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PolíticaBiografía

Campodónico de Crespo, Élida Luisa (¿-1980).

Pedagoga, diplomática, luchadora feminista y activista social panameña, nacida en Macaracas (en la provincia de Los Santos) en el primer cuarto del siglo XX, y fallecida en la ciudad de Panamá el 6 de enero de 1980. Está considerada como una de las figuras femeninas más relevantes de la historia panameña contemporánea.

Nacida en el seno de una familia de tenderos (su padre, José Campodónico, era un modesto comerciante de origen italiano que complementaba sus ingresos con la cría y venta de ganado), recibió desde niña y en su propia casa el ejemplo cívico que pronto despertaría en ella una viva conciencia social, orientada a satisfacer las necesidades básicas de los menos favorecidos. En efecto, su madre (la panameña Josefa María Moreno de Campodónico, que era hija del médico Manuel Balbino Moreno) se ocupaba de la tienda familiar y allí mismo, sirviéndose de los remedios que había aprendido de su progenitor, atendía solícitamente a los enfermos del lugar, gentes de escasos o nulos recursos económicos que no podían pagarse los cuidados de un facultativo.

Alentada por este ejemplo de solidaridad social, la joven Élida Luisa decidió a muy temprana edad cursar estudios de magisterio y dedicar su afanes profesionales a la enseñanza, con especial énfasis en la educación de aquellos sectores de la población que, por la causa que fuere, eran objeto de discriminación o marginación (como los pobres y, en su tiempo, las mujeres). Muy influida, también, en su precoz vocación docente por la primera maestra que había tenido en su localidad natal de Macaracas, completó sus estudios primarios en Los Santos y marchó luego a la capital del país para afrontar la enseñanza secundaria en la Escuela Santa María, regentada por la congregación de Hermanas Cristianas de la ciudad de Panamá.

Sus progenitores, conscientes de las excelentes dotes intelectuales que manifestaba Élida Luisa y de la necesidad de brindarle una formación académica que, por desgracia, no era fácil conseguir por aquellos años en el territorio istmeño, enviaron a la joven junto a su hermano Domiluis a la localidad helvética de Balinzona (sita en el cantón Tizino, perteneciente a su vez a la Suiza de habla italiana), donde ambos se especializaron en educación. El singular aprovechamiento con que Élida Luisa completó estos estudios en el extranjero se tradujo en la obtención, en 1919, del título de Maestra Normal para Escuelas Primarias, pero también de diferentes diplomas y certificados que la facultaban para impartir lecciones de italiano y francés, así como clases de español como lengua materna; además, obtuvo el diploma que la acreditaba como especialista en la enseñanza destinada a los más pequeños ("Maestra de Jardines de la Infancia").

Con tan brillante curriculum académico a sus espaldas, Élida Luisa Campodónico regresó a su Panamá natal y fijó su residencia en la capital istmeña, donde pronto tuvo ocasión de iniciar una prometedora andadura profesional por el sendero de la docencia. Consiguió, en una primera etapa de su vida laboral, ocupar una plaza de profesora de Geografía e Historia en la Escuela Normal, y, ya plenamente integrada en el ámbito de la docencia, conoció al que pronto habría de convertirse en su esposo, el insigne político y pedagogo panameño José Daniel Crespo -a la sazón, también profesor en la Normal-, quien habría de influir decisivamente en el espléndido desarrollo de la vocación docente de la educadora de Macaracas. El sesgo ideológico de su marido, nítidamente orientado hacia el espectro liberal del panorama político de su tiempo, se unió a las antiguas convicciones sociales de Élida Luisa Campodónico en el esfuerzo de renovar desde los primeros escalones el sistema educativo vigente en Panamá; y así, ambos cónyuges (que fueron padres de tres hijos y una hija) fundaron en su propia casa de la ciudad de Panamá un centro de formación para profesores de jardín de infancia (la denominada "Escuela para Maestros de Kindergarten"), donde, sirviéndose de los procedimientos más avanzados que Élida Luisa había tenido ocasión de conocer durante sus estudios en el extranjero (como el novedoso método Montesori), lograron formar a las primeras promociones de maestras panameñas de lo que hoy llamaríamos educación preescolar.

