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LiteraturaBiografía

Becque, Henry-François (1837-1899).

Dramaturgo francés, nacido en París el 18 de abril de 1837 y fallecido en su ciudad natal el 12 de mayo de 1889. Autor de una espléndida producción teatral que, valiéndose de un lenguaje austero y depurado, indaga en los inquietudes sociales y en las formas de vida del hombre de su tiempo, está considerado -a pesar de que no siempre fue bien entendido por el público y la crítica de su época- como uno de los grandes dramaturgos franceses de la segunda mitad del siglo XX, y, sin lugar a dudas, como el "padre" del Naturalismo en el teatro francés contemporáneo.

Su irrupción en el animado panorama teatral de la Francia decimonónica tuvo lugar a finales de los años sesenta, cuando estrenó L'enfant prodigue (El hijo pródigo, 1869), un intrincado y amable vodevil que mereció el aplauso de los espectadores y llamó la atención de la crítica especializada. Sin embargo, impulsado por su constante atención a la realidad social de su entorno, Becque cambió de registros genéricos y temáticos para ofrecer a continuación al público parisino Michel Pauper (1871), un duro y desgarrado drama de inspiración socialista que, aunque también gustó a las gentes que acudieron a presenciar su puesta en escena, no mereció, en cambio, los elogios de la crítica, bastante desconcertada por la profundidad sociológica del texto del autor parisino.

Tras más de un lustro de silencio creativo, en 1877 Henry Becque concluyó una de sus obras maestras, Les corbeaux (Los cuervos), una deslumbrante pieza teatral que, inexplicablemente, fue rechazada de forma sucesiva por nueve empresarios en el plazo de cinco años. Cuando estaba a punto de desesperar, desolado por la cortedad de miras del mundillo teatral que le rodeaba, el dramaturgo parisino consiguió que esta obra fuera representada en 1882 en un escenario de su ciudad, donde el montaje pasó sin pena ni gloria. Este fracaso inicial pronto se vio acrecentado por los juicios negativos de otros grandes nombres de la escena europea, entre ellos el del genial dramaturgo sueco August Strindberg (1849-1912), quien dejó escrito que en Los cuervos "hay una porción de vida, en efecto, pero ningún temperamento [...]. El autor se inspira en la realidad, como a lo largo de toda la obra, aburrida y banal [...]. Los detalles impiden ver lo esencial. Se trata de un naturalismo mal entendido". A pesar de esta valoración tan mezquina, con el paso del tiempo la crítica especializada ha ido descubriendo los numerosos méritos que atesora esta obra, que en la actualidad ha llegado a formar parte del repertorio de la Comédie Française, tras la soberbia puesta en escena que dirigió, en 1982, Jean-Pierre Vincent.

La trama argumental de Los cuervos es de una turbadora sencillez. La muerte repentina del cabeza de familia pone de relieve, inesperadamente, la desgraciada suerte de su mujer y sus hijas, víctimas de la ambición desmedida de una serie de personajes que se lanzan, con la avidez carroñera de los córvidos, sobre la herencia dejada por el occiso. Alrededor de esta sencilla anécdota, gira un turbio universo dominado por el poder del dinero, la tentación de los negocios sucios, la avaricia de la sociedad burguesa y, en general, la miseria y la degradación del ser humano; pero sobre estos vicios y defectos universales se impone la visión patética del drama de una mujer que, en su condición de víctima, después de haber sacrificado su vida en pro de la familia, sigue sufriendo los penosos efectos del sometimiento económico al esposo -incluso después de la desaparición de éste- y a un entramado social en el que la supremacía del dinero puede arruinar no sólo un matrimonio, sino toda una vida. Como bien ha señalado la crítica, tanto Becque como Strindberg coinciden -a pesar del rechazo de éste último a Los cuervos- en la sustitución de una aproximación psicológica a los personajes -propia de la tragedia neoclásica- por una elaboración del drama a partir de los nuevos parámetros ofrecidos por la sociología; sin embargo, en la obra de Becque hay una concepción de la mujer como víctima que choca con la exacerbada misoginia del autor sueco.

En medio de las vicisitudes por las que atravesó Henry Becque en el intento de llevar a los escenarios Los cuervos, fueron estrenadas otras dos piezas teatrales suyas, La navette (La naveta, 1878) y Les honnêtes femmes (Las mujeres honestas, 1880), que provocaron un sonoro escándalo en los mentideros culturales franceses, pues en ellas sí hacía gala el autor parisino de una acendrada misoginia. Posteriormente, Becque recuperó los temas del egoísmo y la avaricia en Les polichinelles (Los polichinelas), obra que, a la postre, dejó inconclusa en el momento de su muerte. Sí concluyó, en cambio, otra pieza destinada a lucir la etiqueta de obra maestra, La parissiene (La parisina), estrenada con notable éxito de crítica y público en 1885, y centrada en la figura de una mujer tan cínica como casquivana.

Henry Becque, autor de otras piezas teatrales como Le rapt (El rapto, 1881), escribió además un valioso volumen de memorias que, publicado bajo el elocuente título de Souvenirs d'un auteur dramatique (Recuerdos de un autor dramático), constituye un singular testimonio de primera mano para el estudio del hecho teatral en la Francia de la segunda mitad del siglo XIX.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.