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Alonso y Trelles, José, o "El Viejo Pancho" (1857-1924).

Poeta, dramaturgo y periodista uruguayo de origen español, nacido en Santa María do Campo (en Ribadeo, provincia de Lugo, España) el 7 de mayo de 1857, y fallecido en Montevideo (Uruguay) el 24 de febrero de 1924. Conocido por su sobrenombre literario de "El Viejo Pancho", gozó en vida de enorme popularidad por su poesía criolla, y en especial por sus composiciones gauchescas, que introdujeron substanciosas novedades en esa tradición poética específica del Cono Sur Americano.

Vino al mundo en el seno de una familia de clase media, profundamente católica, formada por la gallega Vicenta Jarén y el maestro nacional Francisco Alonso y Trelles, de origen asturiano. Esta procedencia de su progenitor ha llevado a algunos biógrafos del "El Viejo Pancho" a situar su lugar de nacimiento en la población asturiana de Castropol, donde ejercía sus labores docentes don Francisco.

A los pocos años de edad se trasladó, junto con toda su familia, al concejo de Navia (Asturias), en cuyo seminario habría de cursar sus estudios primarios y secundarios. Allí tuvo ocasión de demostrar su precocísima vocación humanística, que le llevó a elaborar sus propios "periódicos" cuando sólo tenía siete años.

Ya en plena adolescencia, decidió buscarse una profesión que le garantizase la supervivencia con mayor fundamento que el cultivo de las Letras; y así, cursó estudios de perito mercantil, oficio que, con el paso del tiempo, habría de convertirse en su principal fuente de ingresos.

Concluidos estos estudios, decidió cruzar el Atlántico en busca de mejores oportunidades de desarrollo de las que se le ofrecían en su entorno local. Y así, con apenas diecisiete años se embarcó rumbo a Montevideo, puerto al que arribó en 1874. Allí apenas permaneció durante algunas semanas, pues enseguida decidió adentrarse en el Cono Sur y acabó afincándose en la población argentina de Chivilcoy, importante enclave agrícola y ganadero que, por aquel tiempo, comenzaba a gozar de una notable pujanza comercial.

En este medio pampeano apto para el desarrollo de su profesión de perito mercantil, el joven José Alonso y Trelles permaneció por espacio de dos años (1875-1877). Allí tuvo ocasión de conocer a los primeros gauchos que veía en su vida, y de familiarizarse, en general, con el folklore rioplatense, integrado por una combinación de elementos procedente de las culturas indígenas y la tradición de los criollos. Estas curiosidades -entre las que figuraba el conocimiento de un gaucho de origen español, llamado Juan Moreira, que por aquel tiempo se estaba convirtiendo en una auténtica leyenda mítica entre la masa popular pampeana- le inspiraron sus primeros artículos en América, publicados en la prensa local de Chivilcoy, que le brindó al joven y animoso José Alonso la oportunidad de rescatar su temprana vocación periodística.

Al cumplir los veinte años (1877), el futuro escritor se trasladó a Tala (Uruguay), población perteneciente al departamento meridional de Canelones, donde pensó pasar sólo una breve temporada. De hecho, al poco de haberse instalado allí creyó más oportuno mudar su residencia a la región brasileña de Sarandí Garupá, próxima a Uruguay, en la que vivió durante el año de 1881. Pero acabó regresando a Tala en 1882, para establecerse definitivamente allí y contraer matrimonio con Dolores Ricetto, que habría de darle cuatro hijos.

Durante un tiempo, vivió de su profesión de perito mercantil, ejercida en una casa de comercio fundada por él mismo, que funcionó con cierta solvencia merced al buen hacer de su suegro, con el que se había asociado. Pero la vocación literaria y periodística de Alonso y Trelles acabó absorbiendo todo su tiempo, con lo que la empresa comercial que había fundado a medias con el padre de su esposa fue a la quiebra. En este punto, el escritor hizo gala de su asombrosa capacidad de adaptación y su indomable espíritu de superación, que le empujaban a afrontar valientemente cualquier aventura; y, ante la necesidad de sacar adelante a su familia, se dejó convencer por su amigo Pedro Sozo, juez de paz de Tala, y realizó la carrera de notario. Concluidos estos estudios, comenzó a ejercer como procurador jurídico, lo que le reportó el dinero suficiente para dedicarse, al mismo tiempo, a sus afanes literarios y periodísticos.

En efecto, al sentirse muy alejado de los foros intelectuales de Montevideo (Tala dista más de cien kilómetros de la capital uruguaya), Alonso y Trelles decidió crear sus propios focos de actualidad política, social y cultural en la ciudad donde se había afincado. A imitación de la famosa publicación madrileña Madrid Cómico, fundó y dirigió algunos medios de comunicación que pronto gozaron de gran difusión local, como El Tala Cómico y Momentáneas de El Tala Cómico, en las que fue dando a conocer sus escritos en verso y prosa. Sumamente atraído, en aquel período de su vida, por el Arte de Talía, compuso también varias obras de teatro para que fueran representadas por el colectivo Aficionados del Tala, y se convirtió en uno de los miembros asiduos -y animador permanente- de la tertulia "El Fogón", donde los poetas más celebrados de la localidad daban a conocer sus nuevas composiciones, casi todas ancladas, de un modo demasiado repetitivo y encorsetado, en la vieja tradición de la poesía criolla.

Plenamente integrado, pues, en el tejido social y cultural de Tala, Alonso y Trelles asimiló a la perfección las costumbres, las leyendas y hasta las expresiones lingüísticas de sus nuevos convecinos, con lo que pronto fue considerado como un criollo más. En plena efervescencia de su espíritu literario, a mediados de los años ochenta dio a la imprenta su primer volumen poético, titulado Juan el Loco (Montevideo, 1887); se trata de un largo poema, compuesto de dos cantos ("Sueños" y "Realidades"), que reproduce la típica lamentación romántica heredada de las composiciones extensas de Espronceda.

A continuación, se consagró de lleno al sostenimiento de sus dos publicaciones periódicas, realizadas enteramente por él (al parecer, el propio Alonso y Trelles se ocupaba de la impresión, las ilustraciones, la maquetación... y, en fin, todo lo concerniente al lanzamiento de cada número; y, además, escribía la mayor parte del contenido de cada ejemplar). Y, simultáneamente, se entregaba a una fecunda actividad teatral que le llevó a componer varias piezas menores, como las tituladas Colón (1892) -obra escrita para ser representada por las alumnas de un colegio de Tala, con motivo del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América-, Crimen de amor, Un drama en Palacio, Los dos veteranos, Spion Kook y, entre otras, Caída y redención. Especialmente celebrada fue su obrita titulada ¡Guacha!, un drama basado en la historia nacional uruguaya, compuesto de un solo acto, que fue representado en numerosas ocasiones, por su inflamado fervor patriótico.

Entretanto, colaboraba también con otras publicaciones periódicas que, como "El Ombú" y "El Fogón" -esta última, órgano portavoz del quehacer de la tertulia homónima-, fueron difundiendo sus composiciones poéticas de aire tradicional, centradas en la figura del gaucho y, sobre todo, en la de su sucesor en la literatura popular rioplatense: el paisano. Quizás por tratarse de alguien venido del muy lejos, Alonso y Trelles supo captar mejor que cualquier otro poeta local la dimensión social y psicológica de unos seres que, por aquel tiempo, ya eran anacrónicos, condenados a una inmediata desaparición, en medio de un vasto e inabarcable territorio que, merced a la riqueza y el aumento demográfico provocado por la emigración, comenzaba a estar en manos de la burguesía criolla. Los políticos de la época -especialmente, los argentinos- favorecieron este auge de la clase criolla, con lo que muchos gauchos se vieron desplazados e, incluso, perseguidos, y acabaron condenados a una vida de analfabetismo, anarquía y miseria.

Las clases populares, empero, recordaban en su memoria legendaria el papel decisivo desempeñado por los gauchos y los paisanos en el proceso de Independencia, por lo que, al menos en su dimensión literaria, estos personajes continuaban gozando del predicamento de los héroes. "El Viejo Pancho" captó a la perfección este sentir popular, y pasó a convertirse en una de las figuras precipuas de la literatura gauchesca, después de José Hernández, el padre del inmortal Martín Fierro.

Fue tal su identificación con sus nuevos convecinos, que en 1902 solicitó y obtuvo la nacionalidad uruguaya, lo que le permitió tomar parte activa en la política del país, como era por aquel entonces su deseo. Así las cosas, se afilió al Partido Nacional y, tras haberse presentado en sus filas a unas elecciones generales, obtuvo un escaño como diputado por el departamento de Canelones, cargo en el que se mantuvo por espacio de tres años (1908-1911), coincidiendo con la XXIII legislatura del Uruguay.

Tras haber desempeñado esta labor pública, José Alonso y Trelles cumplió su viejo sueño de volver a cruzar el Atlántico y visitar su patria chica, donde aún tuvo tiempo de abrazar a su anciana madre. Recorrió con nostalgia los principales enclaves de la costa cantábrica y dejó testimonio impreso de la emoción que le producía este regreso a los escenarios de su infancia. Pero luego retornó al Uruguay, tierra a la que se sentía realmente ligado.

La publicación del poemario Paja Brava (Montevideo, 1916), una magnífica recopilación de sus composiciones gauchescas (o payadorescas), le situó de nuevo en la cima de la popularidad literaria uruguaya de comienzos del siglo XX. Las luchas entre el viejo y desfasado gaucho heroico, cada vez más anacrónico, y el nuevo "gringo" criollo que se iba apoderando de la tierra y marcaba un ritmo económico imposible de asumir por los paisanos dedicados a la explotación del ganado en la pampa, fueron perfectamente reflejadas por los versos de Alonso y Trelles, quien se valió además de recursos propios de la literatura regionalista hispana -como los empleados por Vicente Medina en sus Aires murcianos (1898)- para dotar a sus versos de un sabor inconfundiblemente local, muy apreciado por las clases populares del Uruguay. En este sentido, la crítica especializada ha señalado que uno de sus grandes aciertos consistió en reproducir fielmente, más que el lenguaje del gaucho cifrado por la tradición payadoresca, el habla específica del "paisano" (figura heredera de la del gaucho en dicha corriente tradicional de las Letras hispanoamericanas).

Su fama se extendió por ambas orillas del estuario rioplatense, con tal fervor entre las gentes del pueblo que, el 18 de enero de 1922, fue objeto de un rendido homenaje tributado por la Asociación Rural de la ciudad de San José de Mayo, capital del departamento uruguayo de San José. Dos años después, "El Viejo Pancho" perdía la vida en Montevideo, víctima de una dolorosa enfermedad que acabó provocándole una aguda peritonitis de consecuencias letales.

Bibliografía

  • BARREIRO, Pedro R. Un gallego en la poesía nativista oriental (Montevideo: Patronato de Cultura Gallega, 1979).

  • PEREIRA RODRÍGUEZ, José. "El galleguismo en el Viejo Pancho", en Revista del Instituto de Estudios Superiores de Montevideo (Montevideo), 1945.

  • SABAT PEBET, Juan. El cantor del Tala (Montevideo: Palacio del Libro, 1929).

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.