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HistoriaPolíticaBiografía

Ballivián Segurola, José (1805-1852).

Político y militar boliviano, nacido en La Paz el 5 de mayo de 1805 y muerto en Río de Janeiro el 15 de octubre de 1852, que fue presidente de la República en el período comprendido entre 1841 y 1847.

Miembro de una aristocrática familia, desde muy joven se adiestró en la carrera de las armas. Combatió contra los realistas por la independencia a las órdenes del general Lanza, y destacó también en la campaña del Perú bajo el mando de Santa Cruz, tras la cual fue recompensado con el grado de general. A la caída de Santa Cruz en 1839, Ballivián se sublevó en La Paz contra el gobierno de Velasco, que él mismo había ayudado a instaurar. Ante el fracaso de su intento, y con el afán de mandar en Bolivia a cualquier precio, pactó con el peruano general Gamarra para que le ayudara a subir al poder, a cambio -parece ser-, del departamento de La Paz (aunque se cree que se trataba de un engaño, y que no tenía intenciones de cumplir su promesa). Ante la amenaza de invasión por parte de Gamarra, el presidente Velasco -a la sazón cautivo de los pacistas en Cochabamba-, y don José Mariano Serrano, presidente del Congreso y encargado en ese momento del poder ejecutivo, cedieron su cargo en favor de Ballivián. Éste, que ya no necesitaba la ayuda de Gamarra, le plantó batalla, y le infligió una contundente derrota en Ingavi el 18 de noviembre de 1841.

Una vez en el gobierno, Ballivián desarrolló una intensa actividad reformista en todos los ámbitos: restableció el crédito público, creó bancos de rescate minero en Chichas, Oruro y La Paz; intentó abrir cajas de ahorro, impulsó la minería y la instrucción pública. Envió exploradores para buscar otra salida a los productos de Bolivia por los ríos del Atlántico (especialmente el Pilcomayo), y estableció guarniciones militares en las orillas de los ríos para establecer presencia boliviana en las fronteras. En el orden administrativo, creó el departamento del Beni y la Corte Superior de Justicia en Potosí. Mejoró notablemente la recaudación de impuestos y estableció una severa administración de los fondos gracias a la organización impuesta por su Ministro de Hacienda, Miguel María de Aguirre, quien estableció el sistema de partida doble para la contabilidad fiscal.

Todo ello contribuyó a establecer un innegable estado de bonanza y progreso. Pero en medio de ese general bienestar, se sentía por todas partes el peso de la mano férrea del dictador. En efecto, Ballivián, conspirador y sedicioso, se mostró implacable con las conspiraciones y motines. Amparado en los poderes que le daba la constitución de 1843 -que precisamente por eso la hizo imponer en lugar de la de 1839-, no permitía oposición alguna en materia de política. Por eso, el pueblo y una buena facción del ejército, cansados de aquella presión gubernamental, se rebelaron contra el régimen y le obligaron a dimitir el 23 de diciembre de 1847. Ballivián se exilió en Brasil, desde donde siguió planeando el regreso al poder, o al menos, el regreso a su patria. Pero ninguna de las dos cosas le fueron posibles, pues poco después murió en Río de Janeiro.

A pesar de su despotismo y de sus errores, Ballivián fue uno de los mejores gobernantes que ha tenido Bolivia, pues supo fomentar el progreso intelectual y técnico, y logró que Bolivia fuera respetada entre los demás países.

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