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Britto García, Luis (1940-VVVV).

Narrador, dramaturgo, ensayista, periodista, guionista cinematográfico, político, abogado y profesor universitario venezolano, nacido en Caracas en 1940. Autor de una fecunda y brillante producción impresa que, partiendo de la explotación feraz de las más variadas modalidades genéricas de la creación literaria (como el relato breve, la narración extensa o la escritura dramática), ha ido evolucionando hacia el cultivo riguroso y profundo del ensayo sociopolítico, está considerado como uno de los mayores exponentes venezolanos de la literatura y el pensamiento crítico hispanoamericanos posteriores al denominado "Boom".

Inclinado desde su temprana juventud hacia el conocimiento de las disciplinas humanísticas y el cultivo de la escritura de ficción, cursó estudios superiores de Derecho y obtuvo el título de licenciado en Leyes, aunque, atraído por otras vocaciones más poderosas, apenas ejerció profesionalmente como abogado. Orientó, en cambio, su vida laboral por el sendero de la docencia, que le llevó a ocupar diferentes puestos dentro del sistema educativo de su país (entre los que destaca la cátedra de Historia del Pensamiento Político de la Universidad Central de Venezuela); y, simultáneamente, comenzó a darse a conocer como escritor merced a las frecuentes colaboraciones que fue publicando en los principales rotativos y revistas venezolanos.

A mediados de los años sesenta, Luis Britto García irrumpió en el panorama literario de su Caracas natal con la publicación de una recopilación de relatos breves presentada bajo el título de Los fugitivos y otros cuentos (Caracas: Pensamiento Vivo, 1964), obra que causó una grata impresión entre críticos y lectores, y permitió inscribir al joven autor caraqueño dentro de esa corriente temática de la narrativa venezolana contemporánea que buscaba sus principales fuentes de inspiración en el reflejo y la denuncia de la cruda violencia que, a la sazón, imperaba en el país. Entre las voces que acompañaron a Luis Britto en estos primeros pasos de su andadura literaria, cabe citar -directamente implicados en el tratamiento del citado tema- a algunos autores tan relevantes como Jesús Alberto León (1940), con sus novelas Apagados y violentos (1964) y Otra memoria (1968); David Alizo (1942), con Quórum (1967) y Griterío (1968); Esdras Parra (1930), con Juego limpio (1968); y Enrique Izaguirre (1929-1994), con La noche y el sumario (1967).

A pesar de este éxito inicial, Britto García, que andaba por aquel entonces muy ocupado en sus intensas actividades docentes y periodísticas, no regresó a los anaqueles de las librerías hasta comienzos de los setenta, cuando, seis años después de haber dado a la imprenta su opera prima, publicó -casi al mismo tiempo- la novela Vela de armas (Montevideo: Arca, 1970) y la colección de cuentos Rajatabla (La Habana: Casa de las Américas, 1970). Galardonada con el prestigioso premio -de gran repercusión en todo el subcontinente Hispanoamericano- "Casa de las Américas", esta última obra consagró a Britto García como uno de los grandes maestros contemporáneos del complejo género de la narrativa breve, al tiempo que vino a subrayar una constante que, por su afortunada reiteración, estaba llamada a convertirse en una de las principales señas de identidad de su producción literaria inicial: el uso, inteligente y muy bien dosificado, del sentido del humor, desplegado en una amplia gama de registros que comprende desde la ironía sutil hasta el mordaz sarcasmo. Desde el punto de vista temático, los setenta y tres cuentos brevísimos que conforman Rajatabla siguen ahondando con acierto en el tema de la violencia desatada, el caos subversivo y la subsiguiente represión política, aunque puede apreciarse en ellos una clara voluntad, por parte del autor, de alejarse progresivamente del acusado estilo realista acuñado en Los fugitivos y otros cuentos, para ir ensayando algunas de las preocupaciones formales que habrían de convertirse en los rasgos más característicos de su producción posterior. En cualquier caso, la calidad literaria de estos relatos de Rajatabla propició numerosas reediciones de la obra en diferentes capitales del mundo hispánico (La Habana, Caracas, México, Madrid, etc.), así como su traducción a algunos idiomas tan poco vinculados tradicionalmente con la literatura escrita en lengua castellana como el sueco, el holandés y el polaco.

