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Arcaya Madriz, Pedro Manuel (1874-1958).

Ensayista, sociólogo, historiador, jurista y político venezolano, nacido en Coro (en el estado de Falcón) el 8 de enero de 1874, y fallecido en Caracas el 12 de agosto de 1958. Humanista fecundo y polifacético, adscrito -en su línea de pensamiento filosófico- a la corriente positivista, fue una de las figuras señeras de la intelectualidad venezolana del siglo XX, y participó activamente en la vida política de su nación como defensor civil del régimen de Juan Vicente Gómez.

Vida y obra

Hijo de Camilo Arcaya e Ignacia Madriz, recibió de sus padres una esmerada formación académica que pronto le habría de convertirle en uno de los personajes más destacados de la elite ilustrada venezolana. Así, tras haber cursado con notable aprovechamiento, entre 1885 y 1890, sus estudios de bachillerato en su localidad natal (concretamente, en el Colegio Federal de Primera Categoría de Coro), inició su formación superior en la universidad de dicha ciudad, donde obtuvo el título de licenciado en Derecho.

Pasó, a continuación, a Caracas para ampliar estos estudios superiores en la Universidad Central de Venezuela, donde, el 21 de octubre de 1895, fue investido con el bonete de doctor en Ciencias Políticas. De la precocidad intelectual del joven Pedro Manuel da buena cuenta el hecho de que alcanzara tal grado con sólo veintiún años de edad.

A su regreso a Coro, se estableció como abogado en su patria chica y, durante casi quince años (1895-1909), alternó el ejercicio de dicha profesión con el desempeño de diferentes cargos públicos que le permitieron labrarse un prometedor futuro en la administración de su estado, donde llegó a alcanzar el cargo de Secretario del Gobierno.

Trabajador infatigable, Arcaya compaginó por aquel tiempo su profesión de jurista y su dedicación a la vida pública con largas horas de estudio, en las que, profundamente interesado por la corriente positivista procedente de Europa -como tantos otros intelectuales venezolanos de su generación-, ahondó en el conocimiento de otras parcelas humanísticas ajenas a su profesión, como la Historia, la Etnografía, la Sociología e, incluso, la Lingüística y la Literatura. Fruto de esta tenaz labor de aprendizaje y reflexión fueron algunos ensayos que le situaron muy pronto a la cabeza de los pensadores positivistas de su nación; entre estos escritos primerizos de Arcaya, cabe mencionar su lúcido análisis del imperialismo estadounidense (que vio la luz en las páginas del Heraldo de Coro en 1899) y su indagación -centrada en aspectos históricos, políticos y sociales- sobre la figura heroica de Simón Bolívar.

A comienzos del siglo XX, Pedro Manuel Arcaya era ya un asiduo colaborador en algunos medios de difusión tan relevantes en el panorama cultural venezolano como la revista bimensual caraqueña El Cojo Ilustrado (fundada en 1892). A través de sus páginas y de las relaciones mantenidas con los miembros de su redacción, el humanista de Coro entró en contacto con otros señalados intelectuales de su tiempo, como el escritor e historiador José Gil Fortoul, el médico, etnólogo y lingüista Lisandro Alvarado, el sociólogo e historiador Laureano Vallenilla Lanz y el ensayista y pensador César Zumeta.

Estas y otras figuras del positivismo venezolano apoyaron la línea de gobierno emprendida por Vicente en 1908, lo que propició el desembarco de numerosos miembros de la clase intelectual en la vida pública nacional. Entre ellos figuraba don Pedro Manuel Arcaya Madriz, quien, en 1909, haciendo valer su condición de eminente jurista, entró a formar parte de la Corte Federal y de Casación, en la que permaneció como miembro de pleno derecho hasta 1913.

Entretanto, continuaba desplegando una intensa y fecunda labor de estudio e investigación que le condujo, en 1910, hasta la Academia Nacional de la Historia, en la que hizo su entrada oficial el día 11 de diciembre de dicho año, con la pronunciación de una celebrada conferencia titulada "La insurrección de los negros de la serranía de Coro en 1795", que vio la luz entre las páginas de Discursos leídos en la Academia Nacional de a Historia, en la recepción pública del señor doctor Pedro M. Arcaya el día 11 de diciembre de 1910 (Caracas, 1910). Al año siguiente, alentado por la buena acogida que los eruditos de su patria dispensaban a sus ensayos e investigaciones, decidió recoger algunos de sus principales escritos diseminados hasta entonces en periódicos y revistas en un volumen titulado Estudios sobre personajes y hechos de la historia venezolana (Caracas, 1911), obra de singular relieve en la historiografía hispanoamericana contemporánea.

