldo Vargas Martínez (México; UNAM, 1965).

- Obras III. Periódicos. El Pensador Mexicano, a cargo de Jacobo Chencinsky y M. Rosa Palazón Mayoral (México; UNAM, 1968).

- Obras IV. Periódicos. Alacena de Frioleras. Cajoncitos de la Alacena. Las Sombras de Heráclito y Demócrito. El Conductor Eléctrico, a cargo de M. Rosa Palazón Mayoral (México; UNAM, 1970).

- Obras V. Periódicos. El Amigo de la Paz y de la Patria. El Payaso de los Periódicos. El Hermano del Perico que cantaba la Victoria. Conversaciones del Payo y el Sacristán, a cargo de M. Rosa Palazón Mayoral (México; UNAM, 1973).

- Obras VI. Periódicos. Correo Semanario de México, a cargo de M. Rosa Palazón Mayoral (México; UNAM, 1975).

- Obras VII. Novelas. La educación de las mujeres o La Quijotita y su prima. Vida y hechos del famoso caballero don Catrín de la Fachenda, a cargo de M. Rosa Palazón Mayoral (México; UNAM, 1980).

- Obras VIII. Novelas. El Periquillo Sarmiento, a cargo de Felipe Reyes Palacios (México; UNAM, 1982), t. I y II.

- Obras IX. Novelas. El Periquillo Sarmiento. Noches tristes y días alegres, a cargo de Felipe Reyes Palacios (México; UNAM, 1982), t. III y IV.

- Obras X. Folletos (1811-1820), a cargo de M. Rosa Palazón Mayoral e Irma Isabel Fernández Arias (México; UNAM, 1981).

- Obras XI. Folletos (1821-1822), a cargo de Irma Isabel Fernández Arias (México; UNAM, 1991).

- Obras XII. Folletos (1822-1824), a cargo de Irma Isabel Fernández Arias y M. Rosa Palazón Mayoral (México; UNAM, 1990).

Bibliografía.

  • - GONZÁLEZ OBREGÓN, Luis. Novelistas mexicanos. Don José Joaquín Fernández de Lizardi (El Pensador Mexicano) (México; Ed. Botas, 1938).

- MACKEGNEY, James. "El Pensador Mexicano Reactionary", en Revista de Letras (Brasil), III, 9, págs. 61-67.

- SPELL, Jefferson Rea. The Life and Works of José Joaquín Fernández de Lizardi (Philadelphia; University of Pennsylvania, 1931).

Autor

  • jr