Los primeros años setenta fueron testigos de la irrupción del autor caraqueño en los principales escenarios teatrales del país, con títulos tan significativos para la historia moderna de la escritura dramática venezolana como Venezuela tuya (1971) y Así es la cosa (1971) -publicados ambos en un mismo volumen (Caracas: Tiempo Nuevo, 1972)-, a los que pronto se unieron otras dos piezas que, por aquel entonces, convirtieron a Luis Britto García en una de las figuras de mayor actualidad dentro de la escena venezolana contemporánea: El Tirano Aguirre o La conquista de El Dorado (1975) -distinguida en el mismo año de su aparición con el Premio Nacional de Teatro- y Suena el teléfono (1976), impresas también en edición conjunta (Caracas: Fundarte, 1976). No obstante, estos éxitos teatrales no apartaron definitivamente a Britto García de sus dedicación a la narrativa, a la que regresó a finales de los setenta con la que sin duda alguna puede calificarse como su obra maestra, y tal vez una de las mejores novelas escritas en español en el último cuarto del siglo XX.

En efecto, la publicación de Abrapalabra (La Habana: Casa de las Américas, 1979) vino a consolidar, desde el propio guiño lúdico de su título, ese estilo vivaz, paródico y alucinado que toma el lenguaje como punto de partida y lo convierte, más que un vehículo de expresión del hecho literario, en el hecho literario en sí. Las constantes inquietudes lúdicas de Britto García, así como su infatigable búsqueda de nuevas dimensiones lingüísticas, confluyen magistralmente en Abrapalabra para intentar abarcar, reflejar y explicar -en una de las actitudes más representativas del denominado "post-boom" o "baby-boom"- la totalidad de semejanzas y contradicciones que arrastra el mundo en su incesante movimiento, aunque plasmadas en unos ambientes, situaciones y personajes específicos del entorno geo-cultural hispanoamericano, que se eleva así a la categoría de microcosmos por mor de la capacidad fabuladora de sus nuevos narradores. Frente a la percepción del mundo de los grandes maestros consagrados por el "boom" (que extraía, del colorido mágico de su entorno local, reflexiones de alcance universal), la prosa inquieta, traviesa y desconcertante de Abrapalabra busca su inspiración en acontecimientos y personajes periféricos o marginales, dentro de un ámbito concreto e inmediato -bien cercano al autor- en el que la degradación presente y cotidiana no aspira a esa proyección metafísica.

Galardonada también con el premio "Casa de las Américas" -aunque lógicamente en su modalidad destinada a subrayar los valores de la narrativa extensa-, esta novela magistral de Britto García arranca de la transgresión lingüística para adentrarse en un ambicioso proyecto narrativo que pretende explicar, desde la configuración hasta la desintegración plena de la identidad, todo el proceso histórico, político y cultural de Venezuela durante la mayor parte del siglo XX. Dentro de un marco estructural acorde con esa ruptura lingüística -y construido, por ende, de forma fragmentaria-, Britto García relata en Abrapalabra cuatro historias centrales que se configuran el marco en el que tienen cabida los más variados episodios constituyentes de la realidad interna y externa del país. El ritmo y la musicalidad de los múltiples juegos léxicos a los que recurre el autor -sumados a la importancia de la música como seña de identidad nacional-, configuran un universo ficticio poblado por artistas, truhanes, pícaros, corruptos, dementes, mendigos y, en suma, personajes sumidos en un caótico desamparo que, a la postre, no es más que el reflejo desgarrado de la lucha diaria por la supervivencia. Y, dentro de este mundo sórdido y fragmentado -donde los principales protagonistas son seres marginales que afloran entre moscas, excrementos y montones de basura-, tanto los personajes como el habla que les sirve para comunicarse van progresivamente desintegrándose a medida que se hace más patente la ruptura del espacio que habitan.

La multiplicidad de episodios y situaciones que se integran en este ambicioso logro narrativo de Luis Britto García están relacionadas con las vivencias de los protagonistas de sus cuatro historias principales: Luciano Aguilar, un venezolano de los primeros años del siglo XX; Moncho, un exponente de la peor política corrupta que ha soportado el país durante toda su historia; Rubén, un activista revolucionario que ha vivido la ola de violencia desatada en Venezuela durante la década de los setenta; y Annette, Alfiero y otras figuras representativas de la juventud que empezó a hacerse oír en el decenio siguiente.