Ante los evidentes logros alcanzados por esta iniciativa, Élida Luisa Campodónico de Crespo fue nombrada Subdirectora de la Escuela Normal en la época en que estaba al frente de este Centro otra ilustre pedagoga panameña, Esther Neira de Calvo. Pero los numerosos problemas políticos y administrativos que por aquellos años afectaban al profesorado público (entre ellos, un nepotismo caciquil que reservaba las mejores plazas para los miembros de las familias más poderosas, y enviaba a los peores destinos del país a los maestros carentes de padrinos y recomendaciones) provocó la salida de la Escuala Normal tanto de Élida Luisa Campodónico como de su esposo, que era visto con malos ojos por parte de las instancias superiores de la Administración, por su empeño en reformar seriamente desde su propio puesto de trabajo el sistema educativo del país.

Expulsados, pues, de las aulas, ambos educadores pasaron a regentar una pensión situada en las proximidades del célebre Instituto Nacional, uno de los mejores centros de enseñanza secundaria de toda el área centroamericana. Desde esta nueva ocupación, Élida Luisa y José Daniel continuaron significándose por sus iniciativas solidarias, él más orientado hacia la actuación política y ella centrada en la lucha social. Así, tras vencer numerosas dificultades, la animosa pedagoga logró poner en marcha uno de los proyectos que desde hacía tiempo había concebido para contribuir a erradicar en su país la desnutrición infantil, al que bautizó con el nombre de "La Gota de Leche". La única finalidad de esta benemérita institución fundada por Campodónico de Crespo era conseguir medios económicos y humanos para facilitar diariamente a todos los niños panameños al menos un vaso de leche, iniciativa que, por extraño que pueda parecer, contó con tantos partidarios como detractores.

Pero el tesón de la educadora de Macaracas, sumado a su ingente capacidad de trabajo, le permitió a la postre fundar "La Gota de Leche", cuya fatigosa administración simultaneaba por aquel entonces con su trabajo al frente de la pensión y con sus estudios en la Escuela Libre de Derecho, en la que en 1935 obtuvo el título de licenciada, después de haber presentado una tesis de graduación titulada "La delincuencia de la mujer en Panamá". De forma asombrosa, Élida Luisa había encontrado tiempo, entre sus múltiples actividades sociales y profesionales, para convertirse en la segunda licenciada en Leyes que había en Panamá, después de Clara González.

Comenzó entonces a ejercer la abogacía, siempre en defensa de los sectores sociales más castigados por la miseria, la injusticia y la incultura; y, amparada en su buen conocimiento de las leyes y en las puertas que se le iban abriendo a medida que se revelaba como una de las litigantes más combativas del país, fundó una nueva asociación de auxilio social, esta vez destinada a proporcionar educación teórica y conocimientos prácticos de diversos oficios a las reclusas panameñas. Pasó pronto a ocupar, por esta vía de actuación, los puestos cimeros entre las dirigentes del feminismo istmeño, movimiento en el que ya había tenido ocasión de significarse en numerosas ocasiones: fue fundadora y redactora del primer manifiesto del grupo feminista Renovación, militó en todas las causas en pro de la mujer al lado de Clara González, perteneció también a la Unión Nacional de Mujeres (en cuya Junta Directiva ocupó la Secretaría de Relaciones), y publicó algunos de sus textos más reveladores de su espíritu combativo y su talante justiciero en el célebre libro titulado Recuerdo del Partido Nacional Feminista, obra emblemática del importante movimiento feminista que floreció en Panamá en el segundo tercio del siglo XX.

A mediados de esta centuria, el enorme prestigio que había alcanzado dentro de la vida pública de su país propició que su nombre empezara a sonar en la distribución de cargos de alta responsabilidad política. Así, en efecto, en 1952 fue nombrada embajadora de Panamá cerca de México, con lo que recayó sobre su persona el honor -y el justo reconocimiento a su lucha en defensa de la población femenina- de convertirse en la primera mujer hispanoamericana que se ponía al frente de una legación diplomática en cualquier parte del mundo. Sin desatender el resto de las obligaciones derivadas de tan grave cometido, Élida Luisa Campodónico de Crespo continuó desde su cargo de embajadora trabajando en favor de las mejoras educativas, por lo que uno de sus mayores logros como diplomática fue el establecimiento de una serie de becas que, sufragadas por el gobierno mexicano, permitieron a muchos estudiantes panameños ampliar su formación en suelo azteca.

A su retorno a Panamá, abandonó la carrera diplomática y cualquier otra actividad dentro de la vida pública, para centrarse únicamente en sus negocios, ocupación en la que aún estaba cuando sobrevino su óbito en la capital del país, el día 6 de enero de 1980.

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.