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Cañas Escalante, Alberto (1920-VVVV).

Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, crítico literario, periodista, político y diplomático costarricense, nacido en San José el 16 de marzo de 1920. Autor de una amena y brillante producción literaria que progresa con idéntica soltura por todos los géneros (publicó un libro de poemas, siete novelas, cuatro volúmenes de relatos, dieciséis obras teatrales, numerosos ensayos críticos e innumerables reseñas periodísticas), analizó con humor y agudeza la realidad política y social de la Costa Rica de la segunda mitad del siglo XX.

Nacido en el seno de una familia acomodada, aprendió a leer y escribir a muy temprana edad, merced a las lecciones que le impartió su hermana. Luego fue matriculado en Colegio Edificio Metálico -uno de los centros educativos más prestigiosos de su ciudad natal-, donde cursó sus estudios primarios; y pasó, a continuación, al Liceo de Costa Rica, donde, en 1937, obtuvo el grado de bachiller.

Ya por aquel entonces había empezado a acusar una innata vocación humanística que le empujó a cursar la carrera de Derecho en la Universidad de Costa Rica, de la que egresó en 1944 con el título de doctor en dicha materia (que obtuvo tras leer una tesis titulada Partidos Políticos). En el transcurso de aquel mismo año, con la publicación de sus primeros escritos en el Diario de Costa Rica, dio inicio a una fecunda y dilatada trayectoria periodística que acabó consagrándole como una de las figuras más brillantes del periodismo cultural.

Pronto se reveló como una de las jóvenes promesas de la intelectualidad costarricense, en calidad de miembro de una generación que habría de aportar profundas transformaciones a la realidad política de su país tras la Revolución de 1948. Entre aquellos jóvenes cargados de inquietudes sociales y culturales figuraban, además de Cañas Escalante, Rodrigo Facio Brenes -rector de la Universidad de Costa Rica entre 1952 y 1961, y gran reformador de la enseñanza superior en la bella república centroamericana-, Gonzalo Facio Segreda -que habría de ocupar, entre otros cargos de gran responsabilidad política y diplomática, la Presidencia de la Asamblea Legislativa entre 1953 y 1956-, Carlos Monge Alfaro -otra eminente figura del la enseñanza superior en la Universidad de Costa Rica, donde fungió como rector entre 1961 y 1970-, Jorge Rossi -que llegó a ser ministro de Hacienda y fundó el Partido Independiente-, Hernán González -genial escultor de San José, considerado como una de las figuras más destacadas del panorama artístico costarricense contemporáneo- y, entre otros, Daniel Oduber Quirós -que fue Presidente de la República de Costa Rica entre 1974 y 1978.

Estrechamente vinculado a todos ellos, Alberto Cañas Escalante se introdujo de lleno en la vida pública de su nación, donde, con tan sólo veintiocho años, fue honrado con el nombramiento de Embajador de Costa Rica en las Naciones Unidas, con el encargo expreso de asistir a las sesiones en las que se elaboró la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948-1949). A su regreso a Costa Rica, se convirtió en el primer Ministro de Cultura, Juventud y Deportes que hubo en su país natal, y puso en marcha durante su mandato una eficaz campaña editorial destinada a recuperar y difundir los principales valores literarios costarricenses.

Su interesante carrera política se vio jalonada con nuevos hitos de gran relumbre: fue viceministro de Relaciones Exteriores entre 1955 y 1956; volvió a la Asamblea de las Naciones Unidas -de nuevo en calidad de Embajador de su país- durante el bienio de 1956-1958; fue diputado por la circunscripción de San José; ejerció como jefe de fracción Parlamentaria de Liberación Nacional entre 1962-1966; y, entre otros cargos relevantes, desempeñó el de Presidente de la Asamblea Legislativa (1994).

Al tiempo que desplegaba esta intensa actividad política y diplomática, Alberto Cañas Escalante se ocupaba de la creación literaria y mantenía una constante y fructífera presencia en los medios de comunicación (particularmente, en el ámbito de la prensa escrita, en la que había debutado -como ya se indicado más arriba- en 1944). Pronto alcanzó, en efecto, un notable prestigio periodístico que le permitió formar parte del grupo fundador del rotativo La República (1950), cuyo primer director fue el propio Cañas Escalante; y más tarde asumió también la dirección del periódico Excelsior.