En los años ochenta, el autor caraqueño volvió a ofrecer una espléndida muestra de sus grandes dotes dramáticas merced a la publicación de la pieza teatral La misa del esclavo (Caracas: CELCIT, 1983), aunque pronto regresó a la narrativa para presentar una nueva recopilación de relatos breves, titulada La orgía imaginaria (Caracas: Monte Ávila Editores, 1984). A partir de entonces, su producción impresa se orientó hacia el ámbito del ensayo, en el que ya había realizado una primera incursión a mediados de los setenta, presentada bajo el título de Ciencia, tecnología y depedencia (1975). En esta última etapa de su trayectoria literaria, Britto García concibió otro proyecto monumental: ofrecer un lúcido y riguroso análisis de la peripecia política de Venezuela -y, por extensión, de otros muchos países hispanoamericanos-, a través del estudio minucioso de una de sus figuras más representativas: el político populista.

En la primera entrega de este ambicioso plan, publicada bajo el título de La máscara del poder: del gendarme necesario al demócrata necesario (Caracas: Alfadil/Trópicos, 1988), el escritor y pensador caraqueño avanza su tesis de que el populismo político no constituye una novedad específica de las democracias contemporáneas, sino que es una mera adaptación -convenientemente maquillada para su presentación en la sociedad actual- del caudillismo decimonónico, protagonizado por unas figuras carismáticas que despertaban entre la población el mismo fervor entusiasta que ahora levantan los demócratas populistas. Entre otras agudas observaciones, Britto García señala además la paradoja de que estos políticos populistas sean, al mismo tiempo, producto de la democracia parlamentaria y productores de ella misma (o, al menos, de las estructuras que permiten su arraigo dentro de la sociedad contemporánea).

Al año siguiente de la aparición de este revelador ensayo, Luis Britto dio a los tórculos la segunda entrega de su proyecto, titulada El poder sin máscara: de la coartada populista a la explosión social (Caracas: Alfadil, 1989). Se trata de una profunda y documentadísima investigación acerca de los resortes utilizados por el populismo para alcanzar el poder y mantenerse en él, con especial atención a sus gestos rituales, sus modelos icónicos y sus códigos lingüísticos.

El tercer volumen de esta valiosa trilogía ensayística lleva por título El imperio contracultural: del rock a la postmodernidad (Caracas: Nueva Sociedad, 1991), y analiza los poderosos mecanismos culturales de la sociedad capitalista, capaz de absorber los valores más emblemáticos de la insurgencia contracultural y ponerlos a la venta en el mercado, ya desprovistos de sus cargas revolucionarias. Britto García parte ahora de la concepción de la cultura como instrumento específico del ser humano, utilizado para defenderse del rigor de las leyes de la naturaleza. Cuando surgen los símbolos y valores culturales contrarios a la ideología dominante (y, simplemente, representativos de grupos marginados o menospreciados, como mujeres, jóvenes, homosexuales y minorías étnicas), la cultura oficial del poder, por vía de la masificación comercial, los absorbe, neutraliza y devuelve al mercado transformados en productos inocuos, meramente decorativos.

El resto del corpus literario de Luis Britto García se completa con el ensayo titulado Demonios del mar. Piratas y corsarios en Venezuela, 1528-1727 (Caracas, 1998).

Bibliografía

  • GERENDAS, Judit: "Luis Britto García nos muestra lo que hay detrás de la máscara", en Papeles para el Diálogo (Caracas), I, 2 (1989), pp. 31-33.

  • LASARTE, Francisco Javier: "Abrapalabra: del mundo como escritura", en Revista Iberoamericana (Pittsburgh), LVII, 155-156 (1991), pp. 665-671.

  • MARTÍNEZ, Agustín: "Discurso político y discurso novelesco en Abrapalabra, de Luis Britto García", en Escritura (Caracas), VIII, 15 (1983), pp. 87-101.

  • RAMOS, María Elena: "Cita con Luis Britto García", en Hojas de Calicanto (Caracas), 4 (1979), pp. 8-11.

  • SAVATER, Fernando: "Una historia desesperada: Rajatabla", en Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid), 276 (1973), pp. 607-609.

  • SUARDÍAZ, Luis: "Luis Britto: la exploración de la palabra", en Viaje a las letras venezolanas, Maracaibo: Dirección de Cultura, Universidad del Zulia, 1992, pp. 63-67.

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.