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Acilia (ca. 20-?).

Matrona hispano-romana, nacida en Corduba (la actual Córdoba) alrededor del año 20 y fallecida en fecha y lugar desconocidos (probablemente en Roma, en la segunda mitad del siglo I). Perteneciente a una de las familias más relevantes de la provincia romana de la Bética -por su posición social y por el papel que desempeñaron algunos de sus miembros en la cultura de su tiempo-, fue madre del gran poeta latino Marco Anneo Lucano (39-65), por lo que se vio implicada en las revueltas políticas que, dirigidas contra Nerón, acabaron con la vida de un gran número de ciudadanos de Roma supuestamente relacionados con estas conjuras (entre ellos, el citado poeta cordobés).

Hija de uno de los más destacados varones de la prestigiosa familia de los Acilios -el facundo orador Acilio Lucano, cuyos discursos se habían hecho célebres en toda la ciudad de Corduba-, la joven Acilia creció en un entorno privilegiado tanto por sus relaciones políticas y sociales -que, desde niña, la pusieron en contacto con las figuras más poderosas no sólo de la elite local de la Bética, sino también del alto funcionariado procedente de la misma Roma- como por sus vínculos con los principales personajes del panorama intelectual del lugar. No han llegado hasta nuestros días testimonios expresos de la posible formación cultural que recibió Acilia en su niñez y pubertad, pero de la constante relación que hubo de mantener con estas figuras puede inferirse que sus conocimientos fueron mucho más extensos y profundos que los de cualquier muchacha de su tiempo.

Alrededor de los catorce o quince años de edad -como era usual entre las jóvenes romanas-, Acilia contrajo nupcias con Marco Anneo Mela, uno de los muchachos más destacados en los círculos sociales y culturales de la Corduba del siglo I, por ser uno de los hijos del afamado rétor Marco Anneo Séneca(57 a.C.-32 d.C.). Éste, que fue un notable profesor de retórica en Roma, se había casado con la también célebre Helvia, matrimonio del que nacieron tres hijos que, según cuenta el propio Marco Anneo Séneca en la única obra suya que se ha conservado en nuestro tiempo (Suasoriae et controversiae), muy pronto comenzaron a interesarse por las antiguas artes declamatorias que habían hecho célebre a su padre no sólo en su ciudad natal, sino en la propia capital del Imperio. Los tres hijos de Marco Anneo Mela (apodado por sus contemporáneos "el Rétor", y conocido por la posteridad como "Séneca el Viejo"), fueron el ya citado Marco Anneo Melo -el esposo de Acilia-, Lucio Anneo Novato y Lucio Anneo Séneca(4 a.C.-65 d.C.), el gran escritor y filósofo que llegó a ser, en la misma corte palaciega de Roma, preceptor de Nerón.

Del matrimonio entre Acilia y el hijo de "Séneca el Viejo" nació en Corduba, el día 3 de noviembre del año 39, el futuro poeta Marco Anneo Lucano. Unos meses después, cuando el niño aún no contaba un año de edad, toda la familia emprendió el camino a Roma, acompañados por la abuela Helvia, que se había quedado en la Bética al cuidado de su hijo Marco Anneo Mela, mientras su esposo y sus otros dos vástagos se instalaban en la metrópoli para desplegar allí sus respectivas trayectorias políticas. Al llegar a Roma, Acilia se convirtió en uno de los pilares básicos de la formación intelectual de su hijo, quien, con el ejemplo y las enseñanzas de su abuelo, de su propio padre y de sus tíos, pronto se orientó por el estudio de las artes de la retórica y del pensamiento estoico.

Apenas hay noticias acerca de las actividades políticas en las que pudo intervenir Acilia durante su estancia en Roma, ya que su esposo, en contra de lo que hicieran su padre y sus hermanos, se mantuvo bastante alejado de la vida pública y las intrigas palaciegas. En efecto, Marco Anneo Mela ejerció con brillantez la abogacía y, entregado sobre todo al estudio y al cultivo de la amistad, vio colmadas sus ambiciones sociales con la obtención del rango de ecuestre, que no era el principal dentro de la graduación jerárquica de las capas sociales de Roma. Entretanto, su esposa se consagró a la educación de su hijo (al que, como hacían tantos padres privilegiados de la época, envió durante un tiempo a estudiar a Grecia), al desarrollo de su propia formación cultural y, entre otras ocupaciones domésticas, al apoyo y la compañía de la vieja Helvia, cuya vida se vio ensombrecida durante su ancianidad, a raíz del destierro de su hijo Séneca decretado por Nerón en el año 41.