De igual modo, su presencia continua y su labor infatigable en el panorama cultural y educativo de Costa Rica apenas tiene parangón. Profesor de teatro en la Facultad de Ciencias y Letras de la Universidad de Costa Rica, y docente asimismo en la Escuela de Ciencias de la Comunicación -centro del que había sido promotor y fundador-, Alberto Cañas Escalante fue también Presidente de la Asociación de Periodistas (1952), Presidente de la Editorial Costa Rica (1960), Presidente de la Asociación de Escritores (1960-1961) y miembro de la Junta Directiva del Seguro Social (1989). Fue, además, uno de los fundadores de la Compañía Nacional de Teatro (1971), Presidente de la Academia Costarricense de la Lengua y Consejo Universitario de la Universidad Estatal a Distancia (2000).

No es de extrañar, por ende, que esta valiosa aportación a la vida política, social y cultural de su país, sumada a los innumerables méritos que contrajo merced a su obra literaria, fuera reconocida con numerosos honores, homenajes y galardones, entre los que cabe citar la condecoración "Comendador de la Orden de Liberación de España" (1951), la "Gran Cruz de la Orden de Vasco Núñez de Balboa" de Panamá (1957), la condecoración "Stella della Solidariedà Italiana de la Classe" (1959), el premio "Magón" de Cultura, el premio "García Monge" y varios premios "Aquileo Echeverría". Además, fue distinguido con el título de doctor honoris causa por la Universidad Estatal a Distancia.

Obra

En su faceta de autor teatral, Cañas Escalante aportó al teatro centroamericano del siglo XIX un agudo análisis de la pequeña burguesía, clase social que desempeñó un papel fundamental en el desarrollo político, económico y cultural de la Costa Rica contemporánea. Su extraordinaria capacidad para poner de relieve sobre el escenario los vicios y defectos de este grupo, así como sus valores morales e ideológicos y sus abundantes limitaciones, quedó bien patente en piezas tan meritorias como El luto robado (1967), La segua (1971), Uvieta (1980) y, entre otras, Oldemar y los coroneles (1984).

El resto de su amplia producción teatral -conformada por dieciséis obras, entre las que también cabe destacar las tituladas Tarantela, Una bruja en el río, Ni mi casa es ya mi casa, En agosto hizo dos años y El triángulo equilátero- le consolidó como el dramaturgo más prolífico de las Letras costarricenses y, al mismo tiempo, como el auténtico iniciador del teatro moderno en Costa Rica (representado por un movimiento dramático emergente que, a partir de 1950, vino a consolidar el género en la realidad literaria y cultural del país). Se trata de un teatro firmemente imbricado en lo identidad nacional costarriqueña, y provisto de un ánimo crítico que va más allá de la mera revisión humorística de lacras y defectos sociales, para abordar otros asuntos inherentes a la realidad de dicha nación (como sus conflictos políticos o su deriva estética).

Dicha intención crítica -tamizada, en la dramaturgia de Cañas Escalante, por el sentido del humor- se agudiza en su obra en prosa, donde abundan los personajes conservadores y reaccionarios, incapaces de asumir, en su férreo inmovilismo, cualquier tentativa de cambio o transformación social. En cierto modo, el escritor de San José ya había dejado entrever, en su producción teatral, un cierto pesimismo frente a las posibles salidas que pueden oponerse a este conformismo estéril; pero es en su prosa de ficción donde deja bien patente que, bajo su punto de vista, no cabe albergar ninguna esperanza de mejora en un futuro próximo mientras esta clase acomodada e inmovilista siga ocupando las instancias más altas del poder. Así, la obra literaria de Escalante acaba convirtiéndose en una magnífica radiografía de una sociedad en crisis, incapaz de soltar el lastre y los privilegios del pasado para afrontar un futuro complejo, pero algo más esperanzador.

Todo ello queda bien patente en sus novelas extensas, entre las que conviene recordar las tituladas Una casa en el barrio del Carmen (1965) y Feliz año, Chaves, Chaves (1975); así como en sus excepcionales recopilaciones de relatos Los cuentos del gallo pelón y La exterminación de los pobres y otros pienses (1974). El resto de su producción impresa comprende otras obras como Los molinos de Dios, La soda y el F. C., Alfredo González Flores: su pensamiento, Algo más que dos sueños, El héroe, Aquí y ahora y Cosas de mujeres.

Bibliografía

  • CORTÉS, María Lourdes. "En torno a la producción de sentido de los textos dramáticos de Cañas, Gallegos y Rovinski", en rev. Káñina (San José), XII, nº 1 (1988), págs. 19-33.

  • SANDOVAL DE FONSECA, Virginia. "El luto robado y su visión del mundo absurdo", en rev. Káñina (San José), IX, nº 1 (1985), págs. 19-33.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.