Crecía, al mismo tiempo, su prestigio como jurista, como queda patente en su designación para formar parte de la comisión revisora encargada de llevar adelante la reforma del Código Civil, así como toda la legislación atingente al Procedimiento Civil y el Enjuiciamiento Criminal. Dentro de esta comisión, Arcaya fue prácticamente el único redactor de un proyecto que, en 1916, dio lugar -sin apenas modificaciones respecto a la propuesta original del humanista de Coro- al Código Civil por el que habrían de regirse los venezolanos durante la mayor parte del siglo XX. Las reformas presentadas por Arcaya introducían notables modificaciones en la legislación y la reglamentación existentes hasta entonces en materia de matrimonio, registro civil, filiación natural y sucesión hereditaria.

Su brillante trayectoria política fue conquistando otros destacados jalones durante aquel segundo decenio del siglo XX. En efecto, en 1913 fue designado Procurador General de la República, y al año siguiente pasó a ocupar el cargo de Ministro de Relaciones Interiores, en el que se mantuvo por espacio de tres años (1914-1917). Tras su salida del ministerio, fue Senador por el estado Falcón y presidente del Congreso (1918-1922).

En la década siguiente, Pedro Manuel Arcaya se distinguió fundamentalmente por los brillantes servicios que prestó a su nación dentro del cuerpo diplomático. Enviado a Washington en 1992, en calidad de ministro plenipotenciario de Venezuela en los Estados Unidos de América, permaneció en la capital norteamericana por espacio de dos años, al término de los cuales pasó a Perú para representar a su país, como embajador especial, en los solemnes actos conmemorativos del centenario de la batalla de Ayacucho (1824).

A su regreso a Venezuela, el Presidente Gómez recompensó sus brillantes gestiones diplomáticas con una segunda inclusión en su Gobierno, nuevamente en condición de Ministro de Relaciones Interiores. No había, entretanto, descuidado su dedicación al estudio de la historia, la etnografía y la sociología de su pueblo; y así, durante este nuevo período como ministro sacó tiempo para reunir nuevos escritos que, sumados a los ya publicados en 1911, dieron lugar una nueva recopilación que dio a la imprenta bajo el título de Estudios de sociología venezolana (Madrid, 1928).

Nuevas obligaciones diplomáticas le condujeron por segunda vez a Washington a comienzos de los años treinta. Allí, en calidad de embajador de Venezuela en los Estados Unidos de América, residió durante un lustro (1930-1935), período en el que tuvo ocasión de escribir un interesante ensayo que publicó poco antes de abandonar la capital estadounidense. Se trata de Venezuela y su actual régimen (Washington, 1935), un ponderado resumen de los principales logros del gobierno de Juan Vicente Gómez, y, en definitiva, una decidida defensa -desde planteamientos de pragmatismo positivista- del sistema dictatorial tan peculiar que había implantado su admirado líder político.

A partir de 1935, con la muerte de Juan Vicente Gómez, el humanista de Coro pasó a un discreto segundo plano en la vida política de su nación, en la que incluso se vio obligado a afrontar graves imputaciones judiciales. La desaparición del gobernante con el que tanto se había comprometido provocó su salida de Washington y su alejamiento forzoso del ámbito político y diplomático. Al regresar a Venezuela, figuró de inmediato entre los primeros "gomecistas" acusados del delito de peculado (consistente en la desviación intencionada de caudales del erario público, en beneficio propio, por parte de quien tiene la misión de administrarlo). Corrían los primeros meses del gobierno del nuevo presidente Eleazar López Contreras, quien intentó llevar a cabo una moderada regeneración de la democracia en Venezuela, tras el larguísimo mandato dictatorial de Juan Vicente Gómez; y, entre las primeras medidas encaminadas a recobrar el trato igualitario para todos los ciudadanos, figuraba el ajuste de cuentas con los "personeros gomecistas".