Paradójicamente, el ascenso social y el reconocimiento literario del joven Lucano fue el principio de la decadencia de Acilia. En efecto, el poeta pronto fue señalado como el autor de una de las mejores obras de la literatura romana de todos los tiempos (la Farsalia), lo que le granjeó el prestigio necesario para entrar a formar parte del círculo del emperador, quien a su vez mantenía una estrecha relación con la familia de Lucano a través de su preceptor, que era el tío del joven poeta. Así, plenamente integrado en el entorno cultural que rodeaba a Nerón -célebre, ya entonces, por sus pujos de poeta-, el hijo de Acilia gozó en principio de la amistad y los favores del propio emperador, a quien dedicó en el año 60 sus Laudes Neronis, composiciones que, escritas con motivo de unas fiestas convocadas en honor a Nerón, le valieron a su autor la corona de poeta. Aunque estos poemas no han llegado hasta nuestros días, es fácil conjeturar que, dado el interés por la creación literaria que mostraba el emperador, hallaron amplia difusión en aquellos años de franca camaradería entre Nerón y Lucano; y tanto ascendió el prestigio del joven autor cordobés, que, muchos años antes de alcanzar la edad suficiente para ocupar los cargos de cuestor y augur, ya fue honrado con ellos por parte del emperador.

Sin embargo, poco tiempo después el emperador imprimió un brusco giro en sus relaciones con Lucano y llegó a decretar la prohibición de las obras del poeta. Tradicionalmente, la historiografía literaria que se ha complacido en describir a Nerón como un ser frágil y perverso, de carácter mudable y antojadizo, venía achacando este radical cambio de orientación en sus relaciones con Lucano a los celos que provocaba en el gobernante/poeta el éxito literario del escritor. Sin embargo, las verdaderas razones fueron mucho más prosaicas, y guardan una estrecha relación con la intensa actividad política que, por debajo de su dedicación a la literatura, venía desplegando el hijo de Acilia.

En efecto, ya Lucano había comenzado a distanciarse del poder imperial a raíz de una acentuación de sus postulados estoicos que le llevaron a imprimir un acusado tono anticesariano (y, por ende, marcadamente republicano) en algunas de sus obras posteriores a la Farsalia (cuyos tres libros estaban todavía dedicados a Nerón). Así las cosas, a finales del año 64, cuando estalló con toda su compleja trama de implicaciones la conjura del noble Cneo Pisón contra el emperador, se descubrió que Lucano era uno de los principales cabecillas de esa elite romana empecinada en derrocar a Nerón. Y aquí aparece de nuevo, a pesar del discreto papel que venía desempeñando desde su llegada a la capital del Imperio, la figura de Acilia en la historia de la Roma Antigua. Al parecer, una vez descubierta la participación de Lucano en la conjura, el poeta fue detenido y amenazado con terribles tormentos si no delataba a otros ciudadanos implicados en la revuelta. Durante muchos meses, el poeta se negó a traicionar a sus camaradas de conspiración; pero, finalmente, consiguió que se le prometiera la inmunidad si declaraba todo lo que sabía, y -tal vez para justificar su demora en hablar-, acabó delatando a su propia madre. Esta acusación no causó extrañeza entre los encargados de juzgar a Lucano, ya que se había probado que muchas matronas romanas habían desempeñado un papel destacado en la conjura de Pisón. Sin embargo, en el caso de Acilia parece ser que ni siquiera una imputación tan grave como la lanzada por su propio hijo bastó para demostrar fehaciente su participación activa en las intrigas de los conspiradores, ya que su procesamiento pasó inadvertido entre la terrible sucesión de condenas y ejecuciones desencadenada tras el descubrimiento de la conjura.

Las garantías de impunidad que habían logrado desatar la lengua de Lucano no sirvieron de mucho al desventurado autor de la Farsalia, que fue condenado a muerte el día 30 de abril del año 65 (es célebre la resignación estoica con que aguardó el final de su vida, recitando poemas mientras esperaba la llegada de la muerte con las venas abiertas por sus propias manos). Sin embargo, Acilia no corrió la misma suerte trágica de su hijo, como en un principio cabría esperar: aunque no han llegado hasta nuestros días los detalles de su procesamiento, se sabe con certeza que no fue condenada a la pena capital, aunque también parece que nunca llegó a ser absuelta de los graves cargos que le había imputado su propio hijo. Esta extraña situación de Acilia en sus últimos años de vida ha llevado a pensar a muchos historiadores que fue Nerón quien, extremando hasta los límites de la mezquindad humana la envidia que le provocaba el éxito literario de Lucano, lanzó el bulo de que el poeta había delatado a su propia madre.

Lo cierto es que, a partir de entonces, las noticias sobre Acilia dejan de producirse. Algunos estudiosos de aquel período de la historia de Roma piensan que debió de regresar a Corduba, pero otros se inclinan por la posibilidad de que, ya cercana al medio siglo de existencia, permaneciera en Roma al lado de su nuera Pola Argentaria, con la que había contraído nupcias Lucano poco antes de que estallara el desgraciado complot que le costó la vida.

Bibliografía

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Autor

  • JR