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LiteraturaBiografía

Águila, Pablo del (1946-1968).

Poeta español, nacido en Granada en 1946 y fallecido en su ciudad natal en 1968. A pesar de su prematura desaparición -falleció cuando sólo contaba veintidós años de edad-, dejó una breve pero espléndida producción poética que le había situado precozmente entre las grandes revelaciones de la lírica española de finales del siglo XX.

Impulsado por una viva curiosidad humanística y una temprana vocación literaria, Pablo del Águila cursó estudios superiores en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, de donde pasó a la Universidad Complutense de Madrid para especializarse en Filosofía pura. En su Granada natal comenzó a darse a conocer como poeta y a frecuentar algunos círculos literarios locales en los que halló grandes apoyos para la consolidación de su incipiente carrera literaria, como el que le prestó el poeta y animador cultural Juan de Loxa, en cuya revista Poesía'70 publicó Pablo del Águila sus primeras composiciones poéticas. Entretanto, el joven escritor granadino leía con avidez las obras de algunos de los grandes poetas españoles del siglo XX, como Dámaso Alonso (1898-1990), Gabriel Celaya (1911-1991) y su paisano Luis Rosales (1910-1992), quienes dejaron una notable huella en sus escritos primerizos. Pero, sin lugar a duda, la influencia más notable en los versos de Pablo del Águila procede de un poemario del autor emeritense Félix Grande titulado Blanco Spirituals (1967), obra que le descubrió el valor de lo cotidiano y el uso de la ironía como elementos aprovechables para la construcción del poema. Siguiendo dichas pautas estilísticas y temáticas, Pablo del Águila compuso algunas piezas líricas cargadas de hallazgos expresivos tan deslumbrantes y sugerentes como los que contiene el poema que a continuación se copia: "Si alguna vez me siento / o simplemente fumo un cigarrillo o leo a Jenofonte o el periódico / y escucho luego música / volteando la cabeza para evitar que el humo me penetre en los ojos / y de este modo hacer como que lloro gracias al humo denso / que me vino a los ojos. / Así. Cuando me quedo volteando la cabeza / para saber de dónde ya no vendrán los tiros / o para ver si puedo impedir los tiros, me matan más personas / porque es el caso que ya no tengo amigos de tantos como matan. / Así. Cuando reposo en pie / o adustamente salgo para buscar náufragos / y mirar de camino los carteles del cine y el traje gris / del hombre que trabaja en el cine. / Así también, en fin, cuando me clavo / la mano izquierda sobre el pie derecho para ver / qué impresiones soy capaz de sentir y, como al paso, / limpiar de conciencia los terribles pecados de la carne. / Entonces, lentamente, mirando bien de no matar hormigas / ni destrozar el césped, / me enrosco lentamente, como digo, / y me voy enroscando lentamente / y espero así, cerrando bien la boca para tapar la risa, / a ver si exploto un tanto / o si reviento un poco y así, desesperadamente, / llevarme yo conmigo muchos clavos, tuercas, tornillos, / teclas lubrificadas pulcramente, / magníficos botones de chaqueta, todos ellos con cara, / piernas, brazos, licencia de pistola, pasaporte / y hasta esposas rellenas de merluza / que les limpian la mugre de los años pidiendo libertad / para ser un poquito más idiotas" (De Poesía reunida 1964-1968 [Granada: Silene, 1989]).

En 1973, un lustro después del fallecimiento del joven poeta granadino, sus amigos y compañeros de aventuras literarias congregados en torno a Juan de Loxa y la revista Poesía'70 decidieron reunir en un volumen impreso algunos de los poemas que no había llegado a publicar Pablo del Águila. Dicho poemario, presentado bajo el bello epígrafe de Desde estas altas rocas innombrables pudiera verse el mar (1973), constituyó una de las grandes revelaciones de la poesía española del momento, y colocó súbitamente la obra de Pablo del Águila entre las grandes aportaciones a la lírica contemporánea. A pesar de ello, tuvieron que transcurrir más de quince años para que viera la luz, en un único volumen recopilatorio, la suma de su corpus poético, publicado bajo el ya mencionado título de Poesía reunida 1964-1968 (1989). En el estudio preliminar que abre este volumen, el profesor Soria Olmedo subraya, como principales señas de identidad de la poesía de Pablo del Águila, una urgencia y una tensión de voz que rompe con los moldes tradicionales para acercar el lenguaje poético a las inquietudes, problemas y contradicciones del hombre de su época, en la que el poeta granadino se sintió, a pesar de su juventud, firmemente comprometido con un ideal de justicia y un tajante rechazo a la dictadura del general Franco (1892-1975).

Curiosamente, la malograda peripecia vital y la truncada carrera literaria del poeta granadino han quedado en la memoria no sólo de la crítica especializada y los lectores avezados en el conocimiento del género poético, sino también de otros muchos escritores y miembros de la comunidad literaria que se han encargado de que su precipitada marcha de este mundo no provocara que sus versos quedaran relegados al olvido. Así, a comienzos del siglo XXI, el poeta y narrador Álvaro Salvador convirtió a Pablo del Águila en uno de los personajes centrales de su novela titulada Un hombre suave (Madrid: Akal, 2001), en la que también aparece como protagonista otro poeta granadino prematuramente desaparecido, Javier Egea (1952-1999). Al referirse a esta obra, el profesor Antonio Jiménez Millán, de la Universidad de Málaga, recuerda con estas palabras el alcance de la figura y la obra de Pablo del Águila en los medios artísticos e intelectuales granadinos: "De Pablo del Águila me hablaron algunos amigos, Álvaro Salvador entre ellos. No le conocí, pero su único libro publicado me impresionó muchísimo en los setenta, cuando yo empezaba a escribir poemas. Al principio de ese libro había una cita muy reveladora de Carlos Fuentes: 'Continuaré siendo una persona imposible mientras las personas que hoy son posibles sigan siendo posibles'. En los mejores poemas de Pablo del Águila se nos presenta una voz trágica, cargada de lucidez y de inconformismo, que siempre apuesta por la dignidad, como lo hizo también, aunque de otra forma, Javier Egea. Para mí, se trata de una historia mucho más próxima, y lo que en principio pudo ser un gesto de complicidad, a través del personaje de Antonio Vargas, se ha convertido en homenaje póstumo".

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.