Pero López Contreras -que dio un notable impulso a las obras públicas y reformó el ejército- no fue capaz de contener el fraude electoral y poner tasa a la corrupción de la administración pública, lo que garantizó la seguridad de Pedro Manuel Arcaya y el resto de los acusados de peculado. El sucesor de López Contreras, Isaías Medina Angarita, que llegó al poder precedido de una bien ganada fama de antidemócrata, tranquilizó aún más a los antiguos "gomecistas" acusados de haber cometido fraudes y delitos durante la larga dictadura de Gómez (1910-1935). Esta seguridad se tradujo, en el caso de Arcaya, en una mayor dedicación a sus constantes afanes de investigación, que dieron lugar a una nueva publicación de elevado interés historiográfico: Historia crítica de las reclamaciones contra Venezuela (Caracas, 1945).

En 1948, tras la caída de Medina Angarita y la llegada al poder de un gobierno auténticamente democrático presidido por Rómulo Betancourt, las persecuciones legales contra Arcaya y otros señalados gomecistas se recrudecieron. Decidido a poner fin a esta inestabilidad, el humanista de Coro fue el único intelectual partidario de Gómez que afrontó abiertamente los juicios civiles en los que se intentó probar sus supuestos delitos; y, sin dejar de proclamar en público su inocencia, ni ceder un ápice en sus constantes elogios del gobierno de Gómez, asumió, en su condición de egregio jurista, su propia defensa y logró salir airoso de todos los delitos que se le imputaban.

El prematuro y antidemocrático derrocamiento de Betancourt -que sólo se mantuvo nueve meses al frente del gobierno- por parte del dictador Marcos Pérez Jiménezpuso fin a las cuitas judiciales se Pedro Manuel Arcaya. Pero éste, lejos de ampararse en un nuevo gobierno totalitario, se retiró por completo de la vida política y, refugiado en sus estudios e investigaciones de historia, sociología y jurisprudencia, se dedicó pacientemente a redactar sus memorias, que vieron la luz, con carácter póstumo, bajo el título de Memorias del doctor Pedro Manuel Arcaya (Caracas, 1963).

Fallecido, en su domicilio caraqueño, un lustro antes de la aparición de estas memorias, Pedro Manuel Arcaya dejó al morir una impresionante biblioteca particular conformada por cerca de ciento cincuenta mil volúmenes, que en la actualidad -donados por los descendientes del humanista de Coro- forman parte del patrimonio cultural venezolano, dentro del "Foro Libertador" de la Biblioteca Nacional. Además de los cargos políticos y diplomáticos que ocupó, ya reseñados en parágrafos superiores, Arcaya fue miembro de número de la Academia Nacional de la Historia (1910), de la Academia de Ciencias Políticas (1915) y de la Academia Venezolana de Lengua (1917). Director de la Academia Nacional de la Historia en dos períodos distintos (de 1927 a 1930 y de 1943 a 1945), fue honrado, asimismo, con su inclusión en otras muchas sociedades científicas y culturales de todo el mundo, como la Real Academia de la Historia de Madrid; la Academia de la Historia de Colombia; la Academia de la Historia de Atenas; la Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo; la Academia de Ciencias y Artes de Cádiz; la American Academy of Political and Social Science; la Academia de Ciencias de Portugal; la National Geographic Society; la Academia de Americanistas de París; y el Instituto Sanmartiano de Colombia.

Bibliografía

  • CONSALVI, Simón Alberto. Pedro Manuel Arcaya y la crisis de los años treinta (Washington: Tierra de Gracia Editores, 1991).

  • DÍEZ, Julio. "Pedro Manuel Arcaya", en Notas y notables (Caracas: Talleres Gráficos de Mersifrica, 1972), págs. 101-111.

  • FELICE CARDOT, Carlos. Pedro Manuel Arcaya (Caracas: Italgráfica, 1972).

  • ---------- "La obra del Dr. Pedro Manuel Arcaya", en Páginas biográficas y críticas (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1978), págs. 105-119.

  • SILVA TELLERÍA, Ernesto. "La biblioteca de Pedro Manuel Arcaya", en Prólogos, discursos, perfiles (Coro: Ediciones UNEFM, 1980), págs. 89-94.

  • SOSA, Arturo. "El sociologismo en Pedro Manuel Arcaya", en Ensayos sobre el pensamiento político positivista venezolano (Caracas: Ediciones Centauro, 1985), págs. 213-268